Puras melodías de infancia

A un mes de la fiesta del pueblo, ya se nota el rebumbio propio de las vísperas de los grandes acontecimientos. Las mujeres ya han vaciado los armarios, han llevado a Caritas lo que ya nadie pone pero aún sirve, y al contenedor lo que ya no sirve para nada. Antes, lo viejo se enterraba o se quemaba en la huerta. También, a un mes vista, cada casa hacía la colada. Ahora no hay ropa sucia acumulada; todos los días se pone la lavadora. Los mayordomos hubieran empezado hace meses a juntar granos y patatas para vender y con el dinero recaudado, hacer la fiesta. Ahora, los mayordomos juntan el concejo, ponen una cuota a cada casa, hablan con un organizador de fiestas y, al final, pagan. La fiesta rompe el rigor de la vida diaria, detiene por unos días el destino con melodías puras de infancia, es como un grito de amor que sube del corazón en medio de disonancias sordas y estridentes
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