Eucaristía, experiencia de Dios: Rio Rial, San Martín de Madrid (Gelpi)

Me escribe F. Javier Gelpi, amigo antiguo, amigo bueno, a quien he querido visitar, pero no he podido, estos días pasados, en su tierra de Bertamiráns, al lado de Compostela. No es clérigo, es cristiano, un hombre de paz y emoción religiosa.

Así me escribe, emocionado, con motivo de la disputa de la Eucaristía de Vallecas. Quiere que unos y otros podamos encontrarnos en la eucaristía de la paz inmensa de la aldea, junto al arroyo de Rial (para dialogar entre nosotros), o de la iglesia escondida de la gran capital, con el Santísimo expuesto (para dialogar con Dios). Perdona, Javier, por publicar esta palabra personal, como testimonio de tu experiencia. Quiero que otros puedan sentirla por dentro, como yo la he sentido.

Santiago de Compostela, a 13 de junio de 2007-06-13

Xabier Pikaza


Estimado Xabier:

Discúlpame, al menos por esta vez, el atrevimiento de no entrar en tu página y de no utilizar como los demás la vía dispuesta para entrar en el debate, y permíteme que lo haga, por esta otra, quizás clandestina, a consta de irrumpir en el ámbito de tu intimidad, pero es que tus reflexiones sobre la Eucaristía, a partir del conflicto de Entrevías-Vallecas con el Arzobispado de Madrid, dan para mucho y me están estimulando el pensamiento y someterme a la disciplina de escribir en pequeños párrafos me violenta y rompe mi modo de razonar.

Para esta reflexión, a toro pasado, ¿realmente es ya “pasado”?, me transporto mentalmente hasta uno de los remansos de un pequeño arroyo, el “Rial” (que significa “corriente de agua”), al que tenía intención de acercaros si hubierais podido venir y estar algo con nosotros.

Ante todo, te felicito por esta labor y este propósito tuyo de tomar el conflicto de Entrevías y su coincidencia con la celebración del Corpus Christi para ofrecer unas profundas reflexiones evangélicas y teológico-pastorales sobre la Eucaristía, siendo todo ello un esfuerzo encomiable.

En cuanto al debate, veo argumentos muy sensatos y muy bien fundamentados en las “encontradas” posturas. Quizás será interesante recogerlas todas en una de esas reflexiones de síntesis que sueles hacer magistralmente y ofrecerlas como tesis de un continuado y pausado estudio por parte de todos.

Este arroyo o “regato”, o Rial, vierte sus aguas puras y cristalinas en la corriente de las aguas sucias del Sar que nos llegan desde Santiago de Compostela. Este remanso de agua parece un prodigio de inmovilidad, máxime cuando se sabe que aguas arriba saltan violentas y rugientes, pero, una vez abajo, su transparencia y calma nos permite escudriñar la vida que alberga y, muy lentamente, vemos cómo fluye el agua en el paso lento de las cosas minúsculas que transporta o en los seres que contiene. Y uno sabe que esta calma no es permanente, hay momentos de gran violencia en los que el remanso y sus riberas desaparecen engullidos por las crecidas y violentas aguas. Hasta que vuelve la calma. Era un buen lugar para que Rouco, que a lo mejor conoce el lugar del que hablo, al pie del monte de “A devesa”, en el límite de las parroquias de “Sta. María de Los Ángeles” y la de “S. Félix de Brión”, pero ambas del municipio de Brión, repito, es un lugar tranquilo y apropiado para que se reuniese a dialogar con los hermanos de Entrevías, a quienes también les vendría bien un poco de calma, y a unos y otros, y a todos los demás, que de algún modo participamos, humildad para reflexionar con profundidad y amor al Cristo eucarístico.

Y así, como el humilde “Rial”, veo yo Entrevías, Vallecas, Madrid, y toda esta plataforma telemática y mundial en la que es contemplado, examinado y juzgado lo que nuestros hermanos hacen en Entrevías y en La Almudena.

Como bien has dicho, los presbíteros de la parroquia de S. Carlos Borromeo tenían y tienen razón en muchas cosas, quizás sobre todo en su intento de sacudir la monotonía de sus feligreses y hacer una eucaristía más llena de vida, de sentimientos y de amor. Quizás también tiene razón la jerarquía en muchas de sus actitudes, pues, sobre todo, defiende la “esencia” (no sé si será el término correcto para expresarlo) y universalidad de la tradición. Ambas posturas, así como los sectores que apoyan a unos u otros, quizás se han extremado y enquistado en sus respectivas posiciones y, tensando tanto sus respectivos arcos, pueda que estén llevando a un límite de ruptura la verdadera esencia y armonía de la “Eucaristía de Jesús y del Pueblo de Dios”.

Soy consciente de la importancia que tiene el gesto, el rito y los profundos significados que encierran y, antes de que ambas partes se reuniesen en una celebración eucarística, como propones, yo los invitaría a un encuentro de reflexión más sencillo, un encuentro que, por otra parte, podría abrirse a la participación fraternal de cuantos ya están participando del conflicto en sus conciencias y quisieran hacerlo de un modo “simultáneo en el tiempo”, como muy bien permiten los medios de comunicación social de hoy en día. La reflexión que yo les propondría no necesitaría discusiones hermenéuticas de los textos bíblicos ni entrar en los grandes debates de la teología dogmática y pastoral-litúrgica. Yo les propondría que “viviesen” una experiencia que yo viví de un modo personal en Madrid, a donde tuve la fortuna de desplazarme hace unos años para trabajar. Yo vivía en la calle Desengaño y, después de un tiempo, terminadas unas obras, reabrieron la iglesia de S. Martín en la que, para mi sorpresa, cuando entré en ella por primera vez, tenían expuesto el Santísimo, en una custodia, a la adoración de los fieles. Después fui alguna veces, pocas, a decir verdad, pero no por no querer, sino por un problema de horarios, pues, cuando yo marchaba o regresaba del trabajo solía encontrarme el templo cerrado. Este templo de S. Martín de Madrid, al igual que el remanso del Rial, también sería un lugar adecuado para que se reuniesen y reflexionasen.

De aquella, cuando yo me encontraba trabajando en Madrid, yo experimentaba una profunda crisis religioso-espiritual, aunque quizá fuera más exacto calificarla como “un violento estadio de rebelión”. En alguna de mis intervenciones en tus reflexiones apunté algo de esto y ahora no viene al caso entrar, pero, lo que sí viene al caso y que me gustaría que experimentasen las distintas partes de este conflicto de Entrevías y La Almudena, al igual que todos los que te leen y reflexionan sobre tus textos: entrar en el templo de S. Martín que, como bien sabes, está en la Plaza de la Luna, al lado de la Plaza del Callao, a donde pueden llegar en metro. Sé que hay otros muchos templos de Madrid donde se expone el Santísimo y puede que también en Vallecas, pero yo tuve mi experiencia en S. Martín y no viene mal, porque creo que el santo homenajeado en este templo es S. Martín de Tours, el cual, entre otros muchos gestos, tuvo el de compartir su capa con quien la necesitaba en ese momento tanto como él.

Entrar en el templo de S. Martín y ponerse de rodillas ante el Santísimo, pueden entrar en silencio, sin hablarse si quieren, porque supongo que están enfadados. Yo me ponía de rodillas, miraba al Santísimo expuesto y era incapaz de rezar por la violencia que en mí se desataba, pues, ¿qué sentido tenía entrar en el templo cuando me negaba a participar en la Eucaristía del Cristo con los hermanos?, ¿qué sentido tenía rezar si no comenzaba por un examen de conciencia, por una confesión, por una conversión y renovación bautismal?, pero, ¿qué sentido tendría la conversión si me negaba a escuchar la Palabra de Dios?, y ¿qué sentido tendría escuchar esa Palabra si yo me negaba a ofrecerle algo de mi y de mi vida?, “ofreced vuestros cuerpos al Señor, como hostia pura, es un sacrificio razonable para vosotros”, creo que dice S. Pablo. Y ¿qué sentido puede tener contemplar el Santísimo expuesto, convertirse, escuchar la Palabra de Dios, ofrecerse a Dios, cuando uno se niega a celebrar la Nueva Alianza de la Sangre del Cristo, del Cordero Místico que se inmola por todos nosotros?, y ¿qué sentido puede tener una alianza con Dios a través del Cristo inmolado si no acatamos ese mandamiento de amar a nuestro prójimo, mandamiento no menos importante que el primero de amar a Dios y que Jesús pidió que concretemos en ese dejar aparcada la ofrenda e ir antes a poner fin al conflicto para, una vez recuperada la paz y el amor fraterno, ofrendar, comulgar, alimentar nuestros espíritus con el cuerpo del Cristo?.

Así fue uno de esos reencuentros con el Dios eucarístico, si bien no era el momento que Dios tenía dispuesto para que me reintegrase en la comunidad fraterna.
Y termino ya, lo curioso de esas reflexiones que, al igual que en momentos anteriores y posteriores, me surgían espontáneas, es que, de un modo inconsciente, siguen los gestos y los ritos que, al igual que las aguas mansas y cristalinas del arroyo, que parecen “muertas”, se aúnan en ese ritual litúrgico de nuestra celebración eucarística que encierra mucha vida en sí, vida nuestra y vida del Dios Uno y Trino.

En fin, no sé qué es lo que, de todo esto, podría ofrecer a la reflexión de todos los hermanos que vivimos con preocupación este conflicto que nunca debería de haberse producido.

¡Que Dios nos ilumine a todos y nos bendiga con la unidad del amor fraterno!.

Un abrazo
Javier
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