El último último “niño-lobo” de España y Portugal

Creo que fue el último, aunque quizá me equivoque. Le llamo “niño-lobo” porque así se han llamado entre nosotros los niños crecidos entre animales. No era un “salvaje”, a pesar de la película de Truffaut (L’Enfant Sauvage), de la que hoy mismo aparece amplia información en la prensa, con motivo de la muchacha de Camboya, que ha vivido mucho años con fieras y animales. Parece que esa niña aprende, porque "se perdió" cuando ya tenía ocho años y sabía cosas... Mi niño-lobo hispano no aprendió : forma parte de una historia mucho más triste de miseria y abandono; nunca le habían enseñado, nunca le habían querido. No era un Homo Ferus (hombre fiera); era un niño no amado, Ésta es su historia.

Un niño lobo en un convento

Fue hacia el año 1960. Yo estudiaba filosofía en el Monasterio Mercedario de Poio y un día lo trajeron. Así le vi, con inmensa sorpresa y respeto casi religioso, en la celda que le habían dado entre los frailes, como a uno más, al niño-lobo.
Pero no era fraile, ni podía estudiar. No hablaba, emitía unos gruñidos de cabra o, quizá, de cerdo. Le habían vestido, pero se lo suyo no eran los pantalones. Le quisieron sentar en una silla y acostar en una cama, pero su espacio no eran las sillas ni la cama, sino la cuadra de una choza perdida en el bosque más lejano, en la zona de Os Neves, de la montaña de Pontevedra.
Algunos vecinos sabían algo y habían denunciado el caso a los de la Guardia Civil, que le encontraron allí, en la choza más lejana de la aldea, atado a un poste, al lado de las cabras, compartiendo con ellas el espacio y algo de comida. Le desataron y le trajeron al Hospital Provincial de Pontevedra (no había entonces otra cosa, ni residencia sanitaria, ni especialistas…). Un médico del hospital conocía al Profesor A. Vázquez, profesor del Monasterio, un brillante académico que acababa de especializarse en Psicología en la Universidad de Lovaina y así lo trajo al monasterio, para que A. Vázaquez hiciera un informa psicológico, pues por aquel entonces no había psicólogos profesionales en la zona.

La historia del niño con las cabras

Y así sucedió que el “niño-lobo” vivió unos días, como de fraile, en el monasterio. Supimos que sus padres eran pobres, los más pobres de los pobres de la aldea, el padre portugués, la madre gallega… No lograron estabilizar una familia normal, por falta de dinero y de cultura. Tenían que salir a trabajar al monte y así dejaban al niño en el mejor lugar de choza, en el pesebre de las cabras, calentito y seco. Quizá el niño no era muy “espabilado” y no aprendió pronto; quizá los padres no eran muy lúcidos (¡que no lo eran!). El caso es que el chaval creció físicamente robusto con las cabras, pero no aprendió a hablar ni a razonar, pues no le dieron cariño de persona, ni conversación de hombre.
El profesor Vázquez (que después ha sido muchos años catedrático de Psicología Profunda y de Etología en la Univ. Pontificia de Salamanca) nos explicó que, después de haber pasado la barrera de los siete años (entre los seis y ocho años) los niños ya no pueden aprender un lenguaje, ni desarrollar ya palabras racionales, ni cultivas afectos humanos. Aquel chaval tenía ya muchos más años (más de quince), había quedado troquelado como cabra y no podría aprender nunca a ser un hombre.
En la historia de los mitos de múltiples pueblos hay “niños-lobos”, criados entre lobos, pero que aprenden a hablar y que acaban siendo famosos (como los fundadores de Roma). Hay niños del bosque que aparecen en mil películas, como tarzanes ecológicos y valientes, que hacen las delicias de mayores y niños, por su agilidad en la selva.

No era niño lobo, era niño abandonado

Pero aquel chaval de “As Neves” no pudo aprender ya nada; no era romántico, ni famoso saltador de selva, ni cazador de bosque, sino algo mucho más triste y lamentable: un ser humano frustrado, un “alma” (decíamos entonces) que no había logrado conocerse a sí misma, pues nadie se lo había dicho, nadie le había hablado, nadie le había querido…. Y así quedó, como niño-cabra, un muchachón de unos dieciocho años, fuerte y robusto, pero inclinado, andando a gatas, gruñendo y comiendo del suelo, defendiéndose de todos los que le queríamos darle la mano, acariciarle o decirles palabras hermosas. Un fugitivo eterno, como huyendo de sí mismo al reino de las puras cabras del monte, inclinado o saltando en el suelo, con miedo irracional en los ojos, con amargura lejana en el alma.
Estuvo algo así como una semana entre nosotros. Al final nos daba lástima ir a verle, pues no logramos comunicarle nada y se ponía nervioso, cada vez más nervioso; era como si le quitáramos su intimidad de hombre-animal… Así terminábamos dejándole la comida en una silla y el la ponía en el suelo y allí comía… haciendo sus necesidades también en una esquina de la celda. De esa forma estuvo una semana… y se lo llevaron, y volvió a una habitación del Hospital Provincial… y ya no supimos mucho más.
Nos dijeron que había muerto pronto, no sé si porque era su hora (dicen que estos hombres-lobos son inviables a partir de cierta edad) o porque añoraba sus cabras y el pesebre de la aldea lejana, donde sus padres pensaban que habían hecho lo mejor que podía hacerse por aquel niño que la Guardia Civil les había “robado”, para acabar encerrado en una habitación sin sentido ni cobijo de un hospital provincial de la España pobre de entonces.

No era un Homo Ferus, era un Homo Non Amatus

A veces, en noches de meditación sobre el enigma y la miseria de la vida humana me acuerdo de aquel niño y rezo por él, en silencio, sin palabras, casi con temblor de corazón. No era un Homo Sapiens Ferus , un hombre sabio fiera, hombre asilvestrado (como les clasificó Linneo). Eera algo más simple, un Homo Non Amatus, un ser humano al que no habían amado. Cuando más tarde en mis clases he debido expliar el surgimiento humano y decir que nacemos "del amor y la palabra" de los padres, he aludido casi siempre a la experiencia de ese niño.
Un niño no puede nacer a la vida humana de una cabra, ni puede brotar de un animal.Un ser humano, niño o niña, tras haber nacido biológicamente, sólo nace a la vida humana de otros hombres y mujeres, que le dan palabra, sembrando en él la humanidad que está hecha de cariño y conversación, de acogida y lenguaje. Aquel niño de As Neves no recibió palabra, quedó troquelado de una forma falsa, como cabra. Los teólogos decimos que "tenía alma", es decir, que Dios le quería, pero no explicamos mucho más y le dejamos en manos de Dios. La Iglesia le había acogido, de manera que le bautizaron, si no recuerdo mal, con el nombre de Antonio. Pero no basta el agua del bautismo, se necesita la palabra de los padres o de otros que "bauticen" a la vida al niño, que le hagan crecer en humanidad.
Pero voy a acabar. La prensa de hoy (véase El Mundo, de Madrid),dedica a la niña de Camboya un largo espacio de teoría y documentación. Yo me quedo con mi niño-cabra, hijo de Dios, el en Convento-Mosteiro de Poio.
En los días que caer la niev, como hoy, me viene a la mente aquel muchacho de Al Neves (¡una aldea de nieves, en la raya entre Galicia y Portugal), víctima de una tragedia familiar, víctima de una situación social de pobreza suma, en la pobrísima España aldeana de aquel tiempo. Me gustaría echarle la culpa a Dios, pero no puedo… Me gustaría echarle la culpa a sus padres, pero no tengo ninguna razón para hacerlo. Me gustaría acusar a los vecinos más cercanos de la aldea, pero tampoco puedo. Sólo me queda admirarme de vivir y de gracias a Dios porque me han querido y me han hablando, pidiendo a Dios que todos los niños del mundo reciban también palabra, cariño, cuidado, para desarrollarse como seres racionales, de alma y corazón, de libertad y sentimientos…
Nadie supo o pudo hacer bien las cosas y el muchacho creció sin saberlo, sin saberse, sin ser amado ni amar. Así murió. Sólo de una cosa me alegro. En aquel entonces, todos los que le conocimos le tratamos con inmenso respeto. Todos le miramos como a un ser humano, desde la Guardia Civil hasta los médicos del Hospital, pasado por el profesor Vázquez. No salió en la prensa del corazón, que hoy habría pagado millones por llevarle a un “plató”. Murió con dignidad, pero triste, en un hospital de provincia, lejos de sus cabras. Para mí forma parte de los santos inocentes de una historia muchas veces culpable de injusticias, de mentiras y pobrezas.
Quizá alguno que lea este blog recuerde al niño-lobo de As Neves, que estuvo unos días en Poio y un tiempo en el hospital de Pontevedra. Le rogaría que ofrezca más datos, sobre “el último niño lobo de España” (según creo), en estos días en que toda la prensa nos habla la muchacha salvaje de Camboya.
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