Medicamentos genéricos, una cuestión de justicia

(AE)
En estos días he tenido que ir al médico un par de veces. La sanidad en

África es un lujo, digámoslo ya claro... si no fuera por instituciones benéficas, religiosas, ONGs, la sociedad africana prácticamente no tendría acceso a servicios médicos básicos. Los gobiernos invierten en sanidad (unos más, otros menos), pero gran parte del dinero no llega, se queda en el camino víctima de la corrupción, de la mala gestión y de a veces la incompetencia de los funcionarios y políticos encargados de velar por el bien común. Hace pocos días hablábamos de la terrible situación en Uganda, donde incluso el ministro de Sanidad estuvo brevemente en la cárcel debido a fundadas acusaciones de apropiación de fondos públicos. Cuando se habla de sanidad, la corrupción se traduce en vidas perdidas, en personas que mueren en un perdido dispensario rural simplemente porque la medicina o el transporte que necesitan no están allí.

En estos días, me han recetado medicinas cuyos precios son de escándalo. El precio de algunas de ellas son equivalentes a la mitad del salario de un trabajador no cualificado. Con situaciones así ¿quién se permite el lujo de estar enfermo? Yo, personalmente, no tengo responsabilidades familiares pero, ¿qué pasaría cuando a una persona con, digamos, 3 hijos, tiene que enfrentarse a la cruda realidad de conseguir algunos medicamentos simplemente para uno de ellos?

Aquí es donde creo que los gobiernos locales deberían intervenir. No soy un entendido en la materia, pero me pregunto porqué las farmacias africanas están llenas de manufacturas extranjeras cuando se podrían conseguir medicinas mucho más baratas utilizando medicamentos genéricos. No tengo nada contra la aspirina, una medicina que – literalmente – ha quitado el dolor de cabeza de millones de personas... pero me pregunto porqué tengo que pagar 10 para comprar una cajeta de aspirina cuando podría pagar 3 por la misma cajeta de ácido acetilsalicílico. En el primer caso pago por el nombre comercial, en el segundo pago por el contenido de la medicina, que es exactamente igual. Lo mismo me está pasando estos días con un medicamento contra la bilharzia, una enfermedad bastante extendida en África, para el cual estoy pagando cifras de escándalo, cuando sé que la misma medicina genérica (praziquantel) podría solucionar el problema por ¼ del valor que estoy pagando. No me quejo por mi bolsillo, gracias a Dios no me falta dinero para poder comprar las medicinas, pero me pongo en el pellejo de aquel trabajador o trabajadora para el cual el tratamiendo de la enfermedad supone prácticamente el dinero que necesitaría para sustentar a la familia durante todo un mes.

El contencioso por las medicinas antiretrovirales, esenciales en la lucha contra el virus del SIDA, ha sido modélico ya que ha prevalecido el bien común sobre el beneficio de varias empresas sin escrúpulos. Algunos gobiernos han sabido poner las cartas en la mesa y enfrentarse a las empresas farmacológicas defendiendo el derecho de los enfermos a un tratamiento digno y relativamente asequible a los bolsillos más humildes. Quizás sea hora de ampliar esta lucha a tantos y tantos medicamentos esenciales para el tratamiento de las enfermedades que asolan este continente. Muchas de ellas serían historia si hubiera tratamientos a tiempo y medios con los cuales mitigar su efecto.
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