Una víctima más

(AE)
La noticia no daba más que para un pequeño párrafo en la sección de “breves.” Aparentemente,

la noticia no ha levantado una gran polémica ya que sus circunstancias parecen ser parte de la normalidad, la sucia realidad que se esconde debajo de la alfombra para que no incomode a los inquilinos de la casa: Una niña somalí muere desangrada en un dispensario local del Norte de Kenia, después que se le haya practicado la infibulación, el método más nocivo y peligroso de la llamada “circuncisión femenina” o mutilación genital femenina.

La infibulación consiste en coser literalmente los labios vaginales dejando un pequeño orificio para la orina. Esta práctica la llevan a cabo personas sin formación sanitaria alguna, con cuchillas y materiales locales y lo que impresiona es que, en las condiciones en las cuales estas prácticas tienen lugar, no haya más noticias de esta índole. Aunque en África Oriental en general la incidencia de la mutilación genital femenina es más reducida, es Somalia el paraíso de la misma, donde prácticamente el 100% de la población femenina adulta ha sido circuncidada, poniendo en un grave riesgo su salud, ya que – aparte de las consecuencias directas del corte del clítoris y el “cosido” de los labios vaginales – los efectos a más largo plazo son tremendamente nocivos: cualquier relación sexual se convierte para la mujer en una sesión de tortura, hay que descoser todo antes del parto y volverlo a coser después, las infecciones urinarias debido a la reducción del espacio físico para eliminar tanto la orina como las sangre menstrual son mucho más frecuentes... una lista aterradora de consecuencias y de peligros obvios para las niñas y las mujeres.

Ante esto, movimientos internacionales, ONGs, mujeres somalíes del mundo del espectáculo y la moda y otros grupos se organizan para poner freno a esta práctica, pero los resultados – por lo menos en Somalia – son desalentadores. No hay manera de convencer a la población, que se aferra a esa práctica como si le fuera la vida. En Egipto se deja sin circuncidar a las niñas que tienen problemas mentales y así a las chicas jóvenes se les dice “¿tú quieres ser como esa? ¡eso será lo que te pasará si no te circuncidas!” Con artimañas así se perpetúa una gran crueldad y se marca irreversiblemente la vida de miles de mujeres. Yo también soy de la opinión que a las culturas hay que respetarlas, pero este respeto no puede ir goteando sangre o injusticia ni tampoco perpetuando la ignorancia y la pobreza. Hay límites a todo y creo que ahí – aunque podamos influir poco – hay que actuar de la mejor manera. Incluso países europeos tienen ya en su legislación cláusulas que impiden a las familias de emigrantes ir de viaje a sus países si hay la sospecha que van a circuncidar a las niñas que ya poco a poco dejan de ser niñas.

Mientras tanto y, por desgracia, muertes aisladas como la de esa niña, desangrada en un dispensario local después de una carnicería en toda regla, seguirán poblando meramente la sección de breves. Lo siento, queridas niñas, parece que vuestro grito callado nunca merece aparecer en la portada.
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