Llevaba muchas semanas sin abrir la boca, y se ve que, como los toros, tenía querencia a los micrófonos. Y volvió a sacar su vena más radical, la que le gusta. Juan Antonio Martínez Camino tiene el extraño don de la crispación. Ayer, justo después de que la mismísima Santa Sede, a través de su portavoz, Federico Lombardi, asegurara que el Vaticano "no está especialmente preocupado" por las marchas contrarias a la visita del Papa o a la financiación pública de la misma, defendiendo el derecho a las mismas, el portavoz de la Conferencia Episcopal tildaba de parásitos a los convocantes de la manifestación. "Estos grupúsculos minoritarios lo que hacen es parasitar, aprovecharse de una gran ocasión, un gran escaparate, una gran pantalla para España y para el mundo, para promocionar sus programas 'anti', programas en contra, a veces de mal gusto", dijo Camino, que no supo aprovechar de una gran ocasión, un gran escaparate... para callarse.

Camino es de la misma escuela que Braulio (el de los "paletos"), que antes de ser obispos han sido panaderos. Saben lo que hacer para que, con cada palabra suya, suba el pan. Otra cosa es que tengan la más remota idea de cómo utilizar el trigo y la levadura. Y me temo que, con el deseado éxito de público de la JMJ de Madrid y la cercanía de las generales, las declaraciones altisonantes se irán multiplicando entre un cierto sector de nuestro episcopado.

Esperemos que Benedicto XVI, como ha demostrado en tantas ocasiones, vuelva a demostrar a los obispos españoles que se puede ejercer la crítica sin insultar, que se puede proponer un estilo de vida cristiano en esta sociedad sin necesidad de quemar herejes, desobedecer la ley o insultar a todo aquel que no piensa como él. Lamentablemente, en este país, los extremos acaban pareciendo clones. Y personas como Camino, por desgracia, hace tiempo que se instalaron en una esquina. Y así no se combate a los que se colocan en el otro lado, ni mucho menos se construye sociedad.

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