26.11.3:  Misión cristiana, tarea de Humanidad (Cristo Rey, Mt 25, 31-46)

Ofrecí ayer un  comentario del evangelio del Domingo de Cristo Rey (Mt 25, 31-46). Más que de Cristo Rey Celeste este evangelio (y esta fiesta final del año litúrgico) trata del Cristo Servidor, Cristo Hermano, Cristo Obispo,  Cristo hecho Iglesia o comunión humana. Mt 25 es un texto de juicio, como bien saben expertos y eruditos, el texto quizá más influyente de la historia espiritual (de los ideales y terrores) de la iglesia. En un sentido, este es texto de fondo del Juicio Final de Miguel Ángel (Capilla Sixtina…), el texto de las obras de misericordia, retablo del cielo y del infierno.

Pero, al mismo tiempo,  éste es un texto de iglesia, el texto clave de la iglesia de Mateo. Sigan leyendo quienes quieran saber de Iglesia, ser Iglesia, con Mt 25, en un campo mezclado de ovejas y cabras, menores y mayores, con machos cabríos de fondo. Buen día a todos.




1. LA IGLESIA SEGÚN MT 25, 31-46. NUEVE NOTAS

1. Mt 25 nos sitúa ante la Iglesia del Cristo encarnado en la necesidad y el hambre de todos los hombres y mujeres del mundo. Es el texto de una Iglesia que sale de sus límites y abarca al conjunto de todas la humanidad, todos los pueblos, “juzgados” (medidos) desde la perspectiva de la acogida y del servicio mutuo; la Iglesia ha de entenderse según eso desde el trasfondo de un mundo que vaga entre el hambre y la cárcel, por injusticia de algunos.

2. Mt 25, 31-46 es el texto de una iglesia servidora, que no trata simplemente al servicio de una transformación espiritualista del mundo, sino de la vida compartido. No se trata simplemente de no tener, sino de tener para dar y enriquecer a otros: Tener pan (haberlo trabajado…) para darlo y compartir. Compartir el agua, la patria (acoger a los exilados), la dignidad (ofrecer vestido a los desnudos), abrir espacios de salud y de libertad. Eso es la Iglesia. Eso es la Iglesia: germen de comunión integral humana, abierta en especial a los necesitados.

3. No son obras de misericordia lo que pide Jesús en Mt 25, sino obras de servicio (en texto dice “diakonía”), es decir “de humanidad”. Más tarde se ha dicho que son obras de misericordia corporal (a las que se añade enterrar a los muertos, para que sean siete)… diciendo que después vienen las obras de misericordia espirituales, que ser´´ian más importantes. Pero el evangelio no distingue entre obras de misericordia corporales y espirituales, pues la seis del texto son, al mismo tiempo, espirituales y corporales (dar de comer, dar de beber, acoger al exilado, visitar al enfermo y encarcelado). Lo que define a la iglesia no es una oración privada, sino un servicio humano, es decir, una diakonía (=sólo si hay diakonía puede haber eucaristía).

5. Esas obras de misericordia-servicio son obras de justicia… Según Mt 25, los que las cumplen se llaman simplemente “dikaioi” (los justos). Ésta es la justicia de la Iglesia (no la de un Estado político sin más): Compartir comida y bebida, vestido y patria… ofrecer ayuda a los enfermos y encarcelados. No se trata de añadir a la iglesia un toque social, sino de identificar la Iglesia con un servicio social de justicia fundado en la comida y en la acogida, como signo y presencia de Cristo.

6. La Iglesia de Mt 25 es una iglesia "pastoral", fundada en el Cristo Pastor, que se hace presente en todas las "ovejas" (en todos los necesitados"... Éste es el principio de toda pastoral cristiana, iglesia de servicio y justicia, a favor de los excluidos sociales, no por victimismo, sino por afirmación activa (dar de comer, visitar, hacer justicia).

7. Ésta es una iglesia de  gran alternativa personal y humana, en medio de la gran disputa del mundo. No es una iglesia que se aísla en su desierto, sino que penetra en las calles y plazas, basureros y suburbios del mando, ofreciendo un testimonio fuerte y provocador de solidaridad. Ésta es una iglesia que levanta ampollas con su crítica fuerte, en contra de todos los que oprimen... pero no por guerra (las guerras militares suelen crear nuevas opresiones), sino en milicia de humanidad, al servicio de los excluidos, sin buscarse nunca a sí misma. En este contexto se puede y debe decir la gran palabra "apartaos al fuego...". Todos los que oprimen a los demás (los que no dan de comer, no visitan y liberan) se destruyen a sí mismos.

8. Los obispos de esta iglesia de Mt 25, 31-46 son los que “visitan” compartiendo humanidad, los que presiden en amor a las iglesia (como dice en otro contexto el mismo Ignacio de Antioquía, que tenía algunos rasgos cercanos a Mateo). En esta iglesia de Mt 25 no había, al parecer, obispos como los actuales… pero los que visitan y ayudan a enfermos y encarcelados se llaman obispos, pues ejercen una función de “episkopein”, de actuar como obispos, visitando, asistiendo, acogiendo (es decir, animando una comunidad que da de comer y de beber, que acoge y viste, que cura y libera).

9. Esta Iglesia de Mt 25, 31-46 es una Iglesia arriesgada, que se introduce en la masa del mundo, de manera humanamente poderosa, pero sin hacerse notar por el poder… Forman parte de esta iglesia todos los que aman y sirven, y crean justicia, y realizan labores episcopales acogiendo, visitando y animando a los hombres en la dura y fuerte travesía de la vida.

2. UNA REFLEXIÓN LITERARIA Y TEOLÓGICA


Mt 25, 31-46 es uno de los textos más complejos e importantes del nuevo testamento. Literariamente ofrece elementos de parábola, alegoría, juicio moral y visión apocalíptica. En una perspectiva cristológica presenta los títulos de Hijo del hombre, Señor, Rey, Pastor y la referencia a Hijo de Dios. Su mensaje teológico es central para Mateo: muestra el juicio de Dios (bendición o maldición) y alude al sentido (éxito o fracaso) de la vida de los hombres . 


1. Trasfondo religioso

Mt 25, 31-46 refleja un esquema religioso universal: a) ofrece una revelación de Dios en su doble dimensión de gracia salvadora y exigencia de respuesta; b) muestra el sentido del hombre: está fundado en Dios, de Dios recibe el valor de su actuación (o de su vida), en Dios culmina su verdad (juicio). Si afinamos nuestro análisis descubriremos que ese esquema religioso es israelita, con sus elementos de alianza, apocalíptica y de obrar en favor del que está necesitado.
 Es la historia humana en su conjunto la que accede al tribunal de Dios y rinde allí sus cuentas.  

2. Mensaje de Jesús

Sin negar su prehistoria israelita, nuestro texto debe interpretarse sobre el fondo del mensaje de Jesús. Sólo así se entiende el sentido del juicio, su valor teológico y su función cristológica. Veamos.

Situándose en línea apocalíptica, Jesús anuncia un juicio absolutamente universal: incluye a grandes y pequeños, buenos y malos, judíos y gentiles. Pero en contra de la apocalíptica, que decide de antemano la condena para el mundo pecador, el juicio de Jesús comienza siendo gracia y sólo después es exigencia. Es gracia porque el reino ofrece perdón y vida a los pobres, pecadores, marginados y perdidos de la tierra: la revelación de Dios empieza siendo expresión del triunfo de su amor creador y transformante. Sólo después, el juicio es exigencia: por la gracia de Dios ya recibida el hombre debe convertirse en gracia para los otros; con Dios y desde Dios hay que amar a los pequeños, pecadores y perdidos.

En ese  juicio del reino se manifiesta  Dios. Dios se desvela en el mensaje de Jesús como el que ama a los pequeños, busca a los perdidos, se complace en el perdón e intenta transformar las condiciones viejas de la tierra. Pudiéramos afirmar que Dios se identifica con los pequeños, sufre con ellos y por eso les ofrece salvación y quiere que los hombres les ayuden. El mensaje y vida de Jesús está integrado en una revelación de Dios: se ha hecho pequeño con los pequeños, comparte la humildad, persecución, muerte del mundo; pero al mismo tiempo ayuda a los pequeños: les ofrece un mensaje de esperanza, les promete el reino y los libera poderosamente en el camino (los cura, anima, exige, salva). 

3. Interpretación eclesial: cristología y liberación

Mt 25, 31-46 implica una visión dialéctica del Jesús histórico:
a) por un lado ha sido el pobre: asume la pequeñez y el sufrimiento de la tierra, compartiendo la suerte de los hombres y cumpliendo en su existencia el sentido de las bienaventuranzas primitivas (de los pobres, los que lloran, los hambrientos);
b) por otro es el que ayuda al pobre: evangeliza a los pequeños, ofrece amor y reino a los perdidos, cura, perdona y refleja en el mundo el misterio de Dios y de su reino.

Esa dialéctica se radicaliza con la pascua, a) Como Hijo del hombre, Jesús sufre en los perdidos de la tierra, haciéndoles compartir su propia suerte, b) Pero Jesús  es a la vez Señor que les ayuda, Señor que les revela la ley de la existencia (se descubre a Dios allí donde los hombres se aman mutuamente). Un Cristo  que  fuera sólo Señor de Arriba » estaría fuera de la marcha dolorosa de la historia; el Cristo de Mt 25, 31, es el mismo Señor y Juez de la historia, que se ha encarnado en los hambrientos y sedientos, exilados y desnudos, enfermos y encarcelados de la humanidad.
Así aparece Cristo en sus dos momentos.
(a) Por un lado es el Señor de la historia, aquel que tiene todo poder, el poder de Dios, actuando así como Juez Final.
(b) Pero, al mismo tiempo, ese Cristo es el Señor encarnado en los pequeños, compartiendo con ellos su suerte en la vida, hasta la misma muerte. Cristo que se limitara a sufrir con los pobres sería incapaz de ofrecer salvación. Sí Cristo ofreciera salvación desde arriba, sin haberse identificado con los hambrientos y encarcelados él se limitaría a ser un salvador externo Sólo uniendo los dos aspectos puede lograrse una verdadera cristología.

Consiguientemente, la liberación comienza siendo gracia: se puede hablar de salvación porque el Señor Jesús se encuentra en los pequeños, alienta en el camino de la vida de los hombres. En el principio todo es gracia. Pero todo es inmediatamente una exigencia: la salvación de Cristo se actualiza (se mediatiza) a través del compromiso de ayuda interhumana. Esto significa que Cristo se encuentra en los pequeños (sus hermanos) y en aquellos que han querido ayudar a esos pequeños (son «benditos de su Padre» y consiguientemente hermanos de Jesús como los otros).

 no. La división en pequeños y en aquellos que ayudan a los pequeños no se puede traducir en estadística sociológica, ni en este mundo ni al final de los tiempos. Quizá un deficiente profundo o aquel que está radicalmente destruido por el mal de la existencia tiene  tengan salvación sólo por serlo. Todos los demás somos a la vez pequeños y debemos ayudar a los pequeños que están a nuestro lado. La salvación será para nosotros gracia (Cristo nos ha hecho suyos) y exigencia (ese hacernos suyos significa vivir con él y como él para los otros). Cristología y liberación humana se han unido para siempre de una forma poderosa en Mt 25, 31-46.
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