Oración de Alois al hermano Roger

En esa confianza tú les concediste el encontrar la fuente de la alegría y de la paz: la paz del corazón que fue lo que hizo de él un creador de paz entre los hombre. Como San Juan Bautista tan solo quería preparar los caminos de Cristo y reunir a tu pueblo para decirle a todos que « Dios está muy cerca de vosotros. »
Volverse hacia ti, Dios de amor, y estar cerca de los más pobres eran para él realidades inseparables. Aliviar los sufrimientos, acoger a los jóvenes, escuchar para así comprender todo del otro: allí se encontraba la vía que tú le abriste para que caminase tras los pasos de Cristo y para que escuchase al Espíritu Santo.
Aunque pobre y vulnerable, usando sus propias expresiones, con todas sus fuerzas eligió amar.
Amaba tu Iglesia que reúne a los creyentes en un única comunión más allá de todas las fronteras políticas, sociales o culturales. Esta era para él, el signo de esperanza de una humanidad reconciliada.
Te damos gracias el poder recordarle con toda la Iglesia. Las palabras de papa Benedicto van directo al corazón cuando escribe: «Que su testimonio de un ecumenismo de la santidad nos inspire en nuestro camino hacia la unidad.» Los patriarcas de Constantinopla y de Moscú, el arzobispo de Canterbury, los responsables luteranos y reformados, como tantos otros, se unen para decirte nuestro agradecimiento.
Concédenos, a todos nosotros, continuar de todo corazón lo que el hermano Roger comenzó. Como él, quisiéramos vivir de la amistad de Cristo poniendo en práctica, sin esperar, aunque sea una sola palabra del Evangelio.
En la comunión de toda la Iglesia a través del mundo y con quienes nos han precedido en la fe, desde los apóstoles y María, te alabamos y te cantamos:
“Jesucristo, luz interior, no dejes que mis tinieblas me hablen. Jesucristo, luz interior, concédeme acoger tu amor.”
(Hermano Alois)
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