Etiologías o el porqué de las cosas

(AE)
Dicen los antropólogos que las etiologías son los “relatos orales básicos” de las tribus, es decir aquellos que explican el porqué de las cosas: porqué el cielo es azul, porqué los pájaros cantan, porqué no podemos ver los espíritus, y un largo etcétera que será más extenso o más reducido según la riqueza de la cultura o tradición oral en cuestión.

Viajando por los ahora polvorientos caminos del Sur Sudán y cruzando innumerables poblados surge casi siempre una pregunta ¿por qué al paso del coche las cabras se apartan, las ovejas no hacen nada y los perros ladran y persiguen el vehículo? Aquí comparto con ustedes este pedacito de sabiduría popular, hecho etiología moderna. Espero que la disfruten:

Hace mucho tiempo, cuando comenzaron los transportes públicos, se subieron en la parte de atrás de una camioneta un perro, una oveja y una cabra. Resulta que la cabra al subir, le dijo al conductor “oye mira, yo no tengo ahora nada suelto, por lo que cuando terminemos el viaje en cualquier sitio cambiamos el dinero que tengo y te pago.” La oveja, con la mansedumbre que les caracteriza, pagó religiosa y exactamente el importe del billete, mientras que el perro le dio al conductor un billete grande y le dijo que esperaba que para el final del viaje le diera el cambio que le correspondía.

Llegaron al final del trayecto y la cabra, queriendo hacerse la lista, aprovechó la parada para saltar del coche y salir disparada, ahorrándose así el pago del billete. La oveja se bajó también y siguió su camino. El perro también se apresuró a bajar pero se dirigió rápidamente a la ventana del conductor para exigirle su dinero. El chófer, al ver que la cabra lo había engañado y había desaparecido, aprovechó que el perro había bajado ya para acelerar y salir corriendo con el abultado cambio que le debía al can.

Esa y no otra es la razón por la que hoy, cuando cruzas en coche cualquier poblado, uno ve que las ovejas son indiferentes a tu paso (no le deben nada a nadie), las cabras inmediatamente se apartan (porque saben que deben todavía el dinero al dueño del coche) y los perros – casi sin excepción – te persiguen ladrando durante unos cuantos kilómetros, envueltos en la polvareda puesto que – como todo el mundo sabe – hubo un conductor sin escrúpulos que se quedó con su dinero.
Volver arriba