Convivir con la Bestia. Tiempos de Apocalipsis
Anda el patio revuelto. Han hablado los jefes en la ONU y no se han puesto de acuerdo. Se esperan tiempo de Apocalipsis, habrá que convivir con la Bestia.
Todos hablan de la Bestia, dicen que ha llegado. Pero no todos la sitúan en el mismo mar, sobre la misma tierra
Tampoco yo puedo decir dónde está, pero he sentido algunos de sus rasgos y así los describo, después de haber leído con mucha atención el Apocalipsis y de haber recorrido algunos caminos de mar y de tierra. Esta es mi conclusión: No tenemos más remedio que convivir con la Bestia. Andemos con cuidado.
Tampoco yo puedo decir dónde está, pero he sentido algunos de sus rasgos y así los describo, después de haber leído con mucha atención el Apocalipsis y de haber recorrido algunos caminos de mar y de tierra. Esta es mi conclusión: No tenemos más remedio que convivir con la Bestia. Andemos con cuidado.
| Xabier Pikaza

Todos hablan de la Bestia, dicen que ha llegado. Pero no todos la sitúan en el mismo mar, sobre la misma tierra
Tampoco yo puedo decir dónde está, pero he podido descubrir algunos de sus rasgos y así los describo en las notas que ahora siguen, después de haber leído con mucha atención el Apocalipsis y de haber recorrido muchos caminos de mar y de tierra. Esta es mi conclusión: No tenemos más remedio que convivir con la Bestia. Andemos con cuidado.
Para empezar. Algunas generalidades
Quizá podamos suponer que al principio hubo un big bang(un estallido de realidad) y que al final habrá un estadio conclusivo de quietud o equilibrio térmico y energético en el que todo acabe y se consuma (al menos en un sentido). Pues bien, dentro de ese proceso estamos nosotros, llamados a mantener y transmitir la llama de la vida, pero llevando en nuestro propio egoísmo el riesgo de apagarla, como hemos visto al hablar del diluvio. En ese camino de vida y de muerte nos sitúa el cristianismo, como portadores de una esperanza de resurrección.
- La Realidad es generación. Desde antiguo, se viene destacando la importancia de generación o surgimiento de la realidad, sea en formas de emanación óntica (entendida con signos físicos: como la luz que brota de un foco inextinguible, como el agua que mana de una fuente que nunca se agota...) o de engendramiento biológico. En esta perspectiva, en el fondo de un proceso que parece ir arrastrándolo todo hacia la muerte, podría descubrirse la existencia de una Realidad original de la que brotan y hacia la que tienden todos los movimientos de la realidad, tal como nosotros los interpretamos y sentimos. Quizá pudiéramos decir que somos portadores y testigos de una Vida de Dios sobre un mundo que parece amenazado de muerte, a pesar de su inmensa riqueza de vida.
- La realidad es corrupción o muerte. Pero en el mundo antiguo la generación y corrupción formaban parte de un proceso de eterno retorno en el que toco cambia (nace y muere), manteniéndose idéntico a sí mismos, un tema que aparece evocado en la misma Biblia por el libro del Kohelet dentro de la cosmovisión antigua, generación y corrupción eran momentos complementarios de un proceso constante de eterno retorno, tal como lo puso de relieve Mircea Eliade en el Mito del Eterno Retorno, en el que todas las corrupciones forma parte de un proceso inverso de generación. Pues bien, contra de ese modelo cíclico de generación y corrupción (conforme al ciclo del eterno retorno), la religión bíblica introduce un esquema líneal que desemboca, por un lado, en la muerte final de este tipo de vida del planeta tierra, pero se abre, por otro lado, a un tipo más alto de vida, que los cristianos identifican con la resurrección de Jesús.
- Al mismo tiempo, la realidad forma parte de un conjunto (un continuo) interrelacionado de realidades minerales, vegetales, animales y seres humanos. En una perspectiva de totalidad cósmica puede tomarse como un mobimiento modelo cíclico (ondulatotorio), según el cual el cosmos (uni-verso o pluri-verso) de “infinitas” galaxias se expande y contrae sin cesar, como eterno proceso de generación/corrupción/regeneración etc... Pero en plano concreto del planeta tierra, dentro del sistema solar, se ha impuesto una visión lineal de nacimiento, despliegue y muerte biológica que puede estar acelerada por el influjo destructor de la acción humana.
Estos dos movimientos, uno descendente de degradación de la vida física y otro ascendente de elevación de la mente (de resurrección) pueden y deben relacionarse. Del deterioro y/o aceleración de la muerte biológica del planeta tierra, habitado por los hombres, trata este libro, desde una perspectiva cultural y/o religiosa. Pueden acabarse los ciclos de vida, puede llegar la muerte biológica del mundo, esto es, el final de este tipo de vida. Por tanto, en ese plano, no se puede hablar de eternidad, sino de generación y corrupción, un proceso de vida en espiral que acaba en la muerte, una muerte que puede estar y está adelantada por la acción depredadora de los hombres, como seguiré diciendo.
Según eso, el compromiso humano (cristiano) a favor de la vida en el mundo (en línea de ecología) se integra y culmina en la gracia y compromiso de la resurrección. Según eso, la ecología cristiana puede integrarse dentro de una teología general de la creación y de la resurrección, como ha puesto de relieve Pablo, cuando integra la vida del mundo entero en el camino del mesianismo de la vida, entendida en forma de proceso de esperanza universal (Rom 8).
Madre tierra, la casa de la vida. Quiero empezar ocupándome de la tierra, entendida como proceso evolutivo de tipo alimenticio, en el que unas realidades provienen de otras, formando así cadenas de vida. De esa forma, mi reflexión quiere situarse ya en concreto sobre este planeta o globo que es la tierra, entendida como casa o lugar de surgimiento y despliegue de la vida que nosotros somos.
- La vida es multiplicidad y movimiento. Dentro de la realidad cósmica, entre las casi infinitas galaxias, al interior de la Vía Láctea, como planeta peculiar de nuestras estrella-sol, ha surgido y nos sostiene este globo del mundo, que llamamos tierra y que constituye nuestra casa (en griego oikos, de donde viene eco-logía, igual que eco-nomíaetc). Por eso, más que de una globalización cósmica, en la que apenas somos capaces de influir (al menos por ahora), podemos y debemos hablar de una globalización ecológica, que se expresa en el cuidado por el “globo” tierra, madre de la que hemos nacido y casa en la que habitamos los humanos[1]
- En un sentido, los hombres somos un riesgo para la de vida del planeta tierra, pues podemos contribuir a su degeneración y a su muerte. Actualmente, tras los grandes descubrimientos geográficos, culminados en el siglo XVI, sabemos que nuestro mundo es limitado, un pequeño planeta habitable girando en un sistema más extenso de soles y galaxias, donde quizá existen otros seres razonables, con los que por ventura algún día podríamos comunicarnos. Pero el problema en este momento no lo plantean los posibles seres de otras galaxias, sino que lo planteamos nosotros mismos, los hombres, introduciendo en el planeta tierra unos gérmenes acelerados de muerte. En ese sentido, el surgimiento del hombre en el planeta tierra ha sido un elemento de maldición, una aceleración de la muerte, a no ser que se transforme (que transformemos por elevación/resurrección)[2].
- Pero, en otro sentido, podemos y debemos ser bendición para el planeta tierra, un camino de apertura hacia la realidad originaria, esto es, hacia Dios. Por un lado, todos los procesos de la vida de la tierra conducen a la muerte, acelerada por los otros. Pero, por otro lado, según la confesión cristiana, la presencia del hombre constituye para el mundo un principio de resurrección, esto es, de vida que supera a la muerte. Por un lado, el hombre ha introducido en la tierra su muerte. Pero, por otro lado, ha podido introducir y ha introducido un germen de transformación (vida futura) como seguiré indicando también. Parece que la vida del hombre no puede ya cambiarse (no puede evolucionar) por cambios genéticos; pero puede evolucionar/ascender de un modo virtualmente infinito a través de un cambio/elevación vital (integran) que se realiza en forma de resurrección, en una línea de transformación que Pablo comparó en 1 Cor 15 con la transformación de las plantas (suponiendo así que somos como semilla, anuncio y preparación de un tipo de humanidad distinta.
Una especie peculiar. Genoma vital y cultura
En el proceso de vida de la tierra hemos surgido nosotros, los seres humanos vivientes especiales, a través de mecanismos de evolución que estamos llegando a conocer con cierta precisión. Hemos surgido y nos hemos expandido en todo el mundo (desde hace unos cien mil años), siendo capaces de desarrollar una inteligencia racional que nos sitúa frente al mundo en su conjunto, descubriéndonos a nosotros mismos como imágenes de Dios, portadores de su Presencia.
Se viene suponiendo que la “evolución genética” en cuanto tal (por sí misma) se ha estabilizado en los hombres, de tal forma que ellos constituyen el último eslabón de una cadena evolutiva. Esto significaría que, genéticamente, ya no podremos suscitar ninguna especie nueva, sino que seguiremos existiendo en la forma genética actual, aunque las nuevas técnicas de ingeniería genética podrían llevarnos al surgimiento de nuevas divisiones intra-humanas, con unas consecuencias por ahora imprevisibles, que suelen parecernos destructoras, pues tienden a negar el valor gratuito de la vida, suscitando forma de vida para-humana, al servicio del capital o del mercado. Sea como fuere, por ahora, en la base de nuestra globalización se encuentra ese preciso y precioso sistema genético, que llamamos el genoma humano, que nos hace una única raza, compuesta de varones y mujeres capaces de cohabitar y engendrar, dentro del gran proceso de la vida, abierta a formas distintas de multiplicidad y unidad.
- Diferencia humana. El proceso vital que se despliega y realiza por de generación-corrupción (nacimiento-muerte) y por evoluciones (mutaciones y selección genética), se había venido desplegando al parecer de un modo tranquilo, en las especies anteriores, dando los resultados que vemos (que nosotros mismos somos). Pero al llegar a los hombres ha cambiado de nivel, pues dentro de su misma evolución han venido a insertarse unos factores nuevos de individualización e inteligencia. Han entrado en crisis o se han suspendido las normas anteriores de evolución por tanteo-error, mutación y selección genética, de manera que interviene ya un nuevo elemento, que definiremos como individualidad personal.
- Multiplicidad y unidad. Portamos un mismo genoma, somos todos parientes (hermanos) y así podemos comunicarnos de un modo vital (ADN). Más aún, hemos desarrollado otros medios de comunicación verbal (de palabra) e intencional (de voluntad, trabajo), que nos definen y distinguen y que pueden expresarse de un modo positivo, en tolerancia creadora y enriquecedora. Pero esos medios pueden llevarnos también a un tipo de enfrentamiento sanguinario, que desemboque en la destrucción masiva de los hombres o en un tipo de sistema que se impone sobre todos ellos.De esa manera, la riqueza de la multiplicidad humana (que es lo más bello sorprendente que ha surgido por ahora sobre el mundo), puede convertirse en un principio de muerte, sea por violencia total (lucha de todos contra todos), por manipulación genética (los hombres podrían cambiar su fórmula de nacimiento y convertirse en otra cosa, en humanoides sin libertad) o por destrucción del espacio vital, a través de una ruptura ecológica irreversible.
No venimos de un pasado fáci. Es muy posibleque nuestra especie (sapiens-sapiens) haya exterminado y quizá devorado, en un tipo de descarga violenta y/o sacrificio sagrado, a otros homínidos de tipo menos evolucionado, como pudieron ser los neandertales. En este contexto, algunos teóricos como S. Freud y R. Girard hablan de un asesinato fundante de toda cultura. Algunos teólogos se atreven a situar en ese contexto el pecado original del ser humano, que ha nacido por azar generoso de la vida, pero que ha crecido matando a sus competidores. Sea lo que fuere, el hecho es que la existencia de los hombres en el mundo se encuentra amenazada, pero no por agentes externos (otros vivientes terrestres o extraterrestres), sino por ellos mismos. Podemos matarnos unos a otros, destruir la vida del planeta
Grandeza y riesgo del hombre. Ante un posible suicidio universal. La vida es hermosa, exuberante: ha suscitado una abundancia casi ilimitada de especies vegetales y animales que pueblan el planeta. Pero, al mismo tiempo, ella es elitista e intolerante: miles o millones de especies han desaparecida, porque no se han adaptado o han perdido su oportunidad en el combate de la evolución. En ese plano podemos y debemos afirmar con Nietzsche que la vida no tiene “moral”, ella se eleva por encima del bien y del mal, parece movida por una inmensa “voluntad de poder”, que le hace deslizarse de un modo incesante, sin cansarse jamás, sin cesar en su empeño de seguir existiendo
Sobre esa base cósmica y vital han surgido los hombres, como seres capaces de una más alta tolerancia: distendidos, abiertos a la Presencia (presencia de lo divino, presencia o cara a cara de unos con otros), capaces de dialogar entre sí y adaptarse, a través de la técnica, a las más diversas circunstancias del entorno vital (climas, trabajos, alimentos etc.). Pues bien, por una paradoja que marca su historia, muchos hombres y grupos humanos han tendido a volverse intolerantes y violentos. En lugar de dialogar entre sí, muchos se han enfrentado desde el principio, convirtiendo su historia en proceso de lucha y opresión. En vez de humanizar el entorno, muchos se han vuelto depredadores del entorno vital. Este doble riesgo (lucha mutua y destrucción ecológica) define, en gran medida, la presencia del hombre sobre el mundo[3].
Hemos interpretado el cosmos y el proceso de la vida desde una perspectiva antrópica, como si el conjunto de la realidad y, de un modo especial el despliegue de la evolución de las especies, hubiera tenido un sentido unitario, que desemboca en el hombre (en la línea de Gen 1, 28-29). Esta perspectiva nos parece en principio positiva, pero ante ella se plantean una serie de cuestiones y preguntas que estarán en el fondo de todo lo que sigue. Ciertamente, las formas de existencia del mundo se encuentran de algún modo al servicio del hombre. Pero eso no significa que ellas deban someterse a los intereses comerciales, de producción y consumo instrumental, pues existen otras formas de servicio y comunicación que son muy importantes: la búsqueda intelectual, relación amorosa, el gozo estético...
Un ser especial: sabe que nace, sabe que muere. En este contexto definimos al hombre como ser natal y mortal: es el único viviente que sabe que ha nacido, el único que sabe que muere. Mirada en perspectiva cósmica, la muerte biológica forma parte del despliegue de la vida, pues en la cadena alimenticia unos vivientes se sustentan de otros y los nuevos individuos sólo pueden subsistir si van muriendo los antiguos. En ese aspecto, los fracasados y excluidos de esa cadena alimenticia hacen un favor a los que triunfan: sólo a través del sacrificio de los individuos y grupos menos aptos ha podido expandirse la evolución biológica.
Mirada en ese fondo, la muerte forma parte del proceso de expansión y globalización de una vida donde los triunfadores subsisten y avanza a costa de los derrotados y “comidos”; pero, al fin, también los triunfadores perecen, en manos de una muerte democrática que se impone sobre todos. Eso lo han sabido las diversas religiones y lo han expresado de un modo simbólico, a través del rito de los sacrificios, en los que la muerte de una víctima sirve para el despliegue de la vida.En este contexto podemos distinguir tres niveles:
- Sistema biológico: la especie vive, mueren los individuos. Los vivientes prehumanos (plantas y animales) carecen de individualidad estricta: por eso, en un sentido radical, no pueden morir, porque no han nacido, sino que forman parte del continuo de la vida. No son ni natales ni mortales, pues no son Auto-Presencia, carecen de identidad estricta, de individualidad personal. Por eso, la muerte de los individuos está al servicio del conjunto de la vida que sigue naciendo y avanzando (o rodando) sin saberse, aunque parece portadora de un Designio que ella misma ignora. Estrictamente hablando, en ese contexto no se puede hablar de unos derechos propios de los vivientes aislados, pues ellos no son capaces de derechos, pero los tienen al servicio de la vida humana (es decir, del conjunto de la Vida).
- Los hombres, en cambio, son seres personales, de manera que viven y mueren no sólo como especie, sino que saben que mueren y quieren vivir como individuos, de forma que tienen un valor absoluto, cada uno por sí mismo (aunque dentro del conjunto), pues son Auto-Presencia en relación. Por eso, la muerte es para ellos un problema o, mejor dicho, un misterio, porque cada individuo (varón o mujer) es signo personal de la Presencia, una ventana nueva y única de absoluto. Eso significa que cada hombre es un absoluto y su muerte es destrucción estricta, a no ser que se vea como un camino abierto hacia un tipo de vida más alta, como afirman o postulan las diversas religiones.
- El sistema tiende a ignorar a los individuos humanos. En contra de ese impulso de vida de las religiones, que quieren respetar el valor de cada ser humano (como ser de Presencia), el sistema económico-político de la modernidad tiende a vincular a todos los hombres a través de un aparato de producción y consumo que posibilita la abundancia de muchos, pero que conduce de hecho a la opresión de otros muchos más (marginados y excluidos) y a la deshumanización de todos. El sistema tiende a utilizar a los hombres como tales, poniendo en su lugar un tipo de «espíritu objetivo» que se identifica con una forma de producción y progreso separado de la vida.
De esa manera, el triunfo del sistema, con su dinámica productora y consumidora, conduce al sometimiento y muerte de los hombres concretos a quienes pone a su servicio. De esa forma triunfa y se expande extendiendo por doquier su muerte, esto es, impidiendo que los individuos puedan desarrollar una existencia valiosa, por sí misma. De esa manera, el sistema viene a presentarse como un ídolo, un Dios falso que sacrifica a los individuos para su provecho, destruyendo el mismo entorno vital o poniéndolo al servicio de los intereses de los privilegiados, no del gozo y despliegue de todos.
Eugenesia, eutanasia
Parece que, en un plano, el proceso del sistema es imparable: avanzamos hacia un desarrollo cada vez mayor de las redes de racionalización económica y social, que se imponen sobre los individuos, de manera que algunos afirman que está llegando el tiempo apocalíptico de muerte anunciada desde antiguo, con la destrucción de la misma naturaleza. Pero, en otro plano, puesto al servicio de la comunicación personal de la vida, el sistema moderno, con grandes potenciales técnicos, podría convertirse en principio de gratuidad creadora para los hombres, si es que de hecho se pone al servicio de ellos.
- Eugenesia (=buen nacimiento). Los seres humanos han nacido a través de un proceso genético que forma parte de la naturaleza, y así seguirán naciendo en un plano. Pero ese proceso viene actualmente marcado por técnicas genéticas que están ofreciendo la posibilidad de regular ciertos aspectos del proceso biológico de la fecundación y de los primeros momentos despliegue del semen fecundado. Esa regulación eu-genética puede ofrecer resultados muy positivos, poniéndose al servicio de la salud y de la comunicación gratuita entre los hombres, no como un sustituto del «proceso natal», sino como una ayuda para que resulte más libre, más gozoso, más humano, pero manipulada por un capital productor y regulada por un mercado de dinero tener efectos destructores para la especie en cuanto tal, haciendo que el hombre no sea ya un ser de Presencia y de Comunicación en gratuidad (persona que nace por gracia de otras personas), sino un artefacto fabricado y dirigido desde fuera de sí mismo, comprado y vendido al servicio de otros.
- Eutanasia (=buena muerte). Lo hombres han establecido relaciones sociales apelando al poder de matar de un modo programado (ritual y socialmente) a otros humanos. Se ha dicho que hay hombre desde que hay palabra, posibilidad de comunicación personal. Pero, en otro sentido, podemos afirmar que hay hombres desde el momento en que unos individuos han podido matar y han matado a otros, de un modo simbólico, para así mantenerse ellos mismos. Ciertamente, unos hombres pueden vivir a costa de otros (matándoles para así realizarse ellos mismos), pero también pueden vivir y vivan de hecho haciendo que ellos vivan y compartiendo la vida con ellos.
También los demás vivientes nacen y se alimentan unos de otros… pero lo hacen de un modo “natural” (por su misma forma de ser, por su naturaleza). Los hombres, en cambio, pueden programar el proceso de nacimiento y de muerte Los hombres, en cambio, lo han hecho, organizando de algún modo susnacimiento y matándose “con orden” unos a otros …, pero también pueden darse la vida libremente, unos por otros y para otros, pudiendo así vivir en ellos, como decía Juan de la Cruz de manera muy precisa: “más vive el alma (hombre) donde ama que en el cuerpo donde anima” (CE 8, 3). Según eso, los hombres pueden matar a otros, para vivir así ellos, o amar a otros, viviendo así en/con ellos.
El hombre, un ser que muere, y lo sabe
Desde este fondo puede entenderse y se entiende la muerte El hombre “habita” (crea casa, existe) donde ama; no está cerrado en un cuerpo individual al que “anima”; su alma es comunión de almas por amor… o puede convertirse en infierno de muerte, viviendo así, programada mente a costa de otros, como puso de relieve el judío S. Freud al afirmar que el hombre está movido (definido) por dos principios, que son el eros (vivir en otros por amor) y el thánatos (matar a otros por egoísmo). En ese sentido se puede hablar de dos muertes (de la que habla el Apocalipsis, reinterpretando el sentido de la muerte como destrucción, que aparece en Gen 2-3: el día en que comas del árbol del conocimiento de la vida y de la muerte morirás).
- La primera muerte (biológica) se halla al servicio de la evolución vital y del proceso de la especie. En ese sentido, los hombres somos mortales por naturaleza. El proceso biológico se mantenía y se mantiene a costa de la muerte de los individuos, pero ha logrado suscitar a los hombres, como seres de libertad, sobre un planeta de vida equilibrada y hermosa, que podía interpretarse como espacio de revelación de Dios, un paraíso. Todos nacemos, vivimos y morimos en un contexto de despliegue vital, vinculados los unos con los otros.
- La segunda muerte consiste en vivir a costa de otros, es decir, matando les para poder sobresalir nosotros, de manera que así morimos nosotros mismos, destruimos los lazos de amor que nos vinculan con el conjunto de la vida. Eso significa que morimos y “se acaba”: No podemos ya vivir/resucitar en otros. Conforme a la máxima ya citada de Juan de la Cruz, los que aman viven ya en otros, han resucitado en ellos, han superado la maldición de la muerte.
Paradigma tecnocrático y crisis ecológica
Ha cambiado la forma de entender la relación del hombre con el mundo. Antes dominaba la naturaleza sobre el hombre, con los riesgos que ello suponía, pero también con sus valores, de forma que podía decirse, con B. Espinosa Deus, sive natura: Dios, esto es, la naturaleza”. Pero en los últimos siglos los hombres han tendido a poner su propia técnica o poder activo (tecno-cracia) por encima de la naturaleza.
Tres ídolos. Según eso, poder más alto real ya no lo tiene Dios (teo-cracia), ni la naturaleza (cosmo-cracia), pues vivimos como si Dios no existiera. Tampoco lo tiene del pueblo (demo-cracia), pues el pueblo sigue manejado desde fuera. El poder real lo tiene el capital monetario y el mercado, vinculados por un tipo de empresa productora de tipo tecnocrático, de forma que en esa línea podemos hablar un paradigma tecnocrático[4].
‒ El primer ídolo es la empresa tecnocrática, que produce bienes de consumo, como si el hombre viviera para fabricar cosas y consumirlas. Ciertamente, el poder productor de la empresa es bueno, al servicio de la vida. Pero la Biblia sabe que el hombre puede terminar siendo esclavo de las cosas que produce, esto es, de los ídolos que son obra de sus propias manos. En los últimos siglos, la empresa ha crecido, el hombre se ha hecho capaz de producir muchísimos bienes, que al final, si no están al servicio de su propia vida, le terminan destruyendo (o destruyendo la vida del planeta).
‒ Segundo ídolo es el capital, esto es, el dinero, convertido en signo de todo aquello que el hombre produce. En sí mismo, el capital no existe, no tiene entidad (no alimenta, no cura, no enamora…), pero el hombre lo ha creado como signo de sus posesiones y de sus producciones, convirtiéndolo en “dios” al que se somete y con el que puede hacer muchas cosas, especialmente producir y comprar y vender.
‒ Tercer ídolo es el foro-mercado, donde se compran y venden por dinero (capital) todas las cosas producidas por un tipo de poder tecnocrático, que así aparece como “dios productor” que, según iré mostrando, tiende a destruir la vida y bienes de la naturaleza.
Ya no estamos en una época cosmológica y sagrada, en la que, en principio, se creía que el orden del mundo y de la sociedad era signo directo de Dios. Hemos pasado por la modernidad y en ella hemos querido crear y hemos creado un modelo de mundo a nuestra imagen y semejanza, como demiurgos o pequeños dioses, cumpliendo ya de un modo consecuente aquello que Eva había pretendido en el principio: hacerse dueña de las fuentes de la vida (del mundo y sus recursos, del proceso genético y de sus consecuencias).
Hemos recorrido un largo trecho, nos hemos vuelto modernos, descubriendo al final que ese intento, sin duda fascinante a la vez que irreversible de producir y dominar sobre el mundo, ha resultado peligroso: corremos el riesgo de destruirnos a nosotros mismos, de manera que al fin del camino encontramos la muerte (como había dicho Dios a los primeros hombres, si comían del árbol prohibido de la ciencia del bien y del mal: Gen 2-3).
- - En otro tiempo, girábamos en torno a la naturaleza que se elevaba ante nosotros hecha y terminada, de manera que debíamos limitarnos a conocerla, ajustándonos a sus ritmos. El hombre estaba inmerso en un mundo exterior fijo y terminado y no lo podía cambiar. Las cosas eran como eran: formaban como una "bóveda" o gran círculo perfecto donde los hombres se limitaban a residir de un modo pasivo. No podía haber ecología activa.
- - Ahora, ya no somos simples receptores que recogen con su "entendimiento paciente" la verdad del mundo externo (como se ha dicho desde Aristóteles hasta Averroes y Santo Tomás), sino que debemos transformar el mismo mundo con nuestro pensamiento (Kant) y obra (Marx). Por eso, la ecología empieza a ser una tarea de los hombres.
Los hombres son responsables de su entorno cósmico, pues la tierra y sus materias primas les pertenecen. Pero, al mismo tiempo, ellos han de seguir recordando la tierra es un don que les precede, un tesoro que desborda todas sus tareas, un regalo. No lo hemos hecho nosotros, no nos pertenece, sino que nos precede y fundamenta, con su bondad y sus riesgos. Esta postura va en contra de una interpretación gnóstica de la religión, que interpreta el mundo como cárcel donde nos encadenaron (Platón), como valle de lágrimas o de sufrimiento (como dice una sentencia medieval cristiana),ni es apariencia o maya sin realidad (ciertas formas de hinduismo).
Conforme a la Biblia, el mundo que es bueno en sí, como expresión de Dios y lugar de riesgo y belleza que debemos aceptar, respetar y mejorar al servicio de la vida del conjunto de la humanidad. En ese sentido, la ecología concibe el mundo como oikoso casa para los hombres; no se ocupa del mundo "en sí", sino en cuanto es bueno para aquellos que lo miran (Dios, los hombres). Nosotros somos, por tanto, el sujeto del mundo.
‒ El sistema tecnocrático actualmente dominante no conoce a Dios, ni respeta al mundo, ni valora como “infinita” la vida humana, sino que todo lo convierte en objeto de fabricación y mercado, al servicio del capital. Por eso, los perdedores (especies extinguidas, pueblos e individuos marginados...) parecen quedar fuera del cuidado de Dios. Ellos serían el "precio" que debe pagar el progreso, como un residuo necesario que se expulsa, para que el conjunto esté limpio. En esta línea se establecería una ecología de los triunfadores, es decir, la negación de una ecología “divina”, al servicio de los hombres. En contra de eso, la preocupación ecológica, al servicio de la vida humana tiene que oponerse a un paradigma tecnocrático de tipo capitalista y mercantil, como si solo valieran las cosas que pueden fabricarse, comprarse y venderse, al servicio de los dueños del capital
Cinco bombas, cinco riesgos de muerte.
Antes no podíamos, no sabíamos, no teníamos la posibilidad de realizar un suicidio cósmico. Ahora la tenemos. Hemos penetrado en eso que algunos han llamado el “pensamiento de Dios”, pero no para decir “hágase” y crear la belleza y potencia de los diversos elementos de la tierra (como hemos visto en Gen 1), sino para suscitar un tipo de dominio social y material que puede conducirnos a la destrucción. No sabemos si podría haber un “día después”, no sabemos si la vida podría empezar de nuevo su ciclo, hasta llegar al pensamiento (en este planeta o en otros). Pero nuestra historia concreta habría terminado.
- Bomba atómica, riesgo de muerte cósmica en la línea de Gen 2-4: “El día en que comas del fruto del árbol del conocimiento del bien-mal, ese día, morirás”. El día en que intentemos explorar las posibilidades de nuestro conocimiento, aplicándolos a la estructura atómica de la realidad, ese día, pereceremos. Vivimos, según eso, duda, en un mundo amenazado. La sabiduría de la naturaleza nos ha mantenido hasta el momento actual. No sabemos si la sabiduría de nuestra cultura podrá mantenernos en el futuro, a no ser que cambiemos de un modo cualitativo.
- Bomba biológica Riesgo antropológico. Hasta ahora, el proceso de la evolución biológica se había venido desplegando por sí mismo, como si una fuerza interior (que podemos llamar divina) fuera guiando las mutaciones genéticas, externamente expresadas a través de unos procesos de azar y necesidad. Pues bien, ahora hemos descubierto que podemos penetrar con nuestra ciencia en el interior de esos procesos, suscitando mutaciones, seleccionando cambios genéticos e influyendo no sólo en el despliegue de la vida vegetal y animal (creando transgénicos y clonando animales), sino en la vida humana, con las posibilidades y riesgos que ello implica.
- Bomba social, gran enfrentamiento. Junto al terror atómico y el control genético, puede estallar la bomba de un enfrentamiento social generalizado. Los privilegiados del sistema se defienden diciendo que el terror sólo se puede atajar con métodos de fuerza: más policías, más cárceles, mas seguridades exteriores. Pero de ese modo no se resuelve el problema, sino que se ensancha y profundiza. La humanidad sólo puede surgir y mantenerse en condiciones de libertad. Si el control del sistema se hiciera absoluto cesaría el terrorismo de los marginales, pero acabaría con ello la libertad y vida humana de todos los hombres y mujeres de la tierra.
- Bomba ecológica. Matar la vida del Planeta. Ésta es la bomba propiamente ecológica. Hasta ahora la tierra ha subido en el nivel de la vida hasta llegar a la conciencia y libertad humana. Una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia. Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica.No podemos romper a cañonazos la "bóveda" del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearlacon emisiones de gases que producen un efecto de cubierta de invernadero, que no sólo calientan la atmósfera, sino que la “polucionan”, de forma creciente, convirtiéndola en un espacio irrespirable, de manera que si seguimos así llegará el día en que no podamos respirar, de manera que la tierra se convertirá en un infierno...
- Bomba personal. Suicidio, cansancio de la vida. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? (cf. Mt 16, 26). Ésta palabra ha de entenderse no sólo en un sentido religioso trascendente, sino en un sentido vital muy concreto. Podemos tener casi todo, y perder el gusto por la vida, no sólo por los valores afectivos, sino por los valores artísticos y vitales, por el agua, por el viento, por la naturaleza, en el sentido del Cántico de las Creaturas del Hermano Francisco. El riesgo mayor de este mundo es ya el cansancio de la vida, que se muestra en la necesidad de fármacos y drogas que se consumen, en la cantidad de suicidios que se cometen.
No se trata de dominar técnicamente sobre el mundo, sino de aprender a gozar de su belleza, reconociendo día a día el valor de la vida y bendiciendo a Dios por ella. Dios está presente y actúa en el despliegue y en la vida concreta de los hombres, que se mantienen no sólo por deseo biológico y por otras razones de tipo material o familiar, sino también porque ellos mismos optan, es decir, porque lo quieren, pues en realidad, en el momento actual (2024), ellos podrían negar la vida y matarse (en plano individual y social, por suicidio y destrucción de la especie).
Los hombres podríamos renunciar a vivir (suicidándoos) o a transmitir la vida (sin necesidad de renunciar al sexo), dejando que la especie humana desaparezca… Por eso, en realidad, si ellos siguen (si seguimos) transmitiendo vida y vivimos es porque queremos. El mismo hecho de que existan padres que regalan su vida (desde la Vida de Dios) y que engendran gratuitamente, sembrando y recibiendo nuevos seres humanos, en libertad generosa y arriesgada, muestra que, en el fondo, aunque no lo digan conscientemente, ellos confían (confiamos) en el Dios de la Vida que se expande y regala por gracia.
Pues bien, si eso cambio, si los hombres y mujeres pierden el gozo de vivir, y sólo se mantienen de un modo “artificial”, apegándose a cosas, queriendo sólo disfrutar con ellas, apoderarse de todo por la fuerza, terminarán optando por la muerte (suicidándose directo o indirecto). El Dios bíblico quiere la vida de los hombres. Pero, si nos empeñamos, por egoísmo y violencia, nosotros, los “poderosos” del mundo, por ansia de dominio y deseo de poder, podemos destruirla, matándonos a nosotros mismos, como sabía la Biblia.
Convivir con el riesgo. El desafío de la vida.
En este contexto se ha iniciado una etapa nueva dentro de la historia: por vez primera, la humanidad en su conjunto puede destruirse a sí misma (en el plano cósmico, personal y social) o puede optar por la vida, de un modo consciente. Eso significa que ya no son suficientes un tipo de respuestas antiguas. No podemos trazar unos caminos de futuro con ideas y técnicas sociales que habían servido en la modernidad, pero que nos han llevado a la situación actual. Con el tipo de ciencia y de política, con la forma de educación de los siglos anteriores, tal como ha culminado en el sistema capitalista, corremos el riesgo de destruirnos.
Por eso, muchos hombres y mujeres han empezado a pensar que la humanidad no tiene futuro. Ella estaría situada ante unos retos que resulta incapaz de resolver con las formas de pensar y actuar que hasta ahora se han seguido. Eso significa que tenemos que poner en marcha formas modelos de renuncia y creatividad discursiva y social, con la ayuda de antiguas tradiciones religiosas.
‒ Renuncia, un principio de pobreza. La modernidad nos ha dicho "atrévete" (Kant) y nos hemos atrevido, hemos explorado, hemos creado formas nuevas de ciencia y de economía, que de hecho se han puesto al servicio de los triunfadores del sistema. Pero ahora descubrimos que no podemos explorar todas nuestras posibilidades desde una perspectiva racional, buscando siempre nuestro provecho particular, absolutizando nuestra forma de pensar. En el día en que queramos comer la “manzana del bien y del mal”, haciéndonos dueños de la realidad terminaremos matándonos todos. Ahora debemos añadir: Atrévete a renunciar, Si no renunciamos a un tipo de violencia atómica, de manipulación genética y de enfrentamiento social (vinculado al sistema capitalista y al imperio con las grandes naciones-estado que lo rodean) acabaremos matándonos todos.
‒ Fraternidad, el gozo del encuentro con otros. Hemos empleado hasta ahora un tipo de racionalidad dominadora e instrumental, convirtiendo las cosas en utensilios a nuestro servicio. Ahora descubrimos que esa actitud no basta y que es muy peligrosa... Si cada uno de nosotros, cada uno de los pueblos y grupos humanos, busca únicamente su triunfo y razón, el despliegue de su propia verdad particular, acabaremos matándonos todos. Necesitamos un tipo de sabiduría nueva, más allá de los juicios antiguos del bien y del mal, de los discursos absolutos; una sabiduría que no sea de dominio, de poder y violencia sobre los demás, sino de riqueza gozosa y de diálogo, de pluralidad y encuentro mutuo, en la línea de lo que ha sido el despliegue múltiple del mundo. Sólo así, en pobreza (renuncia personal) puede cultivarse el máximo don del encuentro con los demás, de manera que Dios (la vida) nos dará de nuevo hermanos, en vez de competidores y enemigos como ahora,
‒ Aportación tradiciones religiosas. Pensamos que en esta búsqueda nueva nos pueden servir los modelos religiosos antiguos, pero no tomados al pie de la letra, sino desde su mensaje más profundo. Los hombres de las grandes tradiciones religiosas y culturales, no sólo en el contexto judeo-cristiano o musulmán, sino también en otros contextos, han explorado caminos de vida que resultan muy valiosos. Por eso, la humanidad actual se encuentra ante unos retos nuevos, pero no está totalmente desamparada o desprovista de recursos, pues las religiones, entre ellas de la Israel han descubierto y ofrecido proféticamente unas líneas de apertura y solución, que nos permitirán vivir sobre la tierra, si es que escuchamos su voz y la actualizamos.
Nosotros, hombres y mujeres que hemos pasado por el trance de la modernidad, sabemos ya una forma de razón que algunos han llamado cartesiana (de espíritu geométrico y dominio sobre el mundo), si le falta la finura del amor (Pascal), puede llevarnos a la destrucción en los tres planos indicados (cósmico, genético y social). Por eso debemos trascenderla, buscando un pensamiento más hondo y gozoso, que nos permita mantener la propia vida y desarrollarla con belleza y gratuidad, superando el nivel de la racionalidad posesiva, centrada en el poder y el disfrute de medios materiales. Nos situamos así ante la pregunta y reto de nuestra creatividad: ¿Seremos capaces de asumir nuestras potencialidades más hondas en línea afirmativa, para ofrecer un presente mejor a los pobres del mundo y un futuro mejor a todos los hombres y mujeres del futuro? Este no es un tema de política económica, sino de humanidad, de gozo vital y utopía.
Vivimos inmersos, según eso, en un riesgo de muerte universal. Ciertamente, la falta de organización y planificación en un nivel económico-administrativo es mala, pues impide que los hombres desarrollen los recursos de la tierra, viviendo esclavizados de algún modo por ella. Pero el triunfo perfecto del sistema sería igualmente negativo, pues destruye (o devalúa) las fuentes de la vida personal, haciendo así imposible que los hombres puedan relacionarse en libertad, como individuos responsables, en amor afectivo, en gozo personal, en búsqueda de vida. Por eso, la ecología resulta inseparable del deseo y gozo de la vida, vinculado a la justicia.
El principio de la ecología. Impulso para vivir, crear la nueva tierra. Somos más que un puro proceso cósmico, pero llevamos por doquier sus huellas, hechas de enfrentamiento cósmico y de fragilidad vital. Como el budismo ha destacado, nacemos de manera dolorosa y en dolor morimos, sin saber por qué. Más aún, en el camino que va de nacimiento a muerte, la vida humana es inmensamente frágil: son millones los que nacen enfermos, amenazados por enfermedades, malformados, en la gran ruleta de un proceso vital que parece abandonarnos a la propia suerte. La vida pareceindiferente ante los bienes y los males, como ha destacado el libro bíblico del Eclesiastés o Qohelet. Esnormal que muchos hombres y mujeres se declaren ateos y se sientan fracasados en la vida, de manera que prefieren rechazarla, exilándose interiormente y buscando un tipo de refugio superior (nirvana) más allá de los deseos (en la línea de un tipo de budismo). Pues bien, conforme a todos lo anterior, pensamos que sólo puede haber futuro para el hombre allí donde los hombres lo desean, deseando vivir y gozando al hacerlo.
Debemos insistir en la vida, no en las cosas
Ciertamente, el sistema del poder tecnocrático, con la ayuda del capital racionalizado y del libre mercado de los poderosos ha conseguido resultados espectaculares, a los que no podemos ni debemos renunciar: es capaz de prevenir malformaciones infantiles y curar enfermedades; puede organizar la economía de tal forma que existan medios de consumo suficientes para todos, corrigiendo así muchas amenazas de la naturaleza (sequías, tormentas etc.); nos ofrece unos medios de comunicación rápidos y eficaces, que pueden facilitar en encuentro entre personas...
Pero, en otro sentido, este sistema corre el riesgo de encerrarnos en una red de relaciones impersonales, al servicio de sí mismo, consumiendo y destruyendo al mismo tiempo las fuentes y recursos naturales de la vida. Por eso, es necesario que mantengamos la humanidad por encima del sistema, creando unas condiciones de vida en gratuidad y diálogo que nos permitan desplegar de una manera gratuita la existencia, para compartirla con otros y ofrecerla así a las próximas generaciones. No queremos ni podemos negar en modo alguno la ciencia, ni rechazar las conquistas de la modernidad, pero debemos superar el riesgo que ellas han supuesto, poniendo ciencia y técnica al servicio de la vida, invirtiendo así los principios del sistema:
- Un sistema de poder tecnocrático mata ya en vida a los excluidos, porque no le importan las personas en cuanto tales, sino sólo su propio despliegue y desarrollo. No tolera que existan a su lado individuos autónomos, ni que puedan desarrollarse las personas en cuanto tales. De esa forma mata (excluye) a los que son distintos. Ciertamente, puede tolerar a algunos disidentes, pero sólo en la medida en que ellos no ponen en peligro sus intereses. Por eso es injusto. Sólo superando esa injusticia del sistema actual tiene sentido la auténtica experiencia ecológica, la vida del hombre en el mundo.
El sistema acaba destruyendo las fuentes de la vida del planeta, poniéndolas al servicio de sus propios intereses. Quiere construir una torre de Babel manipulando la vida, de tal forma que al fin acabará por destruirla, si es que no logramos parar su marcha loca, poniendo el progreso de la ciencia al servicio de la vida humana, como quiso el Dios del Génesis.
NOTAS
[1] Se puede hablar de la tierra como globo, pero no de las galaxias, que forman quizá procesos ondulatorios, en forma de espiral. Por otra parte, desde una perspectiva física sólo podemos hablar de un cosmos donde espacio-tiempo se vinculan, en relación interior, como indicaban las leyes de Einstein. Desde una perspectiva física sólo podemos hablar de aquello que está relacionado, formando un conjunto, como evocaba bellamente S. W. Hawking, diciendo que si pudiéramos trazar una teoría completa del cosmos “conoceríamos el pensamiento de Dios” (Historia del Tiempo, Crítica, Barcelona 1989, 224).
[2] Pero, de hecho, hoy no nos comunicamos con posibles seres racionales de otras dimensiones o sistemas estelares (semejantes a los ángeles de las religiones), ni posiblemente lo hagamos en un futuro próximo, con métodos científicos, de manera que, de hecho, dentro de los tiempos previsibles, no tenemos más lugar de habitación que nuestra tierra, con pequeñas excursiones al entorno que forman planetas del sistema solar.
[3] Este no es un problema de pura teoría, sino de vida y muerte: o encontramos la forma de superar la dialéctica de violencia de la naturaleza, dialogando al servicio de la vida, desde una perspectiva de gratuidad y tolerancia, corremos el riesgo de destruirnos, destruyendo la misma vida de la tierra.
[4] Francis Bacon elaboró una valiosa “teoría de los ídolos” (Novum organum scientiarum, 1620), distinguiendo tres tipos básicos (idola tribu, idola specus, idola fori: de la tribu social, de la caverna platónica y del oro o mercado), que de algún modo responden a los que aquí presentamo.