Marx y la Biblia
3 Marx y la Dialéctica
(Cont., viene del día 16)
La relación casual que Pablo en Rom 5, 12-21 afirma entre el pecado y la muerte constituye una de las realidades cuyo conocimiento tenga más importancia para el futuro de la humanidad, si no olvidamos que el significado de "el pecado" queda en Rom 3, 9 precisado como injusticia interhumana para todo el resto de la carta, tenemos que la supresión de la injusticia en la humanidad traerá consigo la derrota definitiva de la muerte (1 Cor 15, 26:"como última enemiga es destruida la muerte").
Algo se sospechaba Marx cuando dijo: "Los hombres se han defendido hasta ahora de la muerte en distintas formas, pero no han emprendido aún la lucha contra ella". Debo, pues, recortar un poco mi afirmación de que Marx se desentendió por completo del problema de la muerte; pero la relación causal entre la injusticia interhumana y la muerte, aunque el pensa-
miento dialéctico consecuente debía haberla visto, parece que
Marx no la percibió.
El primer paso en la ciencia reciente, verosímilmente lo dió
Sigmund Freud cuando, tras muchos titubeos y contradicciones,
en su obra de 1923 Das Ich und das Es llega a constatar que el instinto de muerte se enfoca, por una parte, hacia otros seres mediante el sistema muscular como órgano especial y, por otra, hacia el interior del individuo instalándose en el super-yo:
"En el super-yo reina entonces el instinto de muerte".
En el super-yo está, como es bien sabido toda la civilización humana con sus estructuras, sus tabús, sus leyes, y sus ideologías; la misma civilización que Pablo llama cosmos o eón y en la cual "el pecado" ha llegado a encarnarse y condensarse.
A decir verdad, el psiquismo de las personas, donde en una forma u otra forma viene a sedimentarse toda la historia de la humanidad, ofrece un excepcional terreno de análisis para conocer la realidad histórica; si tenemos en cuenta que para Pablo la ley es la quintaesencia del cosmos o civilización, y que el super-yo freudiano es prisma de la civilización repre-
siva, el hallazgo de Freud es el que Pablo había expresado en Rom 7, 10: "La ley, que era para vida, al hombre le resultó para muerte".
Todavía en su escrito de 1917 Zur Geschichte der Psychoanalytischen Bewegung, Freud se irritaba contra esta argumentación de Adler: "Cuando preguntamos de dónde procede la represión, se nos contesta que de la civilización; pero si luego interrogamos sobre el origen de ésta última, se nos indica la primera". En realidad, tanto Adler como Freud de-
berían haber seguido preguntando, pues el carácter de repre-
sión y de muerte le viene a la civilización de la injusticia de los hombres, es decir, de lo que Pablo llama "pecado":
"la ley intervino para que abundase el pecado" (Rom 5, 20); "el hombre vivía sin ley un tiempo, pero cuando vino la ley el pecado cobró vida y el hombre murió"(Rom 7, 9)..."pues el pe-
cado, tomando impulso por la ley, engañó al hombre y por ella le dio muerte"(Rom 7, 11). Si Freud hubiese hecho caso a Marx y de su tesis de que el estado y las legislaciones son instru-
mentos de opresión y de injusticia de unas clases sociales por
otras, habría podido llegar a la misma conclusión de Pablo:
el carácter de represión y muerte que la civilización humana tiene, proviene del pecado, es decir, de la injusticia; y la muerte es la forma extrema de la represión. Pablo, Freud y Marx coinciden en detectar que por medio de la ley y la "moral" y de las ideologías, la opresión civilizatoria llega a interiorizarse en el hombre individual y a hacer que, dentro del psiquismo, unas instancias la ejerciten contra las otras y en el hombre entero. Por eso adquiere importancia incalculable esta observación extrasistemática de Freud en su escrito de 1920 Jenseits des Lustprinzips:
"Mas quizás esta creencia en la interior regularidad del morir no sea tampoco más que una de las ilusiones que nos hemos creado"; y esta otra en una de las ultimas anotaciones que escribió en su vida: "el individuo perece por sus propios conflictos.
Todas estas observaciones apuntan en esta dirección: en un mundo en que ya no haya opresión ni desamor ni desconfianza ni injusticia, la muerte también desaparecerá. Como dice Pablo, "el últomo enemigo en ser vencido es la muerte"(1 Cor 15, 26). Esa seguridad es insoslayable cuando se ha intuido que "la muerte entró en el mundo por el pecado"(Rom 5, 12; 1 Cor 15,21
Con otras palabras, cuando se ha intuido que al principio no era la muerte sino la vida. Es auténtico pensamiento dialéctico el de Caruso: "el camino que conduce a la superación de la muerte resulta una necesidad postulada por la existencia de la vida". El pensamiento dialéctico, como dice Bloch, "capta en la realidad misma un postular(una tendencia no acabada)y en el postular una realidad posible.
Ver: José P. Miranda, Marx y la Biblia, crítica a la filosofía de la opresion
Ediciones Sigueme 1975