Sobre el riesgo de una iglesia cavernaria Salir con Jesús de una Iglesia de Caverna: Con Elías y Juan de la Cruz
Cuatro cuevas, cuatro caminos de libertad
| X. Pikaza
Nuestra iglesia corre el riesgo de volverse cavernaria; necesita aire, luz, conocimiento, como quiso Jesús al salir del agua, como nos dice Juan de la Cruz, al pedirnos que salgamos de la cueva, para aspirar del aire y escuchar el canto de la dulce filomena, con el soto de la vida y su donaire, en la noche serena, luminosa, creadora, de la esperanza compartida.
Desde ese fondo quiero comentar las cuatro cavernas de la vida cristiana (de Elías y Jesús, de Juan de la Cruz y la iglesia del siglo XXI).Podemos hoy volvernos los peores cavernícolas de toda la historia, o convertir nuestra "cueva", llena de dolores de parte, en primavera de un nacimiento más alto al futuro de la vida (como decía san Pablo en Rom 8)
Partiendo de la postal anterior sobre la "caverna de Elías" (1 Rey 19) , me atrevo a decir que, en perspectiva social y eclesial, estamos hoy (año 2020) en una dura etapa cavernaria (¡cavernícola, en el sentido peyorativo de la palabra), como sabía no sólo la Biblia, sino el mismo Platón (cf. República VII). Si no salimos de esa "mala caverna" de violencia y mentira, en que estamos perdidos, haciendo que sea "catacumba" de amor generoso en esperanza, terminaremos por destruirnos todos.
(imágenes finales: Cueva cultual del neolítico; Cueva de Salamanc)
1. PRIMERA CAVERNA
En tiempos de la gran apostasía de Israel se alzó Elías, con el fuego de Dios y con su espada, para matar a todos los falsos profetas. Pero fracasó, y por eso subió a la cueva del Dios de la ira, para pedirle cuentas e invocarle como como terremoto, incendio y huracán...

El camino de la Gran Caverna era duro, cuarenta días de desierto, sin pan ni agua. Por eso se sintió cansando e invocó a la muerte: «¡Basta ya, oh Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no soy mejor que mis padres! Se recostó bajo una retama y se durmió (para morir)» (1 Rey 19, 4-5). Pero Dios no respondió a la llamada de la muerte, de forma que Elías tuvo hasta llegar hasta la cueva, donde penetró para sentir el latido de su ira, pensando que en ella estaba Dios, como terremoto,huracán de muerte y fuego.
Pero Dios (Yahvé) no estaba en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego... Y sucedió que tras el fuego se oyó una brisa apacible y delicada. Y al oírla Elías, cubrió su cara con su manto... y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva. Y he aquí, vino a él una voz, y le preguntó: ¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Rey 19, 11-13).
Sólo así, saliendo de la cueva hecha de ira destructora, Elías descubrió al Dios del viento suave, de la brisa de amor, del agua de la vida, el Dios que le dijo:
Vete, regresa por tu camino, por el desierto, hasta Damasco, y cumple lo que yo te diga al servicio de la vida, al servicio de los damascenos de Siria y de los israelitas de Samaria... (cf. 1 Rey 19, 15-18).
Elías tuvo que entrar en la cueva de su ira, de su deseo de violencia y de muerte destructora... Sólo de esa forma, descubriéndose en su cueva, y descubriendo al otro lado de su vida la brisa creadora de Dios, pudo ser profeta, abriendo con su vida un camino de vida para las gentes de su entorno.
2. SEGUNDA CAVERNA, EL AGUA DEL BAUTISMO DE JESÚS
Parece que Jesús empezó siendo como Elías, y por eso fue al Jordán donde estaba Juan Bautista proclamando un evangelio de Ira:
Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego... Ya viene el más fuere con el huracán de Dios y con el fuego de su incendio... Tiene el bieldo en la mano... y quemará la paja en una hoguera que no se apaga» (Mt 3, 7-12).
Allí en el Jordán no había cueva, como en monte de Elías, pero había agua, que era una cueva donde los penitentes tenían que introducirse, invocando al Dios del huracán, del fuego y terremoto de la ira. También Jesús se introdujo en la cueva del agua, que era como la del monte de Elías descargando en ella toda su violencia... Y Dios le dijo entonces que saliera..., y saliendo, al otro lado del Jordán descubrió que el Dios verdadero era la brisa suave de una paloma aleteando y la voz de Padre-amigo que le decía: Tú eres mi Hijo...(Mt 3, 16-17)
Ésta fue la conversión de Jesús, el paso del Dios de la cueva (huracán, terremoto, hacha destructora) al Dios de la brisa de amor y de vida.
Al principio de su actividad, Jesús era como el primer Elías, buscando al Dios de Juan Bautista en el "bautismo", es decir, en la cueva del agua hecha de fuego, huracán y terremoto, con el hacha de Dios cayendo sobre la raíz de los árboles. Sólo penetrando en esa "cueva" y descubriendo su riesgo, Jesús pudo encontrar al verdadero Dios de la brisa suave y de la vida, como Elías en el Monte Horeb, al otro lado de las aguas del bautismo en el Jordán

Había querido conocer al Dios del Juicio, junto a Juan Bautista (profeta del fuego, del huracán y del agua destructora), pero encontró y escuchó al Dios de la palabra suave (de la brisa y del Espíritu), que le llamaba “Hijo” y le enviaba a realizar una obra de liberación amorosa, de paz de paloma, de brisa de amor. Este sería el tema de fondo de. Mc 1, 10-12 y par (cf. Mt 3, 1-2; Lc 3, 1-9).
Así podríamos hablar de una “conversión” de Jesús, que pasa del primer Elías al segundo, del Elías del fuego de Dios en el Carmelo, al Elías de la brisa suave del Horeb, saliendo de la cueva, para empezar en Galilea su tarea de profeta carismático, al servicio de la llegada del reino de Dpos, que se expresa en la curación de los enfermos.
3. TERCERA CAVERNA. JUAN DE LA CRUZ
Culminando el camino del Cántico Espiritual, Juan de la Cruz nos lleva a la más alta caverna de Dios, que es la de Elías, el agua del bautismo de Jesús, diciendo
- Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos,
- que están bien escondidas,
- y allí nos entraremos,y el mosto de granadas gustaremos (CB 37)
Estas cavernas de la piedra son cielo de amor (¡Dios mismo!),plenitud del universo y de la vida. En esas cavernas de Dios hemos de entrar, como el Padre Elías, como el hermano Jesús, cuando se introduce en el agua del bautismo, como amante en el amado, como amados todos...
Los amantes buscan en la Montaña-Dios el misterio inaccesible de su propio amor, guardado (y abierto) en amor. Son exploradores de la realidad, sobre los astros lejanos, por encima de los escondidos senos de la ciencia, peregrinos de Dios y así penetran, de amor en amor, en su caverna más honda de Piedra, Templo cósmico, Santo de los Santos, suprema Oscuridad, donde no llega ningún rayo de luz exterior, porque todo en ella es Luz de Dios, Tiniebla plena.
Y el mosto de granadas gustaremos... El itinerario del amor conduce a los hombres amante por la interior bodega (cf. CB 26-27) y el collado do mana el agua pura (CB 36; cf. CB 12-13), a la caverna escondida de la peña con cámara secreta de mosto de granadas (CB 37).

Ésta es la caverna de la roca, el cielo de granadas que los Amantes se regalan y comparten, en la profundad originaria de la Vida. La Amante se goza del gozo de Dios (del amado) a quien ella quiere hacer feliz (haciéndose así Cielo de Dios). Lo mismo hace el Amante, que encuentra el gozo pleno en al amado. Ellos mismos son en Dios la más honda caverna de la vida, de forma que entonces, sólo entonces , tras haber entrado del todo uno en el otro (unos con otros), descubren que su cueva es todo el universo y así dicen juntos (o dice una voz de fondo que les acompaña).
- El aspirar del aire,el canto de la dulce filomena,
- el soto y su donaire,en la noche serena,
- con llama que consume y no da pena
La misma caverna se ha hecho cielo (es cielo), como aire que respiran unos en otros, dándose la vida. Han existido y existen otros signos, que también se han vinculado o pueden vincularse a Dios: tierra de la que nacemos, agua que alimenta a plantas y animales, sangre de las venas, ondas del cerebro... Pero el más importante ha sido y sigue siendo, en un plano simbólico, el aliento de manera que morir es expirar (quedar sin aire), y vivir es respirar juntos.
Respirar juntos, unos en y para otros, es la tierra (caverna) convertida en cielo: el aire compartido, el canto de la dulce filomena (el ruiseñor del cielo), el soto y su donaire (la tierra baja, el paso entre montañas...), en la noche serena que se ilumina por dentro, como llama que se consuma, es decir, vida que se transmite y comparte, en camino de resurrección.
El cielo en la tierra es el aire compartido (beso de amor), que se eleva como música suprema (canto de ruiseñor). Cada uno canta en (y con) el otro, en sinfonía de música perpetua, de manera que se escucha la melodía del ave de Dios, canción de cielo. De esa forma se cantan uno al otro y en el otro, con voz de jubilación que nunca acaba: él le canta a ella, para que ella le cante a él, en comunión de vidao sin fin (pues las canciones de muerte han terminado).
4. CUARTA Y ÚLTIMA CAVERNA, UNA TAREA DE IGLESIA.
Juan Bautista se sitúa más en la línea de un Elías juez, profeta del agua y del fuego, portador de la ira de Dios en el Carmelo (cf. 1 Rey 18). En esa perspectiva, los cristianos dirán que Juan, precursor de Jesús, se identificaba con Elías, con no sólo por su forma de vestir (Mc 1, 6 cf. 2 Rey 1, 8), sino por su manera de anunciar el juicio (cf. Mc 1, 7-8 par; Lc 1, 76).
Jesús bajó a la más honda caverna del bautismo de Juan, al agua del terremoto y del incendio, del huracán y del hacha taladora. Allí, dentro del agua, en una eternidad de eternidades, cubierto por el río, mientras duraba el rito del bautismo, Jesús descubrió en su vida todas las iras de Dios... descubriendo, al mismo tiempo, que Dios le enviaba al otro lado, como envió también a Elías: ¡Vete, proclama mi palabra, abriendo así un camino de libertad para los hombres en la tierra!
Elías salió de la cueva para anunciar e iniciar una nueva historia en Damasco y Samaría. Jesús sale del para proclamar la llegada del reino (Mc 1, 9-15). Juan de la Cruz supo que el camino de su padre Elías, fundador de Carmelo, era el mismo de Jesús, su amante compañero, camino de amor compartido que tiene que llevarnos a todos a las subidas cavernas de la piedra... que son los momentos y lugares de amor, para hombres y mujeres.
Ciertamente, la Iglesia ha querido trazar ese camino de amor, con el Padre Elías, con el Amante Jesús, con cientos y miles de hombres y mujeres como Juan de la Cruz que saben que "la cueva de Dios es el amor" y no hay otra tarea cristiana que amarse, bebiendo juntos el mosto de granadas, para salir (saliendo) en la noche serena al mundo abierto del amor: Respirar juntos el aire (respirando unos de otros), mientras canta la dulce filomena en la noche brillantísima del soto y su donaire, en un cielo ecológico que es, al mismo tiempo, un cielo de transparencia enamorada.
La iglesia ha sabido y vivido sin duda esta historia de amor en sus siglos de persecución y cueva (a la luz de los lucernarios de las catacumbas....). Pero otras veces ella se ha encerrado en cavernas de miedo, de rechazo de amor, de resentimiento. Por eso es necesario recordar este camino de "salida". a la luz del amor, como está diciendo el Papa Francisco: Que dejemos las cavernas y torres cerradas de nuestro miedo, de nuestra ira interior, de nuestro resentimiento, recibiendo y compartiendo la brisa suave de Elías, el Espíritu de Jesús de Nazaret, en la noche serena de una vida hecha amor para siempre.

Lógicamente, la iglesia ha pensado que Jesús murió llamando a Dios, pero ha podido seguir pensando que en el fondo él repetía el mismo gesto de Elías que subió al Horeb para preguntarle a Dios: ¿Por qué me has desamparado? (cf. 1 Rey 18, 10; Mc 15, 34). Tanto Elías como Jesús han llamado a Dios desde su “fracaso”; tanto a Elías como a Jesús ha respondido Dios, de formas convergentes. A Elías le dice que anuncie su presencia en Siria y en todo el oriente. A Jesús le dice que suba a Jesús, curando, abriendo un camino de vida por encima de la muerte.

De la conversión de Jesús, nuevo Elías de brisa fuerte de Dios, vive la iglesia. Sin una conversión fuerte, sin salir de su cueva de miedo y violencia sagrada (apelando al hacha, al terremoto, al huracán...) la iglesia no será camino y promesa del Dios de Jesús sobre la tierra. Por eso, la palabra clave, sigue siendo: Sal de tu cueva