2 XI 2011. Día de Difuntos: Purgatorio, una escuela de Amor

Según la teología tradicional, purgatorio es (en sentido figurado) el estado (proceso) de purificación de aquellos que han muerto sin hallarse aún preparados para alcanzar la bienaventuranza eterna.
Conforme al pensamiento y a la práctica constante de la Iglesia, el Purgatorio tiene un sentido básicamente medicinal: Para recibir el amor de Dios y responderle igualmente en amor, amando a los demás hombres y mujeres, llegando de esa forma al "cielo" (a su estado definitivo de vida), los hombres han de “purificarse”, es decir, madurar en amor.
En sentido radical (como iré diciendo) el purgatorio forma parte de la experiencia cristiana de un Dios que quiere ser amor total: Expresa el convencimiento de que la Muerte (infierno) no podrá dominar sobre la Vida.. Así lo quiero definir como "amatorio" o, quizá mejor, como "maduratorio"
Más que “penorio” (lugar de penas), es amatorio (experiencia y camino de de felicidad y amor) porque sólo aquellos a quienes Dios madure en amor (abriéndose así a la felicidad) podrán vivir plenamente la Vida.

Así quiero evocarlo este día de difuntos, recogiendo y reelaborando una antigua tradición de las iglesias, que ha sido recreada de manera muy intensa por la devoción de los católicos. Ésta ha sido una fiesta más "popular" que jerárquica, la celebración (recuerdo) de aquellos que nos han precedido, abriendo para nosotros un camino de Vida, con Jesús, el "pionero" (cf. Hebreos).
Dios es palabra de vida y amor en (por medio de) la muerte, y así lo ha mostrando "penetrando como amor que da vida" en al abismo de aquellos que mueren, muriendo con ellos . Por eso, el sentido (el simbolismo)de este día de difuntos ha de entenderse a la luz de la más antigua confesión cristiana:
Jesús bajo a los infiernos" (es decir, al de la muerte), para convertirse en espacio y camino de purificación, maduración en el amor.
En ese sentido, podemos afirmar que Jesús ha convertido el "infierno" sin "purgatorio", ha transformado la muerte en principio de vida, como muestra la iconografía de la Iglesia Oriental, al presentarle en el "infierno", tomando de la mano a todos, empezando por Adán-Eva.
Sin duda, el "purgatorio" (infierno) de Jesús empezó en la tierra, en su pasión-muerte, pero incluye su "bajada-subida" al lugar de los muertos, es decir, al Purgatorio de la historia humana(un purgatorio siempre repetido, hasta el fin de los tiempos).
Primera y tercera imagen: "Peto das ánimas" en Galicia. Segunda imagen: Un cementerio vasco, con símbolos "paganos" y cristianos, en la verde ladera de la vida, con la tierra removida de los muertos.
1. LAS TRES IGLESIAS.
Para situar el purgatorio es bueno evocar el signo de las tres iglesias o comunidades de personas, de las que trataban los catecismos clásicos.
(a) Hay una Iglesia militante, que es la de aquellos que luchan (se afanan) en el mundo por alcanzar la justicia y santidad. En este contexto se destacaba un tipo de militancia, que quizá hoy debía plantearse de otro modo. Ciertamente, somos "militantes" del Reino de Dios, en una lucha que ha de ser “a lo divino” (es decir, en término de amor y purificación)
(b) Iglesia purgante en la de aquellos que han muerto sin haber llegado a la plena santidad y, de esa forma, quedan en manos del Dios que es purgatorio, purificatorio, hasta ser plenamente santos, como Dios es santo, llegando así al cielo. También aquí el nombre puede ser poco afortunado, pues no se trata de "purgar" y cumplir la condena, sino de todo lo contrario: de aprender a querer, de dejarse amar. En ese sentido, el purgatorio se podría llamar "amatorio", un "tiempo sin tiempo" de "cursillos de Dios" (cursillos de cielo, no de pura cristiandad). Por eso, cuando se decía "cuarenta días de indulgencia de purgatoria" (todavía hay estampas que lo ponen) se debe traducir: un tiempo sin tiempo de amor entrañable.
(c) La iglesia triunfante es la aquellos que han ganado ya la empresa de la vida y gozan y triunfan con Dios para siempre… que sólo podrá realizarse cuando Dios sea todo en todos, como dice San Pablo, es decir, al fin de los “tiempos de una vida humana imperfecta” (cf. 1 Cor 15, 28).
Desde ese fondo simbólico (que debería ser reinterpretado en clave bíblica y de teología actual), retomando el argumento de ayer (de los Santos) quiero hablar hoy del purgatorio, como tiempo de amor que madura por amor (aunque quizá con sufrimiento, no por el sufrimiento).
En ese sentido, el purgatorio está aquí, y debemos “rogar por los que están en el purgatorio”, es decir, ayudarles a vivir (a amar). Pero, dicho eso, quiero ofrecer una reflexión sobre lo que ha sido en la Iglesia católica, por siglos, la visión del purgatorio.
2. INTRODUCCIÓN BÍBLICA
Se suele llamar “purgatorio” el estado y/o tiempo de purificación de aquellos que han muerto sin hallarse aún preparados para alcanzar la bienaventuranza eterna. Tiene un sentido básicamente medicinal: las purgas se empleaban antiguamente para curar a los enfermos de cuerpo. Del mismo modo, los enfermos de alma, necesitarían una purga especial, a fin de limpiarse por dentro, para así recibir el amor de Dios y responderle igualmente en amor, amando a los demás hombres y mujeres.
Estrictamente hablando, el símbolo del purgatorio no aparece en la Biblia, aunque se conocen y aceptan en ella las oraciones por los difuntos, como aparece no sólo en 2 Macabeos 12, 43-46 (que es el texto clásico sobre el tema), sino en el conjunto de la piedad israelita y cristiana. En esa misma línea se puede entender un pasaje de Pablo (1 Cor 15, 29), donde se habla de aquellos que se “bautizan” (es decir, se purifican) por los muertos, suponiendo que hay una vinculación profunda entre los vivos y los muertos en el camino de la salvación.
En esa misma línea se puede entender un extraño pasaje de Pablo (1 Cor 15, 29), donde se habla de aquellos que se “bautizan” (es decir, se purifican) por los muertos. Pero más que en unos textos aislados, la experiencia y teología del purgatorio ha de entenderse desde la visión completa de la fe cristiana (católica), que es una fe en la vida, en la transformación y resurrección de los creyentes, es decir, de todos los hijos de Dios, por medio de Jesús.
En ese sentido, el purgatorio forma parte del proceso de muerte y resurrección de Cristo. Integrarse en el camino de muerte de Jesús, para resucitar con él (desde Dios) a la vida eterna (que es Dios todo en todos): so es en principio el purgatorio.
3. REFLEXIÓN TEOLÓGICA
El purgatorio puede vincularse con las “pruebas de purificación” que aparecen en diversas religiones: ellas son como pasos que el novicio o candidato a la madurez debe superar, a fin de alcanzar la perfección y adquirir de esa manera el conocimiento perfecto del misterio y la integración en el grupo de los purificados.
a. Cárcel penitencial.
El purgatorio tras la muerte se ha comparado con una cárcel temporal, donde los delincuentes expían por los pecados que han cometido y se purifican, con el fin de integrarse de nuevo en la sociedad, viviendo en ella en una situación de limpieza. Entendida así, la cárcel responde no sólo a la justicia del "talión" (cada uno debe “pagar” por lo que ha hecho), sino también a una exigencia de maduración personal. Los hombres, especialmente aquellos que son reos de una determinada culpa, tienen que compensar por el mal que han realizado y alcanzar de esa manera la madurez personal que se necesita para vivir en situación de libertad; no es una cuestión de justicia exterior, sino de plenitud interna.
b. Purgatorio tras la muerte.
Aparece básicamente como una interpretación teológica de la necesidad de purificación de aquellos que han muerto sin haber logrado una pacificación interior y una maduración personal. Las religiones de la interioridad (hinduismo, budismo) tienden a interpretar esta necesidad de purificación a través de la doctrina de las reencarnaciones: los espíritus que no han llegado a estar pacificados y no han alcanzado su nivel de perfección, tienen que volver a introducirse en los ciclos de la vida, para así purificarse, hasta alcanzar el estado de inmersión total en lo divino (o en lo nirvana).
Por el contrario, los cristianos católicos han desarrollado la doctrina del purgatorio como medio de purificación individual (para cada hombre o mujer) y lo han concebido como un estado de vida intermedia entre este mundo y el cielo. Los que mueren en estado de imperfección no nacen de nuevo en la tierra, ni van directamente al “cielo” (ni son destruidos para siempre, como los posibles condenados del → infierno), sino que han de ser “purificados” tras la muerte, en un tipo de vida intermedia, que tiene precisamente esa función purgativa de limpieza.
c. Culto a las almas del purgatorio. Iglesia católica.
Es de doble tipo, conforme a la doctrina de la “comunión de los santos”, que vincula a las tres “iglesias”: militante (de la tierra), purgante (del purgatorio) y triunfante (de los que han alcanzado el cielo, culminando de esa forma su camino de lucha).
La visión de esa iglesia purgante, cuyos miembros difuntos (almas del purgatorio) pueden orar por los vivos de la iglesia militante y recibir la ayuda que ellos les ofrezcan (especialmente a través del sacrificio de la misa) ha formado una parte esencial de la piedad católica de la Edad Media y Moderna. Ese culto por las almas del purgatorio se ha concretado, según eso, en una doble dirección: los vivos han rogado por los muertos (para que culmine su purificación y salgan del purgatorio, triunfando en la vida superior del cielo); los difuntos del purgatorio han rogado por los vivos, protegiéndoles en los diversos peligros de la vida.
-- El purgatorio en cuanto tal no es un dogma, sino un símbolo que aparece básicamente como una interpretación teológica de la necesidad de purificación de aquellos que han muerto sin haber logrado una pacificación interior y una maduración personal. Las religiones de la interioridad (hinduismo, budismo) tienden a interpretar esta necesidad de purificación a través de la doctrina de las reencarnaciones: los espíritus que no han llegado a estar pacificados y no han alcanzado su nivel de perfección, tienen que volver a introducirse en los ciclos de la vida, para así purificarse, hasta alcanzar el estado de inmersión total en lo divino (o en lo nirvana).
-- Los cristianos católicos han desarrollado la doctrina del purgatorio como medio de purificación individual (para cada hombre o mujer) y lo han concebido como un estado de vida intermedia entre este mundo y el cielo. Los que mueren en estado de imperfección no nacen de nuevo en la tierra, ni van directamente al “cielo” (ni son destruidos para siempre, como los posibles condenados del infierno), sino que han de ser “purificados” tras la muerte, en un tipo de vida intermedia, que tiene precisamente esa función purgativa de limpieza.
4. DISPUTA SOBRE EL PURGATORIO.
Está vinculada, sobre todo, con las formas externas de culto a las almas del purgatorio y, en especial, con las indulgencias. Fue una disputa que nació en torno al siglo XIII y culminó en el siglo XVI, con la crítica de los protestantes y las declaraciones del Concilio de Trento.
Una gran parte de los católicos medievales vivieron muy preocupados (incluso obsesionados) por la idea de la salvación eterna, vinculada a la superación del purgatorio donde se suponía que penaban las almas de gran parte de los hombre y mujeres que habían fallecido, como puso de relieve Dante (1265-1321), de manera impresionante, en la segunda parte de la Divina Comedia, dedicada en especial al Purgatorio. Conforme a la visión común de aquel tiempo, el poeta pudo imaginar las diversas formas y tiempos de purificación de los muertos, hasta alcanzar la salvación eterna.
En este contexto, ha tenido (y sigue teniendo) una importancia especial la celebración de la Eucaristía como “sacrificio” por los muertos. Podemos recordar que, al menos en la mente de muchos creyentes devotos, la eucaristía dejó de ser celebración comunitaria de la muerte y de la vida de Jesús (expresada en la comunión de plegaria y de comida de los creyentes), para convertirse en un medio de expiación y remisión de los pecados de los difuntos.
Con esa finalidad se multiplicó la celebración de “misas” y muchos tuvieron la impresión de que la superación del purgatorio estaba vinculada al número de veces que pudieran celebrarse a favor los difuntos (con los aspectos económicos, sociales y litúrgicos que esa suponía). En esa misma línea ha venido a situarse la concesión de “indulgencias” que papas y obispos han decretado, con el fin de ayudar a los difuntos a través de la recitación de determinadas oraciones o de la realización de algunos ejercicios de piedad e, incluso, de prestaciones económicas.
En contra de esta doctrina de las indulgencias y de la celebración de misas por los difuntos se empezó elevando la Reforma de Lutero, con sus 95 tesis del año 1517. Estrictamente hablando, en su raíz, el protestantismo no ha negado la posibilidad (o la existencia) de un purgatorio, entendido como signo (¿estado?) de purificación y transformación de los hombres y mujeres a los que Dios llama a su Reino por Cristo. Pero esa purificación no es algo que se pueda medir ni cuantificar en tiempos específicos (¡diez años de purgatorio!) a través de un tipo y tiempo de indulgencias (¡plenarias, de cien años…!) o de celebraciones rituales, sino que forma parte del misterio de la “comunión” de los santos, es decir, de la comunicación creyente (mesiánica) de todos los hombres y mujeres de la historia.
5. PROFUNDIZACIÓN. UN “AMATORIO”
El purgatorio ha sido (y en parte sigue siendo) uno de los elementos fundamentales de la visión religiosa de muchos católicos, especialmente en los medios populares. A pesar de los excesos que se han podido cometer en este campo, el purgatorio constituye uno de los símbolos más importantes de la experiencia cristiana, pues nos sitúa ante la puerta de la muerte y de la resurrección, con sus grandes paradojas, con su inmensa esperanza.
(a) Por un lado, aquellos que mueren (¡todos los hombres!) quedan en manos de la misericordia de Dios, que les ofrece su salvación en Cristo.
(b) Pero, al mismo tiempo, ellos quedan ante todo aquello que han sido y son (en sí mismos y desde los otros), de manera que necesitan rehacer su vida, desde el don de Dios, en comunicación con todos los restantes hombres y mujeres de la tierra.
(c) El purgatorio nos sitúa en el lugar donde se distinguen y encuentra las dos “comunidades” de creyentes: los que caminan en este mundo y los que ya han muerto. De un modo lógico, el recuerdo y el culto a los muertos formas parte de la vida y esperanza de aquellos que viven.
Quizá se pueda decir que el “purgatorio” es el amor de Dios que será capaz de hacer que todos los hombres amen. No será “penorio” (lugar de penas), sino amatorio (experiencia y camino de de felicidad y amor, porque sólo aquellos que aprenden a amar (se dejan transformar en amor y por amor para la felicidad) podrán vivir plenamente en Dios.
En ese sentido, el purgatorio forma parte de la experiencia cristiana de un Dios que quiere ser amor total, todo en todos por gracia. El purgatorio es la experiencia y certeza de un excedente de gracia: Expresa el convencimiento de que la Muerte (infierno) no podrá dominar sobre la Vida de Dios. La forma de “orar” por las almas de purgatorio y de acompañarlas (y de dejarnos acompañar por ellas) en el camino de la vida eterna forma parte del misterio de la comunión de los santos.
Pero hay un modo infalible de ayudar a las almas del purgatorio (almas son las “personas”, en cuerpo y alma): Ayudar a vivir en amor y solidaridad a los hombres y mujeres de este mundo; procurar que este "infierno" no destruya a las personas, sino que se pueda convertir en lugar y camino de purificación para la vida y la esperanza .