Paz musulmana y franciscana en Palestina Tierra Santa en Navidad. Disputa de tres religiones (1)

Tierra Santa
Tierra Santa

El Islam a los 8 siglos de la propuesta de paz de Francisco

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Se están cumpliendo estos días los 2019 (2025?) años del nacimiento de Jesús en Belén de Judá (o en Nazaret de Galilea), en una tierra “santa” disputada por judíos y romanos. En ese contexto, Lc 2, 14 afirma que los ángeles del cielo cantaron un himno de paz sobre la tierra convulsa de guerras. Por su parte, Mt 2, 1‒15 afirma que llegaron emisarios de oriente ofreciendo paz al niño, pero sus padres tuvieron que escapar perseguidos a Egipto.

A los pocos años (entre el 67 y 70 d.C.) estalló en aquellas tierras una terrible guerra entre judíos y romanos, con la muerte y expulsión de cientos de miles de judíos…, y quedó la tierra bajo dominio romano (pagano), aunque después (a partir del siglo IV) ella se fue haciendo oficialmente cristiana (bizantina), hasta que el siglo VII llegaron los musulmanes.

Se acaban de cumplir 1380 años desde que las tropas musulmanas del califa Omar tomaron Jerusalén y Tierra Santa (el 638 d.C.). Cincuenta años después (1378‒1381), el nuevo califa Abd‒al‒Malik, mandó construir en el centro del antiguo Templo, que los cristianos habían dejado desierto, como signo de superación del judaísmo, la Cúpula o Mezquita de la Roca, ratificando así el carácter musulmán de aquel lugar, porque allí se habría realizado el Sacrificio de Abraham y, sobre todo, porque Mahoma habría ascendido de allí hasta el Cielo (Coran, Sura 17, 1).

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Hace 800 años, un sobrino de Saladino (que reconquisto Jerusalén el 1187 y expulsó a los cruzados cristianos), el sultán Malik al-Kamil recibió en Damieta, Egipto, a Francisco de Asís, permitiendo que los franciscanos se establecieran en Tierra Santa como custodios católicos de los lugares santos. Con motivo de esos acontecimientos quiero ofrecer una visión de conjunto del sentido y problemática de la Tierra Santa y de su relación con el Islam.

     En este contexto quiero ofrecer mi contribución al estudio histórico y social de esos hechos y al conocimiento de la situación actual en la tierra de Canaán/Israel/Palestina. Será mi aportación a la Navidad en tierra santa, desde la perspectiva del Islam actual y desde el proyecto de paz de Francisco (evidentemente de Jesús).

 Consta de dos partes. Hoy ofrezco una visión más histórica del tema, insistiendo en la perspectiva musulmana. Mañana o pasado ofreceré mi aportación sobre la paz “franciscana” en Palestina, a los 800 años del acuerdo entre Francisco y el sultán Malik al‒Kamil (retomando algunos elementos importantes del documento del Papa Francisco con ocasión de esos 800años)

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   Los que hayan leído la prensa o escuchado las noticias de estos días conocerán  la difícil situación de "guerra latente" que sufre aquella Tierra de la Navidad, con enfrenamiento directo de judíos y musulmanes (palestinos), con la progresiva desaparición de los cristianos en la tierra del Cristo,  porque la situación se les hace insostenible por un lado y por otro.

  1. INTRODUCCIÓN. TIERRA SANTA, TIERRA DISPUTADA

  Una tierra, tres nombres, larga historia de disputas

             La llamamos Tierra Santa, y lo es para judíos, cristianos y musulmanes, desde perspectivas distintas, como tierra de la paz final (Shalom, Shalam), lugar donde unos y otros esperan, de un modo simbólico, que venga el enviado de Dios para reunir en justicia a todas las naciones. Pero ha sido, al mismo tiempo, una tierra de cruces y guerras a lo largo de la historia, un lugar donde podría estallar la Guerra final, desde Ar-Maguedón junto a Galilea (donde el Apocalipsis ubica la batalla del fin de los tiempos) hasta Jerusalén con el Valle de Josafat, donde muchos sitúan el juicio entre el Bien y el Mal, entre Dios y el Diablo, con la destrucción de los malvados y el triunfo de los justos.  Es una tierra de diversos nombres, cada uno con su carga histórica, cultural y religiosa:

 ‒ Era en principio la Tierra de Canaán, habitada por siete pueblos paganos, comerciantes astutos, hermanos de sangre de los navegantes fenicios y de los mercaderes arameo/sirios, y su nombre (tanto Canaán como Fenicia) alude a los vestidos teñidos de purpura que vendían entre Egipto y Mesopotamia. Canaán es el nombre primero, y según muchos el más adecuado para todo el territorio, desde el Hermón nevado al norte hasta el desierto del Sinaí al sur, desde el Mar Mediterráneo al oeste hasta el Río Jordán o las mesetas de la actual Jordania, con el desierto de Arabia al Oriente.

‒ El nombre de Tierra de Israelproviene los “conquistadores israelitas” que vinieron de Egipto (Éxodo) y del Noroeste (tierras arameas de los patriarcas) para tomar posesión de la tierra que su Dios Yahvé les había prometido (desde el siglo XIII-XI a.C.), elaborando allí su religión y escribiendo su Biblia, hasta ser expulsados de allí por los romanos, tras dos duras guerras (67‒70 y 132‒135 d.C.). Éste es el nombre que los judíos actuales, creadores del Estado de Israel (1948), quieren dar a todo el territorio, que reclaman como propio, por promesa de Dios y fidelidad a su historia antigua.

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‒ Finalmente, ésta es la Tierra de Palestina, nombre tomado de los filisteos que se apoderaron de parte de aquel territorio (sobre todo en la franja costera del entorno de Gaza), casi al mismo tiempo que los israelitas (siglo XIII-XI a.C.), aunque después fueron en parte vencidos y sometidos Éste es el nombre que impusieron a toda la región los romanos a partir de las guerras judías del I-II d.C. Éste es nombre que los árabes actuales (en gran parte musulmanes) quieren darle en la actualidad, sintiéndose herederos no sólo de los filisteos antiguos (y de los cananeos originarios), sino también de los árabes que siempre vivieron en su entorno, para volverse dominante a partir de la conquista musulmana (638 d.C.) hasta la creación del Estado de Israel (1948 d.C.).

 Esa tierra ha tenido otros propietarios: ha sido persa (desde el 539 aC) y helenista (desde el 332 a.C.), ha sido romana (desde el 64 a.C.), bizantino/cristiana (desde el 313 d.C.), musulmana (desde el 638 d.C.), de nuevo cristiana con las cruzadas (desde el 1098 d.C.), luego otra vez musulmana (desde el 1187, con dominio egipcio, turco…). Ha sido en fin británica (1918) y finalmente ha quedado dividida, desde 1948, bajo dominio jordano, palestino y especialmente israelita.  

 Tierra disputada, tierra de tres religiones

Fue en principio, como he dicho, una tierra pagana, con ciudades y comerciantes cananeos, desde Fenicia (Sidón) hasta el “torrente de Egipto” (Gen 10, 15-19), desde Dan, bajo el Monte Hermón, hasta Berseba, en el Negev (cf. Jc 21, 1; 1 Sam 3, 20; 2 Sam 17. 11). Los israelitas la tomaron después como tierra prometida, que Dios les había concedido, según la Biblia (cf. Ex 6, 4; Num 13, 2; Dt 32, 49; Sal 105 etc.).  Es en la actualidad una tierra de judíos del Estado de Israel, con grandes minorías de musulmanes, y algunas menores de cristianos, dentro del mismo Estado y en las zonas ocupadas, rodeados de estados musulmanes, de Egipto a Turquía, de Jordania hasta Irán. Es una tierra rica en tradición de religiones y culturas, pero muy problemática, desde cada una de las tres perspectivas que podemos imaginar:

En perspectiva judía, la “tierra santa” ha sido y sigue siendo promesa y esperanza de paz, conforme a la profecía de Isaías 2, 2‒4, en la que se dice que el “monte Sion” (Jerusalén) se elevará entre todas las montañas, de forma allí vendrá el mismo Dios o su Mesías, para enseñar a los pueblos la paz, de forma se romperán las armas (¡de las espadas forjarán arados!) para que se cumpla la promesa la paz universal. Pero muchos judíos piensan que ese tiempo no ha llegado y que para conseguir la paz futura hay que defender la frágil paz actual, con uno de los ejércitos más poderosos de la tierra (con armas y aviones atómicos), manteniendo subordinados a cristianos y musulmanes.

En perspectiva musulmana, esta Tierra Santa de Palestina ha sido, y sigue siendo con La Meca y Medina (de Arabia), el lugar más importante de la tradición monoteísta, en línea de sumisión a Dios y pacificación, que eso quiere decir Islam. Los musulmanes llevan casi catorce siglos en Palestina y consideran esa tierra como propia, añadiendo, además, que ellos han permitido vivir en ella en paz y libertad a judíos y cristianos, aunque sometidos a un tipo de presión social e incluso religiosa, agravada en los últimos decenios a consecuencia de la creación del Estado de Israel y de los fundamentalismos judíos y  por la presión de un tipo de capitalismo mundial de “origen” cristiano. En ese contexto, muchos musulmanes se sienten oprimidos y quieren responder con violencia suma a la violencia de la ocupación israelita. A su juicio, la paz vendrá sólo a través del triunfo y dominio del Islam.

Los cristianos han tenido y tienen una historia compleja en Palestina, desde la caída del dominio bizantino en esa zona hasta la actualidad. El evangelio afirma, de manera taxativa, refiriéndose en primer lugar a Palestina (reinterpretando las promesas patriarcales y la esperanza del judaísmo) que los pacíficos (praeis) heredarán la tierra (Mt 5, 5), refiriéndose en primer lugar a esta “tierra santa” (Israel, Palestina) y sólo en un segundo lugar al mundo entero. La bienaventuranza dice que ellos (los pobres, los mansos, los pacificadores) “heredarán” (klêronomêsousin) la tierra, no a través de una guerra, sino como don de Dios y herencia (regalo) de los antepasados.  En esa línea, el mismo texto añade que “los hacedores de la paz” (Mt 5, 9) serán llamados “hijos de Dios”.

Una paz exigente

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             Pero la paz que Jesús anuncia y pide a sus discípulos resulta exigente, y ha sido problemática, pues los cruzados del siglo XII quisieron ocupar y ocuparon la Tierra Sana con armas, hasta ser derrotadas por Saladino (1187). En la línea de Jesús llegó Francisco de Asís a entrevistarse con el sultán Malik al-Kamil (1219), prometiéndole que no venía en plan de guerra, sino de pobreza y fraternidad, como testigo de Jesús. Así lo han sentido los franciscanos que han permanecido hasta hoy en la Tierra Santa como “custodios y animadores” de una paz que implica no sólo renuncia a la guerra (mansedumbre), sino también fraternidad desde la pobreza, es decir, renuncia a una especie de “guerra de/por el dinero”.

Ciertamente, en el fondo el problema sigue siendo religioso (entre judíos, cristianos y musulmanes) y cultural (entre grupos con un tipo de vida y pensamiento diferente), pero está vinculado a una guerra de tipo económico, de simple lucha por el “capital” (Mammón: cf. Mt 6, 24), de un lado y del otro. La dificultad fundamental no está en que haya judíos, musulmanes y cristianos (en sentido profundo esa diversidad religiosa puede ser una fuente de bendición para todos), sino en que al fin domine sobre todos (sobre unos y otros) un tipo de Mammón monetario, que acaba esclavizando al mundo entero, como he puesto de relieve comentando en Dios o el Dinero (Sal‒Terrae, Santander 2018).

            En ese contexto, los Franciscanos de la Custodia de Tierra Santa quieren ser testigos y promotores de una experiencia de paz universal, fundada en los dos pilares de Francisco, que son la fraternidad y la pobreza, que ha de expresarse de un modo privilegiado en la Tierra Santa, entendida como tierra de Abrahán, padre de todos los creyentes (judíos, musulmanes y cristiano), como ha precisado de forma ejemplar el apóstol san Pablo, cuando dice que Abrahán es padre de todos los que en su línea creen en Dios (cf. Gal 3; Rom 4).

Estos son los pilares sobre los que puede edificarse la paz en Tierra Santa (Canaán, Palestina): La fe en el Dios de Abrahán, vinculada a la fraternidad y a la pobreza, es decir, a la renuncia a toda imposición política o económica. Éste es un tema muy complejo, que puede y debe estudiarse desde muchas perspectivas, de tipo económico y militar, cultural, social y religioso, que aquí no puedo desarrollar de un modo más preciso (algo que en parte he venido haciendo en algunos de mis libros como:   Monoteísmo y Globalización. Moisés, Jesús, Mahoma, Verbo Divino, Estella 2002, y especialmente en Diccionario de las tres religiones, con A. Haya, Verbo Divino, Estella 2009. Aquí sólo quiero evocar algunos de sus rasgos, desde la perspectiva del Islam (en su relación con judaísmo y cristianismo), con ocasión de los ochocientos años de la entrevista de Francisco de Asís con el Sultán de Egipto.

 UN PROBLEMA MUSULMÁN.VOLVER A LAS RAÍCES DEL ISLAM

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  1. Principios. Como he dicho ya, en plena crisis de las cruzadas, para iniciar un camino distinto de paz, llegó Francisco de Asís hasta Egipto, donde logró el respeto del Sultán Malek Al-Kamil (año 2219). Francisco sabía que musulmanes eran un problema, pero también una promesa, y con ellos quiso dialogar, de un modo pacífico, sin armas ni dinero, y su propuesta, sigue siendo todavía, ochocientos años después, plenamente cristiana por encimas de actitudes y respuestas militares y fundamentalistas.

             Pienso que los cristianos debemos empezar alabando a Dios no sólo por el Hermano Sol y la Hermana Luna, con el Canto de Francisco, sino también por los hermanos judíos y los hermanos musulmanes (los de la Media Luna), a quienes interpreto y entiendo como una gracia, pues estoy convencido de que ellos son también herederos de las promesas de Abraham, que han de compartir con judíos y cristianos  

 En la base del mensaje de Mahoma y de la experiencia musulmana, desarrollada por la tradición posterior, late una mística radical de sometimiento a Dios, que así aparece como aquel que es y hace Todo. Este Dios superior acoge de un modo especial a los humildes y pequeños pero de tal forma que, en realidad, ante su Juicio superior, terminan siendo iguales ricos y pobres, opresores y oprimidos.

Pienso además que los musulmanes han insistido e insisten en algunos aspectos valiosos de la religión que el cristianismo ha resaltado menos: La Trascendencia de Dios, el monoteísmo radical, la oración cotidiana, la igualdad entre todos los creyentes… Posiblemente, al lado de esos valores, algunos musulmanes (sobre todo en circunstancias políticas adversas) han desarrollado elementos menos positivos, como cierta intolerancia, un tipo de imposición y una forma de militancia (yihad) que hace difícil la convivencia con ellos allí donde son dominantes.  

Dejo la cuestión puramente política a un lado, pero debo advertir desde el principio que la solución al problema de la paz en Palestina no está en proclamar una nueva cruzada, ni en acusar o despreciar a otros creyentes, sino todo lo contrario: hay que empezar bendiciendo a Dios por la fe de los musulmanes, dialogando con ellos en respeto y libertad, aprendiendo unos de otros, como quiso Francisco de Asís (1219)  y quiere Francisco Papa (2019).  

Dos tipos de suras: de la Meca y de Medina.En el fondo, el verdadero Islam quiere ser religión de suma tolerancia: Dios sólo exige que nos sometamos a él, pues él tiene toda justicia y derecho y nada de lo que hagamos le puede influir, ya que él es quien nos hace, actuando por nosotros. Pero, en otro plano, hay cierto Islam se ha vuelto intolerante, pues piensa que la voluntad de Dios, revelada en el Corán, puede y debe extenderse (incluso con fuerza), sobre todo el mundo. En ese fondo distinguimos dos períodos de la vida de Mahoma. 

‒ Período mecano: mensaje universal, sin guerra (612-622 d.C.). En las suras antiguas, que son la raíz del Corán, Mahoma se muestra más cercano a las tradiciones pacificas de judíos y cristianos. No apela al Yihad o guerra santa, no establece una comunidad militante, sino que va construyendo una comunidad pacífica de sometidos a Dios, en medio de un entorno crecientemente hostil de politeísmo mercantilista de La Meca. 

En ese momento, los signos primordiales de la revelación de Dios son la superación de la idolatría, la sumisión a la única divinidad y de justicia social, que se expresa en la ayuda a los pobres. Como prueba de su mensaje, Mahoma apela al juicio futuro de Dios. Éste es el Primer Corán o Islam, sin poder político ni sometimiento social. 

Período de Medida. Hégira y guerras “santa”: Sumisión a Dios y violenciamilitar (622-632). Pero cuando su grupo fue perseguido, Mahoma “recibió” de Dios un mensaje de ruptura y recreación miento social, que se tradujo en la creación de una comunidad liberada de creyentes (Hégira 622 d.C., año 1 de la era musulmana). 

En vez de dejarse matar o de seguir anunciando el Mensaje de un modo no violento, Mahoma y los suyos emigraron a Medina, donde respondieron con violencia a la violencia de los enviados del «sistema comercial» politeísta de la Meca. En este contexto se sitúa la intolerancia musulmana, proclamada el Yihad o guerra santa contra los paganos de la Meca, que se expresa en la muerte de los judíos de Medina que no aceptaban su mensaje y en la toma posterior de la Meca.

 Mahoma/Muhammad se sintió heredero de la tradición de Israel, vinculada estrechamente a la tierra de Palestina, donde Abraham y los patriarcas, los profetas y Jesús habían desarrollado su misión, de manera que a los pocos años de su muerte (632 d.C.), los guerreros musulmanes conquistaron Jerusalén y consideraron propio el templo judío, donde alzaron su Mezquita o cúpula sagrada, donde oran hasta hoy (en gesto que a muchos judíos les parece la mayor de las ofensas). En esa línea, hay un Islam impositivo, que se cree capaz de dominar sobre judíos y cristianos, queriendo que al fin desaparezcan todas las restantes religiones, y que sólo queden ello, los musulmanes, como herederos de todas las restantes religiones. Cf. G. Keppel, La Yihad. Expansión y declive del islamismo, Península, Barcelona 2001; M. Rodinson, Mahoma, Península, Barcelona 2002;   J. Vernet, Mahoma-Muhammad, Planeta, Barcelona 1995; W. M. Watt, Mahoma, profeta y hombre de estado, Labor, Barcelona 1968.

La mayoría de los musulmanes actuales no ven diferencia básica entre esos dos períodos. Otros pensamos que esa diferencia existe, no sólo en un plano histórico y literario, sino también teológico y social, y que ella define la renovación del Islam futuro.  

  1. Las dos alas del Islam. Todos los monoteístas comparten la fe en un solo Dios. Pero se distinguen en la forma de entender su Presencia, que los judíos vinculan a un éxodo nacional, los cristianos a la cruz de Jesús y ellos, los musulmanes, relacionan con la Hégira. Por eso, la forma de entender la Hégira en la historia musulmana resulta esencial.

‒ Un Islam fundado en las doctrinas (suras) del período mecano será tolerante: religión de personas marginadas, que apelan a Dios desde su pobreza, buscando un orden futuro de Justicia, abierto al juicio apocalíptico. Este es el Islam de los que pueden mantenerse y vivir en un tipo de exilio político‒social, sin imponerse por la guerra, insistiendo en pacificación personal, en la vinculación con Dios, en un tipo de vinculación pacífica entre todos los pueblos, sin tomar el poder con violencia, dialogando siempre con los hombres y mujeres del entorno. Éste es el Islam de las “masas pobres”, de los creyentes que confían en Dios en medio de las tribulaciones de la vida, abriendo su mano (su fraternidad) a todos los hombres, musulmanes o no.

‒ Un Islam más centrado en las suras de Medina será más impositivo, de tal forma que los creyentes pueden defender (e incluso imponer) su religión 'verdadera' y su forma de vida social apelando a la guerra, no sólo contra los infieles o paganos exteriores, sino contra los disidentes interiores, defendiendo ante todo los «derechos» de Dios. Ciertamente existe y puede actualizarse el primer Islam (mecano) abierto a la paz universal, a través de la Palabra, sin necesidad de una Hégira violenta. Pero, en un sentido histórico (o por lo menos simbólico), parece imponerse un tipo de imposición política y militar como la simbolizada Hégira, es decir, en la ruptura con La Meca (año 622 d.C.) y en la guerra hasta reconquistarla e imponer allí el Islam (año 630 d.C.).  

 Sobre la base de las suras mecanas, antes de la Hégira debería desarrollarse el futuro del Islam, centrado en un mensaje no militar ni estatal de pacificación abierta a todos los hombres y mujeres, desde el sometimiento a Dios. En esta línea puede situarse la inspiración básica de Mahoma y del Islam, como don de Dios y camino de pacificación humana. Pero aquella inspiración tuvo que «adaptarse» a causa de la intolerancia de las autoridades de la Mesa que, en los últimos años de este período mecano (618-622), fueron persiguiendo cada vez más a los «sometidos», hasta que la situación se volvió insostenible. Mahoma y los suyos pudieron haber optado por el martirio, como hizo Jesús, que murió fracasado en Jerusalén, sin oponer una nueva violencia militar a la violencia de sus acusadores y asesinos. Pero no lo hicieron sino que, en medio de la persecución, optaron por mantener su identidad y expandirse de un modo militar, iniciando una ruptura social y militar (año 622), que marca la identidad musulmana posterior, ratificada por la conquista de la Meca (año 630).

             Aquí se sitúa quizá la mayor diferencia entre el Islam y el Cristianismo. El Islam es la religión de los que descubren a Dios a través del Corán de Mahoma y, de un modo especial, a través de la Conquista de la Meca, para imponer allí el Islam. En esa línea, una mayoría de musulmanes añora y/o espera la conquista político/social del mundo entero, para imponer así el Islam a todas las naciones y personas. En contra de eso, el Cristianismo es la religión de Jesús que entra en Jerusalén desarmado, anunciando la llegada del Reino de Dios sin armas ni dinero, siendo allí crucificado, de forma que su menaje sólo se puede extender de otra manera, en línea pacífica, de resurrección. 

  1. INSISTIR EN EL ISLAM. LAS CINCO CLAVES O PILARES  

 Mahoma había entrado en contacto con judíos y cristianos y parece que, al principio, no quiso crear una nueva religión; se limitaba a recrear y adaptar las tradiciones precedentes, para expresar de esa manera la fe pura que Abrahán había confesado ya, según la tradición antigua. Pero judíos y cristianos no aceptaron esa innovación; por eso, acabó fundando una religión que, partiendo de Arabia, se extendió por Oriente Medio, Norte de África y Asia. La tradición posterior ha fijado o concentrado el Islam en cinco pilares:  

Cinco pilares: 

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 1. Sahada, confesión de fe. Musulmán es quien declara, con su palabra y su vida, que sólo Allah es Dios y Mahoma su profeta.Esta confesión se interpreta como signo de sumisión y pacificación: el creyente es un hombre que se somete a Dios de tal manera que sólo Dios define su destino; en manos de Dios vive, bajo su poder está pacificado.  

2. Oración cinco veces al día. El musulmán se compromete a orar cinco veces al día, y lo hace de un modo personal, por sí mismo, aunque se reúnan a la hora de la oración miles y miles de creyentes, en filas, en una gran mezquita. Cada uno ora por sí mismo, quizá al lado de otros, pero por sí mismo, inclinándose hasta el suelo, proclamando la grandeza de Allah, sin eucaristía o vinculación común en Dios por Cristo.    

3. Limosna y/o justicia social. En principio, los musulmanes han de dar lo que les sobra para que puedan vivir todos, en especial los huérfanos y pobres. Esta limosna no se ve como una obra de misericordia, sino de justicia. Por eso se llama zakat, y es signo de la participación económica y social de todos los hombres (sobre todo de los musulmanes).  

4. Ayuno de un mes al año (Ramadán). Ayunar significa dedicar los días de un mes de cada año al descanso religioso, a la experiencia de oración y sacrificio, para celebrar de noche el gozo de la libertad y del amor, en solidaridad de mesa. Mahoma no ha querido que su religión se defina por la ascesis, sino por la solidaridad y la justicia. Pero, a fin de reforzar la sumisión e identidad de los creyentes, él ha decretado un mes de ayuno al año (ramadán).

5. Peregrinación.  Para los cristianos, la peregrinación (a Jerusalén, Roma o Santiago) es valiosa, pero no es un elemento central de su fe. Mahoma, en cambio, pide a sus fieles que vayan, al menos una vez en la vida, si pueden, a la Meca, para retornar a las raíces de la fe, para asumir las tradiciones monoteístas de Abraham y el signo de la Ciudad Sagrada.  

             Pero, a mi entender, esos pilares, siendo muy importantes (y dependiendo de la tradición judeo‒cristiana: cf. Mt 6, 1‒18: oración, limosna, ayuno) no definen la identidad socio‒religiosa del Islam, y en esa línea prefiero hablar de cinco claves o notas principales:

Los musulmanes asumen expresamente la herencia de Abrahán (Ibrahim)que, acompañado de su hijo Ismael habría peregrinado hasta la Meca para orar ante la piedra sagrada de la Caaba. Ratificando el gesto del patriarca, para imitar su fe y expandir su herencia, los fieles musulmanes se comprometen a peregrinar también hasta la Meca, una vez en la vida, si es que pueden. 

En ese camino de fe y adoración, se confiesan herederos y garantes de la auténtica tradición de Abrahán, fijada según dicen en el monoteísmo musulmán y en la piedad que se centra en la Meca. Así se creen herederos del gran patriarca hanif, devoto de Dios, monoteísta, en la línea de una tradición religiosa que se había manifestado ya desde el principio (por Adán, Noé y el resto de los profetas). Mahoma completó de esa manera y culminó lo que habría iniciado Abrahán: superó el politeísmo de la Meca, vinculó a los creyentes en la verdadera adoración.

Los musulmanes mantienen un monoteísmo cercano al judío. Por eso rechazan la Trinidad cristiana lo mismo que la Encarnación de Dios en Cristo. Dios se presenta para ellos como el Señor siempre transcendente que dirige desde arriba el curso de la historia, de una forma que parece ya predestinada de antemano. De tal modo destacan el poder y acción de ese Dios que tienden a dejar en segundo plano la libertad del hombre. Jesús es para ellos un profeta excelso, hijo María, nacido de forma virginal, predicador del evangelio para los judíos. 

Pero estos no le recibieron y por eso quisieron matarle, cayendo de esa forma en gran pecado. Posteriormente, traicionando su mensaje, los cristianos divinizaron a Jesús, cayendo en gran pecado, por introducir la división en Dios y por confesar que un humano es divino.

Monoteísmo coránico, religión del Libro.El Dios lejano y poderoso (cuya acción parece imponerse de forma avasalladora) se ha revelado a través de Mahoma, su profeta, y su palabra ha sido fijada en el Corán, el libro que recoge su más honda experiencia.   De esa forma, en un sentido estricto, podemos afirmar que el principio de identificación de los musulmanes es el mismo Libro sagrado que ocupa para ellos el lugar que en el judaísmo tiene el pueblo elegido y en el cristianismo Jesús. 

El judaísmo es la religión de un pueblo particular, de manera que sigue esperando la llegada del tiempo mesiánico, pues sólo entonces podrá darse la unificación (globalización) religiosa y profunda entre los hombres. Por el contrario, el movimiento islámico ha empezado siendo árabe (en árabe ha revelado Dios su Corán a Mahoma), pero ha querido ser muy pronto universal: una revelación religiosa y un modo de vida que se ofrece a todos los hombres y mujeres, vinculados por el mensaje del Corán.

Los musulmanes defienden una pacificación intrahistórica de la humanidad,vinculada a la expansión del Islam (la religión originaria y verdadera) y al establecimiento de la Umma o comunidad de los creyentes. En ese sentido, para ellos resulta esencial el universalismo “histórico”, ya en este mundo. No existe, por tanto, un mesianismo posterior, sino que el tiempo mesiánico ha llegado ya por medio de la revelación del Corán, que puede y debe unificar a todos los hombres. 

Ciertamente, la unidad sagrada de la Umma se ha roto pronto y los musulmanes se han dividido en grupos a veces enfrentados. Pero todos ellos siguen añorando el cumplimiento de la unidad sacral islámica que debe extenderse a los pueblos (estados) de mayoría musulmana, expandiéndose luego hacia todos los humanos, ofreciéndoles (y a veces imponiéndoles) la paz (islam significa pacificación) a través del cumplimiento de la voluntad de Dios. En ese aspecto, el Islam implica cierto mesianismo: los musulmanes esperan extenderse un día a todos los países de la tierra, para establecer de manera universal el orden sagrado de su (la) religión verdadera.

Globalización por sumisión. La esperanza de globalización cristiana se expresa en forma de evangelio, es decir, de seguimiento de Jesús, no por ley, sino como camino de liberación en amor. Por el contrario, el Islam tiende a unificar a los hombres a través de un proceso de sometimiento a Dios, tal como se legisla en la sharía o legislación sagrada que debe regular la vida de los musulmanes. 

Por eso es necesaria una misión islámica, en línea de globalización. En principio, los musulmanes quieren respetar a los creyentes de las religiones del Libro (judíos, cristianos) y piensan que sólo pueden convertir por fuerza a los paganos. Pero allí donde ellos son mayoría procuran adueñarse de los resortes de la administración judicial, política y económica (como lo pide su misma sari'a), para así ofrecer a todos los humanos la "plenitud sagrada", que consiste en el sometimiento a Dios, en la forma musulmana.

En ese aspecto, en el fondo del islam sigue habiendo un tipo de presión violenta, sin verdadera separación entre el plano religioso y social (y político). Por eso los mismos estados musulmanes se sienten obligados a proteger y expandir las normas de la vida musulmana, queriendo que la globalización del mundo de la vida (la construcción de la Umma) se realice a través de la sharía o ley musulmana.

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