Visita con motivo de la fiesta del aniversario de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en la boca del río Napo Cuando voy a Orellana siempre pasan cosas

Los dineros para los premios y todo lo necesario para las actividades salían de las colaboraciones de la gente. Porque acá es asombroso cómo todo el mundo echa un cable para que el festejo se pueda armar, es una verdadera minga, una especie de crowdfunding amazónico.
Tal vez por eso me guste tanto ir. Y también por las risas, bromas y buen humor que siempre disfruto en este puesto situado en la boca del Napo, donde no hay misioneros desde hace trece años, pero con un equipo de laicos que hace funcionar la misión de verdad. Me habían invitado muchas veces a la fiesta del aniversario de la parroquia, el Sagrado Corazón, y este año dije: “¡lo programo y no me lo pierdo!
Al llegar el jueves, estaban en la preparación de la gymkana, una tarde de sencillos juegospara pequeños y mayores en la puerta de la iglesia. Hacer rodar bolas sobre una mesa intentando que se queden paradas sobre unas tiras de cartulina, por ejemplo; premios: bolsa de papas, chupachups y una manzana. La recua de participantes era bien nutrida.
Otra actividad era lograr pinchar a ciegas una cartulina con el corazón de Jesús sobre un mural en el sitio correcto. Las carcajadas retumbaban por la plaza ante las intentonas de los jugadores. Y luego las adivinanzas, que dieron para constantes chanzas los días siguientes: “entra derecho y sale doblado, ¿qué es?”; o también “entra seco y sale mojado”… Las mentes sucias estaban en su salsa. Había también preguntas relativas a la festividad, por ejemplo “Nombre y apellidos de nuestro vicario, que nos visita”; las respuestas eran desternillantes: César Luna, César Vílchez, César Pérez, jeje. Los galardones para los adultos: un sobre con veinte lukitas.
¿Y de dónde salían estos dineros para las pruebas y las recompensas? Pues de las colaboraciones de la gente. Porque acá es asombroso cómo todo el mundo echa un cable para que el festejo se pueda armar, es una verdadera minga, una especie de crowdfunding amazónico. El señor Mauricio viene para conectar el motor a la red porque hará falta cuando se vaya la luz del pueblo en la noche. La municipalidad ha brindado la materia prima de los juanes, pollo y arroz, y el maíz morado para la chicha. Un profesor trae una carga de leña para cocinar. Varias personas han donado plata para los premios, otras los kekes, otras el manjar para decorarlos…
Justamente la ornamentación de la iglesia merece un comentario admirativo: ¡vaya trabajo de los dos jóvenes artistas que la obsequiaron! No cobraron nada, por supuesto, pero les llevó horas de tarea, y el resultado encantó a todo el mundo, incluido yo, porque el altar mayor quedó en puro rojiblanco... También realizaron el arreglo del santo, una fina talla del Corazón de Jesús al que le acoplaron adornos florales y unas tiras de luces led en los costados que quitaban el hipo.
El grupo de jóvenes de la parroquia tuvo un gran protagonismo en todos los actos programados y en los preparativos, que desde luego sacaron el ancho. Los chicos organizaron la gymkana, ensayaron los cantos y limpiaron el templo de arriba abajo, moviendo toditas las bancas para barrer, trapear, y lavándolas con paños mojados. Qué satisfacción verlos tan dispuestos y contentos.
Llegó la Eucaristía, el momento central, la iglesia llena. Y después la velada, que consiste en danzar ante la imagen, en una expresión corporal, comunitaria y espiritual de la veneración al patrón. Nos íbamos aventando con nuestros pañuelos, al compás de la música tradicional, y yo me sentía en paz y a gusto, y además creo que me sale cada vez mejor, ¿eh?
Las tortas estaban listas con el número 65 clavado, el cumpleaños de la parroquia, pero primero pudimos degustar los juanes: un guiso de arroz con pollo, huevos cocidos y aceitunas, envuelto en hojas de bijao y cocinado; y un buen vaso de chicha morada. Cantamos el happy birthday y después hubo casi tantas fotos como felicidad. Sobre nuestras cabezas, el tejado de la iglesia se veía flamante, recién renovado completamente gracias a la ayuda de la parroquia de Santiago, de Don Benito. ¡Gracias!
Guardo otros detalles preciosos de los tres días de visita. Me invitaron a pango para desayunar, delicioso pescado con plátano y yuca; también gocé un almuerzo a base de majás, la más fina carne de monte, no me ponen cualquier cosa. En la reunión con el equipo parroquial hablamos de que falta cerrar el techo para que no ingresen las palomas (quien quiera apoyar a esta obra, que me avise). Y hasta se dio la ocasión de conversar con un joven y sus padres acerca de su inquietud vocacional, casi nada.
Porque en Orellana pasan cosas siempre, también cuando no voy.
