Soluciones a palos
(JCR)
“Golpear a la gente no resuelve ninguna crisis. Sólo el diálogo puede resolver los problemas del país”. Lo acaba de decir el arzobispo de Kampala, Cyprian Kizito Lwanga, una de las voces más autorizadas que llaman a la calma y la racionalidad en medio de una crisis de crispación política galopante que vive Uganda durante las últimas semanas.
En este blog hemos informado de los problemas ocasionados por la propuesta por parte del gobierno de vender 7.100 hectáreas del bosque de Mabira a una compañía azucarera de origen asiático para el cultivo de caña de azúcar. El pasado 12 de Abril una manifestación organizada por la oposición en el centro de Kampala se saldó con cinco muertos. La policía antidisturbios actuó con una gran contundencia, disparando con fuego real y llenando el aire de Kampala de gases lacrimógenos. Algunos de los manifestantes descargaron sus iras contra algunos comerciantes indios, que fueron apaleados. Uno de ellos fue apedreado hasta la muerte. Este brote de odio racial ha provocado la condena de todos los sectores de la sociedad, muy particularmente de la Iglesia católica.
Al día siguiente de esta manifestación, dos de sus organizadores –los parlamentarios Beatrice Anywar y Hussein Kyanjo- fueron detenidos por la policía y acusados de incitación a la violencia ante un tribunal. Cuando sus seguidores organizaron una marcha ante la estación central de policía de Kampala, un grupo de unos cien hombres con palos, bien coordinado, apareció sin saber de dónde y empezaron a apalear con saña a los manifestantes y a toda persona que paseaba por las calles de Kampala en ese momento en compañía de alguien. La actuación de grupos paramilitares no es nueva en el país. Ya en Noviembre del 2005, cuando varios sospechosos acusados de intento de derrocar el gobierno fueron puestos en libertad bajo fianza por un tribunal, el edificio fue rodeado por decenas de hombres armados que vestían camisetas negras, lo que obligó a los sospechosos a subir de nuevo al autobús que los había traído de la cárcel... y a regresar a ella. Curiosamente –o cínicamente- cada vez que aparece un grupo de estas características, la policía y el gobierno niega conocerlos, declaración harto curiosa. Huelga decir que las fuerzas de seguridad tampoco hacen nada para detenerlos, alegando que ya tienen bastante con dispersar a “los vándalos”, es decir, a los manifestantes de la oposición.
El sábado pasado otros dos parlamentarios de la oposición –Adonga Otto y Erías Lukwago- fueron detenidos por la policía al organizar otra manifestación, esta vez para protestar por la presencia del grupo armado de palos. Las declaraciones del presidente Museveni, que se suele despachar a gusto insultando a los líderes de la oposición, añade más leña al fuego de la crispación política, que no hace sino aumentar día a día.
“Golpear a la gente no resuelve ninguna crisis. Sólo el diálogo puede resolver los problemas del país”. Lo acaba de decir el arzobispo de Kampala, Cyprian Kizito Lwanga, una de las voces más autorizadas que llaman a la calma y la racionalidad en medio de una crisis de crispación política galopante que vive Uganda durante las últimas semanas.
En este blog hemos informado de los problemas ocasionados por la propuesta por parte del gobierno de vender 7.100 hectáreas del bosque de Mabira a una compañía azucarera de origen asiático para el cultivo de caña de azúcar. El pasado 12 de Abril una manifestación organizada por la oposición en el centro de Kampala se saldó con cinco muertos. La policía antidisturbios actuó con una gran contundencia, disparando con fuego real y llenando el aire de Kampala de gases lacrimógenos. Algunos de los manifestantes descargaron sus iras contra algunos comerciantes indios, que fueron apaleados. Uno de ellos fue apedreado hasta la muerte. Este brote de odio racial ha provocado la condena de todos los sectores de la sociedad, muy particularmente de la Iglesia católica.
Al día siguiente de esta manifestación, dos de sus organizadores –los parlamentarios Beatrice Anywar y Hussein Kyanjo- fueron detenidos por la policía y acusados de incitación a la violencia ante un tribunal. Cuando sus seguidores organizaron una marcha ante la estación central de policía de Kampala, un grupo de unos cien hombres con palos, bien coordinado, apareció sin saber de dónde y empezaron a apalear con saña a los manifestantes y a toda persona que paseaba por las calles de Kampala en ese momento en compañía de alguien. La actuación de grupos paramilitares no es nueva en el país. Ya en Noviembre del 2005, cuando varios sospechosos acusados de intento de derrocar el gobierno fueron puestos en libertad bajo fianza por un tribunal, el edificio fue rodeado por decenas de hombres armados que vestían camisetas negras, lo que obligó a los sospechosos a subir de nuevo al autobús que los había traído de la cárcel... y a regresar a ella. Curiosamente –o cínicamente- cada vez que aparece un grupo de estas características, la policía y el gobierno niega conocerlos, declaración harto curiosa. Huelga decir que las fuerzas de seguridad tampoco hacen nada para detenerlos, alegando que ya tienen bastante con dispersar a “los vándalos”, es decir, a los manifestantes de la oposición.
El sábado pasado otros dos parlamentarios de la oposición –Adonga Otto y Erías Lukwago- fueron detenidos por la policía al organizar otra manifestación, esta vez para protestar por la presencia del grupo armado de palos. Las declaraciones del presidente Museveni, que se suele despachar a gusto insultando a los líderes de la oposición, añade más leña al fuego de la crispación política, que no hace sino aumentar día a día.