Dios o el dinero. El hambre, la 1ª de cinco bombas de relojería

Nos hallamos antes la gran encrucijada, que la Biblia había colcado al principio del camino de la humanidad: «Hoy pongo ante ti la vida y la muerte, el bien y el mal, escoge bien y vivirás, pues de lo contrario acabarás cayendo en manos de tu misma muerte» (cf. Dt 30, 15-16).

Ésta es la encrucijada y elección que había puesto ya Gen 2-3 ante la puerta de paraíso: Podíamos vivir todos, compartiendo los frutos de la tierra, en fraternidad... pero el día el que quisiéramos hacernos ricos a costa de los pobres, comiendo de un modo egoísta sus frutos, condenándolos a morir de hambre, ese mismo día moriríamos nosotros.

Ésta es la primera de las bombas de relojería de la humanidad, que Dios ha llamado a la vida, pero que puede ella misma condenarse a morir. Esta es la bomba del hambre, dibujada por Pawel Kuczynski (imagen 1), a la que seguirán otras cuatro, derivadas todas del hambre de unos y de la prepotencia de otros: La bomba atómica/militar, la genética, la vital, la ecológica...

La primera es, como digo, la del hambre, que parece bomba de los pobres (como si ellos fueran los culpables), pero en sentido estricto no es bomba de los pobres, sino de los ricos que (según el evangelio: Mt 25,31-46), al condenar a muerte a los pobres de hambre se condenan ellos mismos a la inhumanidad, a un tipo de "fuego de muerte", entendida simbólicamente como infierno.

La misma humanidad es, según eso, una BOMBA DE RELOJERÍA, una humanidad a la que Dios ha dado el poder de vivir en amor , pero que al cerrarse en sí misma adorando al Dios-Mammón que es la riqueza de algunos (cf. Mt 6, 24) se condena a sí misma a la muerte.

Con ese convencimiento he escrito el libro de la imagen 2: Dios o el dinero.Dios noa ha puesto ante una elección que no puramente espiritualista (referida sólo al alma), sino una opción vital de la que dependía y depende nuestra misma vida total.

Sólo ahora sabemos plenamente lo que esa oración significaba, pues nos hallamos ante el riesgo de un gran suicidio individual y colectivo, de manera que, si no logramos asumir nuestra tarea y realizar la buena opción, podemos acabar errando sin sentido, en un mundo sin luces ni señales de futuro, para dejarnos morir o destruirnos unos a los otros en guerra sin fin, bajo el poder de una Bomba que aniquila toda forma de existencia.

Por eso he querido unir las dos imágenes... La de la bomba de los pobres de Pawel Kuczynski y la del título de mi libro, tomado de Mt 6, 24: No podéis servir a Dios y al dinero.

Ha llegado el momento de una decisión radical, pues podremos tener un futuro y morar sobre el mundo si sabemos que la Vida merece la pena, pero que sólo puede vivirse en gratuidad y comunión, pues de lo contrario, viviendo a costa de los pobres, terminamos destruyéndonos a nosotros mismos.

Está en juego nuestra supervivencia como especie... y no tenemos muchísimo tiempo por delante, como muestra el reloj de la bomba... Nos hallamos en la última hora de la historia, como supo y dijo Jesús, al afirmar que todo se decidiría en ultima generación.


Primera bomba, el hambre.

El hambre mata a miles de personas cada día, especialmente a niños (se suele decir que unos 40.000 al día, de un modo directo o indirecto). Pero el hambre no mata sólo a los hambrientos (cosa que sería suficiente para superarla, por honestidad, por solidaridad...). El hambre es una bomba de relojería que matará a la población entera de la tierra, si no hacemos un esfuerza espiritual y social, económico y cultural de superarla, como ha visto y dibujado el gran viñetista polaco Pawel Kuczynski (nacido en Szczecin, el año 1975), que vincula el arte con la crítica social.

Así lo muestra la viñeta con la que he querido iniciar esta postal. Unos pobres en círculo forman una bomba de relojería que explorará dentro de muy poco tiempo, si no lo remediamos. No son pobres convertidos en guerrilleros, dispuestos a que suene la hora de la gran revolución, conforme al lema marxista, que podría sonar así: Pobres (proletarios) del mundo uníos.... Los pobres están unidos ya por sí, por el hambre, por la vergüenza, por la falta de divinidad... No tienen ya ni cuerpo (su cuerpo es una bomba, que une a todos por abajo), sino sólo un rostro sufriente que interroga, con una mano extendida, como gorra que pide, por "amor de Dios" (son pordioseros...).

En un sentido, la bomba son ellos, pero en otro más duro y profunda... la bomba son los ricos, un mundo al que le sobra todo... menos humanidad. La paradoja de la imagen (tomada del gran juicio de Mt 25, 31-46) no es que los pobres maten con su bomba a los ricos..., sino que son los ricos los que estallarán por dentro y perderán su humanidad al no ayudar a los pobres.

Imágenes. Menos la de mi libro, son todas de Pawel Kuczinsky, a quien desde aquí quiero rendir el homenaje de mi admiración. Cf. https://www.enkil.org/2014/01/02/pawel-kuczynski-arte-y-critica-social/).


LAS CUATRO SIGUIENTES BOMBAS...


‒ Segunda bomba: guerra universal, bomba atómica.


En otro tiempo, la violencia parecía limitada y parcial (pues unos grupos sociales estaban separados de los otros), de manera que resultaba difícil (casi imposible) que todos los hombres pudieran destruirse. Ahora podemos hacerlo, pues formamos un único mundo, con un potencial de destrucción casi ilimitado (bomba atómica). Han sido necesarios muchos milenios para nuestro surgimiento; pero somos capaces de matarnos en pocas horas o días, si algunos (dueños de la bomba), lo deciden, y si otros (todos) nos vemos envueltos en una espiral de violencia creciente, excitada por el miedo multiplicado y la venganza reactiva. Dios nos ha creado; pero nosotros podemos rechazar su obra y matarnos, en una especie de muerte global.

En este momento, sólo podemos sobrevivir si lo queremos (nos queremos) y si pactamos en justicia y amor (si dialogamos, nos respetamos), superando el riesgo de la pura opresión político-militar, cultual y económica, es decir, si buscamos formas de administración «humana» al servicio de la humanidad, oponiéndonos al terrorismo de los poderes globales y a la posible respuesta reactiva de grupos marginados. En esa línea debemos ponernos al servicio de los excluidos, y con ellos al servicio de la vida de todos. El hecho de que optemos por la vida (defendiendo a las víctimas) y lo hagamos en libertad es signo de que el fondo creemos en Dios, pues en él vivimos (Hch 17, 28) y él es el Dios que garantiza la vida de los pobres y expulsados (Mt 25, 31-46).


‒ Tercera bomba, transmutación genética.

La ciencia ha puesto en manos de los hombres unas posibilidades insospechadas de manipulación e influjo genético y educativo, que parecen capaces de cambiar nuestra forma de concepción y nacimiento, rompiendo la línea de las generaciones, es decir, de los padres que transmiten su herencia de vida a los hijos. Ciertamente, la ayuda de la ciencia es buena, de manera que podría comenzar en nuestro tiempo una etapa fecunda de paternidad más responsable y consciente, para que así pudiéramos engendrar a los hijos (hombres) del futuro con más garantías de amor. Pero un tipo de ciencia instrumental, manejada por élites de poder sin conciencia, podría fabricar humanoides en serie, un tipo de híbridos humanos, no ya parcialmente condicionados, sino manejados, dirigidos, controlados desde fuera, como instrumentos al servicio de sus amos.

Si rompiéramos la cadena gratuita de transmisión de la vida (que se expresa por el amor de padres a hijos), fabricando humanoides sin vinculación personal (sin libertad asumida y compartida), nos negaríamos a nosotros mismos y destruiríamos nuestra historia (¡en Dios nos movemos! Hch 17, 28), poniendo en riesgo nuestra identidad como signo y presencia de Dios. Una vida que no fuera transmitida de forma personal, directa, a través de unos padres, dejaría de ser humana, en el sentido actual. Sería vida sin libertad, de humanoides convertidos en máquinas al servicio del sistema dominante.

Podría surgir quizá una especie distinta de vivientes post-humanos, pero si no tuvieron libertad, si fueran producidos, no creados por amor de otras personas, no serán humanos, hijos de Dios. No se trata de negar la ciencia (los avances de la biología y la genética), sino de ponerla al servicio de la transmisión humana de la vida, en amor y libertad, es decir, de un modo gratuito, empezando por los más pobres.

‒ Cuarta bomba, angustia o cansancio vital.


Hasta ahora hemos vivido porque nos gustaba hacerlo, a pesar de todos los riesgos, porque en el fondo de la aventura humana (engendrar y convivir) habíamos hallado un estímulo, un placer, vinculado al mismo Dios, a quien llamábamos creador de vida. Habíamos avanzado (caminado) sobre el mundo por gozo y deseo, porque la vida era un don y una aventura, un regalo sorprendente que agradecíamos a Dios.

De esa forma hemos podido superar muchas crisis y amenazas a lo largo de una historia inmensamente conflictiva. Pero muchos sienten ya que no merece la pena, que esta vida no es regalo sino carga, que es tragedia y riesgo no gozo, de manera que se niegan a engendrar nuevos seres humanos, promoviendo así un tercer tipo de suicidio, por falta de deseo y por cansancio de una vida que parece sin base ni futuro ni sentido sobre el mundo.

Quinta bomba, matar el Planeta

Ésta es la bomba que llamo ecológica. Hasta ahora la tierra ha subido en el nivel de la vida hasta llegar a la conciencia y libertad humana. Una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia.

Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica. Éstos son algunos de los signos de la destrucción ecológica, que ha sido evocados en el relato del diluvio, del que he tratado hace dos días (Gen 6-8) pero también, y de un modo más intenso, en el Apocalipsis. Hoy podemos encender (quizá estamos encendiendo la mecha de esa bomba):

-- aumenta la chatarra volante de la atmósfera, dando vueltas a la tierra a velocidades inmensas... Si seguimos aumentado ese gran basurero de la "nube de deshechos" de planetas podrá llegar un día (algunos dicen que será el 2056) en que se producirá un gran estallido mortal en la alta atmósfera.

-- no podemos romper a cañonazos la "bóveda" del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearla con emisiones de gases de invernadero, que convertirán la tierra en un infierno...

-- no podemos secar todas las aguas de los mares, pero podemos envenenarlos los residuos tóxicos de todo tipo, de manera que al fin será imposible la vida en el planeta...

El Dios bíblico quiere la vida de los hombres. Pero, si nos empeñamos, por egoísmo y violencia, podemos destruir la vida del planeta, conforme a la frase tantas veces repetida:
“Après moi (après nous...) le déluge”. Después de mí... que venga el diluvio, en sentido más real de la palabra. "Comamos y bebamos"... aunque mañana pueda morir el planeta.

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