Dame, oh, Maestro mío, esta hermosa pobreza ¡Oh pobreza, que hermosa eres! Ejercicios organizados por la asociación sacerdotal del Prado.

En la casa de ejercicios de Santa Teresa en Ávila, del 24 al 30 de Agosto, han vuelto a celebrarse los ejercicios espirituales organizados por la asociación sacerdotal del Prado de España. Han asistido cincuenta sacerdotes diocesanos de distintas diócesis españolas y han sido dirigidos por José Rodado sacerdote obrero (cura obrero en Barcelona), miembro de la asociación del Prado, consiliario del movimiento de Acción Católica Obrera (ACO) presente en Cataluña y otras diócesis, Madrid y Córdoba. Una vez más los sacerdotes se adentrado en el silencio y el trabajo del evangelio que permite leer en creyente la propia vida y el momento actual a la luz de Cristo y su Evangelio.
| José Moreno Losada

El don de la pobreza
El tema que ha estructurado el trabajo espiritual de la semana ha estado centrado la contemplación de la pobreza como don para el ministerio y para la Iglesia. De fondo la orientación apostólica que Chevrier experimentó y transmitió, desde su vida, para la vida de los sacerdotes y que está expresado en su oración personal:
“¡Oh pobreza, que bella eres!
Jesucristo, mi Señor, te halló tan bella
que te tomó por esposa cuando bajó del cielo,
y de ti hizo la compañera de su vida,
contigo quiso morir en la cruz.
Dame, oh, Maestro mío, esta hermosa pobreza,
que yo la busque solícito, la acepte con alegría la abrace con amor,
y haga de ella la compañera de toda mi vida.
¡Que yo muera con ella sobre un leño,
como murió mi Maestro!” (VD 323).
Con verdadera pedagogía evangélica, Pepe Rodado ha ido presentando las claves para contemplar y orar en torno a la pobreza evangélica como don de Dios para los que envía a anunciar la buena nueva del reino, especialmente para los pobres. Los pasos en los que nos hemos detenido personalmente han sido los siguientes:
1.- Jesucristo Pobre:
Jesús ha asumido la pobreza con radicalidad total y nos presenta el misterio de esta santidad para que podamos aprender a vivir nuestras pobrezas como camino para participar en la de Cristo y así aprender a perder la vida.
Sólo en Cristo podremos llegar a ser pobres según el evangelio. Necesitamos aprender de él y sentirlo desde él su encarnación en el pesebre, su muerte en la cruz, su presencia resucitada en la pobreza del pan partido, su vivencia como un pobre más de su pueblo, su comportamiento, su hambre, su sed, su desnudez, y todo por amor a la pobreza, por obediencia al Padre para salvación nuestra, por puro amor. Solo por enamoramiento y seducción se entrar en el camino liberador y enriquecedor de la pobreza de Cristo.
2.- La enseñanza de Jesús sobre la pobreza:
Cristo nos muestra una pobreza que lejos de esclavizar es salvadora. Él todo lo que hace y dice es motivado por el espíritu que le empuja a anunciar la buena noticia a los pobres, para salvar y liberar, en orden a esa misión ama y se hace pobre. Por eso no quiere una misión espectacular, llena de medios y de eficacia humana, sino que envía en debilidad y pobreza, sin seguridades ni éxitos.
Pide a los discípulos no fuerza o grandeza, sino la aceptación de una pobreza radical, que es a la vez un tesoro: tenerlo a él y seguirlo sabiendo que es pobre y no tiene donde reclinar la cabeza. Jesús explicita las condiciones de vida del verdadero discípulo suyo, advierte del peligro de la riqueza y la búsqueda de lo material invitando a confiar y ser ricos ante Dios, desde el amor y compartir con los más pobres de la tierra. Saber usar de todo para amar y dignificar. La mayor y verdadera riqueza la generosidad, aunque sea desde lo poco, desde la pobreza.
3.- Los pobres hoy.
A la luz de los pobres con los que se encontró Jesús y con los que él se identificó, necesitamos contemplar con paz, misericordia y profundidad a los que actualizan hoy a aquellos pobres y rotos de la historia, quiénes son hoy en nuestro caminar y vivir diario, en la calle y en nuestras comunidades, en el mundo de hoy. Ver en ellos la actualización de rostro de Cristo ha de ser para nosotros un ejercicio continuo de oración y contemplación ante el Padre. Nos acercamos y nos encontramos con ellos, desde lo profundo del evangelio, con los sentimientos de Cristo, sabiendo que a veces nos llegan por aquellos mimos que vienen a nosotros destrozados. Cristo presente en ellos y en nosotros, ahí está el misterio de la revelación de Dios y de la presencia del Reino.
4.- Mis pobrezas.
Una invitación a una mirada profunda sobre nuestra pobreza, la propia. No la que hemos elegido sino la que nos pertenece de origen, de biografía, la que nos cuesta reconocer. Es necesario no caer en la tentación de pensar que los que tienen pobrezas son los otros, más bien hemos de descubrir que las pobrezas de los otros son los espejos que Dios nos da para descubrirnos y reconocernos nosotros mismos, individualmente y como comunidad.
Qué importante descubrir nuestras pobrezas como sacerdotes, san Pablo invitaba a mirarse así a los hermanos en las comunidades cristianas, hemos sido llamados en la debilidad y en la pobreza, en las limitaciones. Sólo en la aceptación de mi pobreza viviré en la humildad bajo la mano de Dios, para vivir en verdad y coherencia la misión del Padre que me envía. La pobreza en este sentido es una cruz, que tenemos que saber llevarla, sabiendo que estamos llamados a la gloria y a la vida. No se trata tanto de vencer y ocultar mis pobrezas sino de vivir en la verdad de mi vida, de mi mismo, sabiendo y aceptando mis fragilidades.
5.- La pobreza de los discípulos.

Nos basta aquí leer con atención textos de discípulos referentes de ayer y hoy:
“Yo amo a nuestro Señor Jesucristo… y no puedo soportar llevar una vida diferente de la suya, una vida suave y honorable mientras que la suya fue la vida más dura y despreciada que jamás haya existido No puedo atravesar la vida en primera clase mientras que aquel a quien amo la atravesó en la última (Charles de Foucauld).
“La pobreza es el distintivo del Maestro, que sea también el nuestro” (Chevrier)
“…por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo” (Ignacio de Loyola)
“Hay que guardarse muy bien de hacerse pobre para atraer la atención de la gente, para que nos vean y nos tengan por santos… nuestra conducta ha de obedecer únicamente al amor de Nuestro Señor Jesucristo, y a imitar su santa pobreza en contra de las máximas del mundo.” (M. Ancel)
“Qué pronto se hace pobre aquel que ama y qué pronto se hace pobre aquel que se siente amado por Jesús” (Marcelino Legido)
“Qué cosa tan pesada era la pobreza antes de que Jesucristo viniera al mundo…fue tan amador de la pobreza que ya no hay cristiano, que no tenga en más ser pobre que rico..” (Juan de Avila)
Deseo y oración sacerdotal: “Dame, oh maestro mío, esta hermosa pobreza, que yo la busque solícito, la acepte con alegría, que la abrace con amor…”. (Chevrier)
6.- Sacerdotes pobres.

Adentrarnos en la reflexión viva de la Iglesia, desde “Presbiterorum Ordinis” (17) y el documento Pastores dabo vobis (30) es abrirnos a un horizonte de espiritualidad ministerial que nos invita a la humildad y la libertad que genera la pobreza evangélica en el seguimiento de Jesús de Nazaret y la misión en la que participamos junto a Él.
Hoy no podemos ser sacerdotes sin esta vocación clara a vivir en pobreza, desde Jesús que es el modelo y fuente de las virtudes de obediencia, castidad y pobreza que como sacerdotes estamos llamados a vivir como expresión de su amor pastoral a los hermanos. Se trata de vivir con los mismos sentimientos que Cristo el Señor.
Solo la pobreza nos mantiene en la confianza en Dios y nos libera para saber renunciar de espíritu y de corazón a los bienes de la tierra. Condiciones básicas para el ministerio y el apostolado.
7.- El carisma del Prado.
Se trata de una orientac

ión apostólica que prima un aspecto concreto del seguimiento de Jesús, al que estamos llamados todos. En palabras de Chevrier, discípulo de la pobreza en Cristo, decía: “Este es el fin de nuestra vida, imitar a nuestro Señor Jesucristo pobre, y trabajar para evangelizar a los pobres”.
Las claves de esta opción son sencillas y firmes: renunciar de espíritu y de corazón a los bienes de la tierra; conformarse con lo necesario; dar a quien pida; no mezclarse en asuntos temporales; no pedir nada a nadie, salvo en los casos previstos por el reglamento; no inquietarse por el futuro; contar solamente con Dios.
Pobreza y gratuidad claves del ejercicio del ministerio fiel al Maestro.
8.- Una iglesia pobre.
La Iglesia de Jesucristo no puede ser de otra manera que pobre, como su maestro. Tenemos el reto de avanzar en este sueño y en este compromiso evangélico para vestir a la Iglesia, la comunidad, de decencia y decoro cristiano. Para que sea sacramento de Cristo en medio del mundo. En los pobres hoy Cristo nos está reclamando en voz alta la caridad a sus discípulos. Como nos dice el concilio la pobreza y la caridad son gloria y testimonio de la Iglesia de Cristo (GS 88)
La pobreza de Cristo habrá de ser reconocida como forma de vida de la iglesia que es su cuerpo, tiene que aceptar el reto de la desapropiación, contra la voluntad de posesión, propia del pecado. Cristo nos pide ser iglesia arrodillada a los pies de los pobres, como él. Ahora es el momento clave de vivir y entender que los pobres se convierten en signo de autenticidad para la Iglesia de Cristo, y está ha de ser para los pobres y sufrientes el sacramento eficaz del amor con que Dios los ama.
9.—Evangelización de los pobres.
Tras hablar de la iglesia de los pobres que evangeliza, necesitamos pasar del qué al cómo mirando a Jesucristo. Se trata de una condición propia del apóstol que Jesús envía a anunciar el reino en pobreza. Para poder hacerlo hemos de vivir en comunión profunda con Cristo pobre y en comunión con los pobres a los que nos envía. En Jesús está todo el programa de la evangelización del qué y del cómo. Unidos a él y en fraternidad compartida con los pobres y sufrientes. Ponerse al nivel de aquellos para los que es la salvación y hacerlo desde nuestra propia pobreza, y salvados por la de ellos. No podemos olvidar que Cristo se identifica con los pobres y se nos revela y se nos da en ellos. Estamos llamados a compartir el tesoro del Evangelio que llevamos todos en vasijas pobres de barro. Ha de llegarnos con fuerza el interrogante de si estamos compartiendo a Cristo con los pobres, su amistar, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta del camino en la fe.
10.- Seguir en la fidelidad al maestro con la fuerza de su espíritu.

Somos afortunado de encontrarnos en torno al evangelio, centrados en Cristo y enamorados de su persona y su pobreza salvadora. Necesitamos seguir recapitulando y concretando este tesoro, esta vocación, este ministerio, la misión que compartimos y desde la que somos Iglesia en comunidad e hijos del Padre que diariamente nos envía con amor a la misión de anunciar el evangelio al mundo y especialmente a los pobres y sufrientes dentro de él. La palabra nos ha tocado y salimos renovados y enriquecidos por esta pobreza de un Dios que siendo rico supo hacerse uno de tantos para darnos vida en abundancia.
Los que tengáis interés en algunas de las reflexiones y su desarrollo lo podéis encontrar en la pagina web de los sacerdotes del Prado en Noticias: