Simón Pedro en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

La "Revelación a Pedro"

Otro escrito gnóstico que prolonga la tradición literaria sobre Simón Pedro es el que lleva el epígrafe de Revelación a Pedro, con el que se cierra el contenido del códice de Nag Hammadi que lo reproduce. A pesar de su titulo, la obra tiene más bien el carácter de evangelio y como tal lo publica A. Piñero en su edición de todos los evangelios. La obra fue compuesta probablemente a finales del siglo II o principios del III, y presenta claros perfiles polémicos. Ataca sin piedad a grupos gnósticos desviados de la verdad originaria. Es posible que su autor pretenda escenificar las diferencias doctrinales entre Pedro y Pablo de Tarso, valedor fundamental de la teología de la cruz.

Pedro tiene tres visiones relacionadas con la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En la visión de la pasión, explica el autor el sentido de los sucesos como pura apariencia más que realidad. La comunidad gnóstica, a la que va dirigido el documento, considera a Pedro como príncipe de los apóstoles, garantía y fundamento de la gnosis verdadera. (Cf. A. Piñero, traductor de la “Revelación de Pedro” en su edición de Todos los evangelios, pág. 528). En su presentación de la visión primera, se considera base y vehículo de la revelación de la vida. Aludiendo a su nueva denominación de Pedro (Piedra), asegura que están seguros y firmes los que se apoyan en sus enseñanzas.

El mismo Salvador, agente de las visiones, se lo recuerda cuando le recomienda: "Tú mismo, Pedro, sé perfecto de acuerdo con tu nombre para conmigo, el que yo te he escogido, porque de ti he hecho un principio para el resto, a quienes he llamado al conocimiento o gnōsis" (p. 71). El texto destaca la importancia de Pedro en un diálogo con el Salvador, en el que se repite reiteradamente el "yo le dije" y "él me dijo". El magisterio de Pedro encontrará a numerosos oyentes recalcitrantes, pero que se convertirán y le alabarán cuando lleguen al augurado conocimiento.

Mientras llega ese momento, habrá muchos que se apartarán de la doctrina verdadera. Muy distintas son las almas inmortales, le dice a Pedro el Salvador. Varios grupos son presentados por la visión como errados y desviados, incluidos no pocos miembros de la Gran Iglesia. La visión provoca el desconcierto de Pedro cuando prosigue diciendo: "Existen también otros, de aquellos que están fuera de vuestro número, que se llaman a sí mismos obispos y diáconos, como si hubieran recibido la autoridad de Dios" (p. 79). El texto da la impresión de que la jerarquía, en algunos de sus miembros, está basada en un desconcertante "como si". La expresión niega o pone en duda que tengan razón esos "otros" cuando se denominan a sí mismos obispos o diáconos "como si" hubieran recibido realmente la autoridad divina de que presumen.

La visión de la crucifixión distingue claramente entre el Jesús sonriente sobre el árbol de la cruz y el carnal, el sustituto, el que existió según la semejanza. La distinción se prolonga en la visión de la resurrección, para la que el Salvador vuelve a insistir en la recomendación de que Pedro debe ser fuerte para conocer la verdad de los acontecimientos. Por ejemplo, que el que fue crucificado era el primogénito de todos los demonios. El Salvador culmina su revelación dando ánimos a Pedro: "Sé animoso y no temas en absoluto, porque yo estaré contigo para que ninguno de tus enemigos tenga poder sobre ti. La paz sea contigo. Sé fuerte".

Cuando Jesús hubo dicho todas estas cosas, Pedro volvió en sí. El tenor del documento alegoriza con el nombre de Pedro y su significado. Como piedra firme que es, debe ser fuerte para comunicar fuerza y seguridad a los fieles. Pedro había sentido la mordedura de la debilidad en las escenas de las negaciones. Pero Jesús, al vaticinarlas, le había garantizado según Lucas su apoyo para que pudiera confirmar a los hermanos (Lc 22,32). La recomendación viene a ser como la firma del Salvador a todas las palabras de sus visiones. El argumento decisivo del éxito de Pedro y de su ministerio es que el Salvador estará con él. Es lo menos que se podía pedir a la piedra, base, fundamento y garantía de la verdad de su doctrina, que no es propiamente suya, sino recibida del cielo.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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