Vivencias 72

--- El derecho ausculta con los ojos abiertos la verdad: la justicia ausculta con los ojos tapados el sentido. El derecho es racional, la justicia es relacional.

--- El bien como mal en Machado, y viceversa: Logré arrancarme la espina: ya no siento el corazón./Quién te pudiera sentir: en el corazón clavada. Correlatidad de los contrarios: corrección de los opuestos.

--- Si los demás no otorgan seriedad a lo que haces (bien), tú tampoco se la otorgues. Y a vivir.

--- No recuerdo nada, mi vida se apaga y no le encuentro el sentido que antes le daba (poeta callejero). Pero no se trata de dar sentido a la vida —esto es agotador— ni tampoco de recibirlo —esto no es posible—. Se trata de dar y recibir en mutualidad o implicación. Pues el sentido de la vida no se da ni es dado propiamente, sino que se concrea activo-pasivamente. En principio no era el sentido: en el principio era el sentir —lo sentido a asentir y consentir.

--- En su Tesis sobre Foucault (Avatares del hombre), P. Lanceros presentó al sujeto humano sufriendo el cruel troquelado de reacciones de poderes que lo constriñen en base a “prácticas escindentes”, sean de tipo institucional (Goffman) sean de tipo normalizador y definidor. El hombre comparece aquí aprehendido en redes-sistemas que, cual “juegos de verdad”, sirven de órdenes/rationes históricas que se sitúan estratégica y políticamente entre las palabras y las cosas, la subjetividad y la objetividad, el interior y el exterior. El hombre resulta así objeto pensado más que sujeto pensante, excogitado o cogitatur (G. Bachelard), al tiempo que la presunta verdad decae en veridicción y veredicto a menudo alienante. En efecto, las veridicciones del hombre son auténticos veredictos jurídicos sobre el hombre, cuya alma es objeto de producción y reproducción histórica. Foucault lo muestra excelentemente en el caso paradigmático griego cuya búsqueda clásica de la verdad recubre una moral aristocrática basada en el dominio de la razón (solar, viril, activa) por sobre lo irracional, femenino y pasivo: pues como traduce S. Agustín qui facit veritatem venit ad lucem. Sin embargo, la genialidad griega estaría en confirmar la propia responsabilidad ética del ciudadano libre, lo que implicará una visión artística de la vida que arriba a Nietzsche y Foucault, y cuya máxima estaría contenida en la Gaya Ciencia cuando descubre “el espectáculo de lo natural sometido a estilo”. A partir de aquí P. Lanceros abre una fructífera vía posfoucaultiana hacia una hermenéutica creativa, desde cuya perspectiva la existencia humana se experimenta como obra abierta de concreación y autointerpretación estética. Su símbolo bien podría ser el lenguaje concebido autónomamente como “centro vacío”, en cuyo ser-hueco sea posible configurar libremente nuestros propios avatares en el mundo. Quizá hubiera resultado interesante coimplicar la vida y muerte de Foucault en su propia obra, ya que ambas —vida y muerte— ejemplarizan bien el intento foucaultiano por afirmar su propia veridicción vital asumiendo el veredicto final de su muerte por inmnunodeficiencia adquirida: esta última muestra trágicamente el límite arquetipal de toda tipología liberacionista. Pues la última liberación es la liberación de uno mismo -lo que sigue siendo bien foucaultiano.

--- La diosa-vaca Hator era en la mitología egipcia la “casa” del dios-Horus, según H. Frankfort. Una exégesis egipcia del Lenguaje como “casa” del Ser en Heidegger, reinterpretaría al lenguaje como matriz de lo real. El lenguaje sería el mito que confiere sentido al ser, de acuerdo a una metafísica en la que todo lo real obtendría significación simbólica. Ello podría ejemplificarse con el término indio sati, que expresa a la vez el ser (sat) y su estancia (satya), así pues la realidad y su realización, el ser y su serencia: Horus en casa de Hator.

--- Incisivo el libro póstumo de G. Bachelard Fragmentos de una poética del fuego, en el que estudia la imagen vívida del fuego vivido —una vivencia ígnea que incluye imaginalmente lo no vivido pero apalabrado por el poeta en su lenguaje de fuego sublimado: “Cuando un sufrimiento, gracias al poeta, ha encontrado su imagen, conocemos una sublimación.” En la sublimación la imagen suscita el recuerdo, por lo que el poeta sigue sufriendo si bien de un modo más sutil, alquímico o destilado, ya que en lo vivido imaginativamente se pasa de lo real al valor, fundando así una liberación que sobrepasa lo dado y arriba a la inspiración pura, la cual “violenta” al significado mero trascendido en un campo de imágenes en el que el poeta provoca una realidad nueva, abierta y lingüística ya no basada en las significaciones (significados y significantes), sino en los valores, olores y experiencias de un campo poético en el que el arquetipo crea como causa primera lo incausado del campo imagínico. En esta realidad abierta se inscribe precisamente el fuego andrógino a la vez calor horizontal o femenino y vertical o masculino, cuyo símbolo es el Fénix, el pájaro-sol que renace de la noche, síntesis del nido y de la pira, hermafrodita. El fuego tiene en Prometeo su héroe cultural, ya que es capaz de insuflar el cálido hálito vital-espiritual robado a los dioses en la arcilla que funge de materia humana, creando así al hombre. Dominador del fuego, Prometeo comparece en Freud como el héroe que domeña la pasión o libido ígnea, representando también en Jung a la conciencia patriarcal, tal y como lo indica su nombre (prometeo = el que premedita) frente a su oscuro hermano Epimeteo (=el que piensa postrermente). El otro héroe del fuego es Empédocles, el cual se arroja al volcán Etna para lograr fundirse en la unidad radical frente al odio disgregador, fundando así la palingenesia, o regeneración universal (Sic Nietzsche e sus bosquejos inacabados). Por su parte, en Hölderlin este héroe antiheroico —Empédocles—, tomaría una decisión patriarcal-masculina de autodeterminación frente a la fatídica determinación vital del destino cual Moira matriarcal: por eso su paso por el fuego es un pasaje liberador de la materia hacia el divino éter del Padre-Espíritu. Y, sin embargo, el cuadro ígneo de Bachelard está incompleto, pues que el Volcán —el Etna, el Fuego— está en la mar, como adujo Nietzsche, y el fuego marítimo vuelve a remitir a la Moira-Justicia remediadora (remedadora) que religa, según el propio Nietzsche en el Prometeo de Esquilo, a los dioses crepusculares y a los hombres sufrientes. El mismo Hölderlin tan necesitado de padre y liberación (según Laplanche et alii), no está menos necesitado de madre y destino/destinación, como afirma en sus poemas: Si el amor no me retuviera, querría seguir al héroe Empédocles al abismo. La interpretación bachelardiana de estos versos es que Hölderlin quiere huir del amor que lo retiene: a lo que hay que añadir que acaso quisiera huir (patriarcalmente), pero en todo caso no puede porque el amor (matriarcal, destinal) lo retiene1. La verdad simbólica consiste en ser fiel la imagen y no superarla o suplantarla racional y unilateralmente. Pues toda imagen es ambivalente y dualéctica, y desconoce las simplificaciones del espíritu. Por eso pertenece al ser anímico —esse in anima—, ámbito del tiempo eónico (eón, aevum, época) equidistante del tiempo lineal y de lo eterno. En este tiempo imaginal intermedio comparecen las leyendas, las cuales no son históricas sino intrahistóricas.

--- En la Escuela de Freud, Prometeo es el héroe que domina al fuego y por tanto la pulsion o libido; en efecto, según Freud, Prometeo renuncia al placer de extinguir el fuego por micción (acto sexual). En la Escuela de Jung Prometeo es el héroe portador del fuego símbolo de la conciencia patriarcal de Zeus; en efecto, según Jung, Prometeo conserva conscientemente el fuego, desligándose así de la inconsciencia matriarcal (Symbole der Wandlung). Pero en ambos casos, Prometeo es un auténtico héroe patriarcal que renuncia al ello, la regresión, lo oscuro-matriarcal y lo inconsciente. La posición de J. Campbell (Der lebendige Mythos) y U. Pestalozza (Religione mediterranea) al respecto consiste en situar al fuego originario junto a la diosa Madre arcaica, frente a la cual ubica al cazador y sus animales. En esta cosmovisión mitológica, el hombre-cazador es el que “mataría” la libido animal de un modo patriarcal, mientras que el fuego prometeico comparece a la sombra de la diosa Madre y su eros sagrado (religador). Caben entonces dos exégesis de Prometeo: la que hace de él un héroe clásico-patriarcal en litigio con el dios Padre Zeus, al que roba competitivamente masculino. O bien un Prometeo antiheroico que roba el fuego contra Zeus, a fin de aprovecharse de su eros matriarcal, ctónico y humano (religador) en favor del hombre y su religación autóctona. En el primer caso, el fuego es un símbolo solar-celeste (uránico); en el segundo es un símbolo lunar-terrestre (telúrico). La ambivalencia del fuego, cuya llama surge de la frotación cuasi sexual de una varilla vertical (masculina) en el hueco de una madera-matriz (femenina), posibilita ambas interpretaciones. Ya Bachelard concibió al fuego como andrógino, constituido por un calor horizontal (fuego de ánima) y un calor vertical (fuego de ánimus).

--- El lenguaje como una lanzadera que teje lo real y lo ideal, el ser y el transer. El lenguaje (simbólico) secularizaría las viejas liturgias que, como la egipcia, trataban de reunir los contrarios: el espíritu corpóreo (ba) y el espíritu incorpóreo (ka), con el fin de religarlos tras su separación en la muerte —lo cual era una forma de no morir. De esta forma simbólica cuasi litúrgica el lenguaje es capaz de encarnar los opuestos, igual que el Faraón se hacía llamar “los dos señores”, símbolo de la junción o equilibrio entre Horus y Set. El sujeto del lenguaje es entonces un sujeto-objeto, un yo desdoblado ritualmente, el uno que se convierte en dos, el exterior (la casa) que posibilita la estancia del ser (interior).

--- Un fuego pasado por agua: yo vería en esta imaginación propia un tipo de sublimación de la libido (fuego), no por superación o elevación, sino por implicación, supuración o sublimación (a través del agua). O si se prefiere, un modo de caldear y elevar lo bajo (acuático) y de abajar o enfriar lo alto (ígneo).

1 Por otra parte, la visión paterna el Etna en Hólderlin recubre toda una simbólica profunda del volcán de signo matriarcal (regressus ad uterum, reductio ad primam materiam, etc.).

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