Nuestra esperanza recibió otras numerosas bofetadas cuando en ningún
hospital se hacían cargo del caso. A pesar del estado del paciente y de lo urgente que era empezar cuanto antes el tratamiento, era viernes y hasta el lunes no podrían hacerle nada.
Tras varias bofetadas, volvió algo la esperanza al encontrar un médico que nos proporcionó el nombre de un contacto que podría ayudarnos. Nos ayudo y se concertó una cita para que se le ingresara y se empezará cuanto antes el proceso terapéutico. No conseguimos que fuera antes del lunes, pero al menos encontramos la persona y el lugar en el que confiar para realizar un correcto tratamiento. Ahora sabemos que incluso esto llegó tarde. Pero la maldita esperanza nos engañó, y yo mismo le dije a Derik al despedirme de él en casa de su tío, que al día siguiente le llevaríamos al sitio donde se curaría. La muerte se adelanto a nuestra cita, y ese mismo día, volvió a convulsionar como ya lo hiciera, y en lugar de morirse un poco, lo hizo del todo. Llego vivo al hospital, pero en los hospitales de Camerún, TODO se hace previo pago, y “actuar con rapidez” está reñido con “actuar previo pago”
Los meses previos a la muerte de este niño, vistos con perspectiva, podrían tacharse como un cúmulo de despropósitos. Si nos preguntásemos las causas de estos despropósitos, podríamos encontrarlas con facilidad, analizando un poco la situación de Camerún en particular, y de África en general. Podríamos incluso proponernos, una vez identificadas las causas, buscar las soluciones a ellas.
Pero esto ya se ha hecho en muchas cumbres. Se han inventado objetivos del milenio que no se cumplen y se declaran buenas intenciones, que no se materializan en nada serio. Desde hace demasiado tiempo, todo sigue igual.
¿Igual? Lo peor de todo es que no todo sigue igual. Los países “empobrecidos” lo son cada vez más, su esperanza de vida disminuye, y su desesperanza aumenta. Nuestros países, sin embargo, son cada vez más ricos, con más esperanza de vida, más desarrollo y más bienestar. Lejos de ir cerrándose poco a poco la brecha, ésta se hace cada vez más y más grande. Recuerdo cuando era pequeño que se decía que el 20% de la población vivía con el 80% de los recursos mundiales. Hoy, es fácil leer que el 10-15% de la población vive con el 85-90% de los recursos. Los ricos somos cada vez más ricos, y los pobres viven de una forma cada vez más miserable. Y la tendencia, la inercia de nuestro mundo de bienestar y comodidad, es a seguir por este camino. Vamos cuesta abajo y sin frenos.
Derik no tenía pasaporte, no tenía DNI, no tenia tarjetas de crédito ni un carné escolar…en definitiva no existía, y por eso su estado de salud no importaba. No era blanco.
Sería bonito terminar con un frase del estilo, “…ojalá sea la última victima…” Este deseo es unánime entre todos los que conocimos a Derik, pero no hay más ciego que el que no quiere ver, y hoy, unos días después de su muerte, ya faltan dedos en las manos de todos los españoles para contar los casos parecidos que se han producido desde el 30 de Septiembre.
Así que la realidad es que no es la primera victima de nuestro mundo tremendamente injusto, ni será la última. Sólo ha sido una más. Del resto de victimas, de la MAYORIA, no conocemos ni su cara, ni su nombre, ni su edad, aunque sí su color de piel.