Alegato contra el Fanatismo Religioso (J. L. Suárez Rodríguez)

Círculo de Teología del Sentido Común, Madrid 2015, 200 págs.

"El autor de este libro realiza un intento muy serio para desenredar la urdimbre, amañada y de raíces ancestrales, que encubre un misterio falaz: la Alianza del dios Elohim con el «padre de muchos pueblos», Abraham de Ur de Caldea, descendiente de Sem y fundador de la muy antigua religión semita del Levante mediterráneo, que dio origen a la cultura de la Gente del Libro, asumida por hebreos, islamistas y judeo-cristianos....

Cuando a Dios se le asigna un lugar determinado en la tierra (Moriá, Sión, La Meca, El Vaticano…), concitando sacralidad excluyente y selectiva, se está construyendo, fraudulentamente, fortines de fe creyente en dioses paradójicos, enfrentados en lucha de intereses y diferencias, contrarios a la transcendencia y al ecumenismo de un solo Dios universal, «Padre de todos», porque es mayor que todos: «Porque el Padre mayor es que yo» (Jn 14,28), dijo Jesús con toda naturalidad (Ver t. Fil 2,6), ateniéndose a una teología del sentido común. El profeta Jesús denunció los desvíos pecaminosos de una tradición oligárquica, la del judaísmo teocrático, que usaba a Dios y el Templo para el dominio opresor de los «hombres de la tierra» (los agricultores, artesanos y pescadores; los marginados, esclavos, mujeres y enfermos…)....

La investigación de los orígenes del monoteísmo semítico, luego transportado a Europa y al mundo, revela la inquietante verdad de un fanatismo religioso que ha invadido la tierra en los dos últimos milenios, entenebreciendo los cimientos de la religión del hombre, alumbrada por Jesús de Gen Nezereth, desoyendo su mensaje crestiano de amor y tolerancia...



... Así fue cómo el movimiento religioso de Jesús Cresto («el Bueno») se contaminó paradójicamente del fanatismo violento y enemistoso que había sido el origen fundacional de la Gente del Libro. Pero la doctrina espiritual de Jesús asentó nuevos pilares de una religión con base en la humanidad: la dignidad, la libertad, la igualdad, los derechos del hombre. Y esa religión humanizada dio origen a una civilización nueva, la que ha formado a Europa y ha fructificado en la democracia occidental, cuyo valor supremo es la liberalidad como tolerancia".

Así presenta su obra el autor del libro
http://www.circuloteologiasentidocomun.com/fanatismo-religioso.html.
Cf. Contacto: apisediciones@hotmail.com
Visite: www.circuloteologiasentidocomun.com

Como en el caso de sus libros anteriores, he tenido el honor de presentar y situar también este libro de J. L. Suárez, en un contexto de investigación y valoración de las religiones monoteístas, y en especial del cristianismo.

A continuación ofrezco mi presentación. O. c., págs. 11-30. Mañana o pasado ofreceré una valoración más precisa del tema de la obra. Buen día a todos los amigos, y y una vez más felicidades a José Luis Suárez por su investigación y por su obra.

PRESENTACIÓN
X. Pikaza


He venido ocupándome, de un modo orgánico, de la obra bíblico-teológica de J. L. Suárez Rodríguez, para situarla mejor en el entorno de los estudios religiosos y sociales de estos últimos años. Se trata de una obra bien hilada, cuyos tres últimos volúmenes forman un conjunto progresivo sobre los orígenes cristianos: (a) La búsqueda del Jesús Samaritano (Madrid 2012) analizaba el trasfondo y sentido del movimiento de Jesús, fundado en corrientes de experiencia y vida más centradas en la gnosis universal de Samaría que en la teología particular del templo de Jerusalén. (b) El Rey Jesús. Cuna, reino y religión (Madrid 2014) trazaba el sentido social y político (o, mejor dicho, antipolítico) de su movimiento, pues él no buscaba la toma de poder para imponerse de manera militar sobre el mundo, sino el rechazo de un poder fundado en la violencia. (c) Jesús defensor de Zacarías, Maestro Justo de Damasco (Madrid 2015) insistía en el origen supra-judío del mensaje universal de Jesús, que quiso defender y promover la experiencia vital de Zacarías (padre de Juan Bautista), que había criticado el culto sacrificial y la violencia del templo de Jerusalén, siendo por ello asesinado.

Una obra nueva, en la línea de las anteriores.

A través de esas tres obras, bien organizadas y temáticamente progresivas, J. L. Suárez había ido ofreciendo una visión de conjunto del origen y sentido del crestianismo, que no deriva de un cristo judío, que sería un mesías militar y conquistador, en la línea de David, sino de un hombre cresto, que significa en griego útil, bueno. Jesús fue, según eso, el hombre “humano”, signo y principio (impulsor) de la nueva humanidad reconciliada, y lo ha sido retomando y recreando en su vida y mensaje los aspectos principales de una sabiduría ancestral que venía de diversos pueblos y religiones y que se concretó en la gnosis o conocimiento más alto que estaba desarrollándose en su tiempo en el entorno del oriente mediterráneo (entre Grecia y Roma, Siria y Egipto), aunque vino a precisarse de un modo especial en Samaria.

Como culminación (por ahora) de esa línea exegético-teológica publica J. L. Suárez esta nueva obra, sobre el fanatismo y la superación del fanatismo. Ciertamente, conforme a su visión, Jesús deriva del Antiguo Testamento judío, pero no en forma de un despliegue lineal y de cumplimiento (como si su mensaje fuera sólo una continuación del mensaje judío), sino en forma de “antítesis”, como supo y dijo ya Marción de Sínope, uno de los grandes crestianos antiguos, que formuló su visión en una obra llamada precisamente “antitética”.


Esa obra de antítesis (o antitética) retoma la inspiración más honda del mensaje de Jesús, tal como había sido ya planteado y elaborado por Mt 5, 20-48, en seis formulaciones magistrales: “Habéis oído que se ha dicho… pero yo en cambio os digo”. En esa línea, Jesús el Cresto ha necesitado fundarse en la base del mensaje tradicional judío, pero no para confirmarlo, sino para superarlo, como supo y dijo claramente Pablo.

Jesús no fue el Mesías de David, conquistador de un reino que se establece por la fuerza, ni un Cristo-Señor, que ha de volver con gran fuerza, en las nubes del cielo, para destruir este mundo y crear uno nuevo, juzgando y destruyendo a todos los perversos. Él fue ante todo un (el) Cresto, hombre bueno, cumplidor universal de las esperanzas más profundas de la humanidad, que aparecen también en algunos pasajes del Antiguo Testamento, aunque mezcladas con otras que están llenas de motivos de venganza.

Éste es el meollo o sentido profundo del mensaje y camino de Jesús y de la Iglesia más antigua, conforme a la investigación de J. L. Suárez, que utiliza para ello no sólo el estudio de algunos aspectos más ocultos del Nuevo Testamento Canónico, sino otras fuentes apócrifas, y en especial muchos libros de Gnosis, fueron rechazados por la Iglesia Oficial, que se constituyó después como sistema canónico-religioso portador de poder sagrado.

Esos libros gnósticos (conservados y valorados en zonas marginales de la Gran Iglesia) se oponen, en general, según J. L. Suárez, a la visión del Cristo político-militar, portador de un poder violento, sacralizado por la Gran Iglesia y convertido en signo de un orden que se impone por la fuerza. En contra de eso, los seguidores ocultos de Jesús le han visto como el Cresto, hombre de experiencia interior y de reconciliación sagrada con el mundo.

Esa experiencia crestiana, que sigue estando en el fondo del mismo Nuevo Testamento, ha permanecido viva a lo largo de la historia de la Iglesia, aunque sólo ha podido manifestarse en algunos movimientos marginales o, mejor dicho, marginados.


Pues bien, en la línea de esos movimientos ha venido a situarse J. L. Suárez, investigando y comparando diversos libros y tendencias de la antigüedad, para así recuperar los orígenes de Jesús, profeta samaritano, judío universal, contrario a los grupos particularistas y violentos de su tiempo, hombre de un mensaje y una vida abierta a la paz, descubridor e impulsor de la verdadera universalidad humana.

Este Jesús ha sido tergiversado por muchos que, llamándose seguidores suyos y diciéndose cristianos (mesiánicos), han querido apoderarse de su mensaje, para construir desde ese fondo un movimiento de poder religioso. En contra de ellos, J. L. Suárez ha querido “devolver” el auténtico evangelio a los verdaderos “pobres”, que son los hombres y mujeres de la paz, portadores de una esperanza de reconciliación universal. Desde ese fondo se entienden las dos partes de esta nueva obra, Alegato contra el fanatismo religioso.

Ésta es una obra juvenil, porque está llena de ilusión, y porque ofrece un proyecto y camino de entendimiento humano en el sentido más hondo del término, intelectual y moral, político y religioso, personal y social. En ese sentido, “entendimiento” significa no sólo comprender la realidad más honda, sino entenderse, es decir, dialogar en sentido verdaderamente ecuménico, universal.
Ésta es, al mismo tiempo, una obra madura, porque refleja una larga experiencia de búsqueda y compromiso de J. L. Suárez, al servicio de los valores de la humanidad, que se han manifestado de un modo muy profundo en la vida y obra de Jesús, el Cresto, que él ha querido estudiar y recuperar, para que siga abriendo un camino y ofreciendo un estímulo a nuevas generaciones de hombres y mujeres, en este tiempo de duro enfrentamientos en el que nos hayamos sumidos.

Fiel a un método de análisis y estudio que proviene de la Ilustración de los siglos XVIII y XIX, esta obra consta de dos partes igualmente significativas, aunque desiguales por su extensión. Una, más extensa, de de-construcción, es decir, de crítica de lo que ha sido la historia de la violencia y/o fanatismo religioso, y otra de construcción, dedicada a fijar las bases de un crestianismo abierto no sólo a la tolerancia (siempre básica), sino a la creación de lazos de humanidad los crestianos y entre todos los hombres y mujeres de la tierra.

1ª parte del libro: De-construcción. Las metamorfosis del fanatismo

De-construcción es un término clave, empleado, sobre todo, por autores judíos como J. Derrida (1930-2004), para indican que no es suficiente derribar el edificio anterior para construir encima otro, sobre las ruinas del antiguo, pues los “espíritus malos” del edificio anterior reaparecen en el nuevo: cambia la facha y el orden de salas y habitaciones, pero el pensamiento de conjunto sigue siendo el mismo.

Por eso, no basta destruir, sino que hay que de-construir, cambiar las bases y la trama del edificio anterior, para que todo sea diferente.


Eso es lo que ha querido hacer J. L. Suárez, en un ejercicio sinfónico de inteligencia crítica, que él ha bautizado con el nombre de phanum, fe fanática, es decir, fe invertida, perversión de la confianza básica del hombre en lo divino y en los otros hombres. Esa fe fánica se muestra, conforme a nuesro autor, en once momentos de eso que podemos llamar la metamorfosis del fanatismo más antiguo, que ha colonizado la mente y la conducta de los hombres, dentro de un espacio y espectro religioso ocupado básicamente por el monoteísmo judío y musulmán (y en parte, por el cristiano). Desde ese fondo ha distinguido once momentos:

Los cinco primeros son más judíos, aunque han influído y siguen influyendo en la visión cristiana de la realidad. Estos son sus nombres y momentos: (1) "El" es un dios fánico: señor que se impone a través de la violencia. (2) "Yahvé" es el dios que elige a su pueblo, con poder violento, y que está en el principio del fanatismo étnico. (3) "Sebaot" es signo del fanatismo de la guerra santa, fundado en el dios de un ejército de estrellas que se convierte en tropa de soldados “santos”, al servicio de la guerra sagrada. (4) "Kanai" es el fanatismo del celo obediente, centrado en los hombres del “kana”, es decir, del celo de Dios. (5) "Eva" es signo del fanatismo sexual, que se manifiesta en la mujer subordinada, que no es portadora gozosa de vida y compañero del varón en igualdad, sino persona (y a ves no persona) sometida. En todos estos signos el Dios verdadero se convierte en un dios menor, artífice de la violencia.

Los tres momentos siguientes se sitúan en una línea más cristiana, es decir, de interpretación fanática y falsamente judía del mensaje de Jesús. Éstos son sus momentos.

(1) "Martyr": el fanatismo del testimonio, propio de aquellos que piensan que Dios quiere la sangre, la muerte de sus testigos, en ejercicio de victimismo violento.

(2) "Millenium": el fanatismo del fin del mundo, entendido como revancha de Dios, que destruirá con su ira poderosa a los que él entiende como malvados, solucionando así con un gesto de venganza las pretendidas maldades de los hombres.

(3) "Mashiah", el fanatismo mesiánico, propio de aquellos que se creen redentores, empleando la violencia y la opresión para imponer sus objetivos. En esta línea, el cristianismo se ha convertido en una mala ampliación del antiguo judaísmo, universalizando sus aspectos más problemáticos y destructores.

Los tres momentos finales recogen algunos rasgos del fanatismo musulmán, entendido como uno de los riesgos máximos de perversión de nuestro tiempo.

(1) "Koran": el fanatismo islámico; no es algo accesorio, sino que, leído en su forma actual, constituye la base y guía de un tipo de violencia impuesta por el mismo dios, que envía a sus fieles a conquistar el mundo por la fuerza.

(2) "Hurí: el fanatismo del paraíso sensual; no es tampoco accesorio, sino estímulo y premio de los guerreros del Islam, a quienes se invita a morir (e incluso a inmolarse) para así conseguir un premio muy carnal y concreto, expresado en mujeres, sometidas al capricho y deseo de los hombres.

(3) "Gabriel": el mensaje fanatizado del dios Yahvé. Significativamente, Gabriel aparece también en el judaísmo y en el cristianismo, pero su figura adquiere una importancia singular en el islam, como ángel del poder sagrado, que se revela en el Korán, apoyando la conquista del mundo.

2ª parte del libro: Construcción crestiana. Principios

Éstos han sido los once momentos más significativos de una “fe fánica” (fanática) que J. L. Suárez ha examinado y querido superar, realizando de esa forma un ejercicio de de-construcción, no para cambiar simplemente el orden de las piedras del edificio antiguo, sino para construir otro que sea totalmente nuevo, pues no está ya fundado en la violencia y en un tipo de fe irracional, que sigue moviendo los hilos de la historia en nuestro tiempo, sino en la bondad universal de Dios.

Tras la deconstrucción, que había expuesto de manera más extensa, J. L. Suárez ha realizado un ejercicio inicial de construcción, que él quiere fundar en el mensaje y vida de Jesús, llamado el Cresto, es decir, el hombre bueno, ideal de una humanidad reconciliada. Cresto es, a su juicio, el verdadero Dios, pero no un dios fánico, propio de un grupo de violentos mesiánicos, sino el Dios gentil, es decir, universal, que capacita a los hombres para entenderse y entender a los demás, y colaborar con ellos en la construcción de la verdadera humanidad. Éste es un ejercicio inicial de construcción, que sigue a la deconstrucción anterior. Digo que es inicial porque ocupa menos espacio que la anterior (cuatro capítulos en vez de once) y porque se encuentra, a mi juicio, menos elaborada, a pesar de su gran valor, pues ofrece las bases de una visión pacífica y universal del crestianismo.

La tarea negativa de rechazar lo fánico ha sido realizada con más detención que esta tarea positiva de instaurar lo “créstico” que (partiendo de la visión de Zacarías, el Justo, propia del libro anterior de J. L. Suárez) se concretiza en cuatro capítulos.

(1) Cresto versus Cristo. Éste es el capítulo central de la segunda parte y del libro entero. En contra de la visión de algunos que quieren rechazar no sólo un tipo de judaísmo, sino toda religión, como perversidad social e individual, nuestro autores ha querido recuperar la versión crestiana del evangelio y de la memoria de Jesús el Gen-Nazareno (cuya historia ha estudiado en los libros anteriores).

(2) La gnosis crestiana. Frente a la “gran iglesia” que ha construido sobre la memoria de Jesús una religión de sometimiento, eleva J. L. Suárez la memoria de los gnósticos, con su experiencia de libertad interior y reconocimiento mutuo.

(3) El cresto de Marción. J. L. Suárez opta por la revisión crítica de la Biblia y de la Historia de la Iglesia realizada por Marción, a comienzos del siglo II d.C., en la línea de un crestianismo nuevo, lleno de valor para nuestro tiempo.

(4) La tolerancia del Cresto Jesús. Este evangelio implica no sólo tolerancia como respeto mutuo, sino verdadera colaboración entre los hombres y los grupos religiosos, partiendo de una visión distinta del Dios verdadero y de su revelación en Jesús Gen-Nazareno y en los auténticos crestianos, discípulos y seguidores suyos.

(seguirá...)
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