Dom 24 06 12. Juan Bautista: Dos mujeres y un profeta

Es fecha de fuegos, fiesta del sol, recuerdo del último profeta de Dios, a quien los cristianos veneran como precursor y maestro de Jesús.
No sabemos si Juan estaba casado, aunque la tradición le hace soltero. Lo cierto es que (según Marcos) murió por culpa-envidia de dos malas mujeres (madres e hija) y por complicidad de un rey cobarde.
Ésta es una de las historias más impresionantes de la literatura mundial, pintada por artistas, dramatizada por poetas: El Baile de Salomé, la cabeza del profeta en la bandeja, amores turbios, turbia vida... de mujeres y hombres
Muchas veces he hablado en este blog de Juan, de su doctrina y bautismo, en relación con Jesús y con el principio de la Iglesia. Esta vez me limito a presentar algunos elementos vinculados con la historia de su muerte, tal como ha sido recordada por Flavio Josefo y por los evangelios cristianos, tal como la he narrado en mi Evangelio de Marcos
El mensaje de Juan evoca la certeza de que este mundo (esta economía, esta política) no tienen remedio posible.
Humanamente hablando, visto lo visto, desde la perspectiva de los grandes poderes reinantes (dinero, violencia imperial), este mundo será destruido. No nos hagamos ilusiones, viene la Gran Ira.
Aquí he recogido ideas del mensaje de Juan y de la manera de entender su muerte, en un mundo convulso, como el nuestro, donde se mezclan intereses sociales, políticos, económicos... desde la perspectiva de un rey cobarde y de dos mujeres "malas", partiendo de mi El Evangelio de Marcos, recién aparecido (VD, Estella 2012).
Ésta es la historia de uno de los amores/odios más turbios que se recuerdan en nuestra cultura. La niña Salomé (mandada por su madre Herodías) baila ante el rey parar conseguir la cabeza del bautista, en gesto de amor-odio morboso y cruel que recoge la imagen inicial, y la que ponga más abajo.

Me gustaría contaros cosas más hermosas este día, al comienzo de verano en el hemisferio norte,la Noche de San Juan. Pero he querido recordar esta historia, de envidia y de muerte, no de amor, que el gran sociólogo R. Girard ha interpretado como una especie de compendio de la historia de occidente. Historia de injusticias económicas y guerras, historia de guerras, con un profeta asesinado por incapacidad del rey (que, por otra parte, le ama, como cuenta la historia anterior)... por envidia y maldad de dos mujeres.
De mujeres buenas (y de otras posiblemente malas) he tratado ayer, en relación con los obispos. Estas mujeres de hoy, madre e hija, mala la madre, mala la hija (p-tísimo el rey) no son ejemplares. Sin duda, en la vida de Juan hubo también mujeres buenas, pero la historia de Marcos recuerda las malas.
Buen día a todos, buen verano a los del Norte, buen invierno a los del sur.
6, 17-28. Muerte de Juan Bautista. Texto.
(a. Introducción) Mc. 17 Y es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había condenado metiéndolo en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien él se había casado. 18 Pues Juan le decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
(b. Trama) 19 Herodías detestaba a Juan y quería matarlo, pero no podía, 20 porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo y lo protegía; hacía muchas cosas oyéndole a él y lo escuchaba con gusto. 21 La oportunidad se presentó cuando Herodes, en su cumpleaños, ofrecía un banquete a sus magnates, a los generales y a los príncipes de Galilea. 22 Y entró su hija Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a los comensales. El rey dijo entonces a la niña: Pídeme lo que quieras y te lo daré.23 Y le juró una y otra vez: Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.24 Ella salió y preguntó a su madre: ¿Qué le pido? Su madre le contestó: La cabeza de Juan el Bautista.25 Ella entró en seguida a toda prisa adonde estaba el rey y le hizo esta petición: Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
(c. Desenlace) 26 El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los comensales no quiso desairarla. 27 Sin más dilación envió a un guardia con la orden de traer la cabeza de Juan. Este fue, le cortó la cabeza en la cárcel, 28 la trajo en una bandeja y se la entregó a la niña y la niña se la dio a su madre.
Sobre el juicio y decapitación del Bautista ha escrito Marcos un relato ejemplar donde los elementos históricos, expuestos en otra perspectiva por Flavio Josefo, han sido interpretados en clave de disputa familiar y de venganza de Herodías, esposa disputada y criticada por Juan, que utiliza el “encanto” de su misma hija (niña) para conseguir lo que ella quiere y que no logra por sí misma (hacer que Herodes mate a su acusador, Juan Bautista). Antes de comentar el relato de Marcos recordaré el de Flavio Josefo, que interpreta a Juan como maestro de moral, pero asesinado por Herodes, que tenía miedo de su influjo político:
Juan, de sobrenombre Bautista... era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse..., dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión... Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella. (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).
Josefo ha querido presentar a Juan como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos, predicador de virtud (cada uno ha de cumplir la ley y contentarse con lo suyo), como supone de manera convergente Lc 3, 13-14. Pero así no se explica bien su juicio y muerte, porque Herodes no habría mandado ajusticiar a un simple moralista. Por otra parte, Josefo ha contado en ese contexto los «problemas matrimoniales» de Herodes, que había tomado la mujer de su medio-hermano Filipo, haciendo que Aretas, rey nabateo y padre de la esposa anterior de Herodes, le combatiera (Ant, XVIII, 106-124). Sea como fuere, Josefo sabe que Herodes vio a Juan como a un hombre peligroso para su reino y por eso le condenó a muerte. En ese contexto se entiende la poderosa “novela/parábola” con la que Marcos entiende y sitúa la muerte de Juan en la trama de las relaciones familiares y políticas de Herodes .
((He tratado del cautiverio y muerte de Juan en X Pikaza, Antropología Bíblica (BEB 80), Sígueme, Salamanca 2006, 220-227. Cf. también, desde diversas perspectivas: A. Lacoque, Subversives ou un Pentateuque de femmes, Cerf, Paris 1992, 63-98; W. Schenk, Gefangenschaft und Tod des Täufers. Erwagungen zur Chronologle und lhren Konsequenzen: NTS 29 (1983) 453-483; M. Hartmann, Der Tod Johannes' des Täufers. Eine exegetische und rezeptionsgeschichtliche Studie auf dem Hintergrund narrativer, intertextueller und kulturanthropologischer Zugänge, SBS 45, Kath. Bibelwerk, Stuttgart 2001; M.Tilly, Johannes der Täufer und die Biographie der Propheten. Die synoptische Täuferüberlieferung und das jüdische Prophetenbild zur Zeit des Täufers, BWANT 137, Kohlhammer, Stuttgart 1994. Con su habitual agudeza, R. Girard, El chivo emisario, Anagrama, Barcelona 1986, 167-196, ha destacado la trama antropológica del asesinato del Bautista)).
6, 17-18. Introducción. Personajes
17 Y es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había condenado metiéndolo en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien él se había casado. 18 Pues Juan le decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
a. Protagonistas.
Parece evidente que los detalles de ese relato han sido creados por la iglesia, utilizando elementos del libro de Ester, donde, en medio de un banquete, el Gran Rey promete a su bella favorita todo lo que pida, “incluso la mitad de mi reino” (Est 5, 3.6; 7, 2). Marcos lo ha introducido aquí, para detener por un momento la historia de Jesús y sus discípulos, y para situarla en el contexto profético de Juan, quien, como profeta del juicio de Dios, ha denunciado al rey: «¡No puedes tomar la mujer de tu hermano!» (6, 17).
La tradición bíblica sabe que sólo donde se respeta la ley (intimidad) de la familia y se resguarda la vida puede haber humanidad y justicia. Pues bien, Herodes ha roto esas leyes, empezando con el incesto, culminando en el asesinato. Donde debía colocar la justicia ha puesto la injusticia. Así lo indica el texto, centrado en tres personajes (6,17-20):
--Herodes Antipas (6, 17) estaba casado con una hija de Aretas (rey nabateo, también sometido a Roma, que, según 2 Cor 11, 32 dominaba sobre Damasco), pero en un viaje a Roma se casó con Herodías, sobrina suya, mujer de Herodes Felipe, uno de sus hermanastro, retirado en Roma (no del Felipe de Mc 8, 27, también hermanastro suyo, etnarca/rey de la zona vecina de Gaulanítide). Desde un punto de vista psicológico, se podría pensar que Antipas tiene envidia de su hermano, de manera que no le acepta, y le teme como a rival (dentro de la “saga” de los herodianos, famosos por sus intrigas y envidias). Por eso le quita lo más importante, el signo de su identidad, su esposa (6, 17). Ella, Herodías, es objeto de disputa entre los dos hermanos .
--El Bautista, profeta de Dios, debe condenar esa lucha entre hermanos (6, 18), que parece repetir la guerra originaria de los ángeles custodios, vigilantes, que violaron a las mujeres, según el mito de fondo de Gen 6 y de 1 Henoc. Quien “toma” a la mujer de su hermano destruye no sólo unidad de la familia, sino los principios de la justicia social. Se pueden discutir las leyes que Herodes había quebrado al obrar de esa manera (cf. Lev 18, 16; 20, 21), pues no todos estaban de acuerdo en su interpretación y, además, muchos rabinos aprobaron el divorcio de Herodías y justificaron el nuevo matrimonio del rey (sabiendo además que su primera esposa se había fugado, buscando el refugio de su padre, el rey nabateo, y pidiéndole que se vengara de Herodes Antipas). Pero Juan, que va más allá de esas leyes, condena el nuevo matrimonio de Antipas, porque es signo de prepotencia y lleva en sí el riesgo de la disolución social .
(( Las fechas de este conflicto, con la reacción de Aretas, rey nabateo y su victoria sobre Antipas (que parecen un poco posteriores al tiempo de Juan Bautista), nos impiden precisar con exactitud la fecha y fondo histórico de este relato de Marcos, de forma que algunos han pensado que no es más que una “ficción” teológica. De todas formas parece que en su fondo hay un núcleo histórico. Es muy probable que Juan condenara el matrimonio del rey con la que había sido mujer de su medio hermano. Sea como fuere, el “pecado” de Herodes iba más allá del nivel de una anécdota particular. Era un “pecado” que debía haberse contado con especial interés en Damasco donde Aretas, padre de la primera mujer humillada por Antipas, era bien conocido (y poderoso).
Lo que está en juego es la misma estructura de las relaciones familiares, que determinan el sentido y moralidad de la vida. Desde una perspectiva legalista se podía suponer que Herodes actuaba de forma jurídicamente correcta: habría podido anular (y había hecho anular) el matrimonio precedente, legalizando así su situación. Pero aún en ese caso su comportamiento representaba una injusticia: donde el hermano fuerte (en este caso, el rey) “roba” a la mujer de su hermano (aunque ella consienta) se rompen los principios de convivencia sobre el mundo)).
- La nueva mujer (llamada Herodías: 6,17) ha deseado este nuevo matrimonio, a pesar de que tenía (según parece) una hija (Salomé) del matrimonio anterior. Ella aparece así como cómplice de Herodes Antipas, pero no puede sentirse segura mientras su acusador, Juan Bautista (6, 19), siga vivo. No ha sido objeto de violación ni víctima de rapto. Ella ha aceptado su papel (se ha divorciado) y quiere controlar (o dominar) a su marido, pero es imposible mientras siga acusándola el profeta cautivado: «¡No tienes derecho!» .
b. Herodes Antipas.
Según Marcos, él aparece dividido por un doble vínculo de amor/odio. Ha encarcelado a Juan, pero en el fondo le quiere, habla con él y sigue su consejo. Se ha casado con Herodías, pero, conforme a la lógica del relato de Marcos, no la ama de un modo total, pues no cumple su deseo de matar al Bautista (cf. 6, 19-20). Según Marcos, este matrimonio no es espacio de gratuidad, ni de confianza mutua. Los esposos no se buscan o vinculan por afecto; no confían entre sí, no dialogan a nivel de corazón, sino que ocultan la verdad, se ocultan uno al otro, de tal forma que Antipas confía en Juan (y le consulta, como veremos), en vez de confiar en su esposa. El mismo matrimonio se ha venido a convertir así en mentira, batalla esponsal que culmina con la muerte del profeta.
El deseo envidioso de Herodes Antipas, al casarse con la mujer de su hermano, ha suscitado una violencia que sólo se resuelve con nueva violencia. Así se va tejiendo la tragedia de una vida sin amor, donde lo que reina es la envidia y el deseo de poder, sin afecto, ni cariño, sin ternura ni confianza.
Tanto Herodes como Herodías (dos caras de un mismo personaje, dos formas de un mismo nombre), han caído en las redes de su propio egoísmo. Allí donde debían haber puesto el amor ponen la lucha. Cada uno es cautivo del otro. Parce que Herodes Antipas necesitaba a su nueva mujer para humillar a su hermano (Felipe). Por su parte, ella, Herodías, necesita a Herodes para reinar. No se aman; se utilizan.
Juan se vuelve así objeto de disputa. Herodes Antipas le escucha (cf. 6, 19), y puede puede hacerlo porque le tiene afecto o por miedo religioso (porque le teme); pero quizá lo hace también para mostrarle a su mujer que ella es objeto de dominio o posesión, no reina verdadera. Herodías le persigue porque le recuerda el origen irregular de su matrimonio y sobre todo porque quiere vengarse de Herodes, tenerle en sus manos, dominarle. La vida o muerte del Bautista se convierte en test para saber quién manda de verdad sobre el pequeño reino galileo, el rey o su mujer robada. La verdad y bondad del Bautista es tema secundario.
6, 19-25. Trama. Envidia de esposa, seducción de niña
Mc 6, 19 Herodías detestaba a Juan y quería matarlo, pero no podía, 20 porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo y lo protegía; hacía muchas cosas oyéndole a él y lo escuchaba con gusto. 21 La oportunidad se presentó cuando Herodes, en su cumpleaños, ofrecía un banquete a sus magnates, a los generales y a los príncipes de Galilea. 22 Y entró su hija Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a los comensales. El rey dijo entonces a la niña: Pídeme lo que quieras y te lo daré.23 Y le juró una y otra vez: Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.24 Ella salió y preguntó a su madre: ¿Qué le pido? Su madre le contestó: La cabeza de Juan el Bautista.25 Ella entró en seguida a toda prisa adonde estaba el rey y le hizo esta petición: Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista
Sobre el fondo anterior se teje la historia: un rey, una reina, un profeta, un triángulo de relaciones conflictivas fundadas en la envidia y en la lucha por el poder: se enfrentan dos hermanos por causa de una mujer; se oponen profeta y rey por razón de un matrimonio injusto; luchan rey y reina por motivo de un profeta. Es evidente que la vida de familia queda rota; no hay armonía, no hay confianza. Todo se edifica sobre bases de violencia.
El texto supone que existe un conflicto entre el rey y su esposa. Todo nos permite suponer que vencerá la mujer (al menos a nivel externo). Herodes está dividido, desea conservar las dos fidelidades o, mejor dicho, poderes. Por un lado retiene a Herodías, demostrando que es rey. Por otro mantiene en honor al profeta, mostrando ante su esposa su propia independencia (y fidelidad israelita). Pero no podrá seguir en esa situación y acabará preso en su trampa, es decir, en la envidia de Herodías:
--Banquete. Como en muchos relatos orientales, en el centro hay un banquete (6, 21a), que aparece así como oportunidad para tejer y destejer relaciones e influencias. Conforme a una tradición antigua, la fiesta es momento de renovación y suerte buena (cf. eukairos: 6, 21), como en los Purim de Ester (cf. Est 5-7). Éste es el momento que Herodías aprovecha para cumplir su deseo. Cesan las convenciones normales, se establecen nuevas vinculaciones, puede desatarse la violencia destructora y transformadora.
Es cumpleaños (genesia) del rey; se celebra su cumpleaños como fecha importante para el reino. Vienen a la fiesta aquellos que se encuentran más cerca de su autoridad, los que son signo y portadores del poder sobre la tierra. Es momento en que una mujer puede actuar con éxito, imponiendo sus deseos, conforme a un esquema de seducción y engaño común en la literatura judía (historias de Ester y Judit, discurso sobre el poder femenino en III Esdras 3-4).
-- Convidados poderosos. Estamos ante una comida donde se despliega y ejerce el poder, en contra de lo que sucederá en los relatos de las multiplicaciones (6, 35-44; 8, 1-12). Los invitados forman parte de la trama del poder, y de esa forma aparecen como testigos y responsables de la muerte del Bautista (6, 21b). Están allí cumpliendo un deber político: mostrar acatamiento al rey y ofrecerle sumisión, en el centro de una fiesta que expresa su grandeza.
Ésta es la fiesta de los grandes, signo fuerte del poder que se perpetúa a sí mismo (nacimiento del rey). Asisten los megistanoi o magnates los khiliarkhoi, jefes de tropa, y los prôtoi o príncipes, representantes de las áreas de poder que culminan y se centran en el trono. El evangelio de Marcos supone que esta banquete y la muerte del bautista acontece en un espacio cercano, que sería la corte de Herodes en la ciudad de Tiberíades, junto al lago de Galilea. Flavio Josefo, que no sabe nada de este banquete, ni de esta forma de ajusticiar a Juan Bautista, supone que Herodes le hizo matar en la fortaleza lejana de Maqueronte, sobre el Mar Muerto, donde sus partidarios no podrían ayudarle .
--Un baile. La causa inmediata de la muerte del profeta es un baile, que agrada al Rey, que promete a la bailarina todo lo que ella quiera (6, 22). Conforme a Est 1, debería hacerlo la misma reina, mostrando sus encantos ante el rey y sus invitados (cortesanos). Pero aquí lo hace una niña pequeña (korasion). Significativamente, la tradición textual vacila al identificarla, aunque parece que se trata de la hija de Herodías .
(( Algunos manuscritos la presentan como hija de Herodías (thygatros autês tês Hêrodiados: 6, 22), que la habría traído de su matrimonio anterior, dejando sin hija al marido derrotado y consiguiendo por ella lo que directamente no podría (la cabeza del Bautista). Pero, por razones textuales, resulta preferible la lectura de aquellos manuscritos que presentan a la niña (que se llamaría también Herodías), como hija de Herodes (thygatros autou. Para justificación de esta lectura, aceptada por GNT, cf. B. M. Metzger, NEW Testament Greek (ad locum))).
Si esta lectura es mejor, como pienso, la madre, que no ha logrado convencer con sus razones al rey su esposo, utiliza a la hija del mismo rey, para vengarse por ella y conseguir lo que desea. En este contexto, pienso que no se debe insistir (al menos de una forma unilateral) en la visión tradicional que ha interpretado el baile en forma de provocación erótica. No parece que el centro del pecado sea el sexo sin más, sino algo mucho más fatídico y perverso: el hecho de que la madre utilice a una niña "inocente" (¡quizá a la misma hija del rey!), que no puede actuar todavía como objeto sexual (es hija y korasion, pequeña), para engañar al marido (padre) con fines de muerte .
En este contexto se inscriben los últimos momentos de la trama: el juramento de rey y el deseo de la niña, que pregunta a su madre lo que ha de pedir (6, 22b-25). Sigue al fondo la historia de Est 5, 6: la bella reina antigua había excitado al rey Asuero en un banquete, con su misma hermosura (atracción sexual) unida al vino, de modo que el rey jura, en brindis solemne: «Pídeme lo que quieras, aunque sea la mitad de mi reino». Pues bien, en nuestro caso, la reina no puede excitar al rey (que no cumple sus deseos); por eso, ella envía en su lugar a la niña que baila y emociona al duro padre que promete: «Pídeme lo que quieras... ».
La reina utiliza a la niña para conseguir aquello que no puede por sí misma. Esta niña no muere (como la de 5, 21-43), de manera que sus padres acuden a Jesús para que “resucite” y viva, sino que sabe “vivir”, pero vivir y bailar, para manipulada por otros, es decir, por su madre. Ella, la niña en cuanto tal, sabe bailar y excitar el deseo del padre, pero carece de voluntad aún no quiere nada. Por eso viene al lugar de su madre y pregunta: ¿qué debo pedir? La reina contesta segura: ¡La cabeza de Juan Bautista! (6, 22-24).
La niña no tiene voluntad, es un juguete bailador en manos del deseo envidioso de la madre, que no puede permitir que Juan Bautista viva y la recuerde su “pecado”, es decir, su “mal deseo”. Ha sido la madre la que ha hecho que la niña baile, excitando el deseo del rey, su marido, introduciendo en su matrimonios unos rasgos de incesto (si la niña es hija del rey) y de nueva ruptura matrimonial: con tal de matar a su enemigo (el Bautista), la reina es capaz de poner a su hija en manos de su marido.
Esta escena nos sitúa así ante la maldad total de la escena, ante una escena de familia y matrimonio en la que se rompen todos los modelos de relación afectiva entre padres e hijos, esposos y esposas, De esa forma, la escena culmina en un asesinado puro y duro. La niña que ha excitado al rey (quizá su padre), pero que no tiene todavía deseos propios, pregunta a su madre lo que tiene que querer, y ella le dice “la cabeza de Juan Bautista”, añadiendo sólo (como niño perversa) un detalle que la madre no ha indicado: ¡Sobre una bandeja! (como si fuera el plato de comida final del gran banquete de muerte) .
((Puede suponerse que el rey, bebedor festivo, no sabe en ese día lo que promete y así cae en la trampa de su propia palabra y del encanto de una niña. La reina Ester era mayor y sabía lo que se puede y debe pedir a un rey (la sangre de Amán y de los enemigos "perversos" de los judíos), aunque tome el consejo de su tío Mardoqueo. Esta niña, en cambio, no tiene aún voluntad, por sí misma no desea todavía nada. Le ha mandado su madre, por orden de ella ha bailado, para cambiar la voluntad del rey que le ofrece emocionado todo lo que ella podría querer. Sobre el trasfondo de Ester cf. D. J. A. Clines, The Esther Scroll: The Story of the Story (JSOT SuppSer 30), Sheffield 1984; A. Lacoque, Subersives ou un Pentateuque de femmes, Cerf, Paris 1992, 63-98. Por su parte, desde una perspectiva fenomenológica, R. Girard, El chivo emisario, Anagrama, Barcelona 1986, 167-196, ha precisado los hilos de la trama del asesinato del Bautista)).
6, 26-28. Desenlace. Juan Bautista y Jesús
26 El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los comensales no quiso desairarla. 27 Sin más dilación envió a un guardia con la orden de traer la cabeza de Juan. Este fue, le cortó la cabeza en la cárcel, 28 la trajo en una bandeja y se la entregó a la niña y la niña se la dio a su madre.
Conforme a la visión de Flavio Josefo, Herodes Antipas mató a Juan Bautista porque así lo quiso, porque vio en su mensaje y movimiento para el reino. Marcos, en cambio, sin negar ese motivo, pone de relieve la intriga familiar, en la que Antipas acaba siendo un esclavo de su misma mujer (y de sus juramentos, en el momento del baile). Así aparece como un rey sin poder, incapaz de volverse atrás. Si lo tuviera podría haber dicho que Juan era para él más que medio reino, podía haber abdicado, liberando al Bautista (e incluso haciéndose discípulo suyo, en actitud de conversión…).
Pero no tiene fuerza y por eso, entristecido, dividido, derrotado, por los juramentos y los comensales, cumple aquello que le piden y manda que entreguen a la niña/hija la cabeza del Bautista, para que ella se la ofrezca luego a la madre triunfante. Culmina así la historia de un rey que regala a su niña (hija o hijastra), como don de baile, en el día de su fiesta, la cabeza sangrante de un profeta, colocada sobre una bandeja. Estamos en contexto de comida; están invitados los grandes del reino. En medio del banquete, a modo de colofón fatídico, sirven la cabeza del Bautista en la bandeja .
Juan Bautista aparece de esa forma como un “testigo” de la verdad profética (que él ha tenido que proclamar) y como víctima de la impotencia de Herodes Antipas. Marcos había situado su figura al “comienzo del evangelio” (cf. 1, 1-3), iniciando y marcando un camino que culmina en Jesús. Juan había anunciado la llegada del Más Fuerte, siendo pregonero de “conversión” (1, 4); parecía que su mensaje debía centrarse en la llegada del juicio de Dios… y, sin embargo, paradójicamente, su muerte aparece como consecuencia de una cuestión matrimonial de Herodes Antipas.
En este contexto, para entender mejor la versión de Marcos, podemos comparar la visión de Marcos con la que ofrece Flavio Josefo, quien convierte a Juan Bautista en un predicador de virtudes
Juan, de sobrenombre Bautista... era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse..., dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión... Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Ant XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).
Josefo ha querido presentar a Juan como un maestro de moral, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un defensor de la virtud (cumplir la ley, contentarse con lo suyo), como supone de manera convergente Lc 3, 13-14. Pero así no explica su muerte: Herodes no habría asesinado a un filósofo virtuoso. Sea como fuere, el mismo Josefo sabe que Juan murió ajusticiado y que su muerte está vinculada (al menos a los ojos de la opinión popular) con a los «problemas matrimoniales» de Herodes, que había tomado la mujer de su hermano Filipo, haciendo que Aretas, rey nabateo y padre de su mujer anterior, le combatiera y venciera (cf. Ant, XVIII, 106-124, donde se dice que parte del pueblo pensaba que la derrota de Herodes era un castigo de Dios por haber matado al Bautista).
Esta visión del Bautista que ofrece Flavio Josefo resulta menos coherente, pues no logra ofrecer la razón de su muerte, ya que Herodes Antipas no solía matar a predicadores moralista…, mientras se hallaba muy dispuesto a matar a los profetas apocalípticos (como ha sido de hecho Juan Bautista). Desde ese fondo podemos fijarnos en las últimas palabras del pasaje:
«Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular…». Ellas suponen que Antipas vio a Juan como un hombre políticamente peligroso y que por eso mismo le trasladó a Maqueronte y le condenó a muerte. Esto significa que tanto Flavio Josefo como Marcos (que sin duda sabe más cosas sobre todo este asunto) presentan la vida y la muerte desde sus propias perspectivas.
Marcos resulta más “verídico” al presentar el mensaje escatológico de Juan (frente a Josefo que le hace un moralista). Pero Josefo es más fiel al decir que la muerte de Juan se debió al “miedo de Herodes” (que temía un levantamiento popular). De todas formas, la “razón” que ofrece Marcos resulta enormemente significativa, en la línea de la tradición bíblica, porque el tema del “matrimonio del rey con la mujer de su hermano” (a pesar de que pudiera recibir el aval de algunos rabinos) iba en contra de riesgo de pecado (y del pecado) más profundo de la tradición bíblica, tal como lo ha puesto de relieve la tradición de Henoc (con la violación angélica de las mujeres, y la disputa consiguiente de los hombres en torno a las mujeres).
Conforme a la visión de Marcos, el “pecado” de Juan Bautista (casarse con la mujer de su hermano) no era un asunto privado, sino de máxima importancia, pues iba en contra de todas las normas de justicia y de fraternidad (centradas en el respeto familiar y en la superación de las intrigas y de la violencia que nacen allí donde unos hombres luchan contra sus hermanos por cuestión del “robo” de sus esposas).
De la justicia del rey dependía la vida de sus súbditos. El pecado del rey (deseo de poseer a la mujer del hermano, con lo que supone de violencia fraterna) era signo y compendio (y quizá principio) de todos los pecados del mundo. Por eso, Juan Bautista tuvo que empezar anunciando la llegada del juicio de Dios sobre el mismo rey, como los antiguos profetas, que habían condenado los pecados de los reyes (desde Natán, que se había enfrentado con David, por tomar la mujer de Urías, un súbdito suyo, cf. 2 Sam 11). Con autoridad de Dios, lo mismo que el antiguo Natán, Juan Bautista defendió la justicia superior de Dios, en contra de un rey pervertido.
De esa forma, contando la historia de Juan Bautista y de su muerte, Marcos ha evocado el juicio de Dios que actúa sobre la injusticia de los hombres (para emplear un lenguaje apocalíptico paulino: cf. Rom 1, 18). En esa línea podemos afirmar que, según Marcos, el tema del juicio de Dios ha culminado en la vida y muerte de Juan, asesinado precisamente por aquello que decía. Este mensaje de Juan, con el anuncio de la llegada del Más Fuerte (1, 7) y la condena de Antipas por “rapto” de Herodías, se inscribe dentro de los temas centrales de la apocalíptica de aquel tiempo, pues en él se condensaba la trama y el drama de 1 Henoc y del libro de la Sabiduría (la llegada del juicio y la condena de los deseos pervertidos de los hombres, encarnados en Herodes Antipas y Herodías) .
Alguien podía haber sacado la conclusión de que la muerte de Juan muestra el fracaso de todos los intentos de justicia, el fracaso del orden de Dios. ¡No se puede seguir en esa línea, pues, en vez de aplicarse a Herodes y a los suyos, el juicio de Dios ha caído sobre la cabeza del Bautista! Pues bien, en ese contexto presenta Marcos a Jesús, diciendo que él ha respondido elevándose de plano: el Bautista tenía razón; hizo lo que debía y como buen profeta ha sido asesinado; pero ahora Dios se manifiesta de un modo distinto, superando el nivel del juicio, como fuente de gracia y perdón sobre la lucha de la tierra.
Así se vinculan y distinguen los caminos.
(1) Juan había sido testigo del juicio y por eso le mataron los representantes del poder a quienes él juzgaba, en un camino donde no existe más salida que la muerte. Por haber puesto a los hombres ante el juicio de Dios, Juan ha terminado siendo una víctima del juicio de los hombres.
(2) Jesús, en cambio, vendrá a superar esa visión de juicio, no porque Juan haya fracasado, sino todo lo contrario, porque se ha culminado y cumplido ya para siempre el camino del juicio del Bautista, que había realizado bien su tarea.
Juan anunciaba lo evidente (¡estamos ante el juicio!), Jesús ha empezado a proclamar aquello que resulta más difícil (¡llega el Reino de Dios como gracia!), superando así la estructura judicial que distinguía a buenos y malos. En un plano, el juicio es positivo y resulta necesario, pero al fin resulta insuficiente y no responde al misterio más hondo de Dios, que es voluntad de amor y gracia. Convencido de eso, Jesús ha comenzado a predicar y actuar como testigo de la creación de Dios en medio de esta misma tierra de muerte (violencia sin fin), desbordando así el talión, que acabaría destruyendo a todos. De esa forma muestra que Dios no se encuentra sometido a las acciones de los hombres, no está encerrado en un círculo de acción y reacción, de deseo y más deseo que destruye a todos, sino que es gracia creadora, amor que actúa porque quiere (es decir, porque nos quiere) .
((Juan ha sido más mensajero de juicio, y por eso ha condenado a Herodes (que le ha terminado asesinado, a pesar de que le estima). Jesús, en cambio, anuncia y prepara con más fuerza la llegada del Reino, como inversión y mutación humana, dentro de la misma historia; parece que supuso que el juicio se había cumplido ya en Juan, de manera que ahora llegaba el tiempo y tarea del Reino: por eso empezó a curar a los enfermos, a llamar a los excluidos, a ofrecer la buena nueva a los más pobres, iniciando con ellos y entre ellos con los niños, un camino de nueva creación en esta misma tierra.
Juan era profeta de muerte (es decir, de condena de Herodes). Jesús, en cambio, es mensajero de Vida y así aparece como promotor de una mutación humana, esto es, de un nuevo nacimiento, haciendo posible una visión nueva del hombre, que se funda en la llegada del reino de Dios. Precisamente ahora, sobre el cementerio de una humanidad violenta que se destruye a sí misma y termina, anuncia Cristo el surgi¬miento de un nuevo orden gracia, sobre este mismo mundo. Así lo puso de relieve hace ya tiempo M. Hengel, Seguimiento y carisma. La radicalidad de la llamada de Jesús, Sal Terrae, Santander 1981)).
Desde ese fondo hay que entender la figura y obra de Jesús, que no condenará (directamente a Herodes, como ha hecho Juan, pero que asumirá en su camino el mensaje de Juan. Recordemos que los enviados de Jesús están anunciando conversión por las casas de Galilea, ofreciendo en ellas su palabra sanadora y recibiendo el pan que les ofrecen, creando así familia. Frente al banquete de Herodes, que es fiesta de asesinato y muerte (destrucción de familia), ellos anuncian el banquete de Jesús, hecho de confianza y vida compartida. Comienza la sección de los panes (6, 6b-8, 26). Frente a Juan que edifica al pueblo sobre bases de justicia, frente a Jesús que anuncia el reino con amor de entrega, hallamos aquí a un rey atrapado por su envidia .
4. 6, 29. Sepultura de Juan
29 Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo colocaron en un monumento
A diferencia de lo que sucede con Jesús, cuya historia acaba con la tumba vacía y de la promesa de encuentro en Galilea, tras su muerte (16, 18), el relato sobre Juan termina con su sepultura (6, 29), que el texto de Marcos sitúa junto al tema del retorno de los enviados de Jesús (6, 30). Los discípulos (mathêtai), de quienes sabemos que ayunaban (2, 18), recogen el cuerpo de Juan y lo sepultan en un mnêion” o monumento donde se recoge su memoria y se ratifica su muerte (en contra de lo que había temido y opinado Herodes en 6, 16) .
De un modo muy preciso, con toda intención, Marcos ha puesto de relieve el hecho de que los discípulos de Juan entierran a su maestro con honor en un monumento funerario, que es lugar de recuerdo (en un mnêmeion, vinculado a mnêmê, memoria) y de esperanza de resurrección futura, al fin de los tiempos. Eso significa que sus discípulos no han huido (como huirán los de Jesús), sino que han recibido el cuerpo de su Maestro, apareciendo así como “herederos” de su mensaje, depositarios de su obra, contra de los discípulos de Jesús, que tendrán que retomar la historia y tarea de Jesús a través de unas mujeres, que tampoco han logrado enterrarle (16, 1-8).
Lógicamente, la historia del Bautista acaba en un monumento funerario bien reconocido, de manera que sigue abierta al futuro del juicio de Dios o de la posible resurrección de los muertos. En contra de eso, la verdadera historia de Jesús, a quien sus discípulos no han podido enterrar, sino que ha sido sepultado rápidamente (antes de que entre el sábado), y al parecer sin honor, por un judío piadoso que no quiere que su cadáver contamine la tierra, comenzará ante una tumba abierta. La memoria de Jesús, Mesías asesinado, no se vinculará ya con un sepulcro, sino con una palabra: «ha resucitado» (16,6-7). Entre la memoria de Juan, vinculada a un sepulcro donde le enterraron sus discípulos, y la de Jesús expresada en un mensaje de vuelta a Galilea hay para Marcos una gran diferencia, como veremos comentando Mc 15-16 .
((Todo este relato del miedo de Herodes (que identifica a Jesús con Juan), que culmina con la muerte y entierro de Juan, ofrece evidentemente un aviso: igual que han matado al Bautista, pueden matar al mesías. Los Doce volverán diciendo a Jesús lo que han hecho (6, 30), pero su misión lleva desde ahora las señales del fracaso, pues va unida a la condena y muerte del Bautista: ellos tampoco conseguirán lo que querían (la conversión del pueblo; cf. 6,12); no podrán lograr lo que han buscado, pues igual que ha muerto Juan, será ajusticiado Jesús. De esta forma, el relato de la muerte de Juan, situado en el centro de la misión de los Doce, ha de entenderse como anticipo de las profecías del fracaso y muerte del mesías-Hijo del hombre que introducen y jalonan toda la parte siguiente de Marcos (8,31, 9,31; 10,33-34). Transformar ese fracaso de Jesús y de los Doce en principio de un logro más hondo (entrega de la vida) y más extenso (misión a todo el mundo y no sólo a los israelitas): este es el tema fundante y la clave de Marcos)).
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