La familia y el amor de Dios

En el Antiguo Testamento, la ley mosaica consagraba el matrimonio hasta las últimas consecuencias, aunque extrañamente reservaba para el padre de familia la última palabra para habilitar el repudio y acabar con una familia. El nacimiento del Niño Dios, en una familia cuando menos extraña para la época -José podría, pero no quiso, repudiar a su esposa cuando supo de su embarazo-, perseguida y obligada a emigrar para huir de la muerte, supuso una revolución para la época. Y el mensaje del Cristo que nace en un pesebre, muere en la Cruz y resucita lo cambia todo. A partir de ese momento, y para siempre, la ley fundamental es la del amor.

El amor todo lo puede, todo lo tolera, todo lo permite, el amor no pasa nunca. La nueva Alianza de Dios se hace posible gracias a que Dios nace en una familia que, fundamentalmente, se amaba. Jesús pudo crecer y encontrar su camino gracias a que durante años el amor que se profesaban sus padres continuó vivo, pese a las dificultades, e hizo posible que se cumpliera el plan de Dios.

Hoy celebramos la Sagrada Familia, y debemos defender el don de la vida y del matrimonio. Pero, fundamentalmente, proclamar la victoria del amor sobre la muerte, la ley absurda o la obediencia ciega a cualquier credo, político o religioso, que no respete el dictamen del Amor. Quien sigue los caminos del Amor (como hizo María, como hizo José, como hicieron los tres camino del destierro), nunca se equivoca. Y hace posible que la esperanza del niño del pesebre se mantenga viva.

baronrampante@hotmail.es
Volver arriba