Cristianismo y Secularidad
Capítulo Cuarto
4. Lenguaje del humanismo político
Los teólogos seguidores de la nueva teología vinculan el lenguaje teológico a una educación para la ciudadanía política, puesto que los cristianos hemos de practicar nuestra fe en la vida cotidiana (Observen la coincidencia con la asignatura Educación para la ciudadanía que el Ministerio de Educación ha impuesto y que tanta polémica ha suscitado).
Una concepción trascendente de la fe insensible a la pasión del mundo no tiene cabida en el humanismo político secular que defiende el teólogo Rubem Alves: Su exigencia ética, su imperativo categórico para la transformación del mundo no se deriva de un más allá, sino de su carácter histórico, de su inserción en el presente, de su participación en el sufrimiento de la comunidad humana. Y, además, los recursos a su disposición para realizar esta tarea son completamente humanos y seculares.
Alves comparte la tesis de Bonhoeffer sobre el hombre secular, que ha aprendido a hacer frente solo a todas las cuestiones importantes de la vida sin tener que recurrir a Dios como hipótesis de trabajo. En efecto, Bonhoeffer, haciéndose eco de la teología de Bultmann cree que éste no ha llegado demasiado lejos en su ensayo sobre la desmitificación. La tesis del teólogo víctima de la violencia de Hitler es que se debe hablar de Dios de manera no religiosa, porque hablar religiosamente quiere decir hablar de forma metafísica, por un lado y, por otro, de forma individualista y ninguna de las dos le parece que conectan con el mensaje bíblico y menos aún con el hombre actual.
Es grande, pues, la tensión entre trascendencia e inmanencia, este mundo y el otro mundo, a que está sometido el que se acerca a la Palabra de Dios. El mismo reino anunciado por Jesús aparece tensionado, es de acá y de allá al mismo tiempo, pero no hemos sabido integrarle equilibradamente en la teología, en la predicación y la espiritualidad. Hemos optado por el más allá y hemos abandonado a su suerte al mundo presente.
Incluso hemos creado una confrontación entre dos mundos y, al mismo tiempo, una confrontación de lenguajes. Da la impresión de que, para participar en la historia del mundo y de su transformación, hemos de alejarnos del lenguaje de la teología. Esto ha creado una gran contradicción: la de ser fieles a la vocación de ser creadores de la historia, por un lado, y por otro, pertenecer a una esfera metahistórica.
La teología política y la de la liberación han optado por un lenguaje político secular y liberador para el anuncio del mensaje cristiano hoy. Lo que ha llevado a Rubem Alves a pensar que cuando Nietzsche hablaba de la muerte de Dios, anunciaba el fin del lenguaje teológico con un entusiasmo liberador. Cree que lo que Nietzsche está denunciando es que el lenguaje cristiano de la trascendencia niega el cuerpo, los sentidos, la libertad y la creatividad.
De manera que la gloria de Dios no es ya el vivens homo, sino el sufrimiento y la aniquilación del hombre . Feuerbach acusa también al lenguaje de la teología, que para afirmar a Dios tiene que negar al hombre, en los siguientes términos: El empobrecimiento real del mundo y el enriquecimiento de Dios es la misma cosa. Sólo el hombre pobre tiene un Dios rico...Dios es la compensación de la pobreza de la vida... Él es para la religión el sustituto del mundo perdido. La tesis de Feuerbach puede resumirse en esta frase suya: "Yo niego a Dios, es decir, yo niego la negación del hombre".
No obstante, las diferencias entre Nietzsche y Feuerbach son grandes. Para el primero Dios es la causa del sufrimiento del hombre, para Feuerbach, en cambio, es la compensación del sufrimiento humano. El humanismo político que es incompatible con todo lo negativo de la historia, entra también en conflicto con el lenguaje teológico trascendental. Rubem Alves se sitúa en línea con la nouvelle théologie francesa, que niega la trascendencia concebida como un dominio superior y separado del mundo, en el sentido del cristianismo no religioso de Bonhoeffer en Resistencia y sumisión.
Niega, pues, lo religioso constituido por lo que Nietzsche llamaba los traseros mundos, es decir, el mundo del más allá, el cielo y el interior del alma donde el hombre religioso busca refugio ante las dificultades de la vida presente y sólo se preocupa de su alma o de su salvación en el más allá. Se rechaza categóricamente esta actitud religiosa, porque la fe obliga al hombre a tener los dos pies en la tierra y a buscar a Dios no fuera sino en el corazón mismo de la realidad del mundo
Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago
Cristianismo y Secularidad
Manual de Nueva Teología Política Europea
(Es mi tesis doctoral)
5. Cómo hablar de Dios...proximamente...