Las nueve tesis Ariel, un detergente teológico (Daniyye'l)

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Introducción
Hace dos semanas saltaba la noticia de una supuesta amonestación vaticana al presbítero argentino Ariel Álvarez (cf. http://www.lostiempos.com/noticias/21-08-08/21_08_08_ultimas_vyf17.php).
Luego que nos aclaró que la sanción no venía de Roma sino de su propio obispo, Francisco Polti (http://blogs.periodistadigital.com/infordeus.php/2008/08/24/un-obispo-argentino-sanciona-a-un-teolog), un miembro del Opus (http://opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=7651) a quien se nombró con el encargo expreso de “resolver el asunto Ariel Álvarez” (http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/26/-las-nueve-retractaciones-de-ariel-alvar).
A lo que Xabier Pikaza, quien viene prestando especial atención en su blog al asunto desde el principio, matiza con buen tino: “El problema es que resulta difícil distinguir las palabras (condena y Vaticano). Todos los que conocen algo estos asuntos saben que entre el Vaticano y el Obispado hubo comunicaciones (idas y venidas) que vienen de lejos, de manera que resulta difícil saber quién es de verdad el responsable” (http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/24/la-primera-condena-de-ariel-alvarez-v-el).
El tema
Antes de entrar a comentar uno por uno los “cargos” que pesan contra el teólogo argentino me gustaría adelantar una reflexión: como se irá comprobando, en bastantes de estas cuestiones discrepo de don Ariel – intentaré argumentar por qué -. Ahora bien: creo que ya va siendo hora de que se asuma como normal tal discrepancia en cuestiones donde lo que entra en juego no es el límite entre lo cristiano y lo no cristiano sino entre formas distintas de entender aspectos concretos de esa fe que nos une, frente a la “anormalidad” que implica la actitud de la jerarquía al querer imponer su postura dentro de debates legítimos, planteados por la Escritura y que la tradición viva de la Iglesia – particularmente de la Iglesia Unida, antes del cisma entre Oriente y Occidente – asumía como abiertos a una discrepancia no ya legítima sino hasta normal. Como dijo Agustín de Hipona – otra cosa es que en esto prefieran no hacerle caso, exponiéndose a que sea él quien los acuse en el Día del Juicio (cf. Jn V,45-47) – y recordamos una vez más: “En lo fundamental, unidad; en lo dudoso, libertad; y en todo, caridad”.
Quisiera aclarar también un detalle: soy consciente con este largo mensaje abro muchos posibles debates. Ahora bien: este foro no es ni mucho menos el lugar más adecuado para entrar a discutir sobre si los estigmas son un fenómeno místico, si el demonio (de existir) puede poseer a las personas o qué es lo que nos ocurre después de la muerte (en el caso de que nos ocurra algo). Ya hay otros espacios en Internet para ello. Si aquí me tomo la molestia de detenerme sobre ellos no es sino para mostrar cómo no existe contradicción alguna entre por un lado discrepar radicalmente de lo que diga un/a teólogo/a acerca de una determinada proposición (de esas que, como hemos señalado, no afectan al núcleo de la fe cristiana), tener argumentos para ello, y por otro estar más que dispuesto a alzar la voz en defensa de su libertad de expresión a nivel eclesial.
Los primeros “errores” de Ariel
De nuevo acudo al blog de nuestro hermano Xabier
(http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/25/nueve-errores-de-ariel-alvarez-t-bertone) para la lista de proposiciones respecto a las cuales don Ariel ya fue amonestado por Bertone en el 2002 (cuando éste era aún lo que hoy Ladaria) y que vienen a ser las mismas por las que ahora su obispo le llama la atención:
“1. (Ariel) Dios no manda los males ni el sufrimiento a los hombres, porque lo que “redime” es el amor, no el dolor.
(Bertone) Dios sí manda los males y sufrimientos, porque el dolor es redentor.
(2) (Ariel). Los milagros sí existen, pero en ellos no se suspenden las leyes de la naturaleza, ya que éstas no se conocen totalmente.
Bertone) En los milagros sí se suspenden las leyes de la naturaleza.
(3) (Ariel) El libro de Job es un libro precristiano, que no contiene la respuesta definitiva al tema del sufrimiento. Esta la trae Cristo.(Bertone) El libro de Job no fue superado con la venida de Cristo.
(4) (Ariel) Los primeros capítulos del Génesis (Adán y Eva, Noé y el diluvio, etc), no contienen historia en el moderno sentido de la palabra.
(Bertone) Estos capítulos sí contienen historia.
(5) (Ariel) La virginidad de María “durante el parto” está basada en los Evangelios apócrifos. En realidad su parto debió de haber sido normal, como el de cualquier muchacha. Eso no menoscaba a María.
(Bertone) Aunque la virginidad de María “durante el parto” está basada en los Evangelios apócrifos, María se mantuvo virgen incluso “durante el parto (es decir, que no hubo ruptura de himen).
(6) (Ariel) El relato del ángel que habló con María en la anunciación es un género literario. En realidad Dios habló con ella en su corazón, como con nosotros.
(Bertone) El ángel de la anunciación es un elemento histórico y real del evangelista Lucas.
(7) (Ariel) La virgen María no puede aparecerse “físicamente” a nadie, porque ya no tiene cuerpo material. Se trata de “visiones”. Si fuera así, todos la verían.
(Bertone) La virgen María se aparece “físicamente” a quienes la ven.
(8) (Ariel) Los estigmas no son signos de santidad, ni provienen de Dios, porque Dios no puede mandar lastimaduras físicas a la gente.
(Bertone Los estigmas vienen de Dios, y son señal de santidad de una persona.
(9) (Ariel) La fe en la resurrección no implica necesariamente la separación del alma y el cuerpo. Ésta es una explicación, pero no un dogma.
(Bertone) A morir una persona, se separa el alma del cuerpo; y el alma va al encuentro de Dios, mientras el cuerpo espera la resurrección”.
Vayamos punto por punto. Los nueve errores:
Error 1.
(Ariel) Dios no manda los males ni el sufrimiento a los hombres, porque lo que “redime” es el amor, no el dolor.
(Bertone) Dios sí manda los males y sufrimientos, porque el dolor es redentor.
La defensa vaticana del dolor como redentor en sí misma podría estar vinculada a la forma en que Anselmo de Aosta (s. XI) entendió la Pasión de Cristo como “compensación” a la honra divina, desde categorías heredadas de la jurisprudencia romana: en todo caso se trata de una propuesta teológica concreta – y mayoritariamente superada -, no de un dogma. Concuerdo con el – según lo entiendo - planteamiento de don Ariel: el Dios de Jesús y el concepto de castigo – ya sea como fin en sí mismo (“desquite por una ofensa”) o incluso con fines pedagógicos (dentro de una dudosa pedagogía de “la letra con sangre entra”) – me parecen incompatibles. Precisamente por ello y para mostrar que tal afirmación casa perfectamente tanto con la Escritura como nuestra experiencia vital creo conveniente acompañarla de ciertas precisiones.
- A nivel de Escritura, cabe reflexionar sobre el concepto de castigo en el Antiguo Testamento.
Así, no cabe legitimar el concepto de “castigo divino” desde la experiencia colectiva del pueblo de Israel oprimido por otras naciones, llevado al exilio mientras el Templo es destruido, etc. “Pero los profetas hablan de esas circunstancias como consecuencia de la infidelidad del pueblo”. Precisamente eso nos debe llevar a leerlas siempre dentro del dinamismo singular de la Alianza - ordenada a su vez a un Plan sobre el conjunto de la humanidad –: la promesa de una Tierra fértil donde vivir en libertad, la de adoptar el Templo como morada en medio de Su pueblo, etc. aparecen en todo momento condicionadas a que el pueblo de Israel se comprometa a asumir los valores de esa Alianza, plasmados en la Torah. Cuando éste opta por dar la espalda a su compromiso, no es que Dios lo castigue: simplemente deja de garantizarles la fertilidad, la libertad o incluso la permanencia en la Tierra así como Su presencia en el Templo. Les retira esa protección especial, y, como es previsible, Israel sucumbe ante otras naciones más poderosas que oprimen a la población y eventualmente se llevan cautiva a parte de ella, profanan o llegan a destruir el Templo como forma de humillación a sus creencias, etc.
((Esta mentalidad tampoco es ajena al Nuevo Testamento. Determinadas expresiones de Jesús (como Lc I,1-5.XXIII,28-31 y Jn V,14) o episodios como Hech XII,23 que parecen implicar la idea de castigo, de hecho funcionan en la misma clave del “Pacto” entre Israel (a nivel tanto del pueblo como del individuo) y su Dios. En Hech también es importante considerar, respecto de V,1-10, que para el autor, el compromiso de los primeros fieles – judíos -, en el contexto primigenio y arquetípico Iglesia jerosolimitana, parecía conllevar una responsabilidad igual a superior al compromiso de Israel con la Torah hasta concebirse como una prolongación del mismo (la observación de Pablo en I Cor XI,30 respecto a males dentro de la comunidad de Corinto supuestamente ligados a la traición al espíritu solidario de de la “Cena del Señor” estaría en esa misma línea – sólo que aplicado a gentiles -: el compromiso con la Nueva Alianza supone una Gracia pero también una responsabilidad excepcionales) ; y respecto de XIII,8-11, que la expansión del Evangelio es considera algo de tal importancia dentro del Plan divino que quien voluntariamente intenta boicotearlo debe ser consciente de las consecuencias de sus actos)).
Cuando se trata del “castigo” colectivo de una nación que no es Israel siempre acabamos volviendo al citado dinamismo de la Alianza: descubrimos que todas esas naciones han estado devastando a Israel de uno u otro modo, y que cuando los israelitas se convierten y renuevan su compromiso el Pacto de la Torah, el Cielo vuelve a protegerles, lo cual se traduce en reveses fatales para la hegemonía de esas naciones. Pero nótese que aún entonces no se trata de un “castigo” específico dirigido a tal o cual nación por lo mala que ha sido (dentro de una visión general de los textos proféticos, vemos que sí se enumeran las culpas del opresor, pero no se presentan como la razón última de su caída en desgracia), sino de una “reactivación” de las promesas a Israel en detrimento de los poderes que se oponen a que las mismas se cumplan.
Repaso mentalmente el Antiguo Testamento y sólo se me ocurre un caso de nación “castigada” sin que aparentemente haya atentado contra el plan divino sobre Israel – o sobre sus antepasados, los patriarcas -: Sodoma y el resto de ciudades de la Pentápolis. Pero de hecho y aunque no aparezca explicitado en el texto bíblico, es evidente que la violencia y la humillación caracterizaban sus relaciones con los semitas, tanto a los que se introducían furtivamente en sus tierras para alimentar a sus rebaños – representados por los dos ángeles - como incluso a los que – representados por Lot - lograron instalarse en ellas para acabar asimilándose a la cultura cananea. Incluso la historia del pueblo que alza la torre de Babel y es “castigado” con la confusión de lenguas responde a una proyección a los orígenes, entre los “pecados primordiales” del género humano, de la megalomanía encarnada por del imperio babilónico y de su fracaso final como algo igualmente previsible desde el inicio como inevitable. Cuanto a la interpretación que la Biblia hace del Diluvio – con independencia de lo que realmente ocurrió, si ocurrió algo, como veremos -, es evidente que a esas alturas del relato no han entrado en escena ni los semitas (más que en la figura de Sem hijo de Noé), pero también es obvio que la generación destruida por el diluvio es vista como un distanciamiento tan radical con respecto al plan de Dios sobre el conjunto del género humano - y no olvidemos que la Alianza con Israel cobra sentido desde ese marco – que sólo podía obtener como respuesta una medida igualmente radical por Su parte (nada menos que una vuelta al caos previo a la creación – las aguas superiores vuelven a unirse a las inferiores: compárense Gén I,7/ VII,11- con vistas a un nuevo comienzo: Su motivación última no es “ahogar a los malos” sino devolver la Tierra a su inocencia original – para volver a apostar por el género humano en vez de desesperar de él como de una “creación fallida” -).
Tampoco a un nivel más individual - relativo al hombre en cuanto hombre, no en cuanto parte de Israel – El Antiguo Testamento se pronuncia unánimemente a favor de la idea de castigo divino. Cierto que los primeros capítulos del Génesis tienden a resolver la contradicción entre la realidad de la vida y lo que nos gustaría que fuese desde la categoría de sentencia divina por una trasgresión - así, en la reducción de la esperanza de vida (VI,3) y ya antes en el relato fundante del Edén, cuando se describen las penas a las que tendrán que enfrentarse Adán y Eva a raíz del pecado original (III,16-19): nótese que el autor no considera “bueno” ni “normal” que las cosas sean así (ej: que la mujer esté sometida al hombre), se limita a constatarlas como propias de un estado “caído” en contraste con el primigenio -.
Cabe preguntarse el por qué de esta tendencia a “culpar” a Dios: personalmente pienso que en el fondo suponía un signo de esperanza para el hebreo, en la medida en que su Dios es un Ser Bueno y Compasivo que en un momento dado – ante un cambio de conducta por parte del hombre - podría decidir que todo volviese a su estado original. Con todo, nos hallamos ante una mentalidad muy primitiva (hablamos de textos que datarían del s. X a. c.) y que en cierta manera conecta con la idea de que Dios, en esta misma vida (frente a la primitiva concepción del “Sheol” como destino común para buenos y malos), no dejaría al impío sin castigo y al bueno sin premio. Mentalidad predominante, p. ej. en obras como Proverbios y Salmos y que, pese a su supervivencia – cf. p. ej. en II Mac VII,18 cómo un mártir judío del s. II a. c. sigue pensando que algún pecado habrá cometido para encontrar semejante final –, convive con otra más evolucionada y que a través de escritos como Job o Qohélet (Ecl) constata hasta qué punto las cosas no funcionan así. En medio de los equilibrios del judaísmo de la época de Jesús por conciliar ambas posturas, el Nuevo Testamento, al hacerse eco de la prédica sobre el Justo ejecutado como un criminal y reivindicado por Dios como cabeza de un Mundo Nuevo, se decanta y rompe radicalmente con la creencia de que la justicia de Dios pueda encontrar su realización última en este “mundo viejo” – habría que ver hasta qué punto el común de los cristianos también hemos roto con esa creencia o seguimos mirando al cielo en busca de respuestas ante el escándalo del triunfo de la injusticia y el sufrimiento del inocente -.
- A nivel de nuestra experiencia vital: Dios no envía mal ni sufrimiento al hombre, pero es obvio que permite que el hombre obre mal y que sufra, y además sin relación causa-efecto (por el contrario: hay malas personas que no sufren y buenas personas que sí), a fin de que desde estas circunstancias pueda elegir el bien por el bien mismo, y así en última instancia, elegirlo a Él. El sufrimiento no redime pero es ocasión para que se manifieste el verdadero “thopos” de salvación/cristificación/deificación: el amor desinteresado (incluso contra-interesado) que nos introduce en la órbita del Amor último. Desde esta certeza no sólo descubrimos Su Rostro amoroso también en el dolor, sino especialmente allí, al comprender hasta qué punto anhela compartir con nosotros Lo más Grande que tiene (Su propia Divinidad) sin imponérnoslo, que para que podamos optar en plena justicia por Él está dispuesto a reprimir Su deseo de librarnos de todo sufrimiento, y por tanto y en la medida en que ello es posible, a sufrir con y por nosotros (no ya como Hombre en la Pasión sino como Dios Mismo).
Por último y enlazando la experiencia íntima con la Escritura, señalaría que rechazar la idea de un Dios que castiga no tiene por qué llevarnos a desechar pasajes como Prov III,12. La reprensión no es lo mismo que el castigo, aunque de pequeños nos cuesta captar esta distinción – ¿y qué seguimos siendo sino niños ante Él? -: una persona creyente, aún sabiendo que las desgracias que le sobrevienen no son obra ni voluntad de Dios, sí puede ver en ellas una oportunidad que Él aprovecha para hacerle reflexionar (ej: si yo me porto mal con alguien y a los pocos minutos alguien se porta mal conmigo). También conviene considerar que hay cosas en nuestra vida que nos pueden parecer castigos pero de hecho no lo son, sólo las percibimos como tal. Y ahí sí es posible, pienso, ver la mano de Dios poniendo en nuestro camino esas cosas hasta que descubramos que no son un castigo sino una prueba (ej. tomado de la vida de Francisco de Asís: alguien que no quiere encontrarse con leprosos se encuentra con ellos una y otra vez hasta que “capta el mensaje”: Dios le está dando la oportunidad de enfrentarse al leproso no como monstruo sino como persona, y así Francisco acaba no sólo por no rehuir al hermano leproso sino por buscar su compañía).
II
Error 2.
(Ariel). Los milagros sí existen, pero en ellos no se suspenden las leyes de la naturaleza, ya que éstas no se conocen totalmente.
(Bertone) En los milagros sí se suspenden las leyes de la naturaleza
El teólogo argentino demuestra que sabe de qué habla: para establecer que el milagro viola las leyes de la naturaleza debemos conocerlas, pero, como bien ha venido planteando la crítica al neopositivismo desde Karl Popper, lo único que podemos conocer - en sentido estricto y no sólo utilitario y por vía de la falsación - es cuáles no son las leyes de la naturaleza. Jesús resucitando a un muerto no está violando las leyes de la naturaleza sino lo que a día de hoy conocemos de las mismas y que mañana puede cambiar radicalmente como ya lo ha hecho a lo largo de la historia. Otra cosa es – y supongo que esto es lo que está de fondo en la postura vaticana – la idea de que Dios, para demostrar que es Omnipotente, debe crear un mundo con unas leyes por encima de las cuáles sólo esté Él, y luego, contravenirlas.
Ahora bien, si nunca podremos conocer esas leyes (no forman parte de la Revelación y ya hemos visto lo que dicen los/as teóricos/as), ¿cómo sabremos que Dios las contraviene en los milagros y concluiremos que es Omnipotente? ¿La Omnipotencia de Dios no es más bien objeto de fe que algo que concluimos al presenciar milagros? ¿el Dios de los Evangelios obra milagros – a través o a favor de Jesús – para exhibir Su Poder o para transmitir un mensaje de Vida y Liberación?))
Error 3.
(Ariel) El libro de Job es un libro precristiano, que no contiene la respuesta definitiva al tema del sufrimiento. Esta la trae Cristo.
(Bertone) El libro de Job no fue superado con la venida de Cristo.
Desde el momento en que empecé a conocer los “cargos” contra de Don Ariel, éste fue, junto al tema del pecado original, el que me pareció más importante para decidir si estamos ante un teólogo católico y, en general, cristiano. Se ha escrito que él “niega el valor cristiano del libro de Job” (así, http://www.religionenlibertad.com/noticias/obispo-argentino-prohibe-ensenar-teologia-catolica-teologo-ariel-alvarez-valdes). De ser cierto, sería algo sumamente grave por el retroceso que supondría para una incipiente teología cristiana de las religiones (que es algo distinto, tanto en su teoría como en su expresión práctica, del ecumenismo como fenómeno intracristiano*): si empezamos - al fin - a postular que el Hinduismo, el Budismo, el Islam, etc. tienen valor para el cristiano… ¿vamos ahora a negarle valor cristiano a uno de los libros del “Antiguo Testamento”? ¿a uno de los textos sagrados que el cristianismo tiene en común con el Judaísmo rabínico?
Como ya he hablado de ello en otras ocasiones, digamos simplemente que, en cristiano, no hay nada humano que carezca de valor – evidentemente no me refiero a lo que en vez de sanas plasmaciones del espíritu humano en su apertura al Absoluto (una apertura ue no tiene por qué traducirse en una opción consciente por el teísmo: no hay ninguna dificultad a priori en que una corriente filosófica que se presenta como atea y duramente crítica respecto a ciertas formas de entender el teísmo entre dentro de este proceso que tiene a Cristo por Recapitulación (Ef I,10: el término griego - “anakefalaiosis”, cuya mejor traducción sería “restauración de la armonía bajo una Cabeza” – nos habla precisamente de eso: de cómo lo que a nuestros ojos cosas que parecen incompatible proceden por igual de Dios, quien las manifiesta como reconciliadas en Su Ungido).
Repito lo dicho. Como ya he hablado de ello en otras ocasiones, digamos simplemente que, en cristiano, no hay nada humano que carezca de valor – evidentemente no me refiero a lo que en vez de sanas plasmaciones del espíritu humano en su apertura al Absoluto se muestran en sus principios y en sus frutos como aberraciones del mismo en la medida en que renuncia a tal apertura para encerrarse sobre sí mismo (ej.: el nazismo) ; y también doy por supuesto el espíritu crítico respecto a las deformaciones sectarias en que aquellas manifestaciones religiosas, filosóficas, etc., valiosas en sí mismas, pueden salir a nuestro paso –.
Bien: el caso es que don Ariel no dice en ningún momento que el Libro de Job carezca de valor para el cristiano. Dice algo que es evidente en sí mismo: que no tiene la Respuesta última al interrogante que plantea, pues si la tuviera, no estaría en el Antiguo, sino en el Nuevo Testamento. Y Bertone, simplemente, habla de otra cosa: de que – desde los “padres de la Iglesia” hasta hoy – el Libro de Job sigue teniendo mucho que decirnos.
Obviamente: tanto el Job “paciente” – el más conocido – de la parte más antigua del Libro (caps. I, II y XLII,11-17 ) como el Job “rebelde” de la más “reciente” tienen mucho que decirnos acerca de la relación del hombre con el Absoluto, y precisamente a quien considere que la problemática que plantea la obra está superada – don Ariel no habla de la problemática sino de la respuesta -, le aconsejo especialmente que lo lea. Por eso de no pretender ser cristianos cuando se nos ha olvidado cómo se es hombre y qué problemas conlleva…y un buen día, como dijimos, nos encontremos donde se quedó Job, clamando al Cielo en busca de respuestas como si Éste no hubiese contestado ya.
Error 4.
(Ariel) Los primeros capítulos del Génesis (Adán y Eva, Noé y el diluvio, etc), no contienen historia en el moderno sentido de la palabra.
(Bertone) Estos capítulos sí contienen historia.
Bueno, qué comentar sobre este “cargo”. Si por lo menos se refiriese – como he dicho – al pecado original (o sea, al mensaje fundamental del mito del Edén: que, de alguna manera que se nos escapa, a todos nosotros se nos ha ofrecido la posibilidad de cumplir nuestra misión en esta vida en el marco de una intimidad con Dios y una identidad – que no relación causa-efecto - entre virtud y felicidad a la que hemos renunciado libremente para hacerlo todo más difícil)…pero no. Parece que realmente, lo que se está discutiendo es nada menos que si realmente existieron Adán y Eva… y a nivel dogmático – porque, a otro nivel (libros, programas de la tele), se puede discutir de todo…lo mismo que el diluvio: si no pasó nada, si es un recuerdo de cómo el Tigris y el Éufrates efectivamente se desbordaron e inundaron Mesopotamia, o si hubo algo más que explique la presencia de recuerdos paralelos en las mitologías de pueblos geográficamente tan distantes como los aztecas... -.
Como siempre, Pérez Bustamante no ha podido evitar dejar de dar la nota asegurándonos que “La Iglesia siempre ha sostenido y sostendrá que todo el género humano tiene su origen en una primera pareja creada expresamente por Dios, que es quien infundió el espíritu a Adán” (http://religionenlibertad.com/blog/index.php?blog=16&title=roma_da_otro_serio_aviso_a_determinada_f&more=1&c=1&tb=1&pb=1... en cuyo caso la Iglesia Católica tiene un serio problema). Es interesante que para llegar a esta conclusión apele a la “Humani Generis” (1950), la que podríamos considerar encíclica más conservadora de Pío XII - tradicionalmente contrapuesta a la “Divino Afflante Spiritu” de 1943 -, porque aún en su encíclica más conservadora aquel Papa se tomó la molestia de innovar respecto a sus predecesores e introducir en un documento pontificio términos técnicos como “poligenismo”, mostrando una clara voluntad de al menos no hablar de espaldas al debate científico de la época. Con lo que volvemos a encontrarnos con la vieja historia de quien apegándose a la letra traiciona el espíritu del documento…Pero aún y con todo respeto al magisterio de Pío XII…¿después no vino otro Papa que convocó un Concilio, o algo así?
Error 5.
(5) (Ariel) La virginidad de María “durante el parto” está basada en los Evangelios apócrifos. En realidad su parto debió de haber sido normal, como el de cualquier muchacha. Eso no menoscaba a María.
(Bertone) Aunque la virginidad de María “durante el parto” está basada en los Evangelios apócrifos, María se mantuvo virgen incluso “durante el parto (es decir, que no hubo ruptura de himen).
Si ya es bastante llamativo que – tal y como de unos años a esta parte está tan de moda en los portales de “apologética católica” - se siga intentando hablar con pretensiones de seriedad del carácter dogmático de la virginidad de María durante el parto y después del parto (nótese el trasfondo profundamente pagano: María, como esposa humana de Dios - que no como mujer de José – debe mantenerse fiel e “íntegra” hasta físicamente – el himen intacto - para su Marido), considérese que la misma virginidad antes del parto (tal como la relatan en los evangelios y en la cual personalmente creo, pudiendo ofrecer a su favor un argumento exegético bastante contundente:
las historias de Mt y Lc son tan distintas que sus ideas comunes – como la virginidad antes del parto – tienen que pertenecer a un estrato especialmente antiguo - ¿también testimoniado en Gál IV,4? -, cuando los familiares de Jesús aún vivían para testimoniar la verdad y, como nos enseña la historia comparada de las religiones, aún no había trascurrido suficiente tiempo para mitificar hasta ese punto al Fundador) es objeto hoy de suficiente debate dentro de los círculos teológicos como para que la jerarquía, si no quiere ir contra la tradición y vivir de espaldas a la Teología, se replantee si debe seguir presentando tal proposición como dogma o aceptar que haya quien considere la virginidad de María un género literario (lo que no sé es qué género, porque en el judaísmo de la época no existía nada parecido, y ambos evangelios de la infancia se escribieron en ambientes profundamente judíos;
y en el mundo griego los relatos de vírgenes que conciben de dioses no guardan parecido alguno con las historias de M y Lc – no hay mensajero celestial que anuncie como en Lc o aclare como en Mt lo ocurrido, no se pide la opinión de la virgen como en Lc ni se le garantiza un hombre que cuide de ella como en Mt, etc….pero en todo caso y como se ve acudo a argumentos de razón, no de autoridad, para convencer, no para imponer…hago de teólogo, no de obispo).
Error 6.
(Ariel) El relato del ángel que habló con María en la anunciación es un género literario. En realidad Dios habló con ella en su corazón, como con nosotros.
(Bertone) El ángel de la anunciación es un elemento histórico y real del evangelista Lucas.
Bueno, si tienen problemas para aceptar la crítica histórica del Antiguo Testamento, como para tocarles nada del Nuevo Testamento. El Magisterio dice que no hay obligación de asumir la historicidad de todos y cada uno los episodios del Nuevo Testamento – así, Wojyla, en la “Tertio Milenio Adveniente” (n.5) establecía la historicidad del mismo “en el conjunto de sus relatos” -.
Ahora bien y teniendo cerca el “caso Pagola”: la sensación es que cada vez que se pone en tela de juicio uno de esos episodios, suena la alarma, así que la cosa es un poco como aquel juguete que anunciaban en la tele cuando era niño, que tenías que operar a un muñeco pero si metías el bisturí en el lugar equivocado se le encendía la nariz. Bueno: ¿pues dónde puede meter el bisturí el método histórico-crítico a los evangelios sin que al magisterio se le encienda la nariz?
En este caso, lo que don Ariel discute no es si se dio o no un diálogo entre Dios y María que culminó en que ésta aceptase concebir a Cristo – o sea, lo fundamental -, sino si ese diálogo se realizó a través de un ángel. En su opinión, Lc echó mano de la figura de Gabriel dentro de una pura elaboración literaria.
Por mi parte, discrepo y creo en la anunciación como una experiencia no por espiritual menos real. Como argumento a favor de que la presencia angélica en la concepción de Jesús señalaría que Mt – un relato independiente del de Lc y sin influencias mutuas – presenta también a un ángel revelando el misterio de la concepción virginal (sólo que a posteriori y a José). Demasiada coincidencia aún desde los géneros literarios que ambos coincidan en poner un ángel justo en ese punto de la historia, sobre todo cuando luego discrepan donde volver a ponerlos (Mt, de nuevo en los sueños de José; Lc, en la aparición a los pastores).
Analizando el relato lucano, el hecho de que se identifique como una entidad concreta (Gabriel) al ángel que se aparece tanto a Zacarías como a María - cosa que no hace ya en II,9 -, así como algunas discontinuidades de forma (los himnos, puestos en boca de María y Zacarías, no reaparecen en el evangelio ni en Hechos) y hasta de fondo (Lc II,21: ¿dónde ha mencionado el ángel el nombre del Niño – en Mt sí lo hace -?) entre el cap. I y los siguientes, también puede considerarse como un indicador de que ambas anunciaciones pertenecían a una tradición especialmente antigua dentro de la comunidad cristiana que él puso como comienzo de su evangelio.
Error 7.
(Ariel) La virgen María no puede aparecerse “físicamente” a nadie, porque ya no tiene cuerpo material. Se trata de “visiones”. Si fuera así, todos la verían.
(Bertone) La virgen María se aparece “físicamente” a quienes la ven.
Aquí lo que se discute no es la Virgen se ha manifestado o no como p. ej. en Lourdes (fenómenos que la Iglesia Católica, hasta donde yo sé, presenta como revelaciones particulares y por tanto no exige su aceptación al conjunto de los/as fieles). El debate me recuerda más bien al de las cristofanías: si un apóstol hubiese tenido una cámara de fotos, ¿pudiese haber fotografiado a Jesús Resucitado? si cualquiera hubiese entrado de repente al lugar donde Jesús Se les aparecía, ¿también habría visto al Señor? Creo que ya escribí al respecto en este foro: en ambos casos la respuesta es “no”. No porque esté diciendo que Jesús Resucitado fuera un espíritu - como me acusaría la jerarquía -, sino porque se manifestaba a quienes Él quería manifestarse: a quienes ya en vida Le habían seguido y creído.
Aquí se parte del dogma definido por Pío XII en 1950: María participa ya y por adelantado respecto al resto de los/as creyentes en la resurrección junto a Jesús - creencia que comparto aunque por supuesto pienso que no debería ser un dogma; considérese por otra parte que el carácter dogmático de la Asunción depende (como en el caso de la Inmaculada Concepción) de que previamente se acepte el carácter dogmático de la infalibilidad papal -. La afirmación del teólogo según la cual María “ya no tiene cuerpo material” no es en absoluto incompatible con la creencia en la Asunción ya que según la propia Escritura lo que resucitan no son cuerpos materiales sino “cuerpos gloriosos” o “pneumáticos”(cf. I Cor XV,44). Y a juzgar por lo que escribe en http://www.arquidiocesisdecuenca.org.ec/index.php?name=vida&file=mariares, don Ariel profesa sin problemas este dogma mariano.
Con todo, pienso que su enfoque - “visiones” - se pasa de subjetivista tanto como el de Bertone se pasa de objetivizante. Si aceptamos que María ha resucitado y que puede manifestarse como lo hizo Cristo Resucitado (algo que personalmente acepto sin problemas), lo más lógico es pensar que su manifestación seguiría el molde de las cristofanías, las cuales ni son meras visiones de los/as discípulos/as ni manifestaciones físicas del ya comentado tipo “te saco una foto” - si el Vaticano acepta que un cuerpo resucitado “no es material”, ¿por qué rechaza “no es físico”? -. ((Aunque no creo que el Vaticano esté en posición de reprochárselo: “Ya el papa Benedicto XIV, en 1738, pedía que no se hablara más de “apariciones” de la Virgen, sino de “visiones”“ (http://blogs.periodistadigital.com/infordeus.php/2008/08/24/un-obispo-argentino-sanciona-a-un-teolog). Y tanto Bernardette Soubirous como Lucía dos Santos fueron y siguen siendo llamadas “videntes” con el beneplácito de la jerarquía)).
E l problema de fondo es que el debate se plantea desde categorías heredadas por el cristianismo greco-latino del dualismo platónico – cuerpo vs. alma – pero ajenas al texto de I Corintios, donde “cuerpo” alude a la persona en su globalidad (“cuerpo glorioso”, v. 44 = “hombre celeste”, v. 47). Es el lenguaje del magisterio – pero no debería serlo, pues refleja una filosofía concreta que no es objeto de fe - y el teólogo lo acepta, sin duda, para asegurarse de que los fieles – acostumbrados al mismo – le entiendan. Pero ya que, como veremos en el punto 9, don Ariel intenta en el fondo desmarcarse de la antropología que tal lenguaje encarna, personalmente le aconsejaría renunciar por completo al mismo. María, al igual que Jesús, se manifestaría como Dios le diera manifestarse y a quienes Dios le diera manifestarse: pienso que esa es la respuesta más sencilla al debate, inteligible para todos/as.
III
Error 8.
(Ariel) Los estigmas no son signos de santidad, ni provienen de Dios, porque Dios no puede mandar lastimaduras físicas a la gente.
(Bertone Los estigmas vienen de Dios, y son señal de santidad de una persona.
Aquí en realidad hay dos cuestiones:
- Si los estigmas son signo de santidad
- Si vienen de Dios
Don Ariel refuta ambas afirmaciones y Bertone las afirma. La negativa del teólogo a que vengan de Dios empalma además con el “cargo 1” (los estigmas entrañan sufrimiento y Dios no envía sufrimiento).
Sobre si son signo de santidad, creo que el Evangelio deja bastante claro que ningún tipo de milagro o prodigio lo es (Mt VII,22-23). Todo apunta a que también una persona que sufre de histeria puede llegar a desarrollar marcas parecidas a los estigmas, si bien en el análisis de las llagas de Pío de Pietrelcina quedó patente que carecían de paralelo en ningún caso de enfermedad psíquica. Pero aún cuando se hubiera encontrado paralelo: es evidente que la santidad (o como desde cada confesión se la quiera denominarla: piedad, justicia,…) de la persona estigmatizada queda patente por su vida, no por sus estigmas.
La discusión sobre si los estigmas vienen de Dios está más al nivel de la religiosidad popular (Dios “les envió” estigmas a Francisco de Asís, Catalina de Siena, etc”) que al de una verdadera fenomenología de la experiencia mística, lo cual he de confesar que me parece lamentable no sólo por parte del Vaticano. Aunque entiendo perfectamente que de nuevo el móvil del teólogo argentino es expresarse con claridad en el lenguaje de los fieles.
Bien, de nuevo no hace falta aclarar que no soy ningún experto, pero es claro que el tema de la estigmatización de los/as grandes místicos/as nos lleva más allá tanto de las enfermedades mentales como de “dones” enviados por Dios – cierto que a veces quienes los padecen se refieren a ello como algo que Dios les ha dado y, eventualmente, quitado, pero el lenguaje místico mana del amor, no de la razón: por poner un símil, cuando una madre dice de sus hijos/as “me dan la vida” es evidente que no está pronunciando un aserto biológico -.
Donde mejor se entienden es encuadrados, dentro del dinamismo del encuentro interior, en la experiencia sobrenatural (no en el sentido de que vaya, como vimos, contra las leyes naturales: simplemente de que sale de lo común respecto al itinerario espiritual del resto de fieles) de la plena identificación con Cristo en la Pasión. Desde ese punto de vista, podríamos decir (y creo que esto lo entendería perfectamente cualquier fiel) que ni Cristo produce las llagas, ni la psique del místico, sino el amor: el amor que graba en el amante la imagen del Amado. Nuevamente, el dolor no es el fin buscado por sí mismo, pero sí el medio en que se expresa tan ardiente amor, haciendo al místico especialmente susceptible a la comunión viva y descarnada en Cristo Paciente con el igualmente descarnado dolor y el sufrimiento del conjunto de la humanidad.
A alguien esto puede sonarle a “dolorismo” – efectivamente, el insano esquema mental desde el que muchos/as fieles interpretan estos fenómenos -, pero el hecho es que no hay nada más lejano al dolorismo que la propia forma en que la persona estigmatizada vive su condición, desde un gozo absolutamente inexplicable para quienes atiendan simplemente ya no sólo a las molestias físicas que acarrea sino también a las espirituales (el halo de santidad de que se les rodea no hace sino torturar su humildad, las llagas les impiden pasar desapercibidos/as como ellos/as querrían, quedan expuestos/as a calumnias – histeria, auto-lesión-, etc).
Además, el dolorismo no deja de ser un intento de escapar de la realidad, y precisamente si por algo se han caracterizado quienes han padecido los estigmas es no sólo por el intensísimo grado en que se hicieron cargo de la realidad que les rodeaba y compartieron sus gozos y tristezas, sino por su compromiso con transfigurarla, por aliviar su dolor, ya fuese asistiendo a los enfermos (como Francisco de Asís y el “padre” Pío) o a través de una nivel de oración apasionado e incesante por la curación de las heridas que atomentan al género humano (así, las estigmatizadas que o eran monjas de clausura – como Verónica Giuliani – o estaban físicamente impedidas – como Teresa Newmann -).
A lo cual concluyo: es don Ariel quien si nos limitamos a los enunciados tiene razón, pero creo que al no ofrecer una respuesta alternativa al sentido de las estigmatizaciones – aunque tal vez la haya ofrecido y a mí no me conste – está abandonando a los/as estigmatizados/as a la sospecha inmediata de impostura o locura, lo cual a quienes tenemos corazón franciscano nos hiere especialmente. Pero aún si lo hiciere, está en su derecho como presbítero católico, ya que simple y llanamente la posibilidad de los estigmas, su procedencia, etc. no es dogma de fe dentro del catolicismo: el magisterio nunca se ha pronunciado al respecto.
Cabe alegar que sí lo ha hecho al canonizar a personas estigmatizadas, pero eso es un argumento capcioso: cuando se canoniza a alguien, ¿se está dando sello de garantía divina a cuanto dijo, hizo y experimentó dentro de su itinerario espiritual, o simplemente se ofrece un modelo de vida cristiana a los/as fieles y se autoriza que se acuda públicamente a su intercesión? Sería más que interesante que el Vaticano se aclare al respecto, sobre todo en la medida en que, por lo que sé, la postura oficial es que el Papa, cuando canoniza, es infalible (lo cual, echando vista a algunas figuras del santoral, no hace por cierto sino ofrecernos otro argumento contra el dogma de la infalibilidad papal).
Error 9.
(Ariel) La fe en la resurrección no implica necesariamente la separación del alma y el cuerpo. Ésta es una explicación, pero no un dogma.
(Bertone) A morir una persona, se separa el alma del cuerpo; y el alma va al encuentro de Dios, mientras el cuerpo espera la resurrección”.
La frase de don Ariel no puede ser más ajustada. Y de hecho no me importa si existe o no definición dogmática alguna acerca de una separación alma-cuerpo tras la cual el alma se encuentra con Dios: es que si existe, es inválida, porque estaría canonizando una antropología concreta – la platónica (pero sin reencarnación, como defendía el filósofo griego): el alma se identifica con la persona, y así, tras una vida de virtud, se separa del cuerpo y se reúne con el Absoluto (cabe preguntarse qué pinta la resurrección en todo esto) -. Y el magisterio no tiene derecho a presentar una antropología concreta como dogma de fe.
La cuestión se complica bastante si damos el salto de la antropología a la escatología porque la postura de don Ariel no deja lugar para la existencia del Purgatorio (o como queramos llamarlo), el cual sí fue proclamado dogma de fe en el II Concilio de Lyón, el de Florencia y el de Trento. Personalmente creo en el Purgatorio pero tampoco estoy a favor de que se lo considere un dogma, entre otras cosas precisamente porque de fondo está canonizando una antropología.
Ahora bien, me gustaría llamar la atención sobre el platonismo latente en la postura del propio don Ariel. “También había afirmado que la resurrección se produce inmediatamente después de la muerte, porque después de la muerte no hay tiempo que esperar” (http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/26/-las-nueve-retractaciones-de-ariel-alvar).
Veo un resquicio platónico en esta postura – compartida por muchos/as teólogos/as - en la medida en que considera que morir supone salir del tiempo y entrar en el ámbito de la Divinidad. Nunca he entendido el por qué de semejante idealización, de la desorbitada “sacramentalización” de la muerte como puerta definitiva entre el hombre y Dios.
También considero un error creer que esa postura es la única alternativa al dualismo platónica. Existe otra: la que refleja la propia Biblia (es decir, la hebrea).
Con esto no digo que tal antropología/escatología (la que yo profeso) deba considerarse un dogma: en la Biblia hay muchas cosas que no son dogma. Pero no se puede decir a la ligera que los conceptos de alma y cuerpo sólo son postulados por el dualismo platónico. También encajan en una mentalidad donde se añade un tercer elemento (el más importante, y a diferencia de en el platonismo, no identificado con el alma, sino posibilitado por el espacio intermedio que crea la intersección materia-espíritu): la persona, o mejor dicho, el yo consciente y libre que puede devenir persona. En hebreo, el “néfesh” – frente a la “n(e)shamah” (alma) y el “bassar” (cuerpo) -.
(( Nota sobre Néfesh. Este es un concepto que subyace a muchos pasajes del Nuevo Testamento donde aunque el término griego es “psijé” (alma, espiritual) en realidad se intenta traducir el concepto de la propia persona, del propio ser global, de la propia vida. Un ejemplo clásico es Mt XVI,26, donde se podría traducir perfectamente usando el reflexivo: “¿De qué le vale al hombre ganar el mundo si se pierde a sí mismo (= si pierde su néfesh)? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de sí mismo (= de su néfesh)?”, por más que alguno de los muchos indocumentados metidos a darnos lecciones pretendan que así “se falsea y corrompe la Palabra del Señor”, ya que Jesús (cual platónico convencido…cosa que, al menos en lo tocante al dualismo, no fue ni Filón de Alejandría) habría enseñado “la naturaleza espiritual del ser humano y su "compuesto" diferenciado: Alma espiritual y cuerpo material” (http://blogs.periodistadigital.com/elpulpito.php/2008/08/30/perder-el-alma). Muy por el contrario y dentro de la escatología de resurrección que el judío Jesús profesa y predica a otros judíos, lo que en última instancia está en juego al hablar de la opción personal es la concepción de la persona como globalidad, no como parte de un compuesto. El autor de ese texto, tomado de http://blogs.periodistadigital.com/elpulpito.php/2008/08/30/perder-el-alma), que firma “el reverendo”, apela al “texto original, el revelado - en griego -”, pero parece ignorar que en la medida en que es obra de judíos y, en menor medida, de gentiles afines a la mentalidad judía (“temerosos de Dios” en la terminología de Hechos), y en respuesta a la invitación del propio magisterio a leer los textos desde el mismo espíritu en que se escribieron, debemos hacer el esfuerzo por buscar la clave de lectura en la mentalidad semítica de sus autores, no en la mentalidad griega de la cual – para lo bueno y para lo malo – Occidente es, aún y a grandes rasgos, heredero)).
Dentro de esta concepción hay algo que sobrevive a la muerte y no por ello sale del tiempo para acceder “ya” a la eternidad. Pero no es en néfesh, sino la n(e)shamah, la cual, al no ser la persona sino un resto de la descomposición de la globalidad que es la persona, no puede encontrarse con Dios-Persona. Eso “tendrá lugar” (futuro escatológico: de hecho ya tiene lugar en la eternidad) cuando se restituya el ser global – resurrección -. ¿A dónde va entonces? Bien, aquí entra una categoría sorprendente para quien no conoce el tema: el guilgul…que es forma judía de entender la reencarnación (sí, sí: aunque “los/as expertos/as” digan que la reencarnación es incompatible con la mentalidad semita, esta idea ya estaba presente en la escatología judía que conocieron Jesús y Sus discípulos/as – y no sólo no la niegan sino que los evangelios se hacen eco de ella: Mt XVI,14; Mc IX,13; Jn IX,2-3 -).
La idea de guilgul (“rotación”, nótese el paralelo con la rueda hindo-budista del “samsara”) se opone a la creencia de que por morir vamos a encontrarnos con Dios: la posibilidad de nuestro encuentro con Dios en la eternidad quedara sellada cuando nos encontremos con Él en esta vida, en los/as demás. Quien experimenta ese encuentro sale del guilgul y, previa purificación en el “fuego” del Amor divino (así: Mc IX,49), accede al lugar de espera (Parddés, “paraíso”, lo que Lc XVI,22 llama “seno de Abraham”) donde participa de toda la bienaventuranza a la que una n(e)shamah (recordemos, no un ser global, no una persona) puede participar. Y quien no lo experimenta sigue en el guilgul hasta que lo “logre” (más bien, hasta que deje a la Gracia revelarse en su vida). A no ser que asuma una opción vital contraria al amor – y por tanto, a Dios – en cuyo caso queda “fuera del juego”, en el caótico y torturante de una existencia privada ya de todo sentido – o sea, el estado de “gu(e)hinnom”, traducido como infierno -, el cual, como se ve claramente, es una opción personal que Dios respeta apenado, dentro de Su compromiso con la libertad humana, no de un castigo divino.
También conviene aclarar que en esta visión no es correcto hablar de una persona que se reencarna muchas veces, porque cada reencarnación es una persona nueva (un nuevo néfesh) que sólo tiene en común con la anterior la n(e)shamah. Por ello y aunque hable de “reencarnación” para hacerme entender, en esta concepción no hay nada que se reencarne, pues, como establecimos, la persona no sobrevive a la muerte: sobrevive el alma, el espíritu…la sombra de lo que un día fue una persona. La persona que resucitará es la de la última “encarnación” o estancia en el guilgul.
Y finalmente, el destino último de todas las n(e)shamot (plural del término hebreo) es, tras el juicio final, la vuelta a la nada. ¿A la nada? Sí, ya han cumplido su misión y escuchado la valoración al respecto. Tienen su comienzo (cuando Dios creó cada una) y su fin en el tiempo. El alma no es inmortal y no se reúne con ningún cuerpo: la resurrección es algo que “ya” ha ocurrido, en la eternidad, en Dios mismo…o en el estado de perdición última – no ya el gu(e)hinnom sino lo que Ap XX,14 llama “muerte segunda” o “estanque de fuego”: la resurrección para una interminable pero nunca consumada desintegración en el absurdo radical - para quienes optaron por abortar el plan divino sobre ellos/as. En cambio el alma, como todo lo sujeto al tiempo, como el cuerpo, está destinada a la extinción (Mt XXIV,35; Ap XXI,1).
Espero no haberos aburrido demasiado con este esbozo, pero creo importante dejar bien claro que :
1) hay visiones alternativas tanto a la del teólogo argentino como a la del Vaticano,
2) que se puede hablar perfectamente de alma, cuerpo, “estado intermedio”, Purgatorio, etc.
3) sin caer en el dualismo platónico y ofreciendo a la vez un marco desde el que dar cuenta de fenómenos - como las ECM (“experiencias cercanas a la muerte”) – que cada vez reivindican un tratamiento más serio y no van a dejar de estar ahí porque tanto los/as teólogos/as de uno u otro signo como quienes sientan cátedra sobre los límites del discurso filosófico oficial decidan ignorarlos.
Como último detalle y para mostrar que toda esta discusión no es algo nuevo – ni exclusivo de Iglesias Reformadas como la Adventista ((http://es.wikipedia.org/wiki/Adventistas_del_S%C3%A9ptimo_D%C3%ADa#El_infierno_y_el_estado_de_los_muertos ) – dentro del debate teológico, señalar que un pontífice - Juan XXII, en cuyo ominoso mandato (1416 - 4) se sitúa la popular trama de “El nombre de la rosa” – sostenía la imposibilidad de que las almas accedieran a la bienaventuranza antes del Juicio Final. Juan se defendió de la indignación que su postura generó entre teólogos y fieles (si no hay ya almas en el cielo que intercedan por nosotros…¿por qué rezar a los santos?...¿por qué comprar y vender reliquias?) argumentando “que la Iglesia no tenía sobre este punto una doctrina oficial” (http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_XXII#Visi.C3.B3n_beat.C3.ADfica), y acabó retractándose no por convicción personal sino porque enfrentarse a la fe del común del pueblo cristiano sólo habría debilitado su posición política – en pugna con el emperador - más aún de lo que ya lo estaba. El papado defendiendo la pluralidad teológica para escapar de la acusación de herejía…Ironías de la historia.
IV
Bien, tras repasar los nueve “cargos” cabe mencionar otro que en el 2001 le enfrentó con el entonces cardenal Ratzinger, y que acabó en retratación por parte de don Ariel.
Era en relación a la existencia del diablo y la posibilidad de la posesión diabólica: el teólogo las negaba. Así lo vemos en http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/24/p185216. Allí encontramos dos tesis fundamentales:
Tesis A.
“No es posible la posesión diabólica, en el sentido de que un ser personal se introduzca dentro de otra persona, lo posea y lo obligue a tender hacia el mal en contra de su voluntad”, afirma don Ariel. Hasta donde sé, la Iglesia Católica nunca ha presentado la creencia en las posesiones como dogma de fe, pero es de suponer que Ratzinger vio en ello una negación de los exorcismos de Jesús en los evangelios, lo cual nos devuelve al problema del “cargo” 6.
La postura personal del “padre” Ariel (según la expresa en http://www.diariopanorama.com/panoramatv/index.php?SeccPtvID=15&seccion=Cuesti%F3n%20de%20Fe, “¿Existe la posesión diabólica?”, y de la cual discrepo) es que el diablo no puede apropiarse de la voluntad de una persona ya que:
- Dios tampoco lo hace (lit. “no puede”: creo que don Ariel haría mejor en no pronunciarse sobre lo que Dios puede o no puede hacer si no quiere que además le acusen de negar la Omnipotencia divina). Este argumento no me dice nada: Dios tampoco tienta a nadie (St I,13) y Mt IV,3 habla del diablo como “el tentador” por antonomasia.
- Dios no permitiría que un ser humano perdiera su libertad. Este es un argumento mucho más serio, pero por esa regla de tres tampoco consentiría aquellas enfermedades mentales que privan a quienes la sufre de libre albedrío.
- El demonio al ser una entidad espiritual no puede poseer al hombre - que es una entidad física -. A lo que respondo que es sólo una entidad física sino también espiritual, y lo mismo que el cuerpo puede verse atacado por otros agentes materiales como los virus, cabe suponer que elementos espirituales adversos pueden “infectar” nuestra alma.
- El/la bautizado/a es templo del Espíritu. Ahora bien, como ha dicho antes él mismo, Dios no posee a nadie: el hombre puede expulsar de sí al Espíritu Santo desconectándose de Él al desconectarse del amor al prójimo. Podría deducirse entonces que para quienes defendemos la posibilidad de la posesión sólo son susceptibles de ella las personas “pecadoras”; sin embargo, en la historia del cristianismo no han faltado casos de grandes figuras espirituales que han padecido episodios de este tipo - cabe mencionar, de los tiempos más recientes, a Giovanni Calabria y María de Jesús Crucificado
(Cf. sobre sus vidas http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=34190 y http://www.corazones.org/santos/maria_dejesus.htm. ); parece además que la propia Teresa de Calcuta contempló la posibilidad de encontrarse en esta situación - . ¿Cómo es posible esto? Si alguien estaba llena del Espíritu, era gente así. Si aceptamos que tales personas realmente sufrieron episodios de posesión, la única salida “razonable” – allá donde lo que nos parece razonable cada vez cuenta menos – me parece suponer que, dentro de la dinámica única e intransferible de su itinerario espiritual y siempre con el objetivo último de introducirles en grados superiores de santificación, hubo momentos en que Dios consistió que sufrieran en sus propias carnes una prueba así retirándoles parte de su Espíritu, dejando un “hueco” – por así decirlo – por donde pudieran “colarse” entidades malignas. Un auténtico misterio para quienes, hallándonos tan lejos de semejantes grados de intimidad con Dios, tampoco estamos a la altura de semejantes pruebas (I Cor X,13) , aunque no cabe despreciar al menos dos lecciones que podemos extraer de casos así: 1. Que una persona poseída no tiene por qué cargar ni mucho menos con el sambenito de pecadora. 2. Que – frente a la mentalidad un tanto mecánica a la que puede llevar la postura de don Ariel (“ya estás bautizado, ya estás lleno del Espíritu”) – el Don de la Inhabitación del Espíritu depende en todo momento de la Voluntad de Dios: no es algo a lo que Él “quede obligado” por una concepción mágica del Sacramento. Algo evidente pero que nunca está mal recordarnos.
- La ciencia (en concreto la parapsicología) ya explica todos los síntomas de la posesión. Me temo que las cosas no son así y aún si lo fueran, eso no solucionaría el asunto. Me explico: don Ariel acude a las explicaciones de la parapsicología, la cual – por desgracia – aún dista mucho de ser universalmente reconocida como ciencia, y que además corre el peligro de hacer del (cada vez más evidente) poder de la mente sobre la materia un cajón de sastre al que atribuir todo lo que no se puede explicar (y ese no es el método científico). Inventarse un nombre que “suene a ciencia” para alguien que incendie objetos con la mirada no va a hacer más explicable el fenómeno (sólo ofrece la pueril ilusión de que, una vez “etiquetado”, está también por ello más controlado y constituye un menor peligro para ese castillo de naipes que es nuestra concepción de la realidad). Y aún cuando la ciencia pudiera explicar todos los síntomas de la posesión (o de su antítesis: el éxtasis místico), concluir cada vez que se den esos síntomas que su causa sólo puede ser la que postula la ciencia es una falacia lógica “non sequitur” del mismo tipo que si digo “cuando llueve me mojo: estoy mojado, luego ha llovido”.
Cabe añadir que don Ariel se mueve también en terreno peligroso con su interpretación de Mc V,11-13 (Jesús le seguiría la corriente al lunático en su creencia de estar poseído como forma de liberarlo), por cuanto toda forma de mentira, aún encaminada a un bien, es una concesión al pecado y Cristo, además de no pecar nunca (II Cor V,21), era la misma Encarnación de la Verdad (Jn XIV,6). Y en Su humanidad habitaba la Plenitud de Dios (Col II,9), el Cual es por excelencia, el Veraz (Rom III,4). Por fortuna, no parece que el Vaticano reparase en este detalle.
No sé si hace falta aclarar – por si acaso, lo hago - que mis discrepancias con el teólogo argentino no me impiden en absoluto valorar su esfuerzo por liberar a sus conciudadanos de su – según se desprende del vídeo - obsesión supersticiosa por la omnipresencia del diablo y los maleficios, frente al vergonzoso espectáculo que la Iglesia Católica estaría protagonizando en otros puntos de Latinoamérica
((Cf. http://blogs.periodistadigital.com/religiondigital.php/2008/08/03/la-iglesia-se-queda-sin-exorcistas)
Tesis B.
. Una proposición sumamente desafortunada desde mi punto de vista, no ya porque yo sí crea en la existencia de entidades que podríamos llamar “demoníacas”, sino porque creo que no es nadie para decir a los demás en qué tienen que seguir creyendo o dejar de creer. Además, el argumento “a la altura de nuestros actuales conocimientos, tanto científicos como bíblicos” no puede ser más desafortunado: la ciencia no tiene nada qué decir respecto a la existencia o inexistencia de entidades espirituales, al no ser ésta falsable, y pretender que la Biblia niega la existencia de demonios es hacerla decir expresamente lo contrario de lo que dice: otra cosa es que tú quieras entender sus palabras en sentido metafórico. Y bueno, al mismo argumento general de “a estas alturas” siempre cabe responder “¿a qué alturas?”, porque no sólo don Ariel sino una gran cantidad de teólogos/as progresistas arrastran a mi juicio una limitación y es que pretenden dar razón de la fe en un marco filo-neopositivista que es el que se encontraron cuando curaron sus estudios pero que la cultura occidental (la que se vive en la calle, no la que se conserva en formol en ciertas facultades de Filosofía, en la obra de pretendidos/as divulgadores/as científicos/as que en realidad no están sino predicando una metafísica concreta – la materialista -, etc.) ya ha superado felizmente y lo que ahora esperan es que se de razón de la fe dentro del nuevo paradigma post-neopositivista.
Con lo cual, cuando la teología avanzada acusa – con toda la razón del mundo – al magisterio de ir a remolque de la cultura, la mentalidad de la sociedad que le rodea, sería harto interesante que también se plantee qué hace ella misma perdiendo tan miserablemente el tiempo en intentar hacer creíble el Evangelio a los/as neopositivistas, cuando los/as pocos que quedan (dada la radicalización de sus planteamientos típica de todo “movimiento” que se siente – aunque no lo acepte – en las últimas) no es que guarden precisamente muy buena disposición hacia el hecho religioso en general ni el cristianismo en particular.
Al margen de esta polémica: hay bastante desconcierto dentro del propio catolicismo sobre si la existencia de los demonios es dogma de fe – desconcierto que ya de por sí la jerarquía debería tener en cuenta, en vez de limitarse a repetir, tanto ella como sus paladines, que sí objeto de definición dogmática en el IV Concilio Lateranense (o sea, en el s. XIII) -. Como siempre en estos temas donde no se juega la identidad cristiana, es que la creencia en el diablo no debe ser propuesta como dogma.
Una última observación para quienes hayan visto el vídeo del “padre” Ariel hablando sobre la posesión diabólica: ¿no os dio la sensación de que allí el teólogo sí parecía dar por sentada la existencia de demonios? Lo que discute es que puedan poseer a la gente.
Aún nos queda un “error” más del que don Ariel también se retractó y que tenéis en http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/26/-las-nueve-retractaciones-de-ariel-alvar: “Al decir yo que todos los cristianos, por el hecho de ser bautizados, son sacerdotes de Jesucristo, algunos han pensado que yo sostenía que todos son igualmente sacerdotes de Jesucristo en el sentido ontológico. Por eso quiero aclarar que siempre creí, y que quise decir, que el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial son diferentes esencialmente, y participan de distinta manera del único sacerdocio de Cristo”. Bueno: aquí es que ni siquiera existe contradicción con la doctrina católica sobre la desigualdad cualitativa del sacerdocio universal y ordenado – que yo no comparto -. Simplemente, el teólogo dijo algo que está en la Biblia (así, I Pe I,5 y Ap I,6): no se le puede culpar por lo que luego interpretó la gente. No creo pues que merezca la pena detenerse más en ello.
Repasados en fin cada uno de los “cargos”, vemos que don Ariel se retractó de todos ellos. Primero, como hemos visto, del relativo al demonio. La retractación fue aceptada sin mayores problemas.
El problema ha venido ahora porque aunque ha sido Bertone, desde Roma, quien ha movido todos los hilos, éste no aprueba que el teólogo señale en sus “rectificaciones” que las hace “ por pedido expreso de la Santa Sede”. Como dice Xabier Pikaza en el link anterior: “ Querían que Ariel se retractara por sí mismo, por decisión espontánea…”. En pocas palabras: tirar la piedra y esconder la mano.
Y como el presbítero se negó a retirar de sus retractaciones la mención a la “Santa Sede”, tras todo el cúmulo de humillaciones llegaron finalmente las sanciones de parte de su obispo. Y lo más “gracioso”: Polti dice sancionarlo no ya por predicar errores, sino porque “sus afirmaciones causan perplejidad” (mismo enlace). Le acusan de “causar perplejidad” los que sostienen como lo más natural del mundo que quien no cree que Jesús atravesó el himen de la Virgen sin romperlo no es católico/a.
Siguiendo en el mismo enlace, podéis leer las sanciones:
“1. A partir del 5 de agosto de 2008 y mientras no se disponga otra cosa, el presbítero doctor Ariel Álvarez Valdés carece de licencias para hacer nuevas publicaciones o disponer la reedición de publicaciones anteriores.
2. A partir del 5 de agosto de 2008, el presbítero doctor Ariel Álvarez Valdés carece de misión canónica para la enseñanza de disciplinas teológicas en cualquier nivel de docencia, incluyendo cursos cortos, conferencias y toda otra actividad análoga.
3. A partir del 5 de agosto de 2008, el presbítero doctor Ariel Álvarez Valdés carece de licencias para participar en la organización y uso de medios de comunicación social, incluyendo internet, ya sea a través de escritos, grabaciones, filmaciones y cualquier otro tipo de soporte”.
Habrá cambiado el nombre de quien del “santo oficio”, pero no lo han hecho sus métodos…
Ahora que ya tenemos los datos suficientes para saber de qué se ha acusado a Ariel Álvarez y por qué se le ha condenado, reparemos en la imagen que la fauna bloguera ha transmitido de él (sin desperdicio):
Expósito declara: ““Herejes ha habido siempre” (http://religionenlibertad.com/blog/index.php?blog=14&title=un_fracaso&more=1&c=1&tb=1&pb=1). No sé si es consciente de estar citando las firmas palabras con que el cardenal Sebastiano Baggio – miembro de la famosa logia masónica-mafiosa P2 quien