La alegría del Evangelio

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El anuncio del Evangelio en el mundo actual

(Cont., viene del día 1)

6. Hay cristianos cuya opción parece la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.

Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: "Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha(...) Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana trad mañana se renuevan.
¡Grande es su fidelidad!(...) Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor" (Lm 3,17.21-23.26).

7. La tentación aparece frecuentemente bajo formas de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea la posible alegría. Esto suele suceder porque "la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría (Ibid., 8: AAS 67(1975), 292). Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en los años de mi vida son los de personas muy pobres que tienen muy poco a qué aferrarse. También recuerdo la genuina alagría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". (Carta enc. Deus Cáritas est(25 diciembre 2005), 1. AAS 98 (2006), 2017.

8. Sólo gracias a ese encuentro _o reencuentro_ con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleva más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿Cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?
Seguimos el próximo miérocles.
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