Carta de San José a los Reyes Magos

(Por José Luis Rodríguez Ibáñez, en el blog de los Amigonianos).- Estimados Reyes Magos:
Soy San José, el del belén,
y estoy muy triste este año...
Resulta que por un ERE
que la empresa ha decretado,
estamos aquí solitos
aburridos y esperando...



Y no viene al belén nadie
más que cuatro despistados
que no sabían qué hacer
y vienen a echar el rato...
Hasta la estrella, aburrida
y mal colgada de un árbol,
luce apenas un poquito
con un fulgor apagado.
No es esto lo que antes era:
la Navidad ha cambiado.
Y encima eso: ¡un rey solo,
un camello avejentado,
un paje medio dormido
y unos muy cutres regalos...!
¡Oh, la Navidad primera
y el belén improvisado
tan lleno de personajes
y todos con sus regalos...!
Los vuestros sí que eran buenos:
¡eran propios de unos Magos!

María y yo aquellos cofres
mirábamos extasiados
y, más que ver el futuro,
sobre el futuro soñábamos.
Saldaríamos las deudas,
pagaríamos los gastos,
que un niño recién nacido
exige muchos cuidados.
Y compraríamos casa
con mi taller a su lado,
y con herramientas nuevas
y todos los adelantos.
Y María compraría
lo que fuera necesario
para que nada faltara
ni en las fiestas ni en diario,
que en la casa de los pobres
siempre se carece de algo.
Y el Niño Jesús tendría
el futuro asegurado:
estudiaría carrera
con rabinos renombrados.
No sería carpintero:
es este un trabajo honrado,
pero su destino es otro
y ya lo tiene marcado

desde arriba, muy arriba,
desde lo alto más alto...
Habría para limosnas
y ayuda al necesitado,
para la ofrenda del templo,
y para impuestos romanos...
Un porvenir halagüeño
como deseo soñábamos
María y este José
ante los vuestros regalos...

¿Estaría yo despierto
o quizá estaba soñando?
Un ángel aquella noche
me dio un urgente mandato:
-¡Coge al Niño y a su Madre
y marcha a Egipto en el acto,
que al amanecer del día
Herodes querrá matarlo...!

¡Adiós la vida tranquila,
adiós los sueños soñados,
adiós aquellas riquezas,
adiós aquellos regalos...!
Para salvarle la vida,
en Belén abandonamos
nuestras pobres pertenencias
y vuestros ricos regalos,
y, de noche y a escondidas,
hasta Egipto nos marchamos.
Si los del desierto hubieran
tan siquiera sospechado
que llevábamos riquezas,
nunca habríamos llegado.
Y si al pasar la frontera
nos hubieran registrado,
el oro, incienso y la mirra
nos los habrían quitado,
y a los tres nos llevarían
con cadenas como a esclavos
a hacer ladrillos y adobes
como en los siglos pasados,
y solo porque dirían
que hacíamos contrabando.
Salvar al Niño importaba,
y por eso abandonamos
en Belén todo lo nuestro
e, incluso, vuestros regalos.
¡Siempre nos pasa lo mismo...,
y nos ocurre cada año!

Por eso mi carta de hoy,
estimados Reyes Magos,
no es para pediros nada,
y menos, vuestros regalos:
solo pido que vengáis
como hacéis todos los años.
Si nació una rama verde
al olmo herido del rayo,
y en el tronco de Jesé
otra también ha brotado,
no miréis lo seco y muerto,
lo insensible y agotado,
lo apático y lo indolente
en que este mundo ha quedado:
mirad, sí, los brotes verdes
que en las almas van brotando.
Venid, traed ilusión,
pero no aquellos regalos,
-el oro, incienso y la mirra-,
que traéis año tras año,
porque, por ser tan valiosos,
son también tan problemáticos.

Comprendemos el sentido
que encierran vuestros regalos:
si venís a ver a un Rey,
es el oro lo apropiado;
si en el Niño veis a Dios,
es incienso lo ajustado;
si veis a un hombre doliente,
la mirra puede sanarlo.
Mas pasó ya mucho tiempo
y está todo muy cambiado.

**************

Mi querido rey Melchor:
el oro de tu regalo
sería para nosotros
como la lluvia de mayo.
Pero pronto los vecinos
nos verían progresados,
y dirían que el dinero
seguro que era robado,
o quizá dinero negro,
o de negocios manchados...
Luego la hacienda judía,
y hasta los mismos romanos,
nos meterían en juicios,
para llevarse los cuartos.
¡Fastidiados y más pobres
seguro que terminábamos!
Y si el Hijo de Dios nace
con pobreza en un establo,
yo no puedo hacer que ricos
ante el mundo aparezcamos.
¿Y quién va a creer al Niño
cuando esté ya predicando
y a los pobres de este mundo
llame bienaventurados?
Sería aquello del progre
que presume que ha luchado
contra toda la injusticia
porque vive disfrazado.
Por eso debo decirte,
mi rey Melchor estimado,
que agradecemos tu ofrenda,
que apreciamos tu regalo,
pero no traigas más oro,
¡y ven, ven a acompañarnos!

***************

Rey Gaspar, que desde siempre
el incienso has regalado:
es de calidad primera,
por su olor lo hemos notado,
mas no podemos cogerlo
ni podemos aceptarlo.
Podríamos con tu incienso
quitar el olor a establo
y entonces parecería
que esto es un templo pagano
-dicen que allá, en el oriente
lo utilizan a destajo-.
En todas partes hay gentes
que suelen ser malpensados
y correrían el bulo
de que al Niño le drogamos,
o dirían de sus padres
que siempre están colocados.
Además, que no hace mucho
dijeron a los cristianos
que el olor de las ovejas
debe a todos impregnarnos.
Pues llevaremos ya puesto
este olor de nuestro establo.
No traigas, Gaspar, incienso,
¡pero ven a acompañarnos!

**************

Querido rey Baltasar:
nos dejas todos los años
una mirra de primera
como estupendo regalo.
¡Mira que regalar mirra
a un reciente neonato...!
Eso es poner en su cuna
el negro RIP de un sarcófago,
o regalar crisantemos
como parabienes de algo...
¿Recién nacido y su muerte
querías ya recordarnos?
¿Los dolores de María
vas también a adelantarlos?
Ya sabemos que este Niño
tiene su destino aciago,
y la mirra será buena
para curar sus quebrantos,
y, quiera Dios que muy tarde,
sirva para embalsamarlo...
Pero dale tiempo al tiempo,
y no le des adelanto.
Si no me enfado contigo
es porque sé que eres mago,
y los magos confundís
el presente y el pasado.
Y porque quizá en tu tierra
es otro el significado.
Y, además, porque tu amor
con tu mirra va mezclado.
No nos regales más mirra,
¡pero ven a acompañarnos!

Reyes Magos del Oriente,
mi carta voy a acabar.
El oro, incienso y la mirra
no podemos aceptar.
Son regalos muy valiosos
que podrían arreglar
el hambre de mucha gente
y otras muchas cosas más.
Pero aquel significado
que tuvieron tiempo atrás,
cuando vinisteis los tres
la primera Navidad,
hace tiempo se ha perdido,
lo perdió la humanidad.
Esto no es lo que antes era
y ya nunca lo será.
Hoy el oro significa
la afición de dominar:
aquel que posea el oro,
el mundo dominará.
El hombre no piensa en Dios
si ve el incienso quemar:
mas bien piensa en el oriente
y en la quimera oriental.

La mirra no se utiliza
para los cuerpos curar:
hoy la suplen otras cosas
que son de más calidad.

Así que, mis buenos Reyes,
no podemos aceptar
el oro, incienso y la mirra
que nos queréis regalar.
A cambio no pido nada,
sino que vengáis no más:
¡venid los tres Reyes Magos,
venid esta Navidad!
Y venid en caravana
que tenga grandiosidad,
con los pajes y camellos,
con boato y majestad,
que a este mundo adormilado
también le gusta soñar.

Que la ilusión y la fe
que os hizo peregrinar
tras la luz de aquella estrella
tan andariega y fugaz,
las sembréis en nuestro mundo
al volver por Navidad.

Os beso las vuestras manos
con este ruego final:
¡Venid los tres Reyes Magos,
venid esta Navidad!
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