Domingo 31 5 09. Pentecostés, una teología del Espíritu Santo (H. Mühlen)

MÜHLEN, H. (1927-2006).
Teólogo y sacerdote católico alemán. Ha sido profesor de teología dogmática en la Universidad de Paderborn. Fue perito en el Concilio Vaticano II. Su mayor contribución al pensamiento cristiano lo ha realizado a partir del año 1971, cuando se vinculó al movimiento de la Renovación Carismática, centrada en la experiencia del Espíritu Santo. Desde entonces hasta su muerte ha realizado una intensa labor al servicio del movimiento carismático, escribiendo textos, dirigiendo cursos y animando la vida de comunidades en toda Alemania.
Él ha sido también uno de los fundadores del Centro de Evangelización de Maihingen. Pero antes de recibir y cultivar esa experiencia carismática, Mühlen era ya uno de los teólogos más conocidos de Alemania y había escrito las dos obras más importantes sobre el sentido y presencia del Espíritu Santo en la iglesia, a partir del Vaticano II. Esas dos obras siguen definiendo su importancia dentro del pensamiento cristiano.
Der Heilige Geist als Person. In der Trinität, bei der Inkarnation und im Gadenbund (Paderborn 1968).
Trata de la identidad personal del Espíritu Santo, un tema que ha sido debatido desde antiguo por la teología, sobre todo a consecuencias de las disputas por el “Filioque”. Pues bien, a juicio de Mühlen, el constitutivo propio del Espíritu Santo (lo que le distingue del Padre y del Hijo) es ser una persona en dos (o más) personas, no como un sujeto individual nuevo, sino como “nostreidad divina”, el nosotros común del Padre y del Hijo (que se expresará en el nosotros de la Iglesia).
Nunca se había realizado en el pensamiento cristiano un análisis de este tipo, poniendo de relieve el carácter comunitario del ser personal, no sólo en una perspectiva moralizante (el amor mutuo vincula a las personas ya constituidas), sino en un sentido constituyente, de manera que la misma comunión personal funda un nuevo tipo de persona, que surge de las anteriores y las vincula, sin sumarse a ellas como algo distinto, sino integrándose en ellas. Frente al modelo antiguo de persona-cosa (sujeto-objeto), y superando el modelo puramente dialogal (yo-tú), surge así un tipo distinto de persona-conciencia, como poder y presencia de vida compartida, como un nosotros personal.
En este contexto Mühlen asume las intuiciones ya antiguas de la teología trinitaria (→ Ricardo de San Víctor), para fundarlas y aplicarlas de un modo más extenso, vinculando el misterio de Dios en sí (Trinidad), con la encarnación y el don de la gracia, es decir, con la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Esa presencia (efusión), no crea algo distinto, sino que expresa y realiza la misma “esencia” dialogal del Espíritu Santo en el misterio de la Iglesia. Esta visión personal de la “dualidad” o, mejor dicho, de la nostreidad dual, abre horizontes nuevos en el pensamiento cristiano y en la antropología.
Una mystica persona. Die Kirche als das Mysterium der heilsgeschichtlichen Identität des Heiligen Geistes in Christus und den Christen. Eine Person in vielen Personen; Münster 1968; versión castellana: El Espíritu Santo en la Iglesia, Salamanca 1998).
Esta segunda obra es una continuación de la anterior y en ella Mühlen sigue definiendo al Espíritu santo como “una persona en dos o varias personas”. El mismo Espíritu, que es persona trinitaria en cuanto vincula dos personas (Padre e Hijo), viene a revelarse y a ser Espíritu de Dios (del Padre y de Cristo) en la Iglesia, como persona que vincula a todos los cristianos entre sí y con Cristo.
En esa línea, siguiendo una larga tradición eclesial, Mühlen afirma que el Espíritu Santo es la “persona mística” de la Iglesia, que no tiene, según eso, una identidad jurídica, ni institucional, sino “divina”. Ciertamente, el Hijo de Dios se encarna en Jesús, de un modo individual (en una historia humana concreta). Pues bien, a través de Cristo, en su amor hacia el Padre, el Espíritu Santo se “socializa” (se revela y humaniza) en el conjunto de la Iglesia, como “persona” que unifica y anima a todos los creyentes.
Según eso, la revelación (humanización, socialización) del Espíritu Santo en la Iglesia constituye un elemento integrante del cristianismo, que no es sólo misterio de encarnación, sino también de efusión y presencia del Espíritu Santo. Eso significa que la encarnación individual del Hijo de Dios en Cristo se amplía y expande en forma de encarnación social o comunitaria del Espíritu Santo, que se expresa en la comunicación personal entre los creyentes, que forman así una persona “mística”, es decir, una persona social en la que encuentran su nuevo ser y plenitud todos los creyentes.
El tiempo del Espíritu Santo.
Desde el fondo de la visión de Mühlen puede y debe reinterpretarse una teología y experiencia clásica del Espíritu Santo, que aparece iniciada no sólo en Ricardo de San Víctor, sino también en → Joaquín de Fiore y en los partidarios de una redención completa, por obra del Espíritu Santo. El cristianismo habría estado muy determinado en otro tiempo por la figura de Jesús y por su encarnación. Todavía en este tiempo (en la segunda mitad del siglo XX), lo mismo que a principios del siglo XXI, la atención básica de los cristianos se hallaría centrada en la figura y obra de Jesús.
Pues bien, en contra de eso, Mühlen habla de la necesidad de una revelación del Espíritu Santo, que marca la llegada de un tiempo nuevo de salvación en plenitud.
Para Mühlen, el tiempo concreto de la revelación y presencia trinitaria del Espíritu Santo se ha expresado en formas de “renovación carismática”, como hemos dicho, en línea de intimismo espiritual. Otros han entendido esa renovación en forma social, en la línea de la teología de la liberación. Sea como fuere, en una línea o en otra, resulta evidente la necesidad de anunciar e iniciar desde Cristo la llegada de un tiempo nuevo, vinculado al despliegue personal del Espíritu Santo.
Éste ha de ser el tiempo de la revelación de un nuevo tipo de “persona” social, que se entiende como manifestación y presencia plena de la Trinidad, no sólo como encarnación individual del Hijo de Dios (obra mesiánica de Jesús), sino como expresión y cumplimiento de aquello que Jesús había anunciado y preparado: la llegada del Reino de Dios, que es precisamente el Espíritu Santo: la unión gratuita y gratificante de las personas creyentes, para formar así una persona más alta, siendo presencia de presencia del Espíritu Santo en el mundo.
Algunos teólogos como L. Boff han explorado la posibilidad de una “encarnación del Espíritu de Dios en María”, como mujer. Pero aquí nos hallamos ante algo más radical: ante la humanización plena del Espíritu Santo y el surgimiento de una Iglesia pneumatológica. Nos hallamos ante la posibilidad de una nueva teología y de una nueva Iglesia. La “revolución teológica” que anunció H. Mühlen no ha hecho más que empezar.
Obras de Mühlen:
Espíritu, Carisma y Liberación: La renovación de la fe cristiana (Salamanca 1983)
El Espíritu Santo en la Iglesia (Salamanca 1998)