Jóvenes e iglesia

Los jóvenes son unas de las preocupaciones más fuertes de la Iglesia. Y esto no sólo porque están más alejados de ella sino porque su misma vida está expuesta a muchos peligros y no es fácil orientarlos en sus búsquedas hacia una vida más plena y feliz. Pero también tienen muchos valores que hoy hay que saber acompañar y promover. Los jóvenes gozan de mayores horizontes porque los medios de comunicación les acercan el mundo y sus infinitas posibilidades y ya para ellos casi todo está ahí, expuesto a su conocimiento. Lástima, claro está, que la injusticia actual hace que ese mundo sea realidad para un pequeño número de ellos y no para la mayoría, quienes solo pueden pensar que es un sueño lejano, imposible de alcanzar por las condiciones que poseen. Pero así y todo, el joven de hoy goza de mayor autonomía y es más capaz de situarse en un mundo de por sí complejo y plural. Lo que para los mayores -acostumbrados a un mundo más uniforme y establecido- era lo único normal, para los jóvenes de hoy, esto ya no es así, sino que acogen de entrada la diversidad y no le ven tanto problema a vivir simultáneamente aspectos que se creían irreconciliables. Por esto resulta difícil acercarlos a la Iglesia con un discurso monolítico y con una demonización del mundo actual. El joven necesita encontrar espacios que acojan lo que él es, lo que vive, lo que sueña. No es con la negación de la realidad actual como el evangelio de Jesús se puede anunciar sino con la verdadera inculturación que acoja lo positivo del hoy y descubra las posibilidades de futuro que tiene. La iglesia sólo podrá incluir a los jóvenes en su seno si les ofrece espacios para vivir lo complejo, lo diverso, lo distinto. Y de nosotros depende que abramos la mente y el corazón para echar el vino nuevo de la juventud en los odres nuevos de una iglesia capaz de actualizarse para acogerlos verdaderamente.
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