Biblia y familia (2). Jesús pionero: familia universal de hermanos, amigos, compañeros
Traté ayer de la familia en el AT, con muchos elementos, y temas que dejaba inacabados. Comienzo hoy con Jesús, como hermano, amigo y compañero (pionero, cf. Hebr 12, 2) de unanueva familia universal, abierta a todas las mujeres y varones , empezando por los excluidos del sistema de poder del mundo, sin padres-patriarcas superiores.
Es, iniciador de una familia no patriarcal, en la que desaparece la figura de padre-marido-patriarca, como muestran los textos fundantes de Marcos, Mateo, Pablo y de Juan, que no han sido aún bien asimilados por la Iglesia.
Jesús es creador (no engendrador biológico) de una familia de amor de mujeres y varones, abierta a los marginados (enfermos y excluidos, extranjeros, huérfanos, viudas…viudas).
Jesús fue perseguido (asesinado) por aquellos que querían/mantener su modelo de familia impositiva, fundada sobre bases de poder/raza/dinero.
De eso trataré en los próximos tres días. Hoy me limito a presentar algunas líneas maestras del tema.
Como dije ayer, la exposición puede escucharse en directo, a las seis de la tarde, hora Chicago, que equivale a la una de la madrugada, hora España. Registrarse gratis en w.w.w.iblica.org).
Jesús es creador (no engendrador biológico) de una familia de amor de mujeres y varones, abierta a los marginados (enfermos y excluidos, extranjeros, huérfanos, viudas…viudas).
Jesús fue perseguido (asesinado) por aquellos que querían/mantener su modelo de familia impositiva, fundada sobre bases de poder/raza/dinero.
De eso trataré en los próximos tres días. Hoy me limito a presentar algunas líneas maestras del tema.
Como dije ayer, la exposición puede escucharse en directo, a las seis de la tarde, hora Chicago, que equivale a la una de la madrugada, hora España. Registrarse gratis en w.w.w.iblica.org).
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| X.Pikaza
𝗦𝗶 𝗲𝗹 𝗮𝗺𝗼𝗿… (= amor-familia de Jesús)
- Si el amor (Jesús) te escogiera y se dignara llegar hasta tu puerta y ser tu huésped,
- ¡cuidado con abrirle e invitarle, si quieres ser feliz como eras antes!,
- pues no entra solo: tras él vienen sus ángeles de luz en la niebla.
- Tu huésped solitario de amor sueña con los fracasados y los desposeídos,
- con los tristes y con el dolor infinito de la vida.
- Despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar,
- te mostrará estrellas que nunca viste antes;
- te hará compartir, en adelante, el peso de su tristeza/acción) divina sobre el mundo...
- ¡Listo fuiste al no abrirle! Y, sin embargo, ¡qué pobre si lo echaste de un portazo!
( Sidney Royse Lysaght, británica/irlandesa, (1856 - 1941)
- Si llega el amor, déjalo todo…
- Hay que dejarlo todo en el seguimiento (amor) de Jesús.
- Primero se dejan las cosas: lo que se recibe heredado y viene grapado a apellido,
- lo que es fruto del trabajo y lleva nuestra huella.
- También hay que dejarse a sí mismo:
- los propios miedos, con su parálisis y los propios saberes, con sus rutas ya trazadas.
- Después hay que entregar las llaves del futuro,
- acoger lo que nos ofrece el Señor de la historia
- y avanzar en diálogo de libertades encontradas mutuamente para siempre,
- que se unifican en un único paso en la nueva puntada del Reino (...)
(B. González Buelta SJ.de origen español, trabaja en A.C. y el Caribe
1.PROYECTO DE REINO, FAMILIA MESIÁNICA
(cf. X. Pikaza, Familia en la Biblia, VD, Estella 2014 (272-285)
- Proyecto de Reino, familia mesiánica
Tras haber dejado a Juan Bautista, para anunciar, provocar e iniciar el Reino de Dios, Jesús no se ocupó de sí mismo, sino de los pobres, excluidos, enfermos y hambrientos de su entorno galileo. Probablemente, se consideraba nazoreo, hijo de David, pero eso no daba ninguna superioridad, sino que le hacía ponerse al servicio todos, especialmente de los pobres y marginados (sin familia), a quienes anunciaba y ofrecía el Reino.
Invocó a Dios Padre, y se consideró su hijo (verdadero israelita), pero eso no le distanció o separó, sino que le unió con otros hombres y mujeres, pues se sintió llamado a compartir con ellos su camino. Vivió para los demás, haciéndose siendo hermano y amigo, compañero y “poel” (protextor) de los carentes de familia, de forma que tras su muerte en cruz «aquellos que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo…» (Josefo, Ant. XVIII, 63-64). (cf. Pikaza, La familia en la Biblia)
Jesús, Proyecto de Reino y familia
Debió ser célibe por amor a todos. La tradición israelita suponía que tanto el varón como la mujer debían casarse y tener hijos, pero ya Sab 3, 13‒ 4, 6 había incluido una alabanza al eunuco y a la mujer soltera/estéril, si eran fieles a Dios y a los hermanos (cf. Is 56, 3-5). Algunos movimientos judíos de origen helenista y palestino (terapeutas y esenios), habían podido aceptar e incluso apoyar un celibato, vinculado al encuentro con Dios o a motivos de pureza, nobleza y hondura espiritual.
Pero Jesús no ha sido célibe en esa línea, por pureza o espiritualismo (huida de este mundo), ni para cultivar de esa manera una “virtud” más alta, como varón liberado para el servicio de los “valores espirituales”, sino para identificarse con los pobres, en especial con aquellos que no podían tener familia, pues no contaban con medios materiales, sociales o personales que les permitieran casarse (=mantener una casa), y así vino a situarse entre los pobres y “eunucos”, los enfermos y posesos, a quienes en general se acusa de “carencia de familia ”.
Teóricamente es posible que hubiera estado casado antes de hacerse discípulo del Juan Bautista, pero la tradición no ha conservado ningún recuerdo de ello, en un contexto social donde su matrimonio no hubiera supuesto dificultad para la Iglesia posterior, que tuvo, sin embargo, aprietos para situar y entender la función de su madre y sus hermanos, en un contexto donde podrían haberle acusado de abandonar a su esposa (que él no podría haber aceptado desde su doctrina, en Mc 10, 1-9). Un texto de la tradición (Mc 6, 4) le presenta como artesano (tektôn), pero no conocemos su estilo de vida anterior, y el Nuevo Testamento (cuidadoso en situar a su madre y hermanos en la Iglesia) no ha transmitido la memoria de su posible esposa o de sus hijos, como habría hecho si los hubiera tenido. Un pasaje significativo le presenta como “eunuco por el Reino de los Cielos” (Mt 19, 12), en un contexto donde esa palabra tiene sentido peyorativo.
Eso, y su modo de vida, muestran, a mi juicio, que era célibe, pero no por opción espiritual (intimista), sino por comunión con miles de personas que habían perdido su familia (o no podían tenerla), y porque buscó otro tipo de comunión donde cupieran los excluidos, solitarios, enfermos, y de un modo especial los eunucos, con las prostitutas (mujeres expulsadas del buen matrimonio).
Su celibato no se entiende, ni tiene importancia como un hecho aislado sino por la forma concreta en que Jesús debió vivirlo, como expansión y consecuencia de su opción de Reino; no fue un punto de partida ascético, nini expresión de una condena de los lazos familiares (o del sexo), sino una experiencia que le vinculaba con los más pobres. No era un tipo de vida que le liberaba de las “pasiones de la carne”, ni de las ataduras que supone un tipo de familia, sino una experiencia radical de solidaridad con grupos y personas despreciadas de su tiempo.
Jesús fue célibe (hubiera estado o no casado) hecho por su vinculación con los pobres sin casa y familia (leprosos, prostitutas, enfermos, abandonados), que no podían mantener una relación de vida estable, socialmente reconocida (cf. Mt 19, 12), como indicaré más adelante.
Con los marginados sexuales afectivos, sociales, económicos y sexuales. No ha sido célibe por alejamiento y pureza inmaterial, sino por experiencia concreta de comunicación con los pobres y excluidos del amor del mundo, para descubrir y suscitar una forma distinta de familia, superando las limitaciones del orden patriarcal, con personas del último estrato humano y afectivo, marginados e incapaces de construir su propia “casa”.
En esa línea, abandonó un modelo de familia dominante de su entorno, pues no aceptó la función patriarcal de un “padre de familia”, ni los esquemas de relación jerárquica, propios de su entorno, y así quiso caminar rodeado de varones y mujeres de diversos estratos sociales, sin miedo a mantener con ellos/ellas unas relaciones que muchos juzgaban ambiguas, en apertura real y cuidado hacis a los niños (cf. Mc 9, 10-13 par.). No sabemos lo que habría hecho si el Reino hubiera llegado en Galilea o en Jerusalén, en un sentido histórico y social (si entonces se hubiera casado), y debemos evitar las especulaciones. Pero sabemos lo que hizo mientras lo buscaba y promovía, abriendo, con su vida propia vida, nuevas formas de familia.
‒ Trató con varones dentro y fuera de su pequeño grupo: “amó” al hombre rico que estaba dispuesto a seguirle (Mc 10, 21); acogió al centurión que, al parecer, mantenía una relación homosexual con su siervo (cf. Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10). Ciertamente, el joven que le seguía y que escapó desnudo en el Monte de los Olivos cuando le arrestaron (Mc 14, 51-52) puede ser una figura simbólica del mismo Jesús o de los creyentes, pero incluye rasgos que se sitúan (nos sitúan) en un plano abierto a diversas interpretaciones de intimidad y amor no genital entre varones y mujeres, que responden al tipo de vida de Jesús con sus seguidores.
‒ Amó a sus los discípulos, con rasgos de fuerte intimidad dramática (cf. Mc 4, 10-12). En ese contexto es significativo (luminoso y perturbador) el modo en que Jn 13, 21-26; 19, 26: 20, 22; 21, 7. 20 ha planteado su relación afectiva con “el discípulo al que amaba”. Sin duda, esa relación ha de entenderse en un contexto simbólico donde el trato del maestro/iniciador con sus discípulos solía aparecer marcado con tintes afectivos. Pero esa forma de presentarle hubiera sido imposible si Jesús no hubiera mantenido una intensa relación de amor con sus discípulos (cf. Flavio Josefo, Ant XVIII, 63-64).
‒ Se relacionó con mujeres que formaban parte de su grupo. Jn 11, 5 sostiene que “amaba” a Marta y a su hermano Lázaro, y Lc 10, 38-39 supone que también amaba de un modo especial a María, hermana de Marta, que escuchaba su palabra. Las relaciones de Jesús con María Magdalena han sido objeto de especulaciones sin base, pero es evidente que en el fondo de ellas se conserva el recuerdo de una amistad especial, que la tradición no ha podido (ni querido) borrar. Por esos y otros datos sabemos que no ha sido célibe por odio (o miedo) a las mujeres, sino para establecer con ellas una relación de respeto, intimidad y diálogo que, en aquel tiempo, resultaban infrecuentes en un contexto patriarcal.
En ese fondo se sitúa el tema de su orientación sexual, un tema que, cerrado en sí mismo, carece de importancia. Ciertamente, no fue machista (o mejor dicho patriarcalista) en el sentido ordinario del término, como lo avala su oposición al poder masculino en el divorcio (Mc 10, 1-7) y su manera de referirse a los “eunucos”, solidarizándose con ellos (Mt 19, 10-12). Los evangelios le presentan valorando (amando) a mujeres y varones y relacionándose con el discípulo amado (cf. Mc 10, 21; Mt 8, 5-13; textos de Jn ya citados), de manera que algunos han podido afirmar que tenía una tendencia homosexual o bisexual (o incluso que era eunuco físico), pero esa afirmación va más allá de lo que dicen los textos.
Su celibato ha de entenderse así como potenciación afectiva y familiar, no desde arriba, de un modo impositivo, sino como gesto de solidaridad con aquellos que vivían en los márgenes de la sociedad establecida. No quiso recrear una sociedad patriarcal, con superioridad de varones (padres), sino una comunidad donde cupieran todos (varones y mujeres, casados y solteros, niños y mayores. Sólo en ese trasfondo se entiende su opción familiar, que no es signo de carencia o debilidad (no iba contra el mandato de ¡creced, multiplicaos!: Gen 1, 28), sino principio de abundancia, una forma de vincularse a los pobres económico/sociales, abriendo para y con ellos una esperanza de familia y resurrección, donde todos fueran «como ángeles del cielo», en libertad de amor (Mc 12, 15).
No podemos demostrar de un modo absoluto que no hubiera estado casado (algunos han supuesto que podía ser viudo en el momento de iniciar su mensaje). Los más fantasiosos han hablado de sus relaciones con Magdalena o de su apertura afectiva más extensa (con un “amor” extendido hacia hombres y mujeres, de forma no genital). Otros, en fin, aseguran que si el Reino hubiera llegado externamente él podría haberse retirado para casarse y crear un tipo de matrimonio ideal (de Reino)… Pero nada de eso sabemos, nada se puede apoyar en las fuentes conservadas. Lo único cierto es que en el tiempo de su ministerio, desde su misión con Juan, por su mensaje en Galilea, hasta su muerte, fue célibe, sin que tuviera que defender o comentar su opción (a no ser en Mt 19, 12, solidarizándose con los eunucos, entre los que quiso insertarse), a diferencia de Pablo (cf. 1 Cor 7, 7).
‒ Fue “eunuco” opción y experiencia de amor, no por obligación. Algunos investigadores han supuesto que, si Pablo hubiera sabido que Jesús fue célibe, hubiera citado ese dato para defender su postura en 1 Cor 7 y que, al no hacerlo, se puede suponer que a su juicio estuvo casado. Pero ese argumento no prueba, pues Pablo apenas apela a Jesús para defender su teología. Ciertamente, Jesús podría haber sido Hijo de Dios y Redentor teniendo mujer e hijos, siendo homosexual o eunuco, pero de haber tenido mujer e hijos ese dato se hubiera conocido, pues la tradición cristiana ha sido cuidadosa en mantener la memoria de sus familiares (cf. Mc 3, 20.31-35; 6, 1-6), que recibieron en Jerusalén el título honorífico de «hermanos del Señor», que les reconoce el mismo Pablo (cf. Gal 1, 19; 1 Cor 9, 5); por otra parte, María, su madre, aparece como Gebîra o Madre del Señor (Lc 1, 43). Su esposa y sus hijos, de haberlos tenido, hubieran cumplido una función importante en la Iglesia.
‒ A diferencia del Bautista. Parece que Juan, su maestro, había sido célibe por “presura” de tiempo (¿cómo crear una familia si este mundo acaba?), y así puede haberlo sido el mismo Pablo (cf. 1 Cor 7, 29-31). En contra de eso, Jesús no parece haberlo sido porque el mundo acaba, sino porque empieza un tiempo distinto de Reino, abierto a nuevas formas de amor y familia, en las que se incluyen los eunucos. No rechazó el matrimonio por ascesis, sino por fidelidad de Reino, no para aislarse como solitario, sino para compartir la Palabra con otros hombres y mujeres, no por impotencia o miedo, sino por desbordamiento de amor, con otros carentes de familia, ante la llegada del Reino.
‒ En su tiempo y circunstancia. Su condición responde no sólo al contexto de desintegración que se extendía en Galilea tras la ruptura del orden antiguo (pérdida de tierra de muchos campesinos), sino también (y especialmente) a su visión del Reino. Los nuevos impulsos sociales y laborales habían destruido un orden secular de estabilidad e independencia de cada familia, entendida como unidad de vida y generación para hombres y mujeres. En consecuencia, una parte considerable de la población (sin heredad, ni trabajo estable, es decir, sin casa/tierra) tenía dificultad para fundar una familia patriarcal en sentido antiguo. Pues bien, Jesús buscó y puso en marcha un tipo de fidelidad/familia abierta a los pobres y excluidos, y al servicio de ella se debe entender su celibato.
Celibato y familia de Reino.
Una vida radical. Existían por entonces muchos hombres y mujeres que no se podían casar por razones económicas o sociales, psicológicas o biológicas. Pues bien, Jesús quiso compartir su camino con ellos, para suscitar un modelo más alto y más amplio de familia, en fidelidad personal (cf. Mc 10, 11), abriendo un espacio afectivo donde pudiera hablarse de cien madres, hermanos e hijos (cf. Mc 10, 30).
El celibato de Juan Bautista va en la línea de su visión del fin de este mundo. Jesús, en cambio, fue célibe por descubrimiento de la nueva familia de Reino y por solidaridad con los pobres-eunucos, pudiendo presentarse así como creador de una nueva familia en un contexto de relaciones rotas, superando el patriarcalismo dominante de algunos y la marginación de otros. En esa línea, asumiendo y transformando la tarea de los profetas antiguos, él despertó gran amor y entusiasmo, pues le escucharon y siguieron multitudes de pobres y enfermos, excluidos de la vida, que provenían, casi siempre, de las clases oprimidas de Galilea. De esa forma, pudo ser signo de familia para muchos sin familia, tanto varones como mujeres.
No fue esposo-amante, en la línea de un Dios amante de mujeres… (conforme a un símbolo importantes de los profetas, desde Oseas y Jeremías…), sino amigo/compañero amoroso de varones y mujeres, de niños, de enfermos… En su amor pueden reflejarse las varias formas de amores de la humanidad (masculinos, femeninos, fraternos…), menos el amor de padre-patriarca, que es exclusivo de Dios, en una línea no explorada todavía en el NT,
No fue patriarca-progenitor (en la línea de Adán o Abraham), pues no tuvo hijos carnales, sino hermano universal, capaz de abrirse en amor y palabra a los rechazados del sistema. No ha sido garante del orden establecido, ni profeta excluyente, sino mensajero de un Reino que debía empezar por los pobres, una comunión de vida, desde el margen de la sociedad, iniciando, con los carentes de familia y tierra, un proyecto universal de comunicación en Dios (Mc 10, 30; cf. Mc 3, 31-35).Supo que el Reino no había aún llegado, pues la forma de vida actual de los hombres y mujeres (y de un modo especial en Galilea) no respondía a las promesas de Dios. Pero empezó a proclamarlo e instaurarlo, retomando la tarea de los grandes creadores de Israel (Moisés, Elías y David…), y lo hizo entre los carentes de familia, los perdidos y enfermos (cf. Mc 6, 34; Mt 9, 36), como recuerdan los evangelios:
Sólo que había abandonado hogar y tierras, mujer e hijos; aquel que había dejado que los muertos enterraran a los muertos y que tomaba como ejemplo los lirios y los pájaros, podía practicar y trasmitir con credibilidad ese ethos (forma de vida y conducta). Ese ethos sólo podía practicarse dentro de un movimiento de marginados. No es de extrañar que en la tradición encontremos incesantemente marginados: enfermos y discapacitados, prostitutas y “tunantes”, recaudadores de impuestos e hijos perdidos. Por su estilo de vida, los carismáticos eran personas marginadas en su sociedad; pero, por sus convicciones, representaban valores centrales de dicha sociedad: el mensaje acerca del solo y único Dios, que se impondría pronto en contra de todos los demás poderes (G. Theissen, El Movimiento de Jesús, Sígueme, Salamanca 2005, 81).
Así, con pobres y pecadores, prostitutas, “tunantes” y eunucos, oponiéndose a los “valores” de aquella sociedad, Jesús pudo ser signo y principio de esperanza mesiánica y familia del Reino, sabiendo que en ella los primeros son los niños y pobres, carentes de familia(cf. Mc 9, 33-37; 10, 13-16; Lc 6, 20), campesinos sin campo, prôjoi o mendigos, sin medios de vida, aldeanos dominadas por los nuevos ricos de ciudad (Séforis, Tiberíades). Su proyecto marcó así el comienzo de una revolución de familia, sin patriarcas varones dominando sobre la vida del resto de la comunidad.
Célibe, amigo/compañero y animador, al filo de la vida.No creó una “religión” en sentido actual, sino un movimiento de renovación, es decir, de recreación de la familia, desde los estratos inferiores de la sociedad, entre los pobres y excluidos. No quiso fortalecer el orden imperante (con sacerdotes y rabinos), sino iniciar y promover un estilo nuevo de comunidad universal. No fue padre de familia, con poder para mandar sobre el resto de la casa, no fue un hombre poderoso, en el sentido dominante, sino hermano y amigo de todos. No fue buen marido para instaurar muevas formas de relación jerárquica esponsal, sino un hombre (ser humano) para los demás, creando un grupo inclusivo y abierto, de varones y mujeres, ancianos y niños, entre los que había lugar para los eunucos. En ese sentido podemos presentarle como “varón” ejemplar, no patriarcalista.
‒ No decretó a los suyos que se casaran y tuvieran hijos, eso podían hacerlo, conforme a las opciones y circunstancias de cada uno. Pero él no vino a enseñar eso (ya estaban en la Biblia los cantares del Cantar y las leyes matrimoniales ambiguas del deuteronomi)…No aceptó las tradiciones dominantes que exigían que tanto varones como mujeres asumieran el matrimonio, para ser así fieles a un supuesto mandato de la creación que decía: ¡Creced, multiplicaos…! (Gen 1, 28). No negó ese mandato, pero no lo puso en el centro de su mensaje, como podían haber hecho otras tradiciones. A su juicio, más que casarse y tener hijos al estilo antiguo, en una sociedad de poder, importaba crear espacios y redes de solidaridad personal y de acogida a los pobres y excluidos, para esperar así la llegada del Reino. Su opción fundamental fue la familia de Dios, abierta a todos los hombres y mujeres, no un tipo de pequeña familia al servicio de sí misma y de sus hijos.
‒ Fue persona de trabajo, artesano (tekton), pero no anunció la “redención” por el trabajo. Al contrario, en un momento dado, abandonó su oficio y vida laboral, para compartir la visión de penitencia y juicio del Bautista, y después para crear su propio movimiento de Reino, al servicio de la comunión entre todos los seres humanos. En aquel momento, a su juicio, la prioridad no era crear comunidades de trabajadores, empeñados en sostener a su familia, sino animar un movimiento de solidaridad recreadora de la vida, desde los más pobres, en gesto de amor abierto a varones y mujeres pues sólo así podía crearse una familia verdadera.
‒ Su movimiento surgió en un contexto de desintegración familiar que se extendía en Galilea tras la ruptura del orden antiguo (con la pérdida de propiedad de la tierra), desde su propia experiencia de Reino. Los nuevos impulsos sociales y laborales habían destruido un orden secular, fundado en la estabilidad e independencia de cada familia, entendida como unidad central de vida y generación para hombres y mujeres. En consecuencia, una parte considerable de la población (sin trabajo estable, ni heredad: casa/tierra) tenía dificultad para fundar una familia en sentido antiguo. Pues bien, en ese contexto él buscó y puso en marcha un tipo de fidelidad y familia que rompía el orden patriarcal, para abrirse en clave de solidaridad y comunión desde los pobres.
Su celibato no fue por tanto una forma de aislarse, en línea de separación que le situaría sobre un plano de mayor pureza sexual y dignidad ontológica (para contemplar el misterio de Dios, sin mancharse con las cosas de la tierra), sino expresión de una forma distinta de amar y solidarizarse con hombres y mujeres del último estrato social y afectivo, carentes de apoyo, sexualmente marginados, desde la experiencia del Reino. Lógicamente, no quiso mantener una familia patriarcal, fundada en el dominio de varones (padres) sobre mujeres e hijos, y en el poder de propietarios y ricos sobre carentes de propiedad y pobres, sino crear una comunidad donde varones y mujeres, casados y solteros, niños y mayores, pudieran hallar un lugar, en igualdad y afecto.
En aquel contexto (en Galilea), ser célibe (¡y más aún eunuco!) como Jesús no era un signo de superioridad, sino de carencia, una debilidad o maldición (iba contra el mandato primero: ¡creced, multiplicaos!: Gen 1, 28). Pero Jesús convirtió esa carencia en abundancia, en una forma de expresar la felicidad de Reino y de solidarizarse con los más pobres, abriendo para ellos una esperanza distinta de familia, invirtiendo así las relaciones de poder.
De esa forma protestó contra una visión legalista y jerárquica de tipo patriarcal, como dice implícitamente Mc 12, 15 al afirmar (en el contexto de la “ley del levirato” por la que un hombre estaba obligado a casarse con la viuda de su hermano difunto) que en la resurrección, hombres y mujeres no se casarán, esto es, no se atarán por ley, en la forma actual, donde los varones tienen preferencia sobre las mujeres, sino que serán todos «como ángeles del cielo», en libertad de amor. Jesús rechazó así una norma que ponía el matrimonio al servicio de la buena “descendencia” (para que no se borrara el nombre de su casa: cf. Dt 24, 5-6). Es muy posible que en una época como aquella, cuando muchos campesinos habían perdido la tierra (y no tenían nada que dejar en herencia), aquella ley del levirato no cumpliera ya su función antigua; pero ella puede servir y sirve de referencia para entender la opción célibe de Jesús, como seguiré mostrando.
Lo que importa es la persona, las personas.
‒ Los Doce (apóstoles) son varones como signo de los patriarcas de Israel (doce tribus),pero no actúan como varones en sentido patriarcal, sino como personas, esto es, como expresión de la nueva humanidad reconciliada (cf. Mt 19, 28 y par).Por eso, significativamente, la función que ellos realizan no es ya masculina como anti-femenina: Cristo les hace signo de un Israel distinto (que no está la marcado por la genealogía), portadores de la palabra (del reino) que convoca en unidad a todos los dispersos (varones y mujeres). Por eso, ellos son varones, pero su función no es ya propia ni exclusiva del sexo masculino.
‒ Esos Doce testigos prepascuales del Cristo no han cumplido aún su función, pues no ha llegado el Reino de las Doce Tribus que ellos proclamaban, sino que el evangelio se ha extendido a los gentiles.
En el principio de la Iglesia de Jesús no se encuentran sólo ellos, sino unas mujeres que dan testimonio de su entierro y de la tumba abierta (cf. Mc 15, 40-47; 16, 1-8 par). La experiencia pascual de los “apóstoles” varones ha sido importante (cf. 1 Cor 15, 1-8). Pero ella no puede separarse de la experiencia y misión de las mujeres (cf. Mc 16, 1-8; Hech 1, 14) y de otros grupos de cristianos.
EUNUCOS POR EL REINO
19, 10 Sus discípulos le dijeron: Si ésta es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse. 11 Pero él les dijo: No todos entienden esta palabra, sino aquellos a quienes les ha sido dado. 12 Pues hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que han sido hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se han hecho eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender entienda (Mt 19 10)[1].
Primera explicación
Los fariseos (19, 3) preguntaban A Jesús si el hombre (marido) podía expulsar a su mujer por cualquier causa (aitia). Pues bien, la respuesta de Jesús (insistiendo en la fidelidad), suscita el nuevo comentario/pregunta de los discípulos varones, que dicen: Si la causa es esa (es decir, si el hombre no tiene razones para expulsar a su mujer a no ser por porneia) será mejor no casarse, no asumir ese riesgo de unión matrimonial.
El tema parece referirse varones que quieren mantener la “libertad” de hacer lo que quieran con sus mujeres… A ellos les pide Jesús fidelidad. Pedro responde como buen varón-patriarca que en caso de exigir fidelidad es mejor no casarse.
Los discípulos sienten que la doctrina de Jesús sobre el matrimonio resulta dura para los varones egoístas (quieren mantener su derecho al divorcio), de manera que para ellos sería preferible no casarse. Así lo entiende el Jesús de Mateo, y desde ese fondo responde, aunque cambiando el matiz negativo del comentario de los discípulos, para establecer una doctrina y experiencia universal, introduciendo así una especie de “salto” en la línea del discurso:
− Respuesta general, un don divino: “No todos entienden esta palabra de fidelidad sino aquellos a quienes les ha sido dado (19, 11). Esta cuestión del matrimonio, tal como lo plantea Jesús, con la respuesta de los discípulos (¡mejor no casarse!) no puedan entenderla simplemente todos, sino aquellos a quienes Dios mismo les ofrece el don de la fidelidad personal, vinculada a la comprensión y experiencia del Reino, entroncada en la fidelidad de Dios.
Según eso, ni el matrimonio en la línea de Jesús (por el Reino) ni el posible celibato del que sigue hablando el texto (eunucos por el Reino) son estados naturales de vida (que se entienden y resuelven por sí mismos), sino que implican (despliegan) un descubrimiento y cultivo de la fidelidad de Dios, en la línea marcada por Gen 1-2. Éste no es por tanto un tema que pueda resolverse por ley o imposición jurídica o social, sino por gracia de Dios y comunión humana. Se trata, pues, de ascender de nivel, entendiendo y desarrollando de esa forma el don del Reino de Dios, como se decía en el contexto de las parábolas (cf. Mt 13, 10-17).
− Jesús y los eunucos: “Pues hay eunucos que nacieron así del seno materno, y otros que han sido hechos eunucos por los hombres…” (19, 12). Todo nos permite suponer que Jesús retoma el argumento de los discípulos (¡mejor no casarse!), para situarlo en el plano de la complejidad social y sexual de la vida. No se trata de entender a todos los eunucos de una misma forma, sino de distinguir y precisar los planos, valorando la diversidad de unas situaciones que parecen marcadas por la diversidad de formas de la vida humana.
- Jesús se sitúa, y sitúa a sus discípulos, en el contexto de su propia experiencia, en un entorno formado, al menos en parte, por hombres (y mujeres) célibes que han dejado casa y familia, apareciendo así como un grupo ambiguo, criticados o, al menos, marcados por sus adversarios como “eunucos”, pues viven de un modo “anormal”, sin familia establecida, en contra de una tradición de matrimonio para la procreación, que comienza en Gen 1-2. Podemos suponer que Jesús, como Juan Bautista, su maestro, había renunciado a una familia propia (sus discípulos no eran familia, en sentido tradicional).
. Jesús no es un mesías de matrimonios ejemplares, de gente bien-casada, dentro de un orden patriarcal, donde los varones regulan y dirigen la vida de sus legítimas mujeres (e hijos), expulsando a los menos convenientes. Al contrario, él es mesías de hombres y mujeres que se sienten llamados a vivir en libertad, como hijos de Dios, en medio de un mundo de niños que parecen abandonados, de pequeños que necesitan compañía y protección, de enfermos, expulsados sociales, marginados afectivos, eunucos…. Sin esta experiencia radical de protesta contra un mundo dominado por fuertes varones que se imponen sobre las mujeres, sin esa apertura a los pobres, pequeños y eunucos de diverso tipo no se entiende el evangelio[2].
- Texto de los eunucos. Mt 19, 9-12 es un pasaje claramente añadido dentro del “corpus” de su evangelio, pero recoge una tradición de su comunidad que posiblemente proviene de Jesús. En su contexto actual, este pasaje supone que los discípulos reaccionan como “varones” patriarcales ante el principio de fidelidad humana que Jesús les ha propuesto (¡el varón no puede expulsar a la mujer!), a pesar de la posible atenuación que ese principio ha recibido con la sentencia sobre la “porneia”, es decir, sobre la destrucción del vínculo de comunión entre un hombre y una mujer en el matrimonio: ¡Si el matrimonio se aplica así, sería mejor no casarse!
Ése es un comentario realista y muy actual. Son millones y millones los hombres y mujeres que responderían y responden de la misma forma, evitando de hecho el matrimonio (¡formando algún tipo de pareja sin voluntad radical de permanencia!) o contrayendo un matrimonio “light”, como un contrato temporal, mientras dure, sin alianza personal definitiva entre dos personas (¡sería mejor no casarse!).
En este contexto ha introducido Mateo este “logion” o sentencia de Jesús sobre los eunucos, que en principio tenía otro contexto, y que así debe entenderse (al parecer) como respuesta de Jesús ante algunos que le/les acusan de “eunucos”, por vivir como viven y formar como forman una comunidad de varones y mujeres que han roto los vínculos matrimoniales del conjunto de la sociedad (cf. tema 8):
‒ Posible contexto histórico: acusan a Jesús y a los suyos de eunucos . Jesús ha iniciado un tipo de vida no convencional, un celibato entendido como protesta frente a unas condiciones familiares y sociales de tipo patriarcalista, en las que unos se imponen sobre otros. Él ha perdido a los suyos que “abandonen a su padre y a su madre”, que rompan con un tipo de vida familiar integrada en el sistema de los privilegiados. Su misma vida, y la vida de discípulos, aparece así como protesta contra el orden tradicional, como sabemos Mc 3, 20-21 donde se dice que sus mismos familiares les han acusado de loco, queriendo llevarle de nuevo a su casa.
‒ Jesús ha aceptado la acusación y ha respondido hablando de tipos distintos de eunucos, para presentarse al fin (probablemente) como “eunuco por el reino de los cielos”. No tiene reparo en aceptar la acusación de aquellos que le comparan (y comparan a sus discípulos) con pretendidos “desviados” sexuales. Este Jesús que así responde es el mismo que acepta la compañía de publicanos y prostitutas y de otro tipos de “pecadores” (cf. Mc 2, 15; Mt 21, 31). En ese sentido, debemos afirmar que él no aparece en el evangelio como un ejemplo de “rectitud patriarcalista”, sino como un hombre que conoce (comprende) los diversos tipos de estructuración sexual. Jesús distingue tres tiposy lo hace con naturalidad.
(a) Hay “eunucos por naturaleza” (desde el vientre de la madre), personas con tendencias o posibilidades sexuales distintas, que algunos pueden tomar como, “desarregladas” o simplemente como pecaminosas, por su misma constitución, que abarca un abanico grande de personas, desde los hermafroditas e impotentes sexuales por alteración fisiológica, hasta los diversos tipos de homosexuales y transexaules físicos y/o psicológicos.
(b) Hay eunucos sociales, que han de entenderse en sentido literal: Aquellos que han sido castrados, para realizar servicios en templos y palacios, con lo que ello implicaba en un plano personal.
(c) Están, finalmente, aquellos que han asumido una conducta familiar y afectiva distinta, por libertad personal y/opor opción social, al servicio del Reino de Dios, asumiendo de esa forma una conducta que el entorno social y cultural condenaba.
‒ Jesús no proclama ningún juicio o rechazo social sobre los eunucos desde el vientre de la madre. No juzga a la naturaleza por “producir” tipos diversos de personas, con capacidades y conductas sexuales distintas. Tampoco ofrece un tipo de legislación socio-religiosa, como la Ley de Israel, considerando a esos eunucos (en general) como impuros, o impidiéndoles realizar servicios sacerdotales, sino que se limita a decir que hay eunucos, añadiendo que ellos forman parte de la sociedad y suponiendo ellos han de ser acogidos en el movimiento del Reino, tal como son, cada uno como es. A los eunucos de diverso tipo no se les admite en el Reino obligándoles a dejar de ser eunucos, sino siéndolo en verdad, asumiendo el camino del reino cada uno desde su propia realidad, desde su propia identidad, siendo así acogidos por la comunidad.
Lo malo es para Jesús destruir a otros, castrándoles con violencia… Lo bueno y necesario es aceptar a cada uno en su propio camino, en la variedad de expresiones de la existencia humana.
‒ Jesús tampoco ofrece un juicio moral sobre los que han sido “eunuquizados” (hechos eunucos) por los hombres, aunque es evidente que todo su mensaje va en contra de aquellos que oprimen a otros, impidiéndoles vivir en libertad. Parece claro que Jesús habría condenado a los que emplean su poder para oprimir a los demás, haciendo en eunucos o prostitutas. Pero en este dicho él se limita a constatar la realidad, evocando como algo ya sabido el hecho de que existen eunucos sociales. Significativamente, el libro de los Hechos supone que el primer gentil convertido fue un “eunuco” (Hch 8). En esa línea, el libro de la Sabiduría había hablado ya (cf. cap. 6) del valor de las estériles y de los eunucos ante Dios.
‒ Pues bien, Jesús insiste en los “eunucos por el Reino de los Cielos”, es decir, en aquellos que, al ponerse al servicio del Reino, abandonando así un tipo de familia patriarcalista, han sido criticados y condenados, como si fueran sin más unos “eunucos” despreciables. Jesús acepta el insulto y reconoce su validez, pero no para volverse atrás (y buscar otro tipo de comportamiento “aceptable”), sino para ratificar y confirmar su condición de “eunuco”, hombre distinto y despreciable desde una perspectiva dominante. Siglos de exégesis patriarcalista han “espiritualizado” ese “insulto”, interpretando esa palabra (eunuco) en un sentido “noble”, en la línea de un celibato entendido como expresión de dignidad superior y de dedicación al servicio del Reino de Dios. Pues bien, esa palabra ha de tomarse en un sentido estricto, en contra de todo embellecimiento espiritual, sin maquillarla de un modo intimista ni social. Jesús asume el insulto que le dirigen y, de un modo velado pero muy intenso, se vincula con los eunucos naturales (desde el vientre de la madre) y con los eunucos sociales (castrados por los hombres), haciendo así un camino con ellos.
Esta palabra en la que Jesús acepta y reinterpreta el insulto que le han dirigido llamándole “eunuco” ha de entenderse pues de un modo radical, situándola en el contexto de las dificultades y opresiones sexuales de su entorno. Jesús no aparece en los evangelios como un “hombre patriarcal”, sexualmente dominante, sino como alguien al que desprecian por su conducta sexual “irregular”, porque no ha creado una familia de prestigio, sino que comparte su vida y movimiento con personas de conducta sexualmente dudosa.Jesús no ha sido un purista sexual, en la línea que parece defender Mons. Munilla, , sino todo lo contrario, un hombre paradójico.
(a) Por un lado proclama el ideal de fidelidad indisoluble, en el sentido radical de la palabra; fidelidad a la vida, a la vida buena (no a la buena vida como tal), es decir, a la vida en comunión, en ayuda a los demás, cada uno como es, dentro del gran espectro de colores de la existencia humana, tan problemática, tan dura a veces, tan excitante en línea de amor, de acogira, de ayuda mutua.
(b) Curar a los diversos tipos de eunucos… es como “curar al ciego” de Jn 9, haciéndole capaz de ver, de verse a sí mismo, de aceptar su propia condición, de vivir en verdad (en contra de un tipo de fariseos, como los de Jn 9 que quieren obligar a todos a ser ciegos como ellos son.
(c) El primer “convertido” pagano de la iglesia es, según Hch 8, 26-39, un eunuco de la Reina (Candace) de Etiopía… El evangelista Felipe no le “convierte“ (le acepta en la iglesia, le bautiza) no para que deje de ser eunuco, para que acepte su cuerpo “verdadero” (Dios no se equivoca) de Mons Munilla, sino para que vuelva a su territorio (de eunucos o no-eunucos, o eunucos de otra manera) del reino de Etiopía. Deberíamos ir allí, a la iglesia de Etiopía, para saber como fue la vida de este santo eunuco, canonizado por antiguas tradiciones cristianas.
(d) Jesús conoce las dificultades que existen para vivir su ideal de verdad, de fidelidad humana, en un mundo lleno de personas con diversidades sexuales, como muestra el hecho de que la gente le haya insultado llamándole “eunuco”.
Jesús no ha venido a fundar un sistema de equilibrio social o sexual que se mantiene desde arriba por la fuerza, sino un camino de gratuidad mesiánica, recuperando el principio de la Biblia (Gen 1-2), introduciendo el matrimonio en su proyecto de evangelio, pero sabiendo, al mismo tiempo, que la vida humana resulta difícil y que existen numerosos casos de diferencias personales y sexuales.
Ciertamente, él ha mirado el matrimonio como algo natural, propio de la creación (y así apela al Génesis) pero, al mismo tiempo, muy “sobrenatural” (si se permite esa palabra), pues sólo se comprende y puede realizarse allí donde uno es entrega su vida en manos de otro, en una fidelidad fuerte a la vida, a la verdad y condición de cada uno, en libertad. Pues bien, ese ideal de matrimonio, vivido en un contexto de fidelidad y apertura a los pobres y distintos nos sitúa ante posibles formas de matrimonios y vinculaciones sociales distintas, siempre que sean en fidelidad a la vida, es decir, a la gratuidad y a la acogida a las personas de diverso tipo, incluidos los eunucos de los que habla el texto (por naturaleza, por opresión social, por el reino de los cielos).
Eso significa que el matrimonio sólo tiene sentido cristiano si está vinculado a la fidelidad de Jesús hacia los marginados (leproso y endemoniados, paralítico y eunucos de diverso tipo). Por eso, los célibes cristianos (interpretados por la tradición como eunucos por el Reino de los cielos) representan una opción que no puede entenderse en una línea de “honor y superioridad”, sino al contrario, sino, al contrario, dentro de un contexto de inserción en el mundo de los diferentes tipos de marginación social y sexual. Según eso, el proyecto mesiánico de fidelidad matrimonial sólo puede entenderse donde la iglesia acoge a los excluidos y se encarna en un mundo lleno de marginados sexuales y familiares de diverso tipo.
Esto significa que, leído en su conjunto, el evangelio abre una puerta cristiana para aquellos que hoy tendrían "problemas matrimoniales" (impedidos y “eunucos” de diverso tipo, prostitutos/as, divorciados etc.). Ciertamente, la fidelidad matrimonial se inscribe en el camino de pascua de Jesús, y así lo descubren los esposos que renuncian al divorcio y descubren en Cristo el fundamento de su amor definitivo. Pero, al mismo tiempo, esos esposos “fieles” han de sentirse muy cerca de aquellos hombres y mujeres que no pueden celebrar un tipo de matrimonio “ejemplar” en el sentido dominante de la palabra (“eunucos” y homosexuales, impotentes etc. etc.).
- PRINCIPIO BÁSICOS SOBRE FAMILIA EN JESÚS
1, Jesús hace camino con varones y mujeres, separándose así de los rabinos de Israel que solamente acogían a varones. Conforme a los rabinos las mujeres eran incapaces de entender la Ley y de explicarla. Este dato es perfectamente comprensible en una sociedad patriarcalista donde sólo los varones se encontraban socialmente "liberados" para el "ocio" de la ley, para el estudio de las Santas Escrituras. Pues bien, Jesús no ha querido instaurar un movimiento de letrados, expertos en la ciencia sagrada. Busca el mundo nuevo del hombre (ser humano) liberado para el reino. Para eso le valen igualmente los varones y mujeres. Ambos aparecen como iguales ante el don de Dios y de su gracia. Por eso las mujeres pueden seguirle y le siguen como miembros de derecho pleno dentro de su grupo. Jsús no ha fundado una escuela de expertos varones que se aíslan para el cultivo de la ley; él ha enseñado en una especie de universidad abierta, en la escuela superior donde varones y mujeres, niños y mayores, pueden escucharle, entenderle y seguirle.
- En aquella sociedad patriarcalista (en sentido familiar, social y religioso) Jesús condena ante todo el pecado propio de los varones. A la luz del evangelio es claro que son ante todo los varones patriarcalistas quienes rechazan más a Dios al oponerse al "derecho y gracia" de los pobres. En este sentido más profundo, podemos afirmar que Jesús ha venido a destruir las obras del varón (no las de la mujer ,como dirá más tarde una tradición partidista que encontramos en los gnósticos). Prácticamente son siempre las obras del varón patriarcalista (orgulloso, dominador) las que impiden la llegada del reino. Pero, al lado de esos varones opresores hay otros que se encuentran oprimidos; también a ellos ofrece Jesucristo el reino.
- Jesús parece haber situado en un mismo plano de opresión y debilidad de varones y mujeres, al vincular en su gesto de perdón a publicanos y prostitutas (cf. Mt 21,31). Unos y otros parecían obligados a vender su cuerpo (mujeres) o su honestidad económica (varones) al servicio de una sociedad machista que les oprime y utiliza para despreciarles después. Los dos grupos se encuentran vinculados ante Jesús por una misma situación de pecado social; los dos están unidos en un mismo camino de gracia, abierto al Dios que les perdona y les acoge a los hombres.
Contra el negocio del matrimonio
Jesús libera a la mujer de la esclavitud (o servidumbre) de un varón considerado como dueño por naturaleza. De esa forma las sitúa como libres, para que así puedan realizarse desde el reino y para el reino, en su verdad más radical, como personas. Esta es la respuesta de Jesús en su carácter creativo (y no meramente inversivo).
- En contra del matrimonio como “negocio comercial-agrícola. Un día, le piden que conforme a los principios de la antigua ley decida quién será tras la muerte el propietario de una mujer que estuvo casada con siete varones. Jesús responde superando el nivel de la pregunta: este mundo viejo es campo de "dominio" donde una mujer puede aparecer como propiedad del marido. En contra de eso, el reino es lugar de libertad donde los hombres (varones y mujeres) no se pueden tomar ya como objeto o cosa poseída. En esta perspectiva, la mujer queda liberada del dominio del marido, siendo ya persona autónoma y distinta, "como los ángeles del cielo", pero no sólo cuando acabe el mundo sino en el mismo centro de este mundo, entendido en todo el evangelio como lugar y espacio donde se revela y se realiza el reino (cf. Mc 12, 18-27).
Jesús no ha venido como reformador legalista, sino que ha ofrecido los principios de una transformación fundamental en la que vienen a quedar ya transcendidos los principios de la antigua sociedad patriarcal. De esa forma ha roto toda forma de dominio del varón sobre la mujer, iniciando un camino de reino donde cada uno (varón o mujer) vale por su misma libertad personal y sólo en libertad puede vincularse verdaderamente con el otro.
En esta misma perspectiva adquiere su sentido el texto acerca del eunuco (Mt 19,12) que ha de interpretarse sobre el fondo de ruptura ya indicada del patriarcalismo.Si para seguir a Jesús el discípulo tiene que dejar al padre y a la madre (cf Mt 19,29 par) ellos dejan de ser elementos decisivos en la comprensión del ser humano. La renuncia al matrimonio por el reino viene a presentarse como signo de la libertad suprema de varones y mujeres: ya no están determinados por el lugar en que les pone el sexo; no están obligados a casarse por naturaleza; pueden vivir y viven ya la libertad del reino, desde el mismo centro de este mundo.
El matrimonio sólo es bueno cuando no es obligatorio
Sólo allí donde el matrimonio deja de ser obligatorio puede presentare como radicalmente valioso, en plano de elección y libertad, de encuentro personal y gratuidad. Libre son varón y mujer para vivir en celibato desde el reino, en amor abierto a todos los miembros de la comunidad y hacia los pobres. Libres son para casarse, en gratuidad y gozo compartido, formando una familia que supera el patriarcalismo: el dominio sobre la mujer, la autoridad impositiva sobre los hijos. Desde ahora, varones y mujeres, se definen desde el reino: en libertad, en igualdad, en capacidad de comunión gratuita (sea esponsal, sea celibataria). Todo intento de legislar de nuevo sobre el matrimonio o celibato desde imperativos de patriarcalismo (de autoridad social, de prestigio y poder) va en contra del evangelio.
Desde descubrimos mejor la relación que Mt 19,1-12 ha establecido entre matrimonio indisoluble y celibato por el reino de los cielos. En ambos casos encontramos una misma libertad personal y una misma apertura en el amor para varones y mujeres. Ese amor sólo es posible en libertad originaria, allí donde la esposa no aparece como objeto de dominio del esposo, allí donde los célibes se vuelven eunucos "por el reino" (y no por naturaleza o imposición de otros hombres). Sólo en opción personal, allí donde varones y mujeres pueden desplegarse y se despliegan desde el fondo de sí mismos, adquieren su sentido matrimonio y celibato.
- Hay un momento de profundidad liberadora… Puedo ser célibe.. Varones y mujeres, casados y célibes, han de fundar su vida en esta experiencia creadora: como creyentes de Jesús descubren que su vida se halla cimentada y arraigada sobre el don del reino; así se saben liberados, recreados. Por eso ya no tienen que afanarse por ganar o conquistar su salvación por medio de acciones, de ejercicios exteriores o razones.
- Hay un momento de universalización.Estando liberada desde el reino y existiendo ya en sí misma (en gesto personal de plenitud) la vida de los discípulos del Cristo se halla abierta en el amor a todos los varones o mujeres que viven desde el reino o que desean alcanzarlo. Así se abre el amor, así se expande, rompiendo las barreras anteriores de la vida y haciendo a los creyentes capaces de un encuentro universal con todos los humanos (especialmente con los más necesitados).
- Hay finalmente un momento de concreción que viene dado por la misma realidad de nuestra vida (limitada) y por la urgencia del amor que, abriéndose a todos, se concreta en algunos especiales. Así pueden distinguirse diferentes "mediaciones" en el campo y camino del reino: sólo a través de ellas se alcanza la universalidad a la que aspira el Cristo.
En el primer momento de liberación o profundización no hay diferencia fundamental para los cristianos. Todos, célibes y casados, han debido cultivar esta experiencia de arraigo fundate en Jesucristo y en el don del reino. La posibilidad del celibato libera al cristiano de la necesidad del marimonio y viceversa. El celibato ofrece fuerte luz sobre el matrimonio que aparece tambièn como expresión de un don de Dios y como experiencia de libertad gozosa, creadora, compartida, de un varon y una mujer dentro de la comunidad cristiana. Por su parte, el matrimonio ofrece también luz sobre el celibato: lo que importa no es la renuncia negativa al gozo de la unión dual ni al placer del sexo; lo que define el celebato es la capacidad de ir suscitando un amor abierto, liberado, desde el reino.
Celibato y matrimonio se convierte así en gestos que son complementarios para varones y mujeres. Sólo puede ser verdaderamente libre en su amor de matrimonio aquella mujer que pudiera no casarse porque es dueña de sí misma para vivir en celibato o para buscar en libertad el matrimonio. De forma semejante, sólo puede vivir en libertad y amor con su mujer aquel varón que pudiera no casarse (que no necesita dominar a la mujer o poseerla sexualmente para afirmarse así como valioso). De una forma complementaria, sólo pueden ser auténticos célibes por el reino aquellos que pudieran casarse en libertad (no son eunucos por naturaleza o por imposición): el celibato es para ellos una forma de acoger la gracia de Dios y de afirmarse desde el reino.
En el sermón de la montaña no hay “normas” exclusivas para varones o para mujeres, ni para célibes, ni para casados.
Hay unas mismas normas y caminos de vida para todos…. Unos y otras valen como personas: en su propia autonomía creadora. Sólo libremente, de manera personal, pueden vincularse unos a los otros, sea en amor de matrimonio, sea en actitud de celibato. En esta perspectiva ha de entenderse toda la moral de Jesús en el sermón de la montaña:su visión del ser humano como ser que vive en ámbito de gracia.Pienso que a veces, al buscar y precisar como con lupa los detalles del "sermón antropológico" del Cristo, se ha olvidado algo que es obvio y evidente:
- Dentro del Sermón de la Montaña o de los textos con él emparentados, Jesús no ha distinguido las funciones de varones y mujeres, de célibes y de casados. Este no es un dato accidental, detalle del que luego pueda prescindirse. Los textos morales de aquel tiempo (de judíos, estoicos, incluso las tablas de deberes domésticos de la iglesia postpaulina: Col 3,18-4,1: Ef 5,22-6,9; 1 Ped 3,1-7 etc), están llenas de mandatos propios de varones y mandatos de mujeres. De esa forma ofrecen tablas de preceptos familiares donde todo está reglamentado para el varón y la mujer (especialmente para la mujer) Es sorprendente y luminoso, es evangélico y creador el hecho de que Jesús ignore (o no postule) tales distinciones, A su juicio no existe una segunda moral específicamente de mujeres, propia y exclusiva para ellas sino que hay una misma para todos, varones y mujeres. En otras palabras, dentro del Evangelio resulta impensable, carece de sentido un texto tan fundamental como el orden tercero de la Mishna (Nashim) que trata básicamente de las mujeres
- La exigencia moral del sermón de la montaña no es un apéndice accidental o tardío que se deba añadir a una vida eclesial ya formada donde se hallan prefijados los deberes de varones y mujeres. Con su llamada creadora de reino (de gratuidad, perdón, renuncia a la violencia,vida compartida...), Jesús está ofreciendo las bases de la nueva humanidad; está suscitando aquello que pudiéramos llamar la nueva creación, donde no existen ya varones y mujeres como distintos ante Dios sino personas abiertas para el reino. me parece contrario al evangelio: es un retorno más atrás del Sermón de la Montaña.
TEXTOS Y TEMAS PARA SEGUIR REFLEXIONANDO
- Concepción por el espíritu. Toda concepción y nacimiento humano es obra de Dios, presencia del espíritu. Jn1, 12-13: Los creyentes…no nacen sólo de la carne y sangre, sino de Dios… El proceso de engendramiento-nacimiento, proceso divino.
- Amaos los unos a los otros, amor divino… Todo amor es presencia de Dios. Amores diversos, un único amor: Enamoramiento, amistad, paternidad, filiación, fraternidad
- Familia como riesgo… (quien ama a su padre o a su madre más que a mí…Riesgo de un amor que impida otros amor… Amar a Dios: Amor de reino, amor a excluidos… Primer amor, amor a excluido: Viudas, huérfanos, extranjeros….
4.Iglesia, amor de reino.
- Mc 3, 31-35. ¿Quién son mi madre y mis hermanos…? Un corro de amor
- Mc 28-31: Hemos dejado todo: Casas, campos, familia…Ciento por uno…