X. Alcalá, Evangélica Memoria (Protestantes en Galicia, siglo XX)

La primera parte de la trilogía se titulaba Entre fronteras (Ézaro 2004), y contaba la historia de las comunidades protestantes gallegas desde la dictadura de Primo de Rivera hasta el fin de la Guerra Civil. La segunda se titulaba En las catacumbas (2009), y se extendía desde el inicio de la II Guerra Mundial hasta los peores momentos de la autarquía franquista. Esta tercera parte, Una falsa luz, cuenta la historia de esas comunidades protestantes en los últimos años del franquismo.

Esta obra, una gran novela histórica, escrita desde la perspectiva de un anciano “evangélico” (protestante), recoge el testimonio oral de varias decenas de “crentes” (creyentes) gallegos que han vivido exilados en su propia tierra durante unos años esenciales del siglo XX, desde la caída de Alfonso XIII hasta la muerte de Franco. Una historia escrita desde el otro lado, historia de la fe y de la desgracia de unos hombres y mujeres que han querido ser distintos, ellos mismos, en un tiempo duro, el tiempo de nuestros abuelos y padres. Xavier Alcalá me ha hecho llegar su obra, y desde aquí se lo agradezco, ofreciendo unas pequeñas reflexiones sobre ella.
Xavier Alcalá. Una obra comprometida
De su vida y obra no quiero decir nada. Basta pulsar en el Google para saber los datos básicos de su vida y de su obra de ensayo y de ficción, escrita básicamente en gallego, y traducida con frecuencia al castellano, como ésta que hoy presentamos.

Quiero destacar el compromiso de X. Alcalá por el hombre y por la libertad, en todas sus vertientes, desde un fondo cristiano, de solidaridad evangélica. La vida y la libertad del hombre, eso es lo que de verdad le importa.
Desde ese fondo ha destacado X. Alcalá aspectos de la historia que muchas veces ignoramos, la dura existencia de aquellos que están al otro lado, ignorados por unos, reprimidos por otros, teniendo que remar contracorriente, marginados por la sociedad dominadora y la propaganda oficial. Ésta trilogía ofrece la semblanza de unos gallegos distintos (en Galicia y en Buenos Aires), porque querían y quieren ser universales desde una forma distinta de entender la fe cristiana. Desde este fondo quiero añadir una pequeña experiencia propia.
En la Galicia de X. Alcalá. Primera experiencia
Me siento especialmente identificado con la tercera parte de la novela (Una Falsa Luz), que cuenta la historia de los últimos años del franquismo (del 1950 al 1975), porque también yo viví en Galicia la mayor parte de esos años (desde el 1957 al 1973), con alguna interrupción en Roma y por Europa. He aprendido muchas cosas, he recordado otras, cosas que viví desde una colina (Poio) sobre la ría de Pontevedra, con los “protestantes” al otro lado.
Sabíamos que estaban y que eran distintos, pero no les conocíamos. Conocíamos su barrio, allí en una “parroquia” muy cerca de Marín, pudimos ver a algunos, pero no sabíamos lo que pensaban, sólo que eran distintos, que no compartían el tipo de fiestas y funerales con los católicos. Fue una triste paradoja. Yo leí varias obras de los protestantes antiguos y estudié bastante bien su historia, con el profesor Eliseo Tourón del Pie, pero no conecté (no pudimos conectar) con los evangélicos reales, a unos pocos kilómetros, al otro lado de la ría.
Pero a mi vuelta de Roma, el año 1971, hacia el final de la historia que cuenta X. Alcalá, tuve una intensísima experiencia de encuentro con los protestantes. Yo era joven profesor, decían que sabía cosas de teología y así un “amigo” me mandó a una pareja de amigos, recién casados, él católico, ella evangélica, recién casados, porque la religión les impedía vivir en plenitud el gran amor que se tenían.
Estuvimos juntos toda una tarde, paseando y hablando. Eran los dos buenos, muy buenos. Él era católico tradicional de fiestas y funerales, de bautizos y bodas, de buen vino… Su religión era básicamente cultura y humanismo tradicional, mil años de historia católica gallega. Ella era evangélica radical, de fe estricta, de separación entre cultura y cristianismo: nada de funerales “paganizados”, de fiestas y costumbres menos evangélicas… Se querían, pero les costaba convivir. Eran de los mejores que yo he conocido. Hablamos y hablamos. Procuré relativizar muchas cosas, que se quisieran, a pesar de las diferencias religiosas (que eran más que nada culturales)…
Nos vimos un par de veces más. Yo me sentía culturalmente con él, religiosamente con ella… Él debió pensar que yo era poco católica, ella que yo era muy laxo. No sé lo que ha pasado después. Me fui a enseñar a Salamanca. Alguna vez he pensado en buscarles en Marín, por si siguen por allí, para beber un vino con él, para rezar con ella un Padrenuestro cordial. No sé qué les habrá pasado, pero leyendo el libro de Alcalá he vuelto a recordarles, como si fuera, aquella larga tarde, de conversación teológica y humana (de las más profundas que he tenido) en el Mosteiro de Poio. Supe entonces que no estaba preparado para el ecumenismo real, que debía aprender otras cosas. No sé si las he aprendido.
En la Galicia de X. Alcalá, segunda experiencia
Pasaron los años. He tenido más contactos, bastantes contactos con protestantes. Pero hay uno, relacionado con Galicia, que quiero recordar.
Era el año 1994 (quizá el 1995). Yo enseñaba historia de las religiones en la Facultad de Ciencias de la Información de Salamanca. Tras una de las primeras clase sobre formas de religión, vino a verme una muchacha de ojos vivísimos, diciéndome que quería hablar conmigo.
Le pregunté su nombre y me dicho XX (no lo digo porque algún lector podría reconocerla). Contesté: ¡Qué hermoso nombre, está en la Biblia, libro…! Y me quedé pensativo, porque no recordaba el lugar… Sus ojos se iluminaron aún más, me miró con cierta malicia bondadosa, y siguió: «¿Cómo puede ser Usted un gran teólogo católico y no saber eso? Está en el libro tal, verso tal…». Y recitó de memoria la escena en la que aparecía.
Por el tono de voz, por su forma de hablar, le contesté sin vacilación: «Eres gallega y evangélica…estoy seguro, y de las Rías Baixas…». Sonrío aún más y me dijo: «Soy de Vigo y evangélica…». Descubrí que sabía la Biblia casi de memoria. Hablamos de su tierra, y de los protestantes gallegos… y de su profesor de Biblia, que era Francisco Lacueva, un viejo amigo mío.
Ella me hizo uno de los trabajos más hermosos sobre la apocalíptica que yo conozco (¡un poco fundamentalista a mi entender, pero muy serio!) y me puso de nuevo en contacto con Lacueva, como diré mañana, Dios mediante. A lo largo de ese curso, mientras ella estudió en la Ponti, bendije a Dios por ella… Una protestante gallega, estudiando en una Universidad Católica, llevándose bien con un cura católico, amigos ambos de un gran “protestante” no gallego, pero afincado en Galicia: Francisco Lacueva.
Final
Ofrezco estas dos anécdotas finales a X. Alcalá, a quien agradezco sus libros, deseándole para mañana mucho éxito.
Boos días, Xavier. Uma aperta de Xabier Pikaza