"Pedimos a Dios lo que más necesitamos, lo que la mayoría necesita para vivir con un mínimo de dignidad" Padre Nuestro... ¡De todos, no de unos pocos!

El padrenuestro. Sagrada Familia
El padrenuestro. Sagrada Familia

Ante la insistencia de los que quieren “la fórmula”, Jesús se anima y nos deja ese modelo que todos aprendimos de chicos y del que no nos aburrimos, el que repetimos cada día y el que resume bien todas nuestras necesidades. Vale la pena recordarlo y repasarlo. Es el “padre nuestro”

"Quiere que todos tengamos a diario nuestro pan. Y en el pan incluimos todas las condiciones para una vida digna: la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, internet hoy… ¡Pero para todos, no para unos pocos!"

En la fuente “Q” (Mt y Lc) encontramos que el propio Jesús, a petición de los suyos, nos enseña una oración. Ya nos lo había dicho, que no eran necesarias fórmulas ni oraciones prefabricadas, que el mismo Padre sabía bien lo que necesitábamos, que bastaba con hacerlo en secreto, sin gritos ni alharacas, sin aspavientos para que nos vean… Pero, ante la insistencia de los que quieren “la fórmula”, Jesús se anima y nos deja ese modelo que todos aprendimos de chicos y del que no nos aburrimos, el que repetimos cada día y el que resume bien todas nuestras necesidades. Vale la pena recordarlo y repasarlo. Es el “padre nuestro”.

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Eso, comenzamos por no apropiárnoslo, por llamarlo “nuestro”, de todos, también de los que nos caen mal, de los que no soportamos, de aquellos que nos friegan a diario. Y no es fácil ser hijos del mismo padre y hermanos. Pero lo repetimos a diario, para que nos lo vayamos creyendo, poco a poco: no es una comida fácil de digerir, están duros los frijoles…

El Padre Nuestro
El Padre Nuestro

Y de golpe, como quien no quiere le endosamos tres peticiones para que Él las vaya haciendo realidad: “que santifiquemos su nombre, que se haga su voluntad y que llegue su Reino”. Las tres son don y tarea, más lo primero que lo segundo. Tenemos que poner nuestra parte, pero Él pone la principal. Y sabemos es su voluntad, que el Reino llegue. Para eso se encarnó, para eso plantó su carpa en nuestro campamento. Y nos lo demostró día a día, curando toda dolencia, creando condiciones para que fuéramos felices. Quiere que el Reino llegue, esa es su voluntad y así es como se va a sentir santificado (muy pronto lo entendió S. Ireneo: “la gloria de Dios es que el hombre viva” y viva con toda dignidad).

De aquella Encarnación han pasado dos milenios y aún no queremos entenderlo, le seguimos dando vueltas los cristianos ¿Más claro tuvo que hablar y actuar? ¡Pero nos cuesta!

De aquella Encarnación han pasado dos milenios y aún no queremos entenderlo, le seguimos dando vueltas los cristianos ¿Más claro tuvo que hablar y actuar? ¡Pero nos cuesta! Esa es su voluntad y no otra, así vamos a santificar su nombre, poniendo nuestra partecita para que el Reino llegue. Es la única forma que tenemos,… ¡no hay otra!

Y eso nos da derecho a pedir que “el pan de cada día nos llegue”. A todos, porque Él hace llover y salir el sol para buenos y para malos, para justos y para injustos. Quiere que todos tengamos a diario nuestro pan. Y en el pan incluimos todas las condiciones para una vida digna: la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, internet hoy… ¡Pero para todos, no para unos pocos!

El Padrenuestro
El Padrenuestro

Sabemos que son muchos los que en el mundo carecen de pan, de condiciones para vivir con dignidad. Comenzando por el pan físico: mas de 700 millones en el mundo pasan real y verdadero hambre (no solo en Gaza, que ya clama al cielo); Pero unos 4,000 millones de personas (la mitad de la población mundial) viven sin acceso a condiciones elementales de salud; 2,700 millones no tienen agua potable; unos 773 millones de adultos son analfabetos; son millones y millones los que malviven con sueldos de miseria… Y así podríamos seguir. Con razón en el Padre nuestro le pedimos a Dios lo que más necesitamos, lo que la mayoría necesita para vivir con un mínimo de dignidad.

Y a continuación le pedimos a nuestro Dios que nos perdone nuestras ofensas. Pero lo condicionamos fuerte: que nos perdone como nosotros estamos dispuestos a perdonar. De lo contrario que no nos perdone. Es decir, en la práctica muchos le decimos que no nos perdone (¡Cuántos repetimos aquello de “perdono, pero no olvido”! o lo que es lo mismo “no perdono”). Y todos sabemos que el perdón es un proceso, proceso por el que hacemos un largo viaje, pues no es fácil llegar al final.

Padre nuestro
Padre nuestro

Somos realistas: le pedimos que “no nos deje caer en la tentación”, no que nos libre de la tentación, no, pues aceptamos ésta como lo más normal y cotidiano (en los sinópticos se nos dice que hasta el propio Jesús fue tentado por el diablo). Le pedimos vencer, no caer en tentación, y eso sí es posible con su gracia y nuestro esfuerzo. Si es lo más cotidiano -tentaciones las tenemos de todo tipo- normal que lo incluyamos en nuestra oración de cada día.

Y remacha Jesús la oración pidiendo “que nos libre del mal”. Y son muchos los males que nos acechan a cada paso. Que sea Él quien nos libre, a pesar de las muchas ocasiones y tentaciones que tengamos.

Seguimos rezando esa oración que a muchos nos enseñaron los respectivos “joaquines y anas” y seguimos diciéndole en ella al buen “Padre Nuestro” que se haga su voluntad, que TODOS tengamos condiciones de vida dignas y que lleguemos al final, a vernos libres de todo lo malo.

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