Necesidades, miserias, carencias, traumas, peligros, deseos, urgencias, exigencias de la vida... Del tamaño que sean. Con la preocupación o angustia añadidas. Con el riesgo para la estructura de la personalidad.
Todo eso forma parte de la vida y sólo tenemos una herramienta para hacer frente a la vida, nuestra razón con la ayuda del conocimiento que aportan los demás.
Primero hay que conocer los problemas:
• manifestación: qué sucede o me sucede, que síntomas...
• planteamiento: en qué me afecta, qué me produce, qué supone...
• causas.
• posibles soluciones.
Sabido esto, que ya de por sí procura tranquilidad, hay que buscar los medios adecuados poniendo en práctica las estrategias conocidas, bien por situaciones anteriores o por profesionales.
Es en la resolución de los problemas cuando entran en juego los principios que se relacionan con "el bien"; cuando deben primar los valores de contenido ético; cuando la libertad debe sentirse constreñida por la consideración del beneficio honesto, sea individual o social; cuando hasta los sentimientos que mueven o atenazan a las personas han de ser tomados en cuenta.
Ése es el camino de la felicidad, al que sólo se accede por la senda de la razón.