La campaña del kilo es como un masaje interior

Todavía llevo la ropa con la que he salido esta mañana a la campaña del kilo, ¡qué gozada! Salí hoy algo mantujo, pero me siento como después de dar un largo paseo por el campo. Es estupendo que el equipo de Cáritas se haya movilizado; es fenomenal estar con la gente joven, varios de confirmación y de la JEC... María Jesús, María y Jesús (sí, son tres, jejeje) con ganas de reir desde temprano, en el troncomóvil de Mari, ella peleando con el casette arcaico para poner villancicos mientras toca el pito para avisar que hoy es cuando hay que colaborar para que los sin techo del Centro Hermano de Cáritas vivan un poco mejor.

Yo la verdad recojo poca cosa, en parte porque me da vergüenza pedir y en parte porque aprovecho para meterme en un montón de casas a saludar, besar, "¿cómo está usté?", "¿qué tal vamos?", etc. Hemos ido por Los Barrios, pero la jornada es como una cata de sandía, como tomarle el pulso a mi querido pueblo; arriba en Los Clementes, varia gente mirando de reojo a la Navidad que se acerca, Remedios que ayer fue a verla la asistenta ("qué buena muchacha es, mire usté"), Ana la mudita que tiene las pernas mejor... En Los Salgueros he visto a los abuelos de Tetule y a María un poco depre, sin quererse levantar; he entrado a saludar a los marroquíes, que me han enseñado su casa, me han invitado otro día a cuscús y a tomar el té... y me han dado algo para la campaña (...) y una rama de dátiles que ¡estaban deliciosos!

Ese sabor se me ha vuelto amargo en el paladar al bajar la calle 21 y echar un rato con Juan; asistir al derrumbe interior de una persona rota es algo que me araña las entretelas... le abrazo simplemente, rodeado de los escombros de su vida, siento que está Dios ahí pero no sé muy bien qué hacer... En la casa de al lado paso a Maxi con su chichón, y luego a Catalina junto a la candela y ya a la parroquia, a clasificar y ordenar alimentos, productos de limpieza y ropa interior masculina; aunque había algún calzoncillo que no ha superado el "control de calidad", la verdad es que la gente ha comprendido lo que se pedía y ha respondido muy bien, como siempre.

El salón parroquial sembrado de cajas; Claudia va recogiendo las bolsas vacías, siguen las risas y las comparaciones ("el año pasado había más - no, menos", etc), y yo pienso que, en vez ir a comprarme unos zapatos, como dice la canción de Tontxu, a mí me basta con salir a guardarme en el corazón algún gramo de los grandes kilos de generosidad de mis vecinos que, cuando comparten, me ayudan a ser feliz sin saberlo. Relajado como el que sale de un masaje, acurrucado por las endorfinas de la bondad.

César L. Caro
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