Sobre el Vaticano y la «no despenalización» de la homosexualidad (I)

Un abrazo a ti, mi amigo, I. Quisiera mirarte a los ojos, pero te obligan a quedar tras un tipo de burka. Te ponen en una cárcel donde, para ser de Iglesia, tienes que ocultar tu nombre. Es horrible, hermano. Que nuestra madre Iglesia nos obligue a escondernos, en un espacio que deber ser de luz. Gracias por lo que eres. Todo lo que sigue es tuyo.
I
En los últimos días ha habido mucho revuelo a propósito de la negativa del Vaticano a suscribir la iniciativa francesa de apoyar la despenalización universal de la homosexualidad. El escándalo ha sido mayúsculo; han dado un paso más, se dice, algo que realmente no esperábamos. Pareciera como si la jerarquía eclesiástica hubiera querido dar un paso más en su rechazo a la homosexualidad y hubiera hecho algo nuevo y diferente.
Sin embargo, esta supuesta novedad no es tal. En realidad, la jerarquía es coherente, tristemente coherente, con unos planteamientos que mantiene desde hace años. Para darnos cuenta de ello basta con comparar dos declaraciones. La primera que hemos de tener en cuenta es, evidentemente, la reciente negativa a apoyar la despenalización en la ONU; la segunda es un documento relativamente poco conocido de 1992 (1), dirigido a los obispos de EEUU en el que se les “orientaba” ante diversas propuestas antidiscriminatorias contra gays y lesbianas.
En los dos pronunciamientos se repite un mismo argumento. En las recientes declaraciones, los portavoces vaticanos dicen que no están a favor de la pena de muerte y que siempre han defendido la “compasión” hacia gays y lesbianas; lo que rechazan es “que añadan nuevas categorías protegidas de la discriminación, sin tener en cuenta que, si se adoptan, éstas mismas crearán nuevas e implacables discriminaciones”. Por su parte, en 1992, se les decía a los obispos estadounidenses que “"La orientación sexual" no constituye una cualidad comparable a la raza, el grupo étnico, etc. con respecto a la no discriminación. A diferencia de éstas, la orientación homosexual es un desorden objetivo”. Este documento va incluso más lejos, pues dice que“cuando tal afirmación se acoge y, por consiguiente, la actividad homosexual se acepta como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual nadie puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto debería luego sorprenderse de que también ganen terreno otras opiniones y prácticas desviadas y aumenten los comportamientos irracionales y violentos”. (2)
Lo que acabamos de ver nos permite ver que en las dos declaraciones se dice que los homosexuales no podemos ser considerados como un grupo discriminado, no se nos puede proteger por el derecho en tanto homosexuales. Se insiste, claro, en la “compasión”, pero éste es el punto importante: para el argumento vaticano, los homosexuales somos objeto de compasión y consideración, pero no sujetos de derechos, nuestras discriminaciones han de mover a la acción benévola, pero no a la reclamación frente a una injusticia. Afirman los portavoces vaticanos que no están a favor de las ejecuciones. Yo les creo, de verdad. El problema no es que estén a favor de las ejecuciones, sino que con tal de no reconocernos como grupo discriminado, con tal de no admitir que somos discriminados como lo son quienes sufren racismo, están dispuestos a no apoyar la despenalización. Vemos, finalmente, la consecuencia perversa pero coherente de una postura clara: bajo ningún concepto reconocer a las personas lgtb como grupo discriminado y que merece resarcimiento por justicia y no por compasión o benevolencia. Para mantener esto, llegan a lo grotesco; y en lo grotesco, tristemente, tampoco añaden gran novedad: en 2008 rechazan votar a favor de la despenalización, en 1992 llegaron a “no extrañarse” de que sufriéramos violencia. Nada nuevo bajo el sol, tristemente.
“Los sueños de la razón producen monstruos”, he aquí una paradójica aplicación. Los responsables de nuestra Iglesia, con tal de mantener la coherencia de un argumento a despecho del “mundo de la vida”, tan vehementemente reivindicado por lo mejor de la filosofía del siglo XX, llegan a decir y hacer cosas que, para quienes no hemos perdido contacto con ese mundo primordial, base de toda racionalidad, resultan tristes y grotescas. Sólo cabe esperar que algún día recapaciten, como ya están haciendo tantos hermanos y hermanas de otras iglesias cristianas.
(1) Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales (23 de julio de 1992). Puede consultarse en http://www.vidahumana.org/vidafam/iglesia/legislativas.html
(2) El documento no se queda ahí, pues añade: “Existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación sexual, por ejemplo, en la adopción o cuidado de niños, en empleos como el de maestros o entrenadores de deportes y en el reclutamiento militar.”