Análisis psicológico o fudamentación teológica: ¿qué es más creíble?
¿De dónde surgen estas pulsiones? ¿Quién las provoca? ¿Se manifiestan en el contexto de la sociedad en la que necesariamente el hombre se inscribe? ¿Dónde tienen su asiento? ¿Han evolucionado? ¿Ha influido la cultura en ellas? ¿Cómo socializarlas?
Preguntas y más preguntas que sólo han recibido contestaciones parciales. Una contestación o explicación "teológica", que antes fue "mitológica", es la del pecado orginal, en todos los concepcos la más extravagante y cuando menos arbitraria de todas.
Volvemos de nuevo aquí a la disyuntiva de siempre. ¿Qué es más creíble y con qué es mejor quedarse a la hora de explicar el porqué de determinada conducta para poder comprenderla y encauzarla: pensar --creer-- en un pecado “ab origine”, un pecado inscrito en la misma naturaleza humana, que por lo mismo se debe entender como connatural y encerrado en los genes… o pensar --creer-- en una lucha del ser humano para dominar sus pulsiones instintivas, un “quiero y no puedo” del que lucha por salir, una dialéctica psicológica que busca la adecuación entre el deseo de bien que “ve” y los impulsos más bajos que lo arrastran a satisfacer como sea sus necesidades?
En otras palabras, ¿se ha de entender --pongamos la agresividad-- como pecado inherente a "lo original" o como instinto de supervivencia, defensa o de posesión?
Es el caso similar de la desesperación. Se podría entender como acto, es decir, como situación coyuntural de la personalidad, o como estado estructural. Conceptos ambos a los que la filosofía y la religión han prestado atención de curanderas.
Desesperación y desesperanza como vacío del corazón que proyecta, horizonte oscuro de la noche sin luna, puertas en la muralla que dan al contramuro.
Como concepto negativo, la desesperación se podría entender mejor por su antónimo, la esperanza, de la que se ha apropiado la creencia teísta como valor emanado de su declaración de principios.
Al que ellos despectivamente tildan de "ateo", según su concepción simplista del ser humano, no le queda nada a que asirse, dicen, y por eso se sumerge en la nada (recuérdense las filosofías de principios del siglo XX): nada es, nada aparece, nada se espera, nada llena... sólo queda el existir.
Pero ese mismo despectivamente llamado ateo, que se entiende a sí mismo como "vulgar ser humano que piensa", en la formulación de su concepto de esperanza afirma su mismidad, su razón de ser partiendo de su yo, de sus posibilidades de superación, de su preparación profesional o de la de aquellos en quienes confía.
También la desesperanza debe tener una consideración de sustrato psicológico anómalo y, en ese sentido, la curación conceptual vendría por el camino de la curación emotivo-afectiva-psicológica, como un componente más del estado general depresivo. Si la razón obliga al individuo a “sentir”, también el sentimiento puede tonificar a la razón. El hombre es uno y la “pastilloterapia” racional no es la única vía de curación.
Pero si de pastilloterapias hablamos, la rebotica religiosa es la que menos cura. Es el placebo en grado superlativo.