11.2.22. Virgen de Lourdes, la canción de Bernardette
Estaba allí desde los tiempos sin tiempo humano, cuando las rocas crecieron, bajaron los glaciares y el Gave empezó a saltar ruidoso y grave, puliendo los riscos de piedra, desde el Pirineo Norte, para asentarse sereno en los meandros del llano, precisamente allí, en el lugar donde el gran Monte se abre a las Landas. Estaba en un óvalo de piedra en la colina, sobre el río, para pescadores, pastores y guerreros que cruzaron a su lado.
Pero nadie pudo verla, al menos como ella, nadie tuvo ojos limpios y corazón abierto para descubrir su verdad de Señora, Dama Blanca y Azul de las Rocas y el Cielo, la Amiga cercana de la Fuente Oculta que se apresuraba a juntarse con el río.
Nadie la vio, sólo una niña que abrió el corazon y contempló con los ojos de la fe a María, un día como hoy, 11 de febrero del 1958. Había grandes problemas en Francia y el mundo. Había problemas de niños amenazados, como en este 11.02.2022, pasados 164 años. De los niños como ella, de los nuevos niños del siglo XXi será el Reino de Dios.
A ellos, y a nuestra iglesia sufrida, amada, esperanzada desdico esta postal, algo más poética y emocionada que las anteriores. Hay Dios, Dios de Jesús, que amaba a los niños, y así podemos y queremos recordar hoy a la Virgen de la Canción de Bernardette, novela del gran escritor judío, Franz Werfel, perseguido por los nazis, a quien en Lourdes ayudaron los cristianos, devotos de María. Él quiso agradecerles esa ayuda, escribiendo la Canción de Bernardette, historia de la Madre judía y universal de Jesús, revivida por Bernardita, la niña de pueblo de Lourdes.
Nadie la vio, sólo una niña que abrió el corazon y contempló con los ojos de la fe a María, un día como hoy, 11 de febrero del 1958. Había grandes problemas en Francia y el mundo. Había problemas de niños amenazados, como en este 11.02.2022, pasados 164 años. De los niños como ella, de los nuevos niños del siglo XXi será el Reino de Dios.
A ellos, y a nuestra iglesia sufrida, amada, esperanzada desdico esta postal, algo más poética y emocionada que las anteriores. Hay Dios, Dios de Jesús, que amaba a los niños, y así podemos y queremos recordar hoy a la Virgen de la Canción de Bernardette, novela del gran escritor judío, Franz Werfel, perseguido por los nazis, a quien en Lourdes ayudaron los cristianos, devotos de María. Él quiso agradecerles esa ayuda, escribiendo la Canción de Bernardette, historia de la Madre judía y universal de Jesús, revivida por Bernardita, la niña de pueblo de Lourdes.
| X. Pikaza Ibarrondo
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Pasaron de largo...
Pasaron a su lado bearneses y gascones, francos, visigodos, tolosanos y navarros, regularon los pastos del entorno, pescaron, lucharon, amaron…construyendo el castillo, para imponer la paz de los más fuertes sobre los campos cultivados, con los molinos del arroyo. Pero nadie la vio, aunque ella estaba allí, en el óvalo de roca, esperando a quien tuviera ojos trasparentes, la Madre de la Vida, la Señora Hermosa, en el hueco de un mundo cambiante de revoluciones y contra-revoluciones, lleno de voces altisonantes de unos pocos, y de miseria perpetua y pobreza de los otros.
Se había extendido por la tierra el evangelio de Jesús, con la figura de su Madre María, vinculada a la Vida Generosa, pero también a la Roca y al Río. Había triunfado la gran Revolución, y se imponía desde París el Imperio de la Nueva Razón, bajo el mando de Napoléon III, extendiendo por doquier su fachada de grandeza y progreso, Razón Soberana, por encima de la bruma oscura de los campesinos marginales de las Landas o del Pirineo, de Gascuña o de Bretaña. Nadie podría ya mirar hacia el óvalo tallado de la roca descubriendo la presencia mentirosa de viejas deidades paganas o cristianas Por fin la Razón iba llegar al mundo entero.
Por su parte, la Iglesia Soberana de Pío IX, hecha de certezas teológicas y de proclamaciones institucionales, había definido el Dogma de la Inmaculada Concepción (1854), dispuesta a resolver los problemas religiosos de hombres y mujeres, en la nueva era de la Razón Diosa. Habían dicho con razón en Roma que ella, la Señora, Madre de Jesús, era Inmaculada Concepción, pero esa voz apenas había llegado a los pueblos perdidos del Pirineo, de Gascuña, del Bearne y de las Landas, que parecían estar lejos de toda religión, enfermos y manchados.
Nadie la había visto, pero ella seguía estando en el óvalo de roca kárstica esperando junto al río a quien pasara y quisiera (supiera) mirarla, como Madre y Señora inmemorial de las religiones… que ahora venía a presentarse en la fe de la Iglesia como Virgen Inmaculada, Madre de los enfermos y pobres. Ni el buen sacerdote del pueblo la veía, ni el obispo de Tarbes que a veces pasaba por allí, ocupado en sus rezos, devociones y administraciones.
Pasó ella, Bernadette, y se dejó mirar

Hasta que el 11 de febrero de 1858 (a los cuatro años de la definición de la Inmaculada: 1854) vino ella, Bernadette (Bernardita), la niña pobre, enferma y sedienta de Vida, abriendo los ojos del corazón al latido antiguo y nuevo de la Vida, con el frío del agua subiendo por sus pies desnudos, sobre el río, buscando leña al lado del óvalo de roca, para que en su casa pudieran calentarse, en el hogar desnudo de riquezas de un molinero pobre, desahuciado, sin más casa que un vieja habitación de cárcel para toda la buena y gran familia.
Vino ella, Bernadette, buscando leña, para calentar la casa y animar la vida de sus padres y hermanos, más allá del río, junto al óvalo de roca. Vino, se paró, y supo mirar… Dejó que le miraran, y así descubrió a la Señora que le estaba esperando, de blanco y azul, sonriendo, rezando con ella. Una Señora, la Señora amiga de la vida, una promesa de amistad y cercanía, presencia de cielo, en aquel rincón de tierra hecho de roca y de río. Ella, la Señora, le miró, y ella, Bernadette, dejó que le mirada, descubriendo que la daba Vida y le concedía dignidad, presencia y gozo, en medio de un mundo de fuerte pobreza, de miedo, enfermedad y mentira. Estaba allí mirándole, en el Óvalo de Roca, en la mejor Iglesia hecha de río y montaña, de tierra y de cielo.
La vio Bernadette, y Ella se le mostró, Señora de Blanco y Azul, signo de la Vida que es Dios (de Dios), don y presencia de amor, en el momento fugaz en que iba con sus hermanas más allá del río en busca de leña para calentarse. ¿Cómo era posible que hubieran pasado por allí tantos y tantos, guerreros y pastores, señores y siervos, labradores, mendigos, gascones, navarros y francos…, niños y mayores, y no la hubiera visto? ¿No tenían ojos para dejarse transformar por la vida que emerge de la roca, como los arbustos y los árboles mayores, del óvalo de vida trasparente, sobre el río?

Nadie la había visto, ni había dejado verse por ella. Pero Bernadette lo hizo, aquel día de frío, 11 de febrero de 1958, lejos del París imperial, y lejos también de la gran Roma donde el gran Papa Pío IX había declarado pocos años atrás el Dogma de la Inmaculada Concepción… La vio, se dejó ver, sorprender, enriquecer por ella… y desde entonces supo que tenía una palabra que decir y que contar, que tenía una tarea nueva de vida, una certeza que era suya, siendo de Dios, por encima de los grandes sacerdotes y señores de la tierra, ante quienes quiso y supo ofrecer su testimonio de niña-mujer, muchacha abierta a la vida.
Algo parecido le había pasado al profeta Jeremías, que era también un pobre muchacho, dos mil quinientos años atrás, cuando estaba mirando y vio aquello que ningún de los grandes señores de Jerusalén veían: una vara de almendro veloz, como un garrote, para sacudir la tierra; una olla hirviendo destapada e inclinada para derramar el caldo de la ira sobre las naciones…
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Vio Jeremías la verdad de Dios, que se expresa en la vida de los hombres, y dijo lo que vio… fue profeta. Vio Bernadette el rosto de Dios, que se expresa en la Señora de Blanco y Azul, en amor y ternura… y también en tarea de vida, de salud, de conversión… en el óvalo de roca, sobre el río, y lo dijo. Y fue su testimonio más fuerte que la voz de los granes gobernadores y obispos. Así fue profeta, y su Canción hecha melodía de vida para enfermos y peregrinos del Gave, bajo el Pirinero, sigue resonando más de ciento cincuenta años después.
Lourdes no es sólo la visión de Bernadette, con la Virgen del óvalo de Roca, sobre el río… Una roca, un nicho de santo y un río hay en muchos otros lugares.
Lourdes no es solamente la Gruta sobre el agua. El Hueco de Roca de Masabielle, con las plantas y el río, es importante, pero no lo es todo. Hace falta una Niña Bernadette que vea y nos haga ver , que descubra allí de la Virgen-Señora, de Azul-Blanco, que le acompaña y protege, que le mira y le sonríe, mientras ambas rezan el rosario, las cuentas repetidas de la vida (¡Agur María!), y ella, la niña Bernadette descubre esa Señora que es vida y belleza está curando su alma.
Ante el hueco de Lourdes estuvo la Bernadette, y vio, sintió, dio testimonio de Presencia de la Señora, Inmaculada y Madre de Jesús, ante Sacerdotes y Obispos, Gobernadores y Gentes.
La despreciaron algunos, la amenazaron otros, pero mantuvo fiel su testimonio y, venciendo todas las pruebas, logró que aquel lugar y tiempo de Francia (y Europa) se llenara de Presencia de Dios por María, con su oración cercana, con la esperanza de curación, su alegría fuerte de niña enriquecida por la gran Presencia.
Bernadette y Lourdes. Madre de la iglesia

Muy pronto, cuando las gentes se acercaban a Lourdes, en vez de convertirse en comerciante rica de ricos milagros (como otros que vinieron luego y siguen allí, con su comercio sagrado...), Bernadette se retiró, cumplida su labor, como religiosa oculta de servicio a los enfermos, mientras el pueblo venía y venía a la Cueva-Gruta de la Virgen para implorar una presencia más alta de vida, con el agua que cura… y la Iglesia organizaba la gruta y santuario como centro de peregrinaciones (Santuario) y el pueblo pequeño se convertía en Ciudad-Santa, ruta y meta de nuevasde santidades.
La conversión de la Gruta en Santuario fue en proceso bastante fácil, porque el momento ayudada y porque ayudaba todavía más la Memoria de María, mirando a Bernadette, rezando con ellos y ofreciendo el agua de la fe que cura/consuele a los enfermos. Y así llegaron muy pronto, de toda Francia, con el nuevo tren, cientos y miles de devotos de María y de Milagros, buscando salud para los enfermos y presencia de Dios (del Dios de María) para para cientos y miles de personas necesitadas de nuevos signos cristianos. Y Lourdes se convirtió de esa manera en el Gran Santuario de Francia, en uno de los lugares emblemáticos de la encrucijada católica (cristiana) de la segunda mitad del siglo XIX, de todo el siglo XX e incluso de principios del siglo XXI.
Allí se ha organizado el culto mariano con la gruta y el río en el centro de todas las miradas, como signo de santidad (presencia de Dios), con piscinas de esperanza “probática” (como la de Jerusalén) para los enfermos que buscan un “impulso” de salud, una gracia de presencia, con la procesión del Santísimo a la tarde y la del Rosario y las antorchas en la noche. Me han dicho más de una vez que se trata de una exhibición de enfermos, del cultivo de una falsa esperanza de salud…, pero nunca lo he creído. Se trata, a mi juicio, más bien, de una elevación de los enfermos, que se sienten dignificados, apareciendo como centro de atención de la comunidad cristiana, de la sociedad humana… traídos, curados por los camilleros que son los auténticos sacerdotes y creyentes de esta religión del Agua de María de Lourdes (como en Mc 2, 1-10 y Jn 5, 2-5).
No puedo opinar en abstracto sobre las curaciones… Es evidente que hay casos llamativos de sanaciones y transformaciones, que pueden compararse con las de Jesús en los evangelios y que, por ahora, no se entienden bien desde una perspectiva científico. Pero tampoco conozco los alcances de la ciencia, ni la capacidad de curación del ser humano… Sólo sé que la vida es compleja y la enfermedad una dimensión de la salud humana (que es proceso que incluye la muerte…). Sólo sé que la enfermedad es digna… que miles y miles de enfermos se han sentido elevados, dignificados en Lourdes (a pesar de que el proceso de deterioro ha seguido avanzando en la mayoría de los casos). Sólo sé que allí el Lourdes, en la procesión y en la misa, ante la gruta de la Virgen, hay muchos enfermos que se descubren acompañados, bendecidos, incluso sanados.
En ese contexto, sólo puedo afirmar una cosa: Bernadette es con Teresa de Lisieux el signo más grande de la Iglesia (de la vida cristiana) en la Francia moderna. Ella ha logrado enriquecer en catolicismo francés, por encima de todos los movimientos eclesiales… En este contexto escribió Franz Werfel, su historia de la "Canción de Bernardette".


Las Iglesias de Lourdes
Lourdes sigue siendo una especie de santuario nacional francés, de Templo internacional Católico, con misas y cultos y cantos en casi todas las lenguas. Allí se superponen los estilos de Arte Moderno…, con la Basílica Superior de la Inmaculada… y la inferior del Rosario, con la Iglesia/Salón de Bernadette al otro lado del río, lugar por donde ella venía buscando la leña…, y con la inmensa Basílica/Concentración subterránea de la llanura, donde estaba antes la isla, bajo la pradera, en forma ovalada, para más de treinta mil personas, al estilo multitudinario de Juan Pablo II, dedicada a San Pio X.
Ésta es la Basílica Final, no sé si harán otras, no parece probable… Esa basílica inferior es una especie de gran explanada cubierta, bajo una pradera inmensa, donde peregrinos y enfermos pueden compartir la eucaristía y la experiencia de fe, al cubierto de la lluvia y de la nieve…
Del óvalo de roca al aire libre, sobre el río, con la niña descalza buscando protección, se ha pasado al óvalo inmenso bajo tierra, como signo de una Iglesia poderosa y grande que recoge en su seno (bajo la inspiración de un Papa como Pío X) a los fieles que vienen de todos los lugares a invocar a la Virgen de la Roca… como lugar donde pueden reunirse 20.000, 40.000 personas (miles y miles de enfermos) para celebrar la fe en el Dios de la Salud, para sentirse iglesia grande y solidaria.
Cada uno tiene su sensibilidad… Muchos se encuentran felices al cubierto de la inmensa basílica, en una celebración presidida normalmente por docenas de obispos...
Sin duda, en el centro de la Fiesta de María y de Jesús (y de San Pío X) siguen estando los enfermos y el signo de la Virgen de la Roca de Massabielle, pero yo he tenido la impresión de ella Bernadette y su Virgen de Óvalo de Roma al aire libre, sobre el río… podría perderse. Un lugar así es necesario para que se junten al amparo del viento miles y miles de personas, con el espíritu de Juan Pablo II… Pero quizá no es el más apropiado para sentir a la Señora al Aire Libre de la Roca y el Agua de Masabielle, con Bernadete.
Cada uno tiene su sensibilidad… La mía es, sin duda, muy especial… Pero tras untiempo de gran celebración en la Gruta Artificial Subterránea, con docenas de obispos y decenas de miles de devotos…, (rtas haberme descubierto universal, con algunos grandes santos de la tradición católica pintados en las paredes) he salido de nuevo a la explanada, al aire libre del sol y del viento, y he corrido al lugar del Óvalo de Roca, donde está su signo, junto al río… y he sentido al Dios del Mundo y de la Vida, que se expresa por Jesús…
De esa manera, al aire libre, he sentido la presencia de Madre de la Vida, que se expresa y refleja en la Señora de Blanco y Azul, el Dios-Madre en quien nacemos. Me he sentido feliz porque siga existiendo Lourdes, un lugar que a pesar del entorno de negoco (toda la ciudad externa es un mercado) puede ser signo de una Presencia amorosa de Vida, con Bernadette y su Señora de la Roca.