Donec venias

“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, hasta que vengas”. Así reza el texto original: donec venias, hasta que vuelvas. Pero a los artífices de la versión española no debió gustarles eso de “hasta que vuelvas” y se decidieron por una versión diferente, inspirándose en el marana-tha del Apocalipsis; de modo que dieron la vuelta a la frase y la convirtieron en plegaria “¡Ven, Señor, Jesús!”.

A mí no me gusta. Primero, porque la versión española, por muy piadosa que sea, no traduce fielmente la versión latina original. Segundo, porque, al convertir la aclamación en súplica ferviente (¡ven, Señor, Jesús!), esa proclamación ha perdido la fuerza y el dinamismo que imprime el “hasta”, el donec latino. De este modo la versión castellana se ha alejado del halo que tenía la versión original, inspirada en un viejo texto de la tradición litúrgica ambrosiana.

Porque la versión original resalta que la eucaristía se sitúa entre la primera venida del Señor en la plenitud de los tiempos y su última y definitiva venida al final de la historia. Celebramos el memorial del Señor mientras estamos de camino, mientras peregrinamos a la espera de su venida. La eucaristía se celebra en este clima de provisionalidad y de incertidumbre escatológica. Es un gesto, el de partir el pan, abierto hacia el futuro de la parusía. Partimos el pan mientras esperamos al Mesías, mientras peregrinamos hacia el gran banquete del Reino. A la espera de su venida nosotros partimos el pan, ahondamos la fraternidad solidaria, construimos la ciudad de este mundo, transformamos la sociedad, a la espera de que todos podamos reunirnos en su Reino.
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