Bingo en los pisos "titulados"

Cada mes, la gente del grupo de pastoral de la salud de la parroquia organizamos una partida de bingo con los ancianos de los pisos titulados del pueblo. Es un momento sencillo y bonito para estar juntos y reirnos un rato, no tiene muchas más pretensiones, pero realmente vale su peso en oro.
El asunto empieza a las 6, justo detrás del café de la merendilla. Sobre el mueble de la sala están los premios preparados por Conchi mientras Celes va sacando las bolas y cantando los números; las mujeres del equipo se ponen junto a los ancianos y les van ayudando a rellenar el cartón, no vaya a ser que alguno se despiste por los nervios. Mientras tanto menudean las bromas.

"¡El 24, mi edad! ¡El 62, este lo tiene Avelino! Hay que vigilar al Breva que hace trampa!" Van cayendo números hasta que alguien canta "¡línea!" Como hay nueve hombres y dos mujeres, es necesario prever premios de varios tipos, pero siempre tenemos juerga a cuenta de esto; a uno le tocó una pequeña caja de caudales que nos dejó extrañados a todos; otro ganó un kit completo de higiene bucal y dental, y alguien dijo: "¡pero si no tiene dientes!"

"¡El 8! ¡El 37!" La emoción va aumentando, se masca la tensión, hay quejas por el calor que hace (...), "¡el 15, la niña bonita! ¡El 76! ¡BIIINGO!" Enhorabuena: unos calcetines; o un cepillo de señora; o una bolsa de bizcochos; o, como el otro día, un jabón Dove con juego de tres manoplas para la ducha. Es que aquí somos mu limpios.

Anita solía ganar, y yo le decía que había tongo o tráfico de influencias; la echamos de menos. Isabel un día no estaba porque había ido a Portugal a hacerse la dentadura, y alguien dijo: "¡a ver si va a volver hablando en portugués!"- jejejeje. Y a María, que lleva poco tiempo en los pisos, le tocó un pañuelo, regalo de bienvenida.

Porque Dios da el pan de la acogida a los que, sin dientes, necesitan atenciones y achuchones; porque el respeto a nuestros mayores se convierte, embellecido por la fe, en cuidados y en preocupación. Como la de Jesús. A los ancianos les toca la lotería del cariño y la solidaridad; y nosotros nos llevamos esas sonrisas en la caja de caudales de nuestro corazón. Y oyes, hasta nos invitan a un cafelito al final; y con bizcochos y tó.

César L. Caro
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