"Fracasa otra vez. Fracasa mejor" (Samuel Beckett)

« - ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?». Era Dios; necesitaba un portavoz. Y entonces contestó:
«- Aquí estoy, mándame.»
Ser misioneros (corresponsables todos en una misma misión), ser seguidores de Jesús, es algo estupendo: “por la gracia de Dios soy lo que soy” – dice Pablo. Vivir intentando construir el Reino, hacer que nuestro mundo sea más humano (nuestro pueblo, nuestra vecindad y más allá…) es un dinamismo que, cuando lo vivimos, nos hace felices.
Pero… el Evangelio avisa de que la misión conlleva irremediablemente el fracaso. Pasarse la noche faenando y no pescar nada… “La gente no quiere saber nada de Dios”, “los jóvenes no se qué”, “a misa venimos siempre los mismos”; e incluso: “el mundo va cada vez peor”, “somos mu malos”… Lo que dé resultados “champiñón” probablemente no es de Jesús; de lo instantáneo, lo espectacular y aparatoso, de lo muy exitoso o “importante” hay que desconfiar. Lo del Reino no se consigue ni a la primera, ni a la segunda... ni a la enésima.
Es ley en la vida humana: probablemente hay que fracasar muchas veces antes de ver algún fruto. El crecimiento del Evangelio es como el ritmo de la naturaleza, procesos lentos, pequeños y escondidos, pero constantes. Habrá que aprender a fracasar “otra vez”, como dice Samuel Beckett. Insistir con perseverancia en lo que el Señor nos pide, ofrecer una y otra vez, como Él, con su estilo libre y generoso: “si quieres…”. Volver justo donde antes no hemos logrado nada, intentar de nuevo lo que ya salió mal.
Pero hacerlo “por tu palabra”. No porque “me gusta a mí”, o porque “es lo que siempre se ha hecho”, o “porque toca”, sino “porque, Señor, tú lo dices”, “en tu nombre”. Eso es fracasar “mejor”, volver a echar la red donde anoche no pescamos nada, pero hacerlo obedeciendo la propuesta de Jesús, que nos insiste, a trabajar en lo suyo, no en lo mío. Y así, cojamos o no cojamos peces, seguro que su gracia no se frustra en nosotros.
César L. Caro