Vivencias 48
| Andrés Ortiz-Osés
--- El ser es sentido (cifrado). Pero si el ser se cifra es porque (aún) no puede decirse o expresarse: yace comprimido y atrapado, represado, esperando su descompresión o comprensión.
--- Interpretaríamos la filosofía como un servicio público: evacuación de lo mental, ya que mente y mentira parecen emparentados (por eso hacer filosofía conceptual deshace tanto).
--- Lo airado de nuestra sociedad procedería de lo no aireado: nuestras moradas son mónadas cerradas, soledades o saudades. (En recuerdo del Marqués de Saude.)
--- Los cuentos y leyendas suelen acabar con un estribillo: “al final se casaron, y fueron felices”. Pero el saber popular añade esta coda: “y comieron perdices “.
Perdices rima con felices, ya que no es sino su envés. La perdiz, en efecto, es el animal simbólico de la perdición (perdix a perdendo) por lo cual fue considerada por los Padres de la Iglesia emblema del diablo y la infelicidad.
--- Nada somos: lo que buscamos es todo (Hölderlin). Así que nada somos, y lo buscamos todo.
--- Evitamos lo inevitable al tratarlo, como le pasa a Fausto con las Madres (P. Lanceros). Por eso evitamos la “inconsciencia” por la consciencia del inconsciente (inevitable).
--- Coby y Petra, las mascotas olímpicas: el primero simboliza la fuerza viril de los olímpicos, la segunda el esfuerzo civil de los paraolímpicos (disminuidos), los cuales parecen contactar así con el trasfondo preolímpico de signo matriarcal.
--- Partiendo del platónico Xenócrates podemos concebir el cuerpo como signo del alma, y ésta como signo del espíritu. El espíritu sería el signo de Dios: y Dios el símbolo del hombre total o Anthropos —Espíritu encarado o Dios humanado.
--- La junción surreal del paraguas y de la máquina de coser en A. Breton. La disjunción ontológica del ser y del paraguas en Heidegger. La conjunción dualéctica del paraguas y del sentido acuático en una filosofía de la implicación. O el sentido como paraguas que flota en las aguas del ser: parapeto de las aguas de arriba y cobijo de las aguas de abajo. Pero entonces el sentido es un “respiradero” entre-dos-aguas: espíritu reflotado del mar. (No extrañará la simbólica del sentido en el cristianismo como un Pez, arquetipo del Cristo.)
--- El sentido como una relación que se hace y deshace, como una urdimbre que se enmadeja y desmadeja: rizo (rizoma) del ser.
--- La explicación suele ser reduccionista, pues explica una cosa por otra (cosa). La implicación, por el contrario, trata de “explicar” una cosa por la realidad o coseidad misma.
La gran implicación es el Dass (Wittgenstein): el hecho trascendental/inmanental de nuestra confinitud cual confinamiento en el mundo, el hecho-de- ser, la hechura del ser, la gran factura y fractura. El colega I. Reguera remite ese Hecho o Factum a la divinidad como vacío trascendental (el Jugar del juego). Pero ese vacío es un vaciado trascendental: un vacío implicacional, puesto que Dios implica nuestro destino.
Definitivamente, yo entendería a Dios, más que como trascendentalidad de la trascendentalidad (posibilidad de la posibilidad), como inmanencialidad de la inmanencia o realidad de la realidad. Entonces ese Que (dass, Factum) religa o implica tanto a Dios como al hombre, y el factum deviene fatum: hado. Ahora bien, el hado no es previo sino concomitante: el Hado es lo Dado. Lo que es pudiendo no ser (así): la necesidad es la contingencia, lo que ocurre.
--- El sentido ni está dado ni lo damos nosotros. El sentido no pertenece al dato sino que es la datación de la realidad: no pertenece a lo dado o dable, sino que es el dado que conjuga la realidad. El dado con que conjugamos el juego de lo real.37.
--- En su obra Magia y delito, J. M. Mz. Pereda conecta la magia con el derecho penal, mostrando el aspecto irracional y antilibre del pensamiento mágico, que hoy vuelve a pulular en sectas y consultorios astrológicos. El autor achaca el actual magicismo con sus nuevas supersticiones a la pérdida del sentido religioso, procedente del descreimiento escéptico-racionalista y de la falta de religación familiar, O la muerte de Dios como renacimiento del diablo: un dios desfigurado que predicaría “librarse” (mágicamente) de los enemigos, en lugar de “liberarlos” (religiosamente).
Deberíamos distinguir dos tipos extremos de magia: la magia blanca propia de la cultura en su proyección simbólica, y la magia negra típica del mecanicismo terrorista con su visión apocalíptica sin mediaciones culturales. Nuestro terrorismo, en efecto, se basa en la magia pseudocientífica marxista de la “crítica por las armas”, puesta al servicio de un nacionalismo fundamentalista o integrista (que es lo contrario de lo integracionista).
Incluso podríamos descubrir en nuestro terrorismo las tres etapas mágicas que ha recorrido: su nacimiento en los años 60 como magia por contaminación o contagio de la violencia franquista (magia por contigüidad o metonímica); su expansión en los 70 como magia simpatética a imagen y semejanza invertida del ordo totalitario (magia homeopática); fmalmente, en los 80 el terrorismo como magia antipatética basada en la antipatía u oposición radical al otro sin adjetivos (magia contrastativa y exenta de toda compasión). En este momento de inicios de los 90, la magia del terror se haría tautológica y autofágica, al basarse en su pura efectividad, sin causa ni fin, automágicamente.
Ahora bien, ya Caro Baroja dio en la clave del magicismo clásico, proveniente según él de una gran frustración. Pues, aunque el hombre es según Aristóteles un animal político, no siempre comparece como un animal civil, y su incivilidad suele recaer en la magia negra de la militaridad.
La única magia que nos queda es la magia blanca: la cultura como ámbito de una transformación inmediata aunque simbólica de lo social: el pensamiento no delinque (cogitationes nemo patitur).
--- Todo tiempo tiene su tempo, que es su espacio simbólico (tiempo despaciado).
--- El amor es la relación suipsiescindente (G. Bacca). Contrato rescisorio y sutura rota, quiebro quebrado. O el mal como condición del bien: con-dicción.
Acaso por ello liberar el destino es destinar la libertad.
--- Los contrarios están implicados: pero eso deseamos siempre lo otro (opuesto), que nos complete. Los contrarios ni se pueden mantener separados, pues están coimplicados, ni se debe identificarlos en coincidencia indiferenciadora, pues son distintos: lo que hay que hacer es mediarlos. La mediación es la relación: nihil sine relatione sufficiente. Y la relación es la condición cuasi lingüística (con-dicción) de toda contradición (contra-dicción): una tal relación dice entonces relato (mítico).
--- La implicación como relación de ida y vuelta: salgo pero vuelvo a mí, me acerco y me separo: mediación ambivalente de las diferencias. La implicación sería el hipertexto que permite una correlación simultánea: pero subyace un hipotexto arquetípico (la contextura propia de lo real).