Historia y teología de la Navidad

La Navidad es un hecho histórico: Jesús nació de hecho hacia el año 4 a.C., probablemente en Nazaret de Galilea, quizá en Belén de Judá, de donde provenían quiza sus antepasados.

La Navidad es un hecho "teológico" (es decir, religioso). Los cristianos creen que Dios mismo se hizo hombre en Jesús.

Estos dos elementos (histórico y teolçogico) van unidos y así los pesento, destacando primero el aspeto histórico (que todos pueden aceptar, en un sentido general), para insistir luego en el "hecho teológico" (religioso, que sólo puede aceptarse en una perspectiva creyente). 

Me alegro sólo con saber, que soy Hijo de Dios. - IMAGENES CRISTIANAS

HISTORIA

Año y lugar del nacimiento. Los evangelios presentan a Jesús como un judío de Galilea, nacido en los años de Augusto y de Herodes. Posiblemente no conocía al detalle la historia de Julio Cesar, divinizado por Roma, ni los principios de la “ideología sagrada de Augusto”, a quien muchos miraban como presencia de Dios.

Pero el influjo de los césares (Augusto gobernó del 27 a C. al 14 d. C. y Tiberio del 14 al 37 d. C.) debió llenar el imaginario social de su infancia, pues del César de Roma dependían los reyes, que gobernaban sobre Palestina (Herodes el Grande: del 37 al 4 a. C.) o sobre Galilea (Herodes Antipas: del 4 a. C. al 39 de. C.), y los procuradores o gobernadores de Judea-Samaría (sobre todo, Valerio Graco y Poncio Pilatos, ejercieron el poder del 15 al 26 y del 26 al 36 d. C.). Asó nació Jesús, como judío galileo, súbdito de Roma

La tradición del evangelio sabe que nació en tiempos del Octavio Augusto, cuando reinaba en Palestina Herodes el Grande, es decir, unos años antes de lo que supone la datación oficial, calculada de un modo equivocado. Debió nacer el 6 a. C., en los últimos años de Herodes, en un tiempo que empezaba a estar marcado por fuertes contrastes, especialmente, por el paso de una agricultura autónoma de subsistencia a una economía comercial centralizada, al menos en Galilea. Un monje escita, de comienzos del siglo VI d. C., calculó que había nacido el año 753 de la Fundación de Roma y esa fecha se ha impuesto, hasta el día de hoy, como “año cero” de la era común. Pero los cálculos históricos modernos indican que se equivocó, de manera que debió nacer unos 6 años antes. La fecha de la media noche del 25 de diciembre es simbólica y está vinculada con el culto al Sol, que celebraba su fiesta ese día.

Belén (LugaresBiblicos.com)

Belén o Nazaret. Es probable que naciera en Nazaret, pero, simbólicamente, provenía de Belén, pues su familia parece haber sido portadora de las promesas de David, y así los evangelios de Mateo y Lucas afirman que era betlemita (así lo dice expresamente Mt 2, 1-8 y cf. Lc 2, 4). Estaba vinculado a la tradición de la realeza de David, propia del orden nacional judío, que le ofreció su simbolismo y su tarea religiosa más profunda (como ha destacado Mt 2). Pero nació en un mundo dominado por la dinastía imperial de Augusto, que estaba realizando (o realizaría, como veremos) un “censo” universal romano (cf. Lc 2, 1-4).

Por su parte, Marcos supone que era natural de Nazaret de Galilea (cf. Mc 1, 9), hijo de María, y que tenía otros hermanos (cf. Mc 6, 3), pero no ha sentido la necesidad de escribir sobre su origen, como harán Lucas y Mateo, aunque tampoco ellos han fijado una “crónica” de los hechos referentes al nacimiento de Jesús (Mesías, Hijo de Dios), sino un “evangelio”: una representación de lo que ese nacimiento significa para los creyentes. Por eso, sus relatos han de interpretarse como “profecía historiada”: trasmiten y elaboran una tradición de fe. Mateo y Lucas, suponen que Jesús, hijo de María y José, está vinculado a Nazaret de Galilea, pero añaden que su vida ha de entenderse partiendo de David, natural de Belén, que aparece así como patria simbólica de Jesús. Ellos no quieren mentir ni engañar, en un sentido actual, sino poner de relieve algo les parece esencial: la continuidad y diferencia entre David y Jesús (cf. Mt 2, 1-6 y Lc 2, 4).

Somos todos realmente HIJOS DE DIOS? - Tiempos de Abundancia

Provenía quizá de Belén de Judá.Ni Mateo ni Lucas inventan los “datos” básicos de su historia (Belén, nacimiento por el Espíritu), ni los toman uno del otro, sino que los recogen de una tradición anterior, que ha debido surgir en un ambiente judeo-cristiano, para destacar las conexiones de Jesús con las promesas davídicas, relacionadas con Belén, poniendo, al mismo tiempo, de relieve la necesidad de superar una comprensión “física” de esas promesas (ha nacido por obra del Espíritu, no por el poder de la “carne” davídica).

No es imposible que en el fondo de ese dato teológico (nació en Belén) se exprese una visión propagada por parientes de Jesús, que se sintieron vinculados a la familia de David. Incluso se podría afirmar que los antepasados de Jesús habían emigrado de Belén a Nazaret, en el tiempo de la conquista y rejudaización de Galilea (tras el 104-103 a. C.), llevando las tradiciones del origen davídico de su familia. Pero eso es sólo una hipótesis. No parece que tengamos datos más precisos sobre el tema, aunque el hecho de que tanto Mt 1, 1-15 como Lc 3, 24-38 hayan transmitido una genealogía davídica (¡y virginal!) de Jesús parece avalar la pretensión del origen davídico/betlemita de su familia, para superarla al mismo tiempo (pues, en contra de Rom 1, 3, Jesús no nació del “semen de David”, sino por obra del Espíritu).

El sentido de los datos. Las “historias” del nacimiento de Jesús no son relatos de crónica, sino “evangelios”: quieren expresar la providencia de Dios, que actúa y se revela a través del surgimiento mesiánico de su Hijo. Para Marcos, igual que para Pablo, el lugar y el modo externo del nacimiento de Jesús era secundario.

De todas formas, Pablo sabe que ha nacido de mujer (Gal 4, 4) y de la estirpe de David (Rom 1, 1-3), lo cual parecería vincularle teológicamente con Belén. Por su parte, Marcos, que también vincula a Jesús con David (Mc 2, 25; 10, 47-48; 11, 10; el dato de Mc 12, 35-37 es ambiguo), recoge la tradición de la “procedencia nazarena” de Jesús, pues en Nazaret se encuentran su madre y sus hermanos (relacionar Mc 6, 1-6 con 1, 24; 10, 47; 14, 67).

La afirmación de que Jesus era “nazareno” (de Nazaret de Galilea) y la posible relación de ese origen con el hecho de que le llamaran “nazareo” forma uno de los datos más firmes de la tradición evangélica y y es algo que las “afirmaciones más teológicas” de Mt 1-2 y Lc 1-2 no han logrado borrar. En esa línea, parece que Jn 7, 42 va en contra de la presunción de aquellos que afirman que Jesús es Mesías porque nació (o debió nacer) en Belén, pues lo que define a Jesús como enviado e hijo de Dios no es el nacimiento davídico, sino su relación especial con Dios.

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Banksy, del muro al papel | El Correo

(Bansky: La niña quiere escalar el muro de Belén, para celebrar la Navidad. Pero no pede, y ella envía su corazón más alla del muro impenetrable en que hemos convertido la Navidad)

LOS EVANGELIOS, UNA INTERPRETACIÓN CRISTIANA DEL NACIMIENTO DE JES´S  

 Ni Marcos ni Juan se han detenido a contar la historia del nacimiento de Jesús. Marcos comienza su relato con el → bautismo en el Jordán, cuando Jesús ya era un hombre maduro (Mc 1, 1-11). El evangelio de Juan empieza presentando su “genealogía eterna”, como Palabra de Dios, en el principio, antes de todos los tiempos, pero luego no habla de su nacimiento, sino que empieza a presentarle como hombre ya maduro, en relación con Juan Batista, como había hecho Marcos (cf. Jn 1, 19-51). Mateo y Lucas han querido, presentar los rasgos “teológicos” principales de su nacimiento, desde la perspectiva teológica de cada uno.

Diccionario de las tres religiones

El evangelio de Mateo

afirma que “Jesús nació en Belén de Judea, en los días del rey Herodes” y añade que “unos magos vinieron a Jerusalén... preguntando por el lugar del nacimiento del rey de los judíos”. Lógicamente, los sacerdotes responden que en Belén, según la profecía de Miqueas (cf. Mt 2, 1-6).

Mateo destaca así, en sentido simbólico, que Jesús “nació” en Belén, como rey verdadero, de la línea de David, en oposición a Herodes, rey ilegítimo. Nace de la familia del rey, pero de un modo virginal (por obra del Espíritu de Dios), como hijo de María (Mt 1, 18-25), de manera que asume y supera el nivel genealógico de José, pues surge por una nueva y más alta intervención de Dios, mientras le persigue Herodes.

Nace como nuevo Moisés, liberado de la muerte, huyendo a Egipto de donde volverá a la tierra de Israel, como hijo de Dios, mientras otros primogénitos (inocentes) han muerto (Mt 2).

La historia del nacimiento de Jesús está contada desde las profecías, como muestran las citas de cumplimiento que jalonan el evangelio de la infancia: “esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho…” (cf. Mt 1, 22-23; 2, 5-6.15.18.23). A Mateo no le importan los sucesos simplemente físicos, sino la verdad profunda de lo sucedido, como cumplimiento de la Escritura, que define el sentido de Jesús.

En el nacimiento mesiánico de Jesús no interviene el templo, ni los sacerdotes, pero sí unos magos de Oriente, con su Estrella (cf. Num 24, 17) e interviene, también, el recuerdo del exilio (”de Egipto llamé a mi hijo”: Mt 2, 15; cf. Os 11, 1). Estos elementos son simbólicos y ponen de relieve la novedad de Jesús. Por eso carece de sentido preguntar a los astrónomos, pidiéndoles que estudien cuándo pudo haber aparecido por aquellos días una “estrella nueva” o algún tipo de asteroide, como el de los magos, como el que se evoca en la historia de los magos (cf. Mt 2, 9-10).

El autor de estos capítulos (Mt 1–2) no está interesado por datos astronómicos, ni por la exactitud externa de los hechos. No vino a Belén o a Nazaret, para investigar lo que pasó físicamente, sino que fue a la Biblia, para descubrir lo que estaba prometido y lo que debió pasar. De esa forma dijo su verdad, la verdad del evangelio, para anunciar con ella el sentido de Jesús según las esperanzas de Israel. Quien diga que Mateo mintió no entiende la historia. No estamos ante unos hechos brutos, sino ante la verdad del sentido de los hechos.

El evangelio de Lucas

afirma también que Jesús nació en Belén, pero fuera de la ciudad, como ciudadano de un imperio donde el César decidió contar a sus habitantes, en tiempos de Augusto. Era el descendiente de las promesas de Belén, pero su ciudad no quiso recibirle: “Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto, para realizar un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se realizó mientras Quirino era gobernador de Siria” (Lc 2, 1).

De esa manera ha entrelazado Lucas la historia de Jesús con la historia de Roma. No nace enfrentándose al anciano Herodes, ansioso de poder, desconfiado y asesino de sus opositores (como ha destacado Mateo, desde una perspectiva más judía), sino dentro de un imperio mundial, que controla a sus súbditos y “cuenta” incluso a los que nacen en Belén, ciudad de las promesas de Israel, que no recibe al prometido. Nace en el campo de los pastores, como descendiente de un David-Pastor, en un mundo dominado por el César.

Gran diccionario de la Biblia

Desde este fondo, el tema de la famosa inexactitud en relación con el tiempo del censo de Quirino que Lucas presenta como “ocasión” del nacimiento de Jesús en Belén resulta secundario. “Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto, para levantar un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se realizó mientras Quirino era gobernador de Siria. Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David” (Lc 2, 1-4).

Por medio de Flavio Josefo conocemos bien ese censo, que no pudo realizarse en el tiempo del nacimiento de Jesús (en torno al 6-4 a. C.), cuando reinaba Herodes, sino unos diez años más tarde, hacia el 6 d. C., tras la muerte de Arquelao, cuando el gobierno de Judea pasó directamente a Roma. En esa línea, podemos decir que el censo que cita Lucas es simbólico en sentido extenso y sirve para encuadrar a Jesús dentro de la gran máquina imperial romana, pero no es del tiempo en que Jesús nació, sino un poco posterior. Para lo que quiere Lucas, da lo mismo que el censo se haya hecho antes o después, pues no quiere ofrecer un relato cronístico de los hechos, sino una “historia teológica” y, en ese sentido, su aportación es verdadero: Jesús nació “censado” por Roma y morirá condenado por Roma.

CRISTIANISMO, RELIGIÓN NATAL 

He desarrollado los motivos anteriores en dos diccionarios (de la Bibliay de las Religiones)  y en una Teología de la Biblia.  Ahora sigo presentando algunos datos "religiosos" del nacimiento de Jesús

Los cristianos han aceptado y recreado, desde Jesús, algunas fiestas fundamentales del judaísmo (→ Pascua, Pentecostés), pero han debido “inventar”, es decir, descubrir, una fiesta nueva, vinculada al Nacimiento del Hijo de Dios. Se dice que para ello han retomado elementos paganos del entorno (el nacimiento de los dioses) y han fijado una fecha simbólica, el solsticio de invierno (25 de diciembre), día en que se celebraba el nacimiento anual del sol.

Los cristianos del principio (siguiendo el esquema teológico de Pablo y de Marcos) no celebraban ese día, sino sólo el día de la Resurrección de Jesús, repetido cada semana (el domingo) y cada año (→ pascua). Pero a partir del siglo IV d. C., ellos empezaron a celebrar el Nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre (solsticio de invierto, día sagrado en el hemisferio norte)día que se ha convertido para muchos en la fiesta principal del calendario cristiano. 

La Palabra se hizo carne

Jesús murió como mensajero y testigo del eino de Dios, y los cristianos celebran su muerte como principio de pacificación, en la eu-caristía (buena acción de gracias), con pan y vino compartido. Pero la Iglesia celebra también, y de un modo especial, el nacimiento de Jesús, para mostrar así que la experiencia de cristiana tiene un carácter “natal”.

Según eso, en el comienzo del movimiento de paz de Jesús está la experiencia de la filiación. Jesús nació como Hijo de Dios, y así pudo traer el mundo la paz divina. En este contexto se sitúa el valor pacificador de la genética cristiana (es decir, del nacimiento divno de los hombres), que no es una doctrina sobre biología (sobre formas de posible fecundación in vitro), sino una palabra sobre el carácter filial de la vida humana, en un plano personal, desde Jesús, que ha nacido de Dios, como su Hijo, para así “decir” a todos los hombres que son también hijos.

Por eso, la palabra básica de la Navidad es la aceptación de la huiothesia¸ el descubrimiento de que somos hijos de Dios, como ha destacado Pablo: «Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la filiación» (Gal 4, 4-5). Por eso, la Navidad de Dios (que nace en Jesús) es nuevo nacimiento para todos aquellos que le acogen.

 Según el evangelio no nacemos de la guerra cósmica, de la lucha por la vida, sino de Dios que es principio de pas

 El principio de las cosas no es la guerra (como decía Heráclito), ni el padre monstruo (Cronos) que devora a su prole por envidia, ni el hijo que mata a su padre o a su madre (Edipo o Marduk), sino el Padre que sabe crear y gozarse en lo creado. Por eso decimos que la vida es Navidad.

En un plano, el hombre brota del proceso biológico, como los restantes animales, pero ni todo el proceso en general (ni una máquina precisa y eficiente) bastaría para que nazca un nuevo ser humano en cuando individuo y persona, pues, como dice el Credo, refiriéndose a Jesús, el hombre es un ser engendrado, no hecho o fabricado (genitus, non factus).

 Las cosas se fabrican: quedan hechas y acabadas desde fuera, carecen de interioridad y autonomía. Los hombres, en cambio, nacen por engendramiento, recibiendo desde el útero materno y luego en años de gestación, el afecto y palabra que les permite aceptarse y desarrollarse en paz, siendo autónomos.

Eso significa que no puede hablarse primero de hombres o mujeres, como seres ya engendrados, y luego de amor y paz, sino que debemos empezar hablando del amor/paz del que surgen los hombres y/o mujeres. El hecho de que el niño sólo pueda nacer por amor/paz de unos padres (en especial de la madre) no es un dato sentimental accesorio, sino que influye en la misma biología.

El niño nace con el cerebro aún no formado (no adaptado para el mundo), de manera que deben formarlo y adaptarlo aquellos que le acogen y cuidan, en diálogo de amor que ha de durar por lo menos siete años... De esa forma el cerebro se hacer alma, se hace vida personal. El amor de los padres, entendido en forma concreta y material (engendrar, cuidar, alimentar, dialogar), es un presupuesto esencial de cada nacimiento humano.

Pero el nacimiento radical cada nacimiento humano, es creación y presencia de Dios, que, según la teología tradicional, sigue creando almas, es decir, encarnándose en la historia de los hombres, haciéndose humanidad, historia.  En este contexto se sitúa la experiencia cristiana del bautismo, como sacramento de Navidad.

TODO NACIMIENTO HUMANO ES NAVIDAD TEOLOGÍA SIMBÓLICA.

 Quiero insistir en lo anterio: El niño nace con el gran cerebro aún no “formado” (no adaptado para el mundo), de manera que deben formarlo (no digo formatearlo sin más) y adaptarlo aquellos que le acogen y cuidan, en diálogo de palabra y/o amor (de cuidado) que ha de durar, en principio, por lo menos unos siete años... para que el niño sea viable como humano.

De esa forma, a través de ese proceso, el cerebro (todo el ser humano) se hace alma, se hace vida personal (interioridad, libertad, capaz de escuchar la voz de Dios), siendo así  hijo de los hombres y (al mismo tiempo), Hijo-Presencia  del Dios creador, encarnado en la historia.

En esa línea, el amor de otros seres humanos (madre, padre, hermanos, entendido en forma muy concreta (engendrar, gestar, acoger en el parto, limpiar, alimentar, cuidar, dialogar), es un presupuesto esencial de cada nacimiento humano. Por eso, en sentido  radical cada nacimiento humano, es resultado de una gestación, presencia, creación de otros seres humanos, y en sentido aún más radical es generación del mismo Dios de cuya Vida nacen y en cuyo amor crecen (son) los seres humanos.

Esto es algo de lo que, en sentido muy intenso, descubrimos en el nacimiento de Jesús, que, siendo “hijo del hombre” (de la humanidad) es Hijo escogido (unigénito) de Dios.  Según la teología tradicional, Dios “sigue creando almas”, esto es, encarnándose en la historia de los hombres, haciéndose humanidad, historia. Esto es lo que ha acontecido y celebramos de forma paradigmática en la Navidad (encarnación) de Dios en Jesús, primogénito de “muchos” hermanos. Éste es el misterio de fondo de la Navidad, de Jesús, prinipio  garantía de cada una de nuestras navidades. 

APÉNDICE, CON HANNA AREDT. NAVIDAD Y PERDÓN. LA PAZ, PROMESA DE LA VIDA.

En el fondo anterior pueden situarse algunas observaciones y propuestas de Hanna Arendt, filósofa e historiadora judía, que ha sabido situar certeramente la novedad y sentido de la navidad cristiana. Éstos son sus tres rasgos principales: 

 1.Sin perdón no hay Navidad.El primer elemento de la Navidad es el perdón, que los hombres se acepen como son, que se perdonen unos a los otros. Sólo el perdón rompe el círculo del eterno retorno de un pasado violento, la ley de acción y reacción que encierra a los hombres en su destino de muerte. “El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret. El hecho de que hiciera este descubrimiento en un contexto religioso y lo articulara en un lenguaje religioso (y que la iglesia cristiana lo vinculara a la celebración religiosa de la Navidad) no es razón para tomarlo con menos seriedad en un sentido estrictamente secular”[1].

El perdón rompe la “lógica” de la venganza (de la acción y reacción); de esa forma libera al hombre del automatismo de la violencia y hace que su vida trascienda el nivel de la ley, el sistema de lucha de la historia humana. Por eso, el evangelio de Lucas anuncia la Navidad como principio de Paz: Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra a los hombres que Dios ama (Lc 2, 14). El perdón es gratuidad creadora: abrir un comienzo allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y sus luchas de poder[2].

2. La facultad de prometer y de mantener las promesas. La promesa puede entenderse en sentido individual (¡yo prometo!) o en sentido dialogal (¡nosotros nos comprometemos y pactamos!). En un caso y en otro, ella capacita a los hombres para superar la fatalidad de aquello que sucede de forma necesaria (como puro destino), haciéndoles responsables y creadores de futuro que ellos mismos puedan realizar de una manera humana, renunciando a la imposición y a la arbitrariedad.

Nietzsche descubrió aquí el carácter específico del hombre, que (en contra del animal, prendido a un antes y después que no son suyos), puede asumir su futuro, dándole un sentido de nuevo nacimiento, aunque pero después no supo sacar las consecuencias. En contra de eso, H. Arendt ha sabido que, más que voluntad de poder y eterno retorno, el hombre es persona porque puede prometer y pactar, trazando de esa forma su futuro, que puede ser de paz. Pues bien, en esa línea, el Nacimiento de Jesús es una promesa de futuro[3]. En ese sentido, aceptar y celebrar la Navidad (Dios nace en la historia humana) implica comprometerse a crear un futuro de vida para todos.  

3. Natalidad, la vida es Nacimiento.Los hombres pueden liberarse de la esclavitud del pasado (perdonar) y de un fututo impuesto futuro (prometer, ponerse al servicio de la vida) porque “nacen”, no están hechos desde siempre, definidos de antemano. Ellos son seres natales: empiezan a ser, les han dado la vida. “Sin la articulación de la natalidad estaríamos condenados a girar para siempre en el repetido ciclo del llegar a ser, sin la facultad para deshacer lo que hemos hechos y controlar parcialmente los procesos que hemos desencadenado” ...

Nacer significa situarse por encima de una ley que nos ata a lo sido y a lo ha de ser. Por eso, cada nacimiento es una promesa de vida, una "encarnación de Dios". El nacimiento de Jesús como “hijo de Dios”, nueva humanidad abierta a un futuro de gracia es la garantía de futuro,  de existencia verdadera. Celebrar la Navidad es apostar (comprometerse) por el futuro de la vida humana[4].

NOTAS

[1] H, Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona 1993, 258.

[2] Cf. Ibid 255-262. Arendt contrapone el perdón al castigo (que actúa según ley), añadiendo que los hombres sólo pueden perdonar aquello que son capaces de castigar. La ley tiene un valor, pero el perdón lo sobrepasa. Hay, sin embargo, un “mal radical” que los hombres no pueden castigar ni perdonar, pues se sitúa más allá de sus potencialidades. “Aquí, donde el propio acto nos desposee de todo poder, lo único que cabe es repetir con Jesús «Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar»” (Ibid 260). La cita está tomada de Mc 9, 42 par. En esa línea se sitúan las reflexiones de otro pensador judío muy significativo: V. Jankélévitch, El Perdón, Seix Barral, Barcelona 1999.

[3] Ibid 262-264. Eso significa que la paz no es algo previo, dado ya, sino que puede y debe entenderse como un don, vinculado a la promesa. En esta línea viene avanzando, de un modo consecuente, el pensamiento de J. Moltmann, a partir de su Teología de la esperanza, Sígueme, Salamanca 2002 (original de 1964).

[4] Ibid 265. La mayor parte de la filosofía y sociología moderna supone que los hombres están hechos, como realidades que en el fondo pudieran intercambiarse. En contra de eso, H. Arendt, lo mismo que H. Jonas, otro testigo y promotor judío de la paz (cf. El principio de la responsabilidad, Herder, Barcelona 1995) ha fundado la paz futura sobre la fragilidad y grandeza del hombre, como ser que nace del cuidado de los otros, para iniciar una existencia cualitativamente nueva.

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