Olvido por inocencia y olvido por represión: San Sebaldo y Benedicto XVI (Alredol)

En ese contexto nos habla Alredol de la tumba de S. Seebald (San Sebaldo), a quien ve como santo inocente, y también de Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI, uno de esos alemanes obligados a reprimir un trauma apocalíptico de sufrimiento inenarrable..
San Sebaldo olvidaría (superaría el mal) por encantadora inocencia. Benedicto XVI lo haría por represión y a través de una búsqueda insistente de valores y formas medievales, por medio de una iluminada sublimación teológica.... Pero no sigo citándole; quien quiera lea el trabajo que sigue. Gracias, Alredol, todo lo que viene ahora es tuyo(En la imagen, tumba de S. Seebald el Inocente, en Nüremberg; grabado de 1870)
Alredol: San Sebaldo y Benedicto, Inocencia y Olvido
Una de las últimas grandes obras de la cultura cristiana no engullidas por el capital comercial de su tiempo como “arte” de privilegiados, es la tumba de San Sebaldo en Nuremberg. Una compleja escultura en bronce, ejemplo de fe y gratuidad artesana , fue hecha por Peter Vischer y sus cinco hijos, y contiene entre sus realistas figuras, el retrato de su autor en la forma del apóstol su tocayo. La imagen de San Pedro, recio, con barba blanca, espesa y recortada se popularizó por la Alemania renacentista que al cabo de unos decenios iba a ser devastada por las guerras de religión que aniquilaron, se dice, a casi la mitad de su población en una bellum se ipsum alet.
La guerra de los treinta años no sería la última devastación que sufriría Alemania. W.G.Sebald estaba en el vientre de su madre cuando ésta veía arder Nuremberg, fuego que arrasó además de la de San Sebaldo, patrón de las embarazadas, la otra gran Iglesia de la ciudad, la dedicada al español San Lorenzo. Como tantas otras grandes ciudades, nos cuenta Sebald, Nuremberg, fue bombardeada primero con bombas explosivas que rompían puertas y ventanas abriendo así los hogares al tsunami de llamas que los bombardeos aliados desencadenaban después con bombas incendiarias en las calles de las ciudades alemanas para “desmoralizar a su población civil y en particular a los trabajadores industriales”. Donde las llamas no llegaron, muchos cadáveres fueron encontrados en las calles, tostados, habiendo salido de sus casas desnudos para ser asfixiados por el hirviente aire.
“La capacidad humana para olvidar lo que no quiere saber, para no ver lo que tiene delante, opina Sebald en Luftkrieg und Literatur, pocas veces se ha puesto a prueba mejor que en la Alemania de aquella época”. Ratzinger, hoy el papa Benedicto, fue uno de esos alemanes obligados a reprimir un trauma apocalíptico de sufrimiento inenarrable. En su caso, y por el camino de una iluminada sublimación teológica, llega a hacer la paz con un pueblo, el judío, gran víctima de esa espantosa reacción política, el nazismo, que ninguneando la modernidad no hizo sino transformarla en muerte y ruinas. Pero el trauma de la luftkrieg no se dejó manejar de esa forma y Benedicto también está determinado a evitar a toda costa el retorno de lo reprimido, de los sufrientes escombros, y no parece encontrar otro camino que la evitación de lo moderno en una búsqueda insistente de valores y formas medievales. En cosas del mundo, semeja a un hombre tozudamente ingenuo y desconocedor de su propio sentido del tacto.
Poco se sabe sobre San Sebaldo. Mi versión favorita es que fue discípulo de los santos anglosajones hijos de San Ricardo el Peregrino, Wunibald y Willibald, hermanos de Santa Walburga que si recuerdo bien es la única mujer aparte de la Reina y de la Virgen, en este orden de importancia y entre numerosos hombres, a la que el beato Newman prestó atención en su “Apología” y esto por su aceite milagroso. Ignora el beato que Santa Walburga fue llamada a Heilmheim a la muerte de su hermano Wunibald para substituirle como abadesa de ese monasterio benedictino, algo no muy acorde con las ideas neocon de lo que fue la iglesia antes. En cuanto a los hermanos y San Sebaldo, hay un oleo de la misma época de la tumba, en el museo de Nuremberg, en que los tres están comiendo en un entorno de encantadora inocencia, ángel y tonel de vino incluidos.
Newman consideraba la modernidad el enemigo nº 1, más nocivo incluso que el evangelismo aunque hay que sospechar que este odio era más por motivos de good taste elitista que por el sufrimiento que ya estaba causando la Revolución Industrial en plena marcha. Las novelistas provincianas inglesas, Gasskell y Eliot nos hablan de ello y la última describe la difícil y a veces desesperada y patética vida de esos pastores, educados en Latin y seguidores del “Movimiento de Oxford” iniciado por Newman, en el amenazado medio rural inglés del XIX. ¿Dónde pues podemos ir con Newman? No al oleo de San Sebaldo en Nuremberg o a la abadía de Heilmheim. El olvido por represión tiene el efecto de divorciar idea y sentimiento, propósito y acción, de buscar algo muy lejos del lugar donde puede estar a punto de perderse. ¿Es eso lo que pasa con Benedicto?: