Tiempo de empezar: Bautismo tras el coronavirus (V. Haya y X. Pikaza)

Bautismo en Arameo (V. Haya), Bautismo en Cristo (X. Pikaza)

Palabras originarias para entender a Jesús - Periodista Digital

Es tiempo de empezar por el  Bautismo. Así lo ha visto V. Haya, mi amigo, que ha mantenido durante muchos años un blog en RD. Le he pedido y me ha mandado un texto espléndido sobre bautismo en arameo, la lengua de Jesús.

Escribimos hace un tiempo un Diccionario de las Tres Religiones (Judaísmo, Islam, Cristianismo), que sigue siendo texto de referencia en centros culturales y universitarios, y hemos escrito juntos un libro sobre 40 palabras originarias de Jesús. Quizá debamos empezar de nuevo, planteando los grandes temas, de manera algo distinta, pues han pasado ya once años.

Una buen motivo y palabra para volver al principio de la experiencia creyente y de la vida de la Iglesia cristiana es bautismo (entendido como purificación),  un término y signo importante para el judaísmo y el Islam, un sacramento esencial para el cristianismo. En esa última línea lo estudiamos en la postal que ahora sigue.

Ahora, en tiempos de coronavirus, hemos vuelto a los rituales de purificaciones. También los cristianos han de hacerlo, pero quizá muchos no tengan clara la forma. Por eso es muy importante lo que dice V. Haya sobre el signo original del bautismo en arameo, en el contexto de Jesús, y en otra línea lo que yo digo sobre el bautismo cristiano.

Presente en el Diccionario (pag. 154-169) un largo trabajo exegético-teológico sobre el bautismo en judaísmo y cristianismo. He preferido escribir para esta ocasión un trabajo nuevo para empalmar mejor con lo que dice V. Haya y para exponer el tema desde esta "situación coronavirus" 2020.

En ese contexto nos atrevemos a decir que la que debe empezar bautizándose en la Iglesia, y sólo así podrá ofrecer bautismo a los creyentes que quieran celebrar el rito, en tiempos en que ya muchos adultos no bautizan a sus hijos. Gracias Vicente por lo que nos dices, por tu aportación, por tu amistad, por tu conocimiento.

¿QUÉ SIGNIFICA “BAUTISMO” EN ARAMEO?  (Vicente Haya) 

Según los diccionarios, la raíz verbal aramea º-M-D significa “sumergir (en un líquido), y de ahí palabras como “submarinista” (ºâmôdâ') u “ocaso” (ºëmâdâ'), que es cuando el sol se sumerge en el horizonte. Sin embargo, la palabra “bautismo” no siempre sirve para traducir el término maºmûdîâꞋ. Digamos que todo bautismo es una maºmûdîâꞋ ; pero que no toda maºmûdîâꞋ es bautismo. Si traducimos la palabra maºmûdîâꞋ como “bautismo” habrá pasajes en los que la traducción no tendrá sentido, hablándonos de bautismos de vasos, copas o cántaros.

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Efectivamente, en arameo, se usa el mismo término para referirse a lo que hace Juan el Bautista con los que se deciden a enderezar su vida (maºmûḏîṯâꞋ daṯyâḇûṯâꞋ), que a la prescripción ritual de lavar vasos y copas (maºmûḏyâṯâꞋ dëḵâseꞋ). Por eso, tal vez, sea más apropiado traducir maºmûdîâꞋ en todos los casos como “purificación”. La primera sería (“purificación de conversión”) y la segunda (“purificaciones de vasos”). Véase hasta qué punto algunas traducciones de Marcos 7:4 quedan desnaturalizadas: 

(TNM) y, al volver del mercado, no comen a menos que se limpien por rociadura; y hay muchas otras tradiciones que han recibido para tenerlas firmemente asidas: bautismos de copasy cántaros y vasos de cobre.

(VM)  Y al volver de la plaza, si no se bautizan, no comen: y otras muchas cosas hay que han recibido para guardar aferradamente, como bautismos de copas, y de jarros, y de vasos de cobre, y de lechos.

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 Obsérvense cómo comienza el versículo en la última de las traducciones citadas (VM: Versión moderna H.B. Pratt, 1929): «Y al volver de la plaza, si no se bautizan, no comen». El error se repite en Lucas 11:37-38: «Mientras él (Jesús) hablaba, un fariseo le rogó que comiera con él; y al entrar, se sentó a la mesa. Mas el fariseo cuando vió esto, se maravilló de que no hubiese sido bautizado primero, antes de comer» . Evidentemente, para ese entonces, Jesús ya estaba bautizado por Juan; lo que no había hecho antes de comer era lavarse o purificarse las manos.

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 Y, hablando de traducciones inexactas o confusas, un “lugar de purificación” (dûkkëṯâꞋ dëmaºmûḏîṯâꞋ), como encontramos en Juan 5:2, no debería traducirse “una piscina”, pues nos lleva a imaginar una cosa bien distinta a lo que se refiere el Evangelio.

 Si nos damos cuenta de que la maºmûdîâꞋ no es sólo sumergirse en agua, como se hace en el bautismo, entenderemos que no es uso figurado cuando la palabra maºmûdîâꞋ alude a la Pasión de Cristo, sino que verdaderamente la Pasión fue una forma suprema de purificación. Jesús se refiere con claridad a su Pasión como una ma°mûdîṯâꞋ en Marcos 10:39: «Entonces, él  les dijo: “¿Sabéis vosotros lo que pedís? ¿Sois capaces vosotros de beber el caliz que yo beberé, y hacer la purificación con que yo me purificaré?». Palabra por palabra: [él] dên [entonces] Ꞌemmar [dijo] lëhûn [a ellos] lâꞋ [no] yâd°în [sabedores] Ꞌë(n)ttûn [vosotros] mânâꞋ [qué] shâꞋlîn [pidientes] Ꞌë(n)ttûn [vosotros] meshkëḥîn [capaces] Ꞌë(n)ttûn [vosotros] dëṯeshtûn [que bebais] kâsâꞋ [el vaso, el cáliz] deꞋnâꞋ [que yo] shâṯeꞋ-ꞋnâꞋ [bebedor yo] wëma°mûdîṯâꞋ [y la purificación] deꞋnâꞋ [que yo] °âmed-ꞋnâꞋ [purificante yo] te°mëdûn [purificaréis].

 Tampoco el Bautista estaría haciendo un uso figurado del término ma°mûdîṯâꞋ cuando, en Mateo 3:11 dice a sus discípulos, refiriéndose a Jesús: «Él na°meḏḵûn con el Espíritu Santo y con el fuego» [Hû na°meḏḵûn bërûḥâꞋ dëqûḏshâꞋ waḇnûrâ: Él os purificará con el Espíritu Santo y con el fuego].

 Respecto a la purificación por el fuego, lo que de alguna manera Jesús nos está queriendo decir es que –para hacernos partícipes de la Vida de Dios– tenemos que quemar antes todo aquello que hay en nosotros que se resiste a la vida eterna. Una vez más, el Evangelio recibe fielmente la tradición del Tanaj (Antiguo Testamento). Las palabras del Bautista de que Jesús nos bautizará con el fuego se entienden mejor si leemos a Malaquías:

 Mal 3:2 ¿Y quién soportará el día de su venida? ¿Y quién permanecerá cuando Él se manifieste? Porque Él es fuego de fundidor, y lejía de lavadores.

Mal 3:3 Y se sentará para refinar y purificar la plata, y purificará a los hijos de Leví, y los acrisolará como el oro y la plata...

 Las proféticas palabras de Juan Bautista (“Él os purificará con fuego”) arrojan una luz inesperada sobre uno de los versículos más difíciles de los evangelios. En Lucas 12:49-50 Jesús relaciona claramente el fuego que ha venido a traer a la tierra con su sacrificio en la Cruz: «Lucas 12:49.- Vine a traer fuego a la tierra, y, ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Lucas 12:50.- Tengo que pasar por una maºmûḏîṯâꞋ, y, ¡qué angustia siento hasta que esto se haya cumplido!».[1] ¿Qué clase de fuego ha venido a traer Jesús a la tierra? ¿Tiene algo que ver ese fuego con la  maºmûḏîṯâꞋ que menciona en el versículo siguiente? ¿Hay contradicción entre ambos versículos: está deseando que ocurra algo o le angustia lo que va a ocurrir? A mi juicio, no puede explicarse un versículo sin el otro: Jesús viene a purificar la tierra (con fuego) y eso lo está deseando; pero no puede hacerlo sin verter su sangre (sin purificarse él mismo mediante el sacrificio en la Cruz), y eso lo angustia.

Vicente Haya - Amar más a Jesús en arameo - YouTube

 En resumen, una maºmûdîâꞋ, según la Peshitta, es toda purificación radical, ya sea:

 *con agua: de personas que se arrepienten de su vida anterior (Juan 3:23: «se puso a bautizar donde había agua abundante», y, en general, la mayoría de las citas neotestamentarias), de alguien que se dispone a comer (Mc 7:4, Lc 11:38), o de objetos (Mc 7:4, Mc 7:8, Heb 9:10)

*con sangre: Lucas 12:50; Marcos 10:39.

*con Espíritu Santo:  Mateo 3:11, Marcos 1:8, Lucas 3:16, Juan 1:33.

*con fuego: Mateo 3:11, Lucas 3:16.

 Habría que considerar uso poético, y a todas luces derivado de la acepción cultual “bautizar”, la alusión de Pablo en 1Cor 10:1-2 a esos primeros padres a los que Moisés bautizó (ºëmaḏ)en la nube y en el mar (baºnânâꞋ waḇyammâꞋ); la nube bajo la que estaban y el mar que atravesaron.

 En cualquier caso, una definición más amplia de maºmûdîâꞋ, entendidacomo “purificación”, nos permite una distinta interpretación del versículo Marcos 16:16, que solemos ver traducido: «Quien creyere y se bautizare, se salvará; y quien no crea, se condenará», cuando lo que nos estaría diciendo Jesús en arameo es: «Quien se afirme (en Dios) [Ꞌ-M-N] y se purifique [º-M-D], vivirá [Ḥ-Y-Y]; y quien no se afirme (en Dios), estará en deuda [Ḥ-W-B]». Palabra por palabra: ꞋaynâꞋ [aquel] damhaymen [que seguro, firme (en Dios)] wë°âme [y purificado] ḥâyyeꞋ [viviente] waꞋynâꞋ [y aquel] dëlâꞋ [que no] mëhaymen [seguro, firme (en Dios)] meṯḥayyaḇ [ha sido hipotecado, ha sido endeudado]. Una hipoteca, una deuda (ḥawbâꞋ), más que un castigo eterno, como la condenación, lo que obliga a quien la contrae es a saldarla. 

Nota V. Haya

Diccionario de las tres religiones. Judaísmo, cristianismo, islam ...

[1]Una traducción palabra por palabra dirá: nûrâꞋ [el fuego] Ꞌeṯîṯ daꞋrmeꞋ [vine a prender] baꞋrºâꞋ [en la tierra] wëṣâḇeꞋ [y deseante] (Ꞌ)nâꞋ [yo] Ꞌelû [si] men [desde] kaddû [ahora] ḥebbaṯ [ardió, iluminó, amó]. wëmaºmûḏîṯâꞋ [y la purificación] Ꞌîṯ lî [tengo = hay para mí]  deꞋºëmaḏ [que purificaré] wësaggî [y mucho] Ꞌalîṣ [estoy constreñido, angustiado, ansioso, urgido, presionado] (Ꞌ)nâꞋ [yo] ºëḏammâꞋ [hasta] dëṯeshtamleꞋ [que sea cumplida, completada].

BAUTISMO EN EL NUEVO TESTAMENTO (X. Pikaza)

Presentación del libro “Ejercicio de amor” de Xabier Pikaza y ...

Las casas de los judíos puros (ricos) teníanpiscinas purificatorias (miqvot), para "limpiarse" a través de bautismos rituales. Los esenios de Qumrán se bautizaban al menos una vez al día, para la comida pura (cf. 1Q 5, 11-14). Había también hemero-bautistas, como Bano, que se purificaban cada día (incluso varias veces), para estar limpios ante Dios, compartiendo la pureza del principio de la creación. En aquel tiempo había surgido además la figura y mensaje de Juan Bautista, que anunciaba e impartir un bautismo, para purificación de los pecados (cf. cap 13‒14)[1].

Pues bien, en un momento dado, Jesús fue a bautizarse, haciéndose discípulo de Juan. Abandonó la familia, dejó el trabajo como tekton y se integró en una poderosa “escuela bautismal” (como he puesto de relieve en cap. 13). Superando así la cultura social del entorno, pensó que el orden socio‒sacral de este mundo acaba, y que todo termina con un juicio de Dios, que hará posible la nueva entrada de los verdaderos israelitas, que cruzarán el Jordán, como en tiempos de Josué (cf. Jos 1-6) y podrán vivir en la Tierra Prometida. En ese contexto se inscribe su bautismo, con su gran novedad:

  Y sucedió entonces que llegó Jesús, de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido (Mc 1, 9-11).

Bautismo de Jesús. Tú eres mi Hijo

 Fue un gesto y momento de “estado naciente”, que marcó la historia de su vida, trazando una ruptura respecto a lo anterior y definiendo su nueva opción mesiánico‒profético al servicio del Reino:

Fue un acontecimiento de iniciación y promesa mesiánica. Así lo ha destacado la tradición cristiana cuando afirma que vio los cielos abiertos y escuchó la voz de Dios Padre diciéndole ¡tú eres mi Hijo! y confiándole su tarea creadora y/o salvadora (¡ofreciéndole su Espíritu!). Ciertamente, esa escena (cf. Mc 1, 9-11 par.), ha sido recreada desde la vida posterior de la Iglesia, pero en su fondo hay un núcleo fiable, que anticipa la acción posterior de Jesús, vinculada a la promesa del Hijo de David: “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo” (2 Sam 7, 14), tal como ha sido proclamada por Sal 2, 7: “Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado”.

Experiencia de inversión, cumplimiento profético y revelación mesiánica. A través de esa experiencia vino a revelarse un Dios que actúa a contrapelo de los hombres. Precisamente allí donde, llegando al fin de su mensaje apocalíptico, Juan le había colocado ante la meta de juicio y destrucción, experimentó y descubrió Jesús la verdad más alta de su misión, redescubriendo su vocación davídica, como impulso y llamada mesiánica de Reino, como si aquello que Juan anunciaba se hubiera cumplido, de tal forma que allí donde todo había terminado (ha llegado el juicio) vino a comenzar de otra manera todo, en línea de vida y no de muerte[2].

‒Vocación filial de Reino. No ha sido un proceso racional en plano objetivo, algo que se puede demostrar por argumentos, sino una “intuición” vital, que ha trasformado las coordenadas de su imaginación y de su voluntad, su forma de estar en el mundo y su decisión de transformarlo. En ese sentido decimos que ha sido una “vocación”, una llamada que Jesús ha “recibido” y acogido en lo más profundo de su ser. En un momento crucial de su vida Jesús ha escuchado la voz de Dios que le llama Hijo y ha sentido la experiencia del Espíritu, ofreciéndole su tarea de Reino.

Es difícil trazar suposiciones de tipo psicológico, pero es evidente que, recibiendo el bautismo, Jesús vino a vincularse con los “pecadores” de su pueblo, con su carga de trabajo y/o falta de trabajo, como tekton, artesano galileo (Mc 6,1‒5), en una sociedad que se desintegraba. Venía a bautizarse para asumir el camino de Juan, quizá para “despedirse” del Dios de las promesas fracasadas, como Elías sobre el Horeb (1 Rey 19; cf. cap. 13). Pero el Dios de su fe más profunda, vinculada a su tradición familiar mesiánica, el Dios de sus deseos más hondos, le salió al encuentro tras el agua, en la brisa del Espíritu, para engendrarle en novedad y confiarle su tarea. Aquel fue el momento y lugar de su verdad, su verdadero nacimiento.

Escuchó una voz que decía: ¡Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido! Diciendo eso, Dios se revela a Jesús como Padre (en su más honda verdad) y le constituye como Hijo, en gesto de nueva creación, de manera que podemos verle desde entonces como un renacido.Antes de toda acción humana está la voz del Padre que le instaura (engendra) como ¡Hijo! en palabra que retoma las de Gen 1‒2. Entonces Dios creaba las cosas fuera de sí, Jesús descubre ahora que Dios le engendra dentro: Le llama (y le hace ser) desde el fondo de su entraña, no desde fuera, instituyendo así la nueva identidad cristiana. La primera voz del Cielo (de Dios) no es ya Soy el que soy, Yahvé; (cf. Ex 3, 14 9), sino la afirmación engendradora del que sale de sí y suscita al otro, diciéndole ¡Tú eres!

Editorial Verbo Divino :: Noticia Conferencia de Xabier Pikaza en ...

Un tipo de judaísmo ha comenzado su camino desde el Yo Soy de Dios como misterio incognoscible. El evangelio en cambio se fundamenta y expresa en el descubrimiento del Dios que es en sí mismo diciendo Tú Eres. Dios no empieza asegurando su ser, sino dando ser al otro; no es un Yo soy en mí, sino un Yo para y contigo, diciendo Tú eres mi Hijo.

Esta ha sido una palabra radicalmente histórica que Jesús ha escuchado en el Jordán, saliendo del agua, en un momento clave de su vida. Pero ha sido, a la vez, una palabra divina originaria, pues dice a los hombres que ellos forman parte de la entraña de Dios. De esa forma, en el mismo centro de nuestra vida emerge y se despliega por Jesús la historia fundante de Dios, que es haciendo que seamos. En el origen no está un Yo-Soy, planeando por encima de las cosas, ni la voz del hombre, que suplica desde el fondo de su soledad (como Job o el Qohelet: cf. cap. 11) sino la Palabra (Dios) que dice ¡Tú eres mi hijoquerido!, y la respuesta del Hijo (Jesús), Oyente original de esa Palabra[3].

Bautismo cristiano, nacimiento de la Iglesia

Pin de Vladimir Martinec en trajan | Arte bizantino ...

(Uno de los baptisterios de Ravenna)

             Al mantener el bautismo de Juan, recreado por Jesús, la iglesia ha tomado una opción fundacional, definiéndose a sí misma y naciendo como pueblo salvador de Cristo. No sabemos quién fue el primero en impartirlo, pudo ser Pedro (cf. Hech 3, 38). Tampoco sabemos si al principio entraban todos en el agua o bastaba el "bautismo en el Espíritu", como renovación interior. Sea como fuere, el bautismo vino a convertirse en signo clave de pertenencia, la primera institución o sacramento visible de los seguidores de Jesús, como renacimiento personal y eclesial, como nueva creación (en cada bautizado se actualiza la misma experiencia de Jesús), para todos los pueblos. La Iglesia tuvo dificultades para “no imponer” la circuncisión (cf. Hech 15; Gal 1-2), pero nadie se opuso al bautismo, como afirmación social y escatológica, signo de la salvación ya realizada en Cristo: 

Bautismo escatológico y pascual. Por un lado, el bautismo mantiene a los creyentes en continuidad con Juan Bautista y con el judaísmo. Pero, al mismo tiempo, expresa y expande la experiencia de la vida, muerte y pascua de Jesús, en cuyo nombre se bautizan sus seguidores, identificándose con él, ya en este mundo, sin esperar la llegada del Reino futuro, pues el Reino ha comenzado aquí, es la vida de Cristo en los creyentes.

El regreso de Xabier Pikaza al Cántico espiritual de San Juan de ...

Signo de iniciación y demarcación. Quienes lo reciben renacen, insertándose en la vida, muerte y resurrección de Jesús, como acción de Dios Padre en el Espíritu (cf. Rom 6). De esa forma se distinguen y definen los creyentes, como indicará la fórmula trinitaria de Mt 28, 16-20 (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu: cf. cap. 20), que les introduce creyentes en el espacio total del Dios de Cristo.

Fuente de universalidad. El bautismo supera la división de naciones, estados sociales y sexos, como sabe Gal 3, 28, retomando un pasaje clave de la liturgia que decía: "ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, macho ni hembra...". La circuncisión discriminaba, como signo en la carne, a judíos de no judíos, a varones de mujeres... El bautismo es el mismo para varones y mujeres, libres y esclavo, judíos y gentiles, sacramento de nuevo nacimiento personal en la comunidad de los creyentes.

             El bautismo enmarca y ratifica la institución cristiana, es universal y concreta, en un plano de fe y vida, de forma que cada creyente (bautizado) es signo y presencia de Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo). El bautismo conserva el recuerdo del pecado (es para perdón), pero expresa y despliega un nuevo nacimiento en amor e igualdad para todos. Entendido como unión con Cristo y aceptación de su misterio, el bautismo ratifica y expresa la apertura universal de Dios, por encima de otros ritos parciales, incluida la circuncisión judía (cf. Jn 3,1-21 y Gál 3,27- 28; 6, 15; 2 Cor 5,17; Rom 6, 1-14; Ef 4, 29):

‒ El bautizado confiesa que ha muerto con Jesús (que se inserta/injerta en su entrega hasta la muerte como principio de reconciliación universal), y de esa forma supera un tipo de lucha de todos contra todo, propia de un mundo que camina hacia la muerte, recordando que en el fondo de la vida del hombre sigue habiendo una “concupiscencia” de ruptura y finitud, que ha de ser superada a través un cambio interno y comunitario, de una “meta-noia”, superando en esta misma tierra, una vida dominada por la muerte (cf. Mc 1, 14-15). Quien no supere de esa forma su violencia de muerte no puede ser cristiano (cf. Mt 16,21-26 par).

‒ El bautizado no muere por castigo de pecado (cf. Gen 2‒3), sino por renacimiento superior, por gracia de Dios en Cristo, en plano de fe y perdón. En nombre de Cristo (o de la Trinidad: Mt 28, 16-20), en desnudez total, como recién nacido, el bautizado sale del agua y se reviste de una nueva vestidura. De esa forma, renaciendo en la Iglesia de Jesús, el creyente supera una forma de vida anterior en división, como lucha entre varón-mujer, judío-griego, esclavo-libre, para ser nueva creatura en Cristo; no nace “sólo”, sino en una iglesia o comunidad que le acoge en Cristo, le educa y acompaña[4].

Xabier Pikaza. Las Tres Grandes Religiones (II) - YouTube

Notas Pikaza

[1] Muchos judíos destacaban el carácter lustral (purificador) y legal de los bautismos, que limpian las manchas de sacerdotes y fieles, capacitándoles para realizar legalmente los ritos. De todas formas, el rito básico de la identidad de los israelita (varones) era la circuncisión, y el perdón oficial no se lograba con agua, sino con sacrificios, como diceLev 17, 11: "Os he dado la sangre para expiar por vuestras vidas" (cf. Lev 17,11; cf. Ex 12, 13.23; 24, 3-8; Lev 14, 4-7; 16, 16-19), aunque la misma Ley pedía lavatorios y bautismos, para sacerdotes (cf. 2 Cron 4, 2-6; Lev 16, 24-26) y no sacerdotes que habían contraído alguna mancha ritual…

[2] Ciertamente, las cosas no pasaron externamente como dice el texto, pero los hilos posteriores de su vida sólo pueden entenderse desde aquí, en una línea que lleva del antiguo Elías, profeta del juicio (como Juan Bautista), al nuevo Elías, mensajero de la brisa suave y del nuevo comienzo (cf. cap. 5 y 16). Sólo en ese contexto, allí donde descubre que todo lo anterior se ha cumplido (ha muerto), puede iniciar Jesús su nueva trayectoria, desde la voz del Padre, que le dice “tú eres mi hijo”, y con la brisa del Espíritu (que le envía a realizar su obra).

[3] Esa expresión (tú eres) identifica a Dios como Bien diffusivum sui, esto es, expansivo, pero también como Persona/Padre creadora de alteridad, haciendo que surja Alguien (Jesús) que escuche esa Palabra, se identifique con ella y responda llamando a Dios Padre. En ese contexto, decir es hacer, pero no “fabricar una cosa”, sino engendrar una persona que puede situarse ante su padre/creador y responderle en libertad. El Bautista vivía en un nivel de penitencia (conversión), inmerso en purificaciones (¡siempre agua!), y su ritual más hondo se hallaba vinculado al deseo ineficaz (¡no soy siquiera digno!) de servir como criado que ata‒desata las sandalias de su amo (Mc 1, 7-8). Jesús ha superado ese nivel de servidumbre, pues Dios le ha revelado su identidad diciéndole ¡Tú eres mi Hijo! Con la luz de esa revelación ha sabido mirar, viendo los cielos abiertos y el Espíritu como paloma descendiendo sobre él (Mc 1, 10).

[4] En ese sentido, el NT entiende la Biblia como una preparación para el bautismo, es decir, para el nacimiento de una humanidad nueva, fundada en Cristo, como sabe Ef 4, 5‒7: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre (epi) todos y por medio (dia) de todos y en todos”. Según eso, el bautismo es sacramento y camino de iniciación personal y comunitaria, nueva creación de aquellos, que no nacen sólo de la carne y sangre, en un plano biológico y/o nacional, sino de Dios (cf. Jn 1, 12‒13), pues la “Palabra de Dios se ha hecho carne” (Jn 1, 14) en Cristo, sino en todos aquellos que nacen y viven con él, como proclama la palabra bautismal de Gal 3, 28: “ya no hay ya hombre ni mujer, esclavo ni libre, judío ni griego, pues todos son uno en Cristo”.

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