" … Y la ceniza no tiene memoria, solo silencio" ¡Me ardió la casa!

"La casa de cada uno es para cada uno el centro y la síntesis del mundo, que simboliza el ritmo y el equilibrio cósmicos. Más que refugio frente al mundo, la casa es el mismo mundo"
"¿Qué puede pasar por la mente de la persona a quien un incendio, una riada, le haya arrancado de cuajo su casa o haya vuelto ceniza o arrasado su monte, y el vacío lo llena todo?"
La casa es el microcosmo, el lugar en donde están todos los lugares del orbe; al que nos une una simpatía instintiva, tan profunda, y tantas afinidades magnéticas y materiales, que se adhieren a ella como la tortuga a su caparazón. La casa de cada uno es para cada uno el centro y la síntesis del mundo, que simboliza el ritmo y el equilibrio cósmicos. Más que refugio frente al mundo, la casa es el mismo mundo. El umbral de la casa marca la diferencia entre el dentro y el fuero. Y para multitudes, además, la casa es los ahorros de toda su vida
Para los nativos de un lugar, el tiempo y el espacio, vividos desde la infancia son cualidades de la vida a la que dan sentido y tiñen de color. Esta intimidad del hombre con el tiempo y el espacio, cresta de todo lo creado, que se logra en la infancia y durará todo el resto de la vida, es lo que hace que la infancia, como dice el poeta sea “el paraíso del hombre”, su aliento, ahora tierra devastada.
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¿Qué puede pasar por la mente de la persona a quien un incendio, una riada, le haya arrancado de cuajo su casa o haya vuelto ceniza o arrasado su monte, y el vacío lo llena todo? Pero el mundo parece ahora una verdad exilada que permite pensar solo en los recuerdos de los caminos recorridos y en las historias contadas en el pasado, ahora dos veces historias, que lo llenan de polvo viejo. Y la ceniza no tiene memoria, solo silencio.
La vida en la aldea está llena de humildes historias sin importancia, urdimbre de la vida y refugio contra el tiempo, que configuran la vida de la comunidad y de las personas. Los incendios han detenido el tiempo y parece que vivimos de lo que no existe ni puede existir, de lo que nunca fue ni será jamás. La sangre se nos convierte en remolinos de lágrimas singulares, en río salvaje, confuso oleaje, que funde los valles de luz a sombra. Las venas de oscuridad interior convierten el mundo en noche sorda de silencio y la personalidad se desmorona para dejar fluir las emociones Llorar es el único consuelo

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