Nuestra espiritualidad (P. Casaldáliga)



3. En Medio de nuestro pueblo

Nuestra espiritualidad quiere ser cristiana: seguir a Jesús de Nazaret, el Hijo del Dios vivo que se hace carne e historia, que asume la realidad conflictiva, que se conviente en ciudadano de su pueblo, miembro de la humanidad.

Nuestra espiritualidad debe partir siempre de la realidad y a la realidad volver, porque partimos del misterio de la encarnación y vamos siempre para el misterio de la Pascua.

El análisis de la realidad y la práctica son dos constantes de la Teología y de la Espiritualidad de la Liberacióan. Escrutar siempre las señales de los tiempos y los signos del lugar. Hoy, en este clima relajado de "posmodernidad", posrevolución, "posmilitancia", fácilmente se desacreditan esas constantes como hijas de una época pasada. Ya hemos analizado y hablado lo suficiente sobre concienciación (Paulo Freire murió), y lo que hoy se busca es más la realización que la realidad.

En la dramática verdad de las cosas es hoy, más que nunca, en esta "noche oscura de los pobres", bajo el imperio neoliberal, donde el análisis de la realidad, la praxis de la fe y la diaria verificación de la utopía se imponen, como imperativos evangélicos. De ellas depende la credibilidad de nuestra vida, de nuestra Iglesia, de nuestro Dios.

Creer en Dios vivo es practicar a Dios con la vida y en la vida. Seguir a Jesús de Nazaret es proseguir su causa. Vivir la espiritualidad evangélica es vivir el evangelio. Y esa fe, esa vivencia, ese cumplimiento existencial, son simplemente amar como "él nos amó primero" (Jo 4, 10), amar como él "nos amó hasta el extremo" (Jo 13, 1), realizar la Ley y los profetas cumpliendo todos los mandamientos, que son dos, que son uno sólo: "Este es mi mandamiento..., el mandamiento nuevo (Jo 13, 34s), nos dejó dicho en testamento Jesús, el Señor.

Este mandamiento del amor nuevo, radical, total, abarca las esferas todas de la perssona y todas sus relaciones: es interpersonal, familiar, cultural, social, económico y político. Se practica en la historia de la vida con el pueblo, hoy, aquí, asumiendo pascualmente -en la cruz y en la esperanza- todas las consecuencias del evangelio de la parábola del buen samaritano, de las bienaventuranzas y de las correlativas maldiciones, de la actitud subversiva de Jesús y del desconcertante juicio final.
En medio del pueblo, comunitaria, solidaria y políticamente.

Glosando la palabra emblemática PUEBLO entenderemos mejor ese mandamiento y sus implicaciones con la santidad y con la liberación.

Oración a Nª Sª del Camino

María, madre de Jesús
comadre de Nazaret,
mujer de un pueblo oprimido,
compañera de nuestro caminar.
Tú que fuiste siempre fiel
a la esperanza de tu pueblo,
enséñanos a ser fieles a las luchas y esperanzas de nuestro pueblo;
tú que fuiste fiel a tu Hijo
hasta el desafío de la cruz,
enséñanos a ser fieles al Evangelio
en el compartir y en el servicio,
en la denuncia de la muerte
y en la defensa de la vida.

María de Pentecostés:
que tu corazón ecuménico
nos ayude a construir la unidad de la Iglesia:
que tu canto de liberación
nos comprometa a ser
libres y libertadores...

Compañera del Pueblo de Dios,
camina siempre con nosotros:
cargando a Jesús en tus brazos
cuando las CEB son pequeñas;
mostrándonos por donde se sigue a Jesús
cuando las CEB son ya más adultas.
Por los caminos de Brasil
y de toda América Latina,
en las romerías de la Tierra
y en la romería de la Historia.

Hija de la Promesa,
Nuestra señora de la Herencia,
ayúdanos a conquistar, organizados,
la tierra del campo y el suelo de la ciudad,
el espacio fraterno de la sociedad nueva
y la hartura de la Tierra Prometida.

Como tú,seguidores de Jesús,
indios, labradores, operarios,
mujeres y hombres, jóvenes y adultos,
pastores y fieles,
avanzaremos unidos en esta Santa Romería,
hasta ser mañana comunidad feliz
en la propia comunidad
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
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