XVIII Domingo del Tiempo Ordinario 3-08-2025 Administrar los bienes de la tierra para el bien común

Jesús no pretende dar una respuesta a la situación que le plantea el hombre sobre la herencia sino que ofrece una reflexión más amplia sobre los valores del reino
En el Reino de Dios, los bienes no son lo primero y fundamental sino el compartir y que nadie pase necesidad.
Ante la muerte, los bienes no tienen ninguna importancia. Lo que interesa es atesorar o cultivar la amistad y comunión con Dios
Jesús invita a "guardarse de la codicia", actitud que hace que los ricos de este mundo no logren entender el mensaje del reino
En nuestro mundo consumista y ávido de acumular tesoros, Jesús nos invita a poner el corazón en lo fundamental: la justicia y el bien comúm
Ante la muerte, los bienes no tienen ninguna importancia. Lo que interesa es atesorar o cultivar la amistad y comunión con Dios
Jesús invita a "guardarse de la codicia", actitud que hace que los ricos de este mundo no logren entender el mensaje del reino
En nuestro mundo consumista y ávido de acumular tesoros, Jesús nos invita a poner el corazón en lo fundamental: la justicia y el bien comúm
En nuestro mundo consumista y ávido de acumular tesoros, Jesús nos invita a poner el corazón en lo fundamental: la justicia y el bien comúm
En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Y les dijo: «Miren: guárdense de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes» Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios». (Lucas 12, 13-21)
El evangelio de hoy nos trae la pregunta que un hombre le hace a Jesús sobre la herencia que su hermano no le quiere compartir. Recordemos que en Israel la mitad de la herencia le correspondía al primogénito, pero, a su vez, este ha de hacerse cargo, en caso de que fallezca su hermano, de la viuda y de sus hermanos solteros. Posiblemente en este caso, el hermano no está cumpliendo con sus deberes morales y el que se acerca a Jesús pretende encontrar en él, una respuesta que le ayude a recuperar sus derechos. Posiblemente por eso le llama “maestro”.
Sin embargo, en este caso concreto, Jesús no pretende dar una respuesta a una situación determinada sino ofrecer una reflexión más amplia sobre los valores del reino. De hecho, no se dirige al hombre que le había hecho la pregunta sino a toda la multitud. Lo que pretende mostrar es la lógica del reino, tan distinta a lo que muchos viven. En el Reino de Dios, los bienes no son lo primero y fundamental sino el compartir y que nadie pase necesidad. Para esto, Jesús relata una historia en la que un hombre rico, dialogaba con él mismo -lo cual enfatiza su propia cerrazón-, haciendo planes de cómo seguir atesorando sus riquezas. La historia señala que, ante la muerte, los bienes no tienen ninguna importancia. Lo que interesa es atesorar o cultivar la amistad y comunión con Dios y esto se hace mediante la vivencia de la fraternidad/sororidad y la misericordia para con todos.
La advertencia de Jesús “guárdense de toda clase de codicia” y el hecho de hablar de un hombre “rico” van en consonancia con las advertencias que Jesús hace a los ricos y que Lucas expresa tantas veces en su evangelio: en las Bienaventuranzas dice “Ay de ustedes los ricos” (6,24); también señala que no hay que invitar a los ricos a los banquetes porque ellos pueden devolver la invitación (14, 12); el pasaje del llamado joven rico que rehúsa vender sus bienes para seguir a Jesús (18,23) y otros pasajes, muestran que los ricos son incapaces de recibir el reino porque su corazón ha optado por otros valores.
Por todo esto, en nuestro mundo consumista y ávido de acumular tesoros, seguridades, honores, las palabras de Jesús nos invitan a poner el corazón en lo fundamental: el amor a Dios y al prójimo y la manera cómo ese amor debe administrar los bienes de la tierra para el bien común. Necesitamos buscar los valores del reino y vivirlos con autenticidad, creyendo que su puesta en práctica será capaz de generar la justicia social tan necesaria y urgente.
(Foto tomada de: https://www.ministerioscosecha.org/devocionales/inversion-recompensa)