Se oye con frecuencia hablar de, al menos, las dos culturas de los inmigrantes: la de su país de origen y la del país de acogida. Los que así hablan o no conocen la realidad de los inmigrantes, o no saben lo que dicen o nos quieren engañar. Los inmigrante, buena medida, perdieron la cultura de origen, no asimilaron la cultura del país que los recibe. Tienen la cultura del emigrante. El problema es dramática cuando se trata de la segunda generación; es decir, los hijos de los que abandonaron sus países para instalarse en otro (cfr. E. Del Campo, Odiseas. Al otro lado de la frontera).