Vida de Jesús y/6. Una historia en tres momentos (S. Vidal)

Como anunciaba en la primera parte de esta reflexión, siguiendo el esquema propuesto por A. Schweitzer (paso de Galilea a Jerusalén, del Jesús profeta al Jesús Mesías), después de haber presentado con cierta extensión la propuesta de J. P. Meier, quiero ofrecer una perspectiva hispana (propia de Senén Vidal), porque recoge y plantea de un modo esquemático los problemas y momentos básicos de la biografía de Jesús.

Con esta propuesta termino, por ahora, mi estudio de la historia de Jesús, tal como lo presenté en el coloquio de Oporto (8-9 de este mes). Mi estudio debía ser introductorio, y quería servir marco en el que pudieran presentarse (y situarse) luego los demás trabajos del Congreso, dedicados ya a temas particulares y concreto (Jesús y la Política, Jesús y el Dinero etc.). Por eso, no pude ni quise presentar mi propia visión del tema que, Dios mediante, seguiré ofreciendo en este blog, como saben mis lectores.

Pues bien, en este contexto, tengo el honor y el placer de presentar (¡y en el fondo defender!) la propuesta de Senén Vidal, investigador, crítico histórico-literario y amigo, que ha ofrecido una de las reconstrucciones más interesantes y precisas de la vida de Jesús, como mostraré en lo que sigue.

Aprovecho la ocasión para dar gracias de nuevo a los organizadores del congreso, que me permitieron retomar un trabajo que vengo elaborando hace tiempo. Aprovecho también la ocasión para agradecer la paciencia que han mostrado a los lectores de mi blog, siguiendo el desarrollo de este tema. Buen día a todos.

Senén Vidal (1941- )


Natural de San Pedro de Trones, en la zona del Bierzo (León). Pertenece a la Hermandad de Operarios Diocesanos. Ha sido profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca y en la de Comillas. Actualmente enseña en el Estudio Teológico de Valladolid. Ha publicado dos libros básicos de análisis textual y organización cronológica de textos básicos del NT, en edición bilingüe:

(a)Las cartas originales de Pablo (Trotta, Madrid 1996; 2ª ed. Mensajero, Bilbao 2011) recoge y analiza por orden de surgimiento las cartas auténticas de Pablo, tal como han sido asumidas, completadas y organizadas por la tradición posterior, hasta desembocar en el orden actual del Corpus Paulino.

(b) Los escritos originales de la comunidad del discípulo amigo de Jesús (Sígueme, Salamanca 1997) recrean y organizan también por orden temporal, los diversos estratos del evangelio de Juan y de sus cartas.


Pero su obra fundamental sigue aquella donde analiza y elabora los tres momentos del proceso biográfico de Jesús: Los tres proyectos de Jesús y el cristianismo naciente (Sígueme, Salamanca 2003; versión condensada en Jesús el Galileo, Santander 2006).

Ciertamente, lo mismo que J. P. Meier, a quien apela con frecuencia, Vidal acepta la gran crítica K. L. Schmidt (Der Rahmen der Geschichte Jesu, 1919), demostrando que el esquema básico (geográfico y cronológico) de los evangelios era producto de los mismos evangelistas, de manera que no podemos distinguir con precisión (de un modo textual) los momentos y límites del proceso biográfico de Jesús. Pero, admitido eso, avanzando en la línea de J. P. Meier, S. Vidal que el proyecto biográfico (de Reino) de Jesús incluye tres momentos, que pueden y deben distinguirse con cierta precisión.

1. Jesús fue "bautista", un profeta escatológico de conversión,

como Juan Bautista, con quien convivió durante un tiempo, siendo bautizado por él y actuando después como discípulo y colaborador suyo. Éste es un dato que ha solido pasarse de largo, pero que ha sido bien atestiguado por los evangelios, a pesar de la dificultad que ello implicaba para los mismos cristianos. Durante un tiempo, Jesús compartió el mensaje y proyecto de Juan, que predicaba la conversión, ofrecía el bautismo como signo de de perdón y anunciaba la llegada del juicio de Dios (y la presencia-actuación de uno “más fuerte”).



Durante ese tiempo, Jesús estuvo convencido de la gravedad de los pecados del pueblo, que no podían perdonarse a través de los sacrificios del templo, sino sólo por medio del arrepentimiento y del bautismo en el Jordán, hasta el momento en que llegara el juicio de Dios, y pudiera comenzar la nueva etapa, que vendría definida quizá por la llegada del Reino. Eso significa que Jesús no sólo fue discípulo de Juan (recibiendo su bautismo), sino que compartió por un tiempo su proyecto penitencial-bautista, presentándose como pecador ante el juicio de Dios que llega, con el resto de los pecadores "arrepentidos" de Israel.

Los elementos básicos del mensaje de Juan han seguido influyendo en el proyecto posterior de Jesús, pero de una forma nueva, reinterpretados desde su nueva experiencia y tarea de Reino. Eso significa que Jesús ha ido cambiando, en obediencia a Dios, en un proceso impresionante de fidelidad profético-mesiánica, que le ha hecho recorrer y recrear los momentos principales de la historia israelita, según aquel principio de la "identidad" entre filogénesis y ontogénesis. Jesús no nació ya formado y completo del Padre Zeus, como la diosa del mito griego, sino que se fue formando, en humanidad y encuentro con Dios, conforme al principio esencial del Concilio de Calcedonia (451)


2. Jesús fue profeta escatológico, mensajero del Reino de Dios en Galilea.

En un momento dado, quizá tras la entrega y prendimiento (muerte) de Juan Bautista, Jesús tuvo una experiencia nueva de Dios (que Marcos sitúa "después" de su bautismo: 1, 9-11), viniendo así a pensar (teniendo la certeza) de que el “tiempo” de Dios había cambiado, es decir, se había acelerado, de forma que no podía impartirse ya el bautismo de conversión, anunciando la llegada del juicio, para que después viniera el Reino, sino que era tiempo de anunciar y de iniciar el Reino en su propia tierra (en Galilea).

Este primer paso (del Jordán y del desierto a Galilea), del agua penitencial al mensaje del Reino, determina toda la historia de Jesús, que descubre y proclama el nuevo plan de Dios:

a. Ya no se pasa de la conversión-bautismo, a través del juicio de Dios, a la entrada en la tierra prometida (al Reino). Ésta era la visión de Juan Bautista.
b. Dios empieza ofreciendo ya gratuitamente el Reino, como don de vida y perdón, sin necesidad de conversión (la conversión y el cambio de vida vendrá después, como efecto del don recibido del Reino, como supone Mc 1, 14-14)


Por eso, durante un tiempo (entre uno y tres años), Jesús actuó como mensajero del Reino en Galilea. Dejó de impartir el bautismo y de anunciar directamente el juicio, para proclamar y escenificar la llegada del Reino de Dios, empezando por los más pobres. De esa forma actuó como profeta campesino (en la línea de lo que J. P. Meier llamaba “profeta como Elías”), pensando que los campesinos de Galilea se “convertirían”, aceptando su mensaje, para subir con ellos a Jerusalén, donde se iniciaría el Reino final.

En este momento, Jesús se presenta básicamente como profeta del Reino (no como mesías). Como profeta, es hombre de "palabra": Anuncia el mensaje de Dios (¡Llega el Reino!), ofrece una enseñanza centrada en el amor y el perdón de Dios, y en la exigencia de comunión entre los campesinos de Galilea. No proclama la llegada de un Reino trascendente (para después del fin del mundo), sino que anuncia y prepara la venida (instauración) de un Reino Histórico, en la misma tierra, transformando gradualmente la vida de los Galileos, empezando por los campesinos y marginados a quienes se dirige.


De esta forma resuelve la oposición que tantas veces se ha presentado entre la visión del Reino de Dios como Presente y como Futuro. Según Vidal, el Reino es el presente de Dios que actúa, es un proceso de transformación de las condiciones de vida personales y sociales de los galileos, según la voluntad de Dios. En ese sentido (en contra de una lectura defectuosa de una palabra de Jesús en el juicio ante Pilato, según Juan), el Reino de Dios "es" de este mundo, quiere encarnarse y se encarna, por Jesús y sus discípulos en la misma sociedad de los judíos galileos.


3. Jesús actuó y murió, finalmente, como Mesías regio (¿davídico?) en Jerusalén.

Normalmente, él debería haber subido a Jerusalén, después de haber culminado su mensaje en Galilea, acompañado por los campesinos convertidos (por la casi totalidad de los galileos), para instaurar el Reino. Pero su mensaje en Galilea fracasó (como había fracasado el de Juan Bautista en el Jordán), pues la mayoría de los campesinos de su tierra no se convirtieron, ni aceptaron su propuesta de Reino. Además, los mismos que persiguieron y lograron que Herodes Antipas matara Juan Bautista, amenazaron a Jesús: Los "notables" de la administración de Herodes, los responsables de la nueva economía, los delegados del judaísmo sagrado (del templo) y de las nuevas tendencias nacionales que desembocarían en el rabinismo posterior

A pesar de ello, o quizá por ello, convencido de que debía adelantarse la venida del Reino, Jesús subió a Jerusalén para anunciar su llegada, actuando ya como Mesías real (davídico) y no como simple profeta (como en Galilea). Su rechazo en Galilea fue signo de que se abría un tiempo nuevo (el tiempo mesiánico), de forma que él debía recoger-culminar todo su mensaje anterior, para presentarlo y presentarse en Jerusalén, como Rey Davídico, para instaurar el Reino de Dios.


Este paso de profeta del Reino (Galilea) a mesías regio (Jerusalén) está determinado por la misma dinámica del Reino, es decir, por la actuación del Dios Liberador de la tradición israelita en cuyo nombre actuaba Jesús. En un primer momento, Jesús pudo pensar y pensó que los habitantes de Jerusalén podrían convertirse, acogiendo el Reino de Dios (empezando por los sacerdotes del templo); pero al ver que no le recibían descubrió de hecho que tendría que dar la vida por la llegada del Reino.

Ciertamente, Jesús pensó hasta el final de su vida en la posibilidad de una intervención especial de Dios, aunque no en línea espectacular (como otros profetas de los signos de aquel tiempo). Pero, externamente hablando, Dios no actuó, todo sucedió "como si Dios no existiera, no se ocupara de las cosas de los hombres"... Sin embargo, a pesar de eso, Jesús murió confiando en la llegada del Reino de Dios (como supone Mc 14, 25), y como la Iglesia posterior ha confesado en su fe pascual.

Conclusión

Senén Vidal no ha querido ofrecer una «biografía» de Jesús, en el sentido moderno del término, sino tres «retratos» en los que se expresan los momentos básicos de su vida y movimiento, dentro del contexto judío de su tiempo. Su obra puede parecer, quizá, demasiado esquemática, dando por supuestas más cosas de las que demuestra. Pero ella ofrece el mejor esquema biográfico de Jesús que yo conozco, escrito en una lengua ibérica (en castellano).

--En un sentido, esta ofrece un punto de llegada, de tal forma que puede entenderse como un compendio de los mejores trabajos que se han pensado y escrito sobre la biografía de Jesús en los últimos decenios.
--Pero, en otro sentido, puede y debe tomarse como un punto de partida para entender el proyecto de Jesús y la historia del cristianismo primitivo.


S. Vidal tiene la ventaja de habernos introducido en la misma dinámica del pensamiento y de la obra profético-mesiánica de Jesús, a quien mira siempre desde la perspectiva del Dios que actúa (que promete e instaura su Reino), para que podamos pensar y vivir en él (en el mismo Jesús). En ese sentido, al final, lo que importa en realidad no es sólo Jesús, como persona aislada, sino nosotros en Jesús, el proceso de llegada del Reino de Dios, una llegada que cambia (se va adaptando) según las circunstancias.

Por eso, los tres momentos de la biografía profético-mesiánica de Jesús, abiertos al surgimiento de la Iglesia (que empalma con el tercer proyecto de Jesús), siendo distinto, forman una unidad, que ha sido reflejada de manera suficiente en los evangelios y en los primeros escritos cristianos.
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